SEÑORAS y señores, «ya tenemos gobierno». Y a Rajoy fuera de la Moncloa. Para que luego digan que es difícil echar a un inquilino que no cumple con sus obligaciones. En menos de lo que tarda en santiguarse un cura loco, como dicen en mi pueblo, Pedro Sánchez y señora han tomado aposento en la zona con la que tanto han soñado: la Moncloa.
Una parte de España y otra de Cataluña aún estarán preguntándose cómo el señor Sánchez consiguió camelar a vascos y catalanes independentistas y a los «antitodo» para que lo ayudaran en los trabajos de mudanza hasta su nueva residencia y tan sólo, supuestamente, por su cara bonita. Mientras don Mariano, un señor gallego del cual las bases, esas olvidadas, nunca supieron si iba o venía, al igual que muchos españoles y españolas e incluso hasta extranjeros y extranjeras todavía deben estar pensando dónde está la bolita que Pedro les mostraba en forma de moción de censura como si del mejor de los trileros se tratara.
Hay que reconocer la valentía, el atrevimiento, la insensatez, el arrojo y, sobre todo, la perseverancia (o quizá sólo ha sido la obsesión) que ha demostrado Pedro Sánchez para lanzarse una vez más al ruedo del Congreso y lidiar a pecho descubierto con sus señorías el puesto que le garantiza una pensión vitalicia por el interés general, faltaría más. Pero ¿interés general de quién? Porque en esta ocasión no ha consultado a las bases. Ha hecho lo que ha hecho y punto pelota. Enhorabuena, Begoña, por tener un marido tan guapo y tan avispado y por poder disponer de posibles para realizar la cuantiosa reforma en vuestro nuevo hogar. Al menos, Pablo Iglesias e Irene Montero sí consultaron a sus bases para invertir sus ahorros en un «pisito» y hasta la mismísima Carmena consultó a las sufridas y socorridas bases si podía hacer las aceras de la Gran Vía madrileña más anchas para albergar más terrazas, más manteros y más mendigos. Aunque en honor a la verdad Carmena nos dice que las obras de la Gran Vía se realizan para dotar a esta vía de más espacio para los peatones y bicicletas y restringir los coches que contaminan mucho y son perjudiciales para la salud. Es decir que nos dice una cosa y realiza otra. Cosas de mujeres.
Españoles y españolas, ciudadanos y ciudadanas, trabajadores y trabajadoras, parados y paradas, jubilados y jubiladas, hombres y mujeres de España y parte de Cataluña, la igualdad ya está aquí. Mejor dicho, la desigualdad. Cómo Carmen Calvo, la nueva ministra de Igualdad y ministra de Cultura con José Luis Rodríguez Zapatero, puede decir que quiere consolidar la igualdad entre hombres y mujeres si ya en el gobierno hay todo un equipo de señoras ministras; es decir, once mujeres al poder. Vaya igualdad, señora ministra.
Así pues, con todos mis respetos, señora Gómez Fernández y señoras ministras de Igualdad, de Transición Ecológica (¿se ocupará este ministerio de la transición de la bolsa de plástico al capacho?), de Hacienda, de Sanidad… y señoras de todas las edades y condiciones, si conciliar una vida con una sola mujer ya es complicado y hasta estresante, conciliar un país entero con once mujeres al frente, querido Pedro no te arriendo las ganancias. Deseamos que por el interés general y por el bien de las bases las carteras de las señoras ministras estén mejor organizadas que cualquier bolso femenino al uso.
Espero y deseo que el anterior comentario no se me tome como una interpretación machista de la igualdad entre hombres y mujeres. Sólo estoy ejerciendo mi derecho a la libertad de expresión. Una libertad de expresión que ya han conseguido otros colectivos como los antitaurinos, los antibanderas y antihimnos y los LGBT, entre otros, y que los hombres que aún se levantan de su asiento para cedérselo a una dama o franquear el paso a una señora o señorita, hoy por culpa de un feminismo despendolado no sólo corren el riesgo de ser acusados de acoso sexual, en el mejor de los casos, sino que han perdido todo derecho de libertad de expresión tanto dentro como fuera de casa y cada día es más necesario la presencia de un abogado cuando de dar una opinión sobre las cuestiones femeninas se trata, ya que se corre el riesgo de salir esposado, con cargos y camino del cuartelillo.
Esperamos que la señora Calvo nos traiga esa igualdad feminista a una generación que creció con las películas de Alfredo Landa y con los chistes de Arévalo que aunque hoy se tilden de machistas y de políticamente incorrectos hacen menos daño que la cultura implantada por las redes sociales y, sobre todo, a la idea de aquel sicólogo que hace unos cuantos años proclamó a los cuatro vientos que no se podía dar una bofetada a un niño porque se le traumatizaba. Pues señora ministra de Igualdad y antigua ministra de Cultura, ¡vaya lumbreras de sicólogo!, porque de aquellos polvos vienen estos lodos. ¿Será posible que decenas de miles de jubilados puedan ver esa igualdad que su ministerio abandera y que desde que sus respectivas parejas sentimentales (antiguamente: mujer) se jubilaron han ido perdiendo día a día?
Si José Luis Rodríguez Zapatero sólo pasó a la historia de España como el presidente de Gobierno que prohibió fumar en los lugares públicos, esperamos que Pedro Sánchez no pase a la historia de este país sólo como el presidente de Gobierno que más mujeres tuvo en su equipo gubernamental.