SILENCIO, cámara, ¡acción! Hace unos días se ha
estrenado en las pantallas de toda Europa, procedente de los Estados Unidos, el
último thriller del gran director americano,
basado en hechos reales, sobre las revelaciones efectuadas por un desertor de
la CIA en Rusia que ponen al descubierto un entramado de escuchas telefónicas
en el que se ven inmersos varios gobiernos de Europa. Así podría empezar
cualquier filme del agente secreto más famoso del mundo: 007.
Se trata de un filme que
reúne todos los ingredientes necesarios para mantener al espectador pegado a su
butaca, pendiente del desarrollo final, olvidándose de los seriales por
capítulos que se emiten en las televisiones españolas sobre asuntos de extesoreros,
políticos, sindicalistas, defraudadores, etc., que no son tan buenos como
aparentan y cometen acciones no muy recomendables. Antes de continuar con el
relato de la película, querría advertir que en el desarrollo de esta cinta he echado
en falta, dos cosas. Una, quizá por las prisas del estreno, que carece de título,
pero esta falta podría subsanarse titulando el filme, al menos en España, Operación Birra. Y dos, entre todos los gobiernos
que salen a lo largo de la película hay uno que brilla por su ausencia, se trata
del de Inglaterra. Parece ser que el gobierno inglés ya hizo su propio thriller y, por el momento guarda
silencio.
En el capítulo de actores,
todos los que han intervenido en el rodaje de Operación Birra han desempeñado su papel a la perfección. Desde el
desertor de la CIA hasta la rubia protagonista femenina, a quien pinchan su
móvil y los servicios de inteligencia se enteran hasta de la hora que le han
dado en la peluquería. A partir de esta acción es cuando la película alcanza su
punto más caliente, ya que empiezan a complicarse las cosas para los amigos
franceses, españoles, italianos y a crearse una desconfianza mutua.
Desde Rusia, un exagente de la
KGB al mando general del país, junto con el traidor, se encarga de liarla más y,
por ello, los gobiernos implicados en las escuchas ilegales cada vez se embarullan
más. Ya no saben qué decir a sus ciudadanos y van pasando la patata caliente a
otro protagonista para que éste explique los hechos. En definitiva, el filme promete
y puede alcanzar una gran notoriedad mundial.
En general, éste es el argumento
de Operación Birra. La conclusión que
hemos sacado después de ver la película es que lo mejor en estos filmes de
espias es estarse callado porque si hablas, todo lo que digas se vuelve en tu
contra. Así ocurre en las escenas en las que interviene el gobierno español,
que al comienzo dice que ha sido espiado y al final resulta que él ha sido uno
de los agentes que espiaba a los demás y posteriormente pasaba los informes al gran
jefe. Al final, resulta que todos se espían a todos, pero nadie sabe nada, porque
de eso se trata, desde hace mucho tiempo, de que nadie se entere.
Sin embargo, toda esta acción
llevada a cabo contra varios países colegas crea unos conflictos diplomáticos que
trae de cabeza a los cónsules americanos en los respectivos países espiados.
Como las reuniones entre diplomáticos no resuelven la situación es cuando en la
segunda parte de la película entra en acción Inglaterra, que hasta el momento
había permanecido en silencio, para encomendar a su mejor agente secreto, James
Bond, que resuelva el asunto junto a su amigo americano, el también agente
secreto Félix Leiter. El asunto se complica cuando Bond se entera de quién es
la rubia que tiene que rescatar de los espías. Pero la operación está a punto
de irse al traste porque cuando el agente inglés ve la foto de la rubia alemana
entra en una depresión causada por el aspecto tan poco femenino de la dama en
cuestión. Gracias a su amigo Leiter, James logra superar la mala impresión que
ha recibido y se pone manos a la obra.
Los mejores momentos de la
cinta se producen al final cuando Bond llega a España y en el aeropuerto de
Barajas se encuentra con el agente que le ha destinado el gobierno español para
que le ayude durante su misión. La escena nos muestra un primer plano del
agente inglés con cara sorprendida al oír el nombre de su colega: «Mi nombre es
Torrente. Santi Torrente».
Para saber el final tendremos
que esperar a que James Bond se recupere de la sorpresa que le han producido
los del servicio secreto español.