En Galeradas
Sociedad

Quiero ser viejo
Por Julián Miranda Sanz
L
|
A
cercanía de las fiestas de Navidad y toda su parafernalia hacen que mi humor se
resienta, ya que cada año soporto menos esa alegría que desde todas las partes
tratan de enfundarnos como si se tratara de una prenda de abrigo.
Cuando era pequeño oía a mis parientes más
mayores decir que estaban deseando que pasaran las Navidades. Las mujeres más
mayores se lamentaban porque faltaban familiares que ya no podían compartir la
Navidad al amor de la lumbre. Familiares que hacía tiempo habían partido para
la otra vida: la eterna, como decía don Severino, que era el párroco del
pueblo.
Sin embargo, para los que éramos niños, las
Navidades eran otra cosa. Representaban días especiales porque, en primer
lugar, no había escuela y no teníamos que soportar las charlas de don Mateo, alias el Gurriato, por lo pequeño que era, y
en casa, a pesar de no disponer de muchas cosas, siempre nuestros abuelos,
padres y tíos aportaban algún cuarto (me tomo la licencia de emplear esta
palabra para referirme a “dinero”, como un pequeño homenaje a una de esas
personas que ya no están entre nosotros) para comprar turrón, del “blando” y
del “duro”, y una botella de anís La Castellana, que además, al deslizar una
cuchara sobre su superficie, servía de acompañamiento musical a la zambomba
para entonar los villancicos. Los demás extraordinarios eran las castañas y las
bellotas asadas y las mandarinas. Sólo con esto vivíamos días felices.
Hoy, será por los años, pienso igual que lo
hacían aquellas personas mayores. Quiero que pasen las Navidades, que comience
un nuevo año y que la ciudad pierda ese atuendo festivo que en ocasiones
resulta irascible. Quiero que esos recuerdos de mi infancia sean sólo eso:
recuerdos, y no nostalgia. Quiero un nuevo año para continuar con mi adaptación
a mi nueva etapa, la de viejo. Creo que tenemos cierto miedo a emplear esta
palabra para definir nuestra nueva situación: la de ser mayores.
Por una parte, queremos cumplir años, porque es
señal de que seguimos estando aquí en esta vida, la terrenal, pero por otra, no
queremos que los achaques deterioren nuestra fachada y para ello no dudamos en
hacernos lo que sea con tal de que los desperfectos no se noten. Nos gusta que nos digan lo bien
que estamos, que no representamos los años que tenemos, que seguimos igual de
jóvenes, como si con ello pudiéramos parar el tiempo.
Por mi parte, quiero prepararme y adaptarme
para ser viejo, para tener los años que tenga, aunque sean muchos, aunque tenga
arrugas, aunque tenga achaques, quiero hacer cosas acorde con mi nueva situación,
quiero ser lo que soy: mayor que quiere llegar a ser viejo. Porque al final,
por mucho que te lo propongas, vas a ser viejo y, por ello, cuanto antes te
adaptes al estado de la nueva vida que acabas de emprender, mejor llegarás a
esa meta de la vejez.
Para
esta transformación contamos con muchos instrumentos naturales y acordes a
nuestras necesidades. Para empezar este aprendizaje disponemos de algo que ya
de por sí es fantástico: no tenemos que preocuparnos por el reloj ni por el
calendario. Por ello, no tenemos prisa alguna por llegar adonde sea. Vivamos
con tranquilidad y tengamos paciencia y prudencia, que son virtudes que cuando
eres joven no tienes. Disfrutemos de ellas y compartámoslas con los demás.
Cada día me gustan más las personas viejas. En
ellas no es que tengamos un libro donde aprender, sino que tenemos una
biblioteca para aprender a vivir la vida.
En Galeradas