A lo largo de la historia hemos tenido el referente de muchas niñas. Niñas que nos salieron folclóricas, como la Niña de los Peines, la Niña de la Puebla o Niña Pastori; niñas que nos cautivaron en la gran pantalla, desde la niña del exorcista hasta la Niña de tus Ojos, o niñas de leyendas, como la niña de la curva o la niña de Rajoy. Todas ellas nos han dejado su impronta en nuestra memoria, pero ninguna de ellas podrá ser como la que sin duda nos quedará de la niña Greta.
Madrid acogerá entre el 2 y el 13 de diciembre la COP25, así conocida esta cumbre sobre el cambio climático y que será recordada en un futuro por la «cumbre de Greta», la niña ecologista. Una niña a la que esperamos con verdadera ansiedad y que nos tiene a todos con el corazón en un puño porque no se sabe si podrá llegar a tiempo de asistir a este evento que se celebrará en la capital de España.
Según los distintos profesionales de todos los sectores que intervienen en esta Cumbre del Cambio Climático 2019, ésta va a reportar grandes beneficios, tanto económicos como publicitarios, a España y, en particular, a la ciudad de Madrid; los otros (los ecológicos) ya veremos qué es lo que ocurre en un futuro con todas las decisiones que estos sesudos señores (y sesudas señoras, no vaya a ser que Carmen Calvo se moleste por no incluir el femenino; no bonita, faltaría más y ahí lo dejo para que conste) adopten durante los días que dure la cumbre.
Otro de los éxitos de esta COP25 es el de su organización. En un principio estaba programada que se celebrase en Chile, pero la reciente crisis política y social que vive el país chileno aconsejaron la búsqueda de otra ciudad en la que el buen desarrollo de estas jornadas sobre el cambio climático pudiera llevarse a efecto. Esta búsqueda a la desesperada y ya sin apenas margen de maniobra para encontrar una ciudad que fuera capaz de organizar semejante evento y de ofrecer la suficiente seguridad para todos los participantes y principalmente a los cerca de cincuenta jefes de Estado que asistirán a la cumbre, se veía como algo de ciencia ficción. «¡Hombres de poca fe!», que diría el profeta. Existiendo Pedro Sánchez, el Magnánimo, no hay problema. Y así ocurrió. Sánchez, como en aquella ocasión que salió al rescate del Aquarius, alzó su mano para indicar que él podía ofrecer toda la seguridad y todas las infraestructuras que fueran precisas para que la COP25 pudiera celebrarse; eso si, en Madrid, porque en Barcelona no está el horno para bollos.
Todos los organizadores de la COP25 debieron llevarse las manos a la cabeza al enterarse de que Pedro Sánchez , que en ocho meses no ha sido capaz de reclutar una veintena escasa de personas para formar un gobierno, estuviera capacitado para poner en marcha en escasamente un mes toda una cumbre que, según todas las opiniones de los profesionales que organizan esta clase de eventos, se necesita más de un año para organizarla con total seguridad. Pues, incrédulos ecologistas, ahí está la COP25 en marcha y con todas las medidas de seguridad para que nadie salga lastimado. Y es que para tomar buenas decisiones no hay nada como dormir bien y para eso nuestro presidente en funciones dispone para ello de las dos cosas fundamentales: un buen colchón y un futuro vicepresidente progre a su lado.
Mientras todo esto ocurre, la niña Greta continúa luchando contra viento y marea para poder llegar a tiempo de asistir, al menos, algún día a la COP25 y darse un garbeo por la Gran Vía de Madrid, Plaza Mayor y sus aledaños para contemplar toda la iluminación navideña (ecológica, faltaría más) que el Ayuntamiento de Madrid ha preparado este año, tirando la casa por la ventana en cuanto al coste económico e igualando al Ayuntamiento de Vigo en cuanto a la iluminación. «Casi na», que diría un castizo.
Desconocemos a qué acuerdos o tratados puede llegarse en esta Cumbre del Cambio Climático 2019. De lo que sí que estamos seguros es de que mientras se continúe tirando todo lo que no nos sirva al mar, mientras se viertan residuos tóxicos a los ríos, mientras continuemos dejando toda clase de desperdicios en los parques públicos después de celebrar botellones, mientras continúen construyéndose casas en cauces naturales de ríos, mientras no se limpien las riberas..., a esto del cambio climático solo le vemos una solución: dejar de ser unos guarros y ser tan respetuosos en este tema como lo fueron nuestros abuelos, que por reciclar reciclaban hasta la mierda que cagaban (con perdón).
Lástima que la niña Greta no quiera emplear los aviones, por aquello de la contaminación, para realizar los desplazamientos durante sus campañas apocalípticas sobre el cambio climático, porque, sin duda, Pedro Sánchez habría acudido a recogerla allá donde hubiera sido preciso con su Falcón y traerla a Madrid. Entretanto continuamos esperando a la niña. A ver si llega. El que sí llegará y estará presente en la mayoría de los actos de esta COP25 es Pedro Sánchez. Eso sí no le pregunten por el gobierno, ni por los ERE, ni por Cataluña, ni por los independentistas, ni por los de Galapagar, ni por nada. ¿Y si le preguntáramos si piensa cambiar de colchón?