La columna de un exlinotipista
/ Julián Miranda Sanz
H
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OY, a las tres de la
tarde, comienza un año más la «operación Salida», la auténtica: la del verano.
Un éxodo de las ciudades hacia los lugares de descanso y sosiego (aunque sobre
esto tenemos nuestras dudas de que sean días de tranquilidad y relax) que
emprendemos después de creernos que hemos pasado una crisis y de que la hemos
superado.
Alentados por los
aires de prosperidad que nos llegan desde la Moncloa e ilusionados porque algún
miembro de la familia ha encontrado trabajo, hacemos las maletas, nos ponemos
el pantalón corto, cargamos la hamaca y las sillas para la playa y los
flotadores para los nietos y nos unimos al resto de ciudadanos que este fin de
semana circularán por las carreteras de España.
Entre tanto
entusiasmo, el Gobierno aprovecha y sube la gasolina (como todos los años), y
justifica esta subida en no sé qué conflicto mundial (como todos los años); a
pesar de los buenos augurios sobre el turismo nacional y extranjero, los
hoteleros continúan poniendo peros (como todos los años); la DGT pide prudencia
en las carreteras y, si es posible, que la salida de las ciudades se haga de
forma escalonada (como todos los años); los precios de los hoteles se triplican
(como todos los años), y las ciudades y los barrios se quedan vacíos como en
los viejos tiempos.
Y a la vuelta,
también como todos los años: divorcios, rupturas sentimentales, cabreos
monumentales por las caravanas que hemos aguantado, porque el estado de las
carreteras sigue siendo malo; porque nos hemos gastado una pasta en las
vacaciones y porque ese miembro de la familia que había encontrado trabajo está
otra vez en paro; porque empieza el fútbol y se termina la vida familiar al
grito de los goles; porque nos encontramos que los productos básicos han subido
su precio; porque el amor del verano se nos ha ido a Pamplona; porque los días
de vacaciones han pasado en un suspiro; porque hemos engordado; porque tenemos
que pasar las revisiones médicas; porque hay que pagar el seguro del coche y de
la casa; porque comienzan los colegios y hay que comprar libros, uniformes y
demás cachivaches escolares; porque durante el verano me he quedado embarazada
según está la vida de mala; porque tengo que aguantar al gracioso de la oficina
y al «cagaprisas» del jefe; porque la vecina ha estado en el mismo sitio que yo
y le ha costado menos dinero; porque vuelven los madrugones; porque me siento culpable de que camareros y cocineros vuelvan al paro porque dejo de tomar cañas y comer en el chiringuito, porque..., porque..., porque...
En fin, a veces
pensamos que no compensa irse de vacaciones.
Creí que me iba a encontrar un pequeño blog y esto es casi como un periódico. Enhorabuena por todos los artículos! Un abrazo
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