TRAS
reponernos de la resaca que nos han dejado las elecciones europeas y la final
de Lisboa, vivimos el después de unas elecciones que han dejado por el camino
varios mensajes de atención a toda una clase política que estaba viviendo en
una nube, de las muchas que contempla Zapatero, sin darse cuenta de lo que
sucedía a sus pies.
El Partido Socialista
Obrero Español ha sido, quizá, el que peor parado ha salido de estas
elecciones. Por una parte, Elena Valenciano con su campaña feminista ha
demostrado que a estas elecciones se presentaba sin unas ideas claras y sí con
muchas ganas de protagonismo personal. No se puede pedir el voto a los
ciudadanos basándose sólo en una frase políticamente incorrecta de su
adversario Arias Cañete. No basta con criticar al oponente, hay que ofrecer
alternativas fiables que hagan pensar al electorado que es posible solucionar
los problemas de una sociedad que vive desencantada y harta de tantas promesas.
¿Por qué las personas que ocupan
puestos políticos no quieren dejarlos y quienes no desempeñan estos cargos
desean con gran fervor alcanzarlos?
El lector puede
imaginarse la respuesta a esta interrogante. Por nuestra parte, creemos que
sigue siendo un anhelo vehemente por el cargo en la mayoría de los casos. Y un
ejemplo lo tenemos en Alfredo Pérez Rubalcaba que, tras los últimos resultados
electorales, anuncia su retirada; sin embargo, no se marcha por el momento. Si
uno decide dimitir, dimite y punto. Se marcha a su casa y da paso a otros
compañeros de partido para que hagan, o lo intenten, aquello que él no ha
podido realizar. Continuar en el cargo cuando las cosas no se hacen bien sólo
es alargar un proceso de fracaso. Un fracaso que viene acompañando a Rubalcaba
desde que entró a formar parte del gobierno de Rodríguez Zapatero.
Con la retirada de
Rubalcaba se establecen ahora públicamente los enfrentamientos dentro de PSOE.
Al parecer, uno de los nombres que con más fuerza suena para sustituir a
Rubalcaba es el de Susana Díaz. A pesar de la juventud y el empuje renovador de
la presidenta de Andalucía que quiere imprimir entre los socialistas, creemos
que su principal argumento para ser secretaria general del PSOE es haber
servido de escudo protector a todos los implicados en los conflictos
fraudulentos abiertos en Andalucía.
En cuanto al Partido
Popular, tampoco es para que tiren cohetes. Han perdido votos, y ésta es la
realidad por mucho que Dolores de Cospedal se empeñe en hacernos ver que el
resultado es bueno y para ello se ampara en sus vecinos del PSOE que han
obtenido menos votos que ellos. Triste consuelo para justificar una derrota con
sabor a victoria. Parte del electorado popular ha dado la espalda a su
candidato y se ha quedado en casa. Si esta pérdida de confianza en las
políticas del Partido Popular y esta desidia ciudadana a la hora de votar no se
consideran un fracaso por la cúpula del PP, entonces qué es una derrota para
Dolores de Cospedal.
Con los dos partidos
mayoritarios a la deriva, las demás formaciones políticas obtienen más votos de
los que podían imaginar. Así, aparece la subida de Izquierda Unida o el
emergente Podemos, que nació a raíz del movimiento del 15-M. Sin embargo, que
estos partidos no se llamen a engaño por los resultados obtenidos en estas europeas. El votante de izquierdas, léase socialista desencantado, volverá a
votar a su partido en cuando recobre la fe en los suyos y dejará de votar a una
izquierda global, aunque algún voto se quede en estos partidos que ocupan
puestos secundarios y oportunistas.