
Vecina, ¡cómo está el patio!
Por Julián Miranda Sanz
AYER comentaba que había encontrado el
patio patrio revuelto y, además, con un nuevo inquilino que ha terminado de
ponerlo más agitado. Este nuevo vecino viene de Estrasburgo con unas decisiones
y unas leyes que a la mayoría de la comunidad no gustan, o, al menos, con la
urgencia con que se han llevado a cabo y las repercusiones que puedan tener en un
futuro. Por ello, los periodistas preguntaban al presidente del Gobierno qué opinaba
sobre la decisión de Estrasburgo que anulaba la «doctrina Parot», y nuestro
presidente, ni corto ni perezoso, responde que en Madrid está lloviendo. Genial.
Toda una respuesta digna de cualquier conversación que se precie en un ascensor
cuando no sabemos de qué hablar, pero no de un presidente del Gobierno y que
además tiene el respaldo de la mayoría de los votantes. Sin embargo, y
aprovechando el viaje a Bruselas, Mariano Rajoy, atendiendo a la prensa, manifiesta
que la sentencia de Estrasburgo no le gusta nada. Esta costumbre de contestar a
las preguntas de los periodistas fuera de España parece una práctica habitual
no sólo de ciertos entrenadores de fútbol (léase Mourinho), sino de políticos.
Al parecer, todo este alboroto se debe
a que nuestras leyes penales no se han modificado o adecuado a la actualidad
desde los años setenta y ochenta y, como casi siempre, se hizo un arreglo con
eso de la «doctrina Parot» para salir
del paso y ahí nos quedamos. Por ello, una vez más después del error o la
desidia, ahora los políticos se van a poner manos a la obra para evitar que una
cosa así vuelva a repetirse. También toda esta movida puede ser el resultado de
algunos acuerdos pactados por el anterior Gobierno.
Esta decisión, aparte de lo que pueda
hablarse de ella o de las conclusiones que puedan extraerse de su aplicación, servirá,
no tengo la menor duda, para tapar momentáneamente todos los frentes
conflictivos que hay abiertos que, como si de un dolor muscular se tratara, se tapan
con parches Sor Virginia. Y así hasta el próximo escándalo que acalle éste. Por
cierto, señor Rajoy, en Madrid continúa lloviendo.
El Gobierno saca pecho diciendo que la
economía mejora, que el Producto Interior Bruto baja, que nuestra prima la Riesgo desciende; los bancos siguen
acumulando ganancias; la Comunidad de Madrid que no subirá los impuestos; el
ministro Montoro que nos está sacando
del túnel… Qué bien suenan estas frases, pero los vecinos de este patio no
entendemos, ni notamos, ni sabemos si nos dicen la verdad o será ya la
precampaña electoral. Sin embargo, lo que verdaderamente entendemos es que
siempre ganan, como en aquellas películas del oeste, los de siempre, es decir, políticos,
empresarios, banqueros.
Tras ver y oír todas estas cosas,
podríamos resumir los cuatro años de representación de un gobierno de la
siguiente manera: el Gobierno pasa su primer año de mandato echando la culpa de
todo al anterior inquilino: el segundo año lo emplea en cambiar todo aquello
que su antecesor en el cargo le ha dejado: el tercer año lo dedica a la
precampaña y a colgarse méritos en el escaño, y, por último, el cuarto a
pintarnos el patio de mil colores para que les votemos otra vez. Pero ¿cuándo
van a hacer algo bueno y en condiciones para la comunidad que les sustenta
antes, durante y después de formar parte de esta comunidad de vecinos que es
España?
Por último, hay dos asuntos que traen
de cabeza a esta comunidad. El primero es el cabreo que ha cogido nuestra
vecina rubia porque el del ático, un morenazo de aúpa, la espía. Y sin
pensárselo dos veces nuestra vecina alemana y rubia como la cerveza se ha ido
directamente a pedirle explicaciones sobre tales acciones. Por supuesto, el
morenazo lo ha negado, faltaría más. Sin embargo, como ocurre con estos sucesos,
han salido a la luz más casos. Por ello, propongo una junta extraordinaria de
vecinos para esclarecer los hechos, ya que la susodicha rubia tiene un carácter
impulsivo y cabreada puede ser tremenda; por ello, debemos tenerla en palmitas
y dejar su móvil tranquilo.
El último asunto por hoy es un
comunicado que ha aparecido en el tablón de anuncios de la comunidad. Se trata
del señor Trillo, que pasa largas temporadas en Londres y busca aquí, en
España, porque son más económicos que en la City, un mayordomo. Sueldo anual de
27.000 euros. Vivienda gratis. Entre otros requisitos se pide hablar inglés,
gozar de buena salud o llevar el gobierno de la casa. Tres meses de prueba. Ah,
sólo de forma interina.
Con todo esto y con la revolución de
las empleadas de hogar o de las señoras que acompañan a personas como Mateo,
Pedro o Enriqueta durante sus paseos por el barrio que, después de leer este
anuncio, piden aumento de sueldo porque, dicen, que ellas reúnen los mismos
requisitos que pide Trillo y además del inglés hablan rumano, búlgaro o filipino,
como para no decir: «Vecina, ¡cómo está el patio!». «Y peor que va a estar como
sigan tocándome el teléfono», me responde la rubia mientras prende la ropa a la
cuerda de su tendedero.