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OY se cumple el décimo aniversario del
11-M. Desde esta columna queremos recordar a los 192 fallecidos y mostrar
nuestro apoyo y solidaridad a sus familiares. Con este pequeño pero sincero
gesto nos unimos a todos los actos que hoy se celebran para conmemorar el
brutal atentado del 11 de marzo de 2004.
Entre todos los
actos, queremos destacar el que se hayan dado cita las cuatro asociaciones de
víctimas, representadas por Mari Mar Blanco, Pilar Manjón, Ángeles Pedraza y Ángeles
Domínguez, zanjando pasadas diferencias. También hay que destacar la
misa oficiada por Rouco Varela en la catedral de la Almudena en recuerdo a
todas las víctimas, a la que han asistido los Reyes de España, la princesa de
Asturias, Mariano Rajoy, ministros, la alcaldesa de Madrid y numerosas
autoridades. Un acto al que han faltado muy pocos y los que han estado ausentes
ha sido porque no estaban invitados, caso de Aznar y Zapatero.
Es cierto que sucesos
como éste no deben olvidarse, pero a nuestro entender tampoco la sociedad debe olvidar a las otras víctimas, aunque
éstas no hayan muerto en un atentado terrorista.
Hoy también nos
ponemos en el lugar de esos padres, familiares o amigos de esas otras víctimas
que no sólo mueren físicamente, sino que también desaparecen en la memoria de
una sociedad. Una sociedad y unas autoridades que olvidan con facilidad a esos fallecidos
a causa de otro terrorismo que no emplea bombas para lograr su propósito, pero
que es igual de condenable.
Nos estamos
refiriendo al asesinato de las niñas de Alcácer, Miriam, Toñi y Desirée; a la
muerte de Benjamín Olalla Lebrón, víctima de un atropello cometido por
Farruquito; a Carlos Parra, que tuvo la desgracia de cruzarse con un Ortega
Cano que conducía bajo los efectos del alcohol; a los 154 muertos en el
accidente de Spanair; a Rocío Oña, Cristina Arce, Katia Esteban, Belén Langdon y María Teresa Alonso,
fallecidas en la trágica noche de Madrid Arena; a Sandra Palo, asesinada por
cuatro muchachos de entre 14 y 19 años; a los 79 muertos en el accidente de
Santiago, y, cómo no, a Marta del Castillo.
Todas estas personas
son tan víctimas como las del 11-M y merecen que no nos olvidemos de ellas, ya
que, al parecer, de esta clase de víctimas sólo nos acordamos durante unos
pocos días y a cuyos aniversarios sólo acuden familiares y amigos. Después, las
autoridades y la justicia diluyen cada caso de la misma manera que desaparece un azucarillo en el
café. Y, si pueden, echan la culpa al muerto, que éste no puede hablar, caso de
los pilotos de Spanair.
Por ello, expresamos
nuevamente nuestro apoyo a todos los familiares de estas víctimas y les hacemos
llegar nuestra solidaridad en su lucha por esclarecer estos casos y nuestros
propósitos para que actos como éstos no vuelvan a cometerse. Aunque no tengan aniversarios grandilocuentes, nosotros estamos con ellas.