
Por Julián Miranda Sanz
LA
juez Mercedes Alaya camina con paso firme y figura erguida por el patio
sindicalista agitando sin desmayo el bote de los ERE fraudulentos y conduciendo
a todo aquel que resulta sospechoso al Juzgado hasta convertir su propio
despacho en el camarote de los hermanos Marx con tanta entrada y salida de
imputados.
Al comienzo de la «operación Heracles» (ya tardaban en
bautizar este caso de los ERE), el expresidente de la Junta, Manuel Chaves,
manifestó que «esto de los ERE es cosa de cuatro golfos»; mal contados, añade
un servidor, porque ya se llevan contabilizados cerca de doscientos, y subiendo.
La agitación que está provocando la juez Alaya es tal que
ayer los sindicatos, en un afán por defender su honestidad, enviaron un
«piquete informativo» (como gustan llamarse) hasta las puertas del juzgado de
Sevilla donde iban a ser interrogados algunos sindicalistas imputados por
Mercedes Alaya. El objeto de esta concentración no era otro que intimidar a
la juez.
Y allí estaban todos con sus pegatinas, sus silbatos, sus
pancartas, sus armas: la descalificación de las personas y el insulto, y sus
declaraciones a la prensa faltas de todo sentido y carentes de toda
credibilidad. Porque decir que habíamos retrocedido hasta los tiempos del
franquismo y que habíamos recuperado las persecuciones que realizaba la Brigada
Político-Social es decir demasiado. Muchos de los que estaban a las puertas del
Juzgado de Sevilla seguro que corrieron muy pocas veces delante de los
«grises».
Señores manifestantes de UGT y CC. OO., en la época del
franquismo había sindicalistas,
así con mayúsculas, que si hoy vivieran sentirían vergüenza de ustedes. Marcelino
Camacho, Santiago Carrillo o, incluso, aquellos enlaces sindicales del
franquismo, y si nos remontamos en el tiempo, encontramos a Pablo Iglesias, que
vivió y murió en la pobreza, todos estos hombres, entre otros muchos, que
lucharon por unos ideales y unos derechos que querían para los trabajadores,
hoy les expulsarían, en
el mejor de los casos, a gorrazos del partido o del sindicato por corruptos y
porque tienen una superficie facial más colosal que la Giralda y la Torre del
Oro juntas.
Las comparaciones no son aconsejables, pero hay ocasiones en
las que sí se deben hacer. Cuentan que al morir Pablo Iglesias allá por el año
1925 entraron unos compañeros en el humilde despacho que tenía en la redacción
de El Socialista y encontraron en un
cajón de la mesa que le servía para realizar su trabajo un sobre que contenía
mil pesetas que el propio Pablo Iglesias había dejado para el periódico
socialista, al que había estado vinculado desde su fundación, en señal de agradecimiento
por las ayudas que había recibido durante los momentos difíciles de su vida. Hoy,
con hechos como los que están saliendo a la luz, ¿no querrán compararse con
aquellos sindicalistas? ¡Cuánto tienen que aprender de ellos!
Mientras se desarrolla toda esta agitación sindical, la
presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, visita a Mariano Rajoy en La
Moncloa para pedirle al presidente que lidere un pacto entre todos contra la
corrupción. Como principio no está mal la idea; sin embargo, puede ir controlando
y poniendo en orden su patio andaluz que falta le hace. ¿Susana Díaz habrá aprovechado
el viaje a los Madriles para pedirle a Mariano Rajoy que les tienda una mano en
esto de los ERE? En lo que sí ha aprovechado el viaje ha sido para decir que
UGT ya había reembolsado a la Junta 25.500 euros de facturas cobradas
indebidamente. Bueno, ya es algo; pero, Susana, hay que llegar hasta los 1.217
millones.
Por otro lado, mientras los catalanes siguen recibiendo más
dinero que cualquier otra comunidad, mientras aportan menos que otras
comunidades, mientras se les permite continuar con sus desprecios hacia
cualquier cosa que represente España, mientras siguen con sus referéndum
independentistas, mientras más se les consiente, ¡más ganas tienen de
independizarse de «papá» Estado!; en cambio, los sindicatos que son
perseguidos, que son imputados, que les quitan subvenciones, que son
encarcelados, que cada día dicen que les hacen más putadas, ¡ni piensan en
independizarse! y prefieren seguir en casa y al amparo de «papá» Estado. Esto
de independizarse qué difícil de entender resulta.
Con este panorama, en el horizonte se divisa la figura del
juez Castro que aparece otra vez con un nuevo hallazgo en el «caso Nóos»: las
comidas, las compras de flores y ropa de niño que la Infanta Cristina pagó con
la Visa Oro de Aizoon. ¿Con esta nueva investigación se taparán los ERE? Los
ERE ya taparon al «caso Bárcenas». Con un caso tapamos otro. ¿Será por eso que
existen tantos casos abiertos?