La columna de un exlinotipista
/ Julián Miranda Sanz
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L mes pasado, el Gobierno
aprobó la primera «entrega» de las reformas que de aquí al año 2015 prevé
realizar para que en 2016, año en que los ciudadanos acudiremos a las urnas, se
note positivamente en la economía de los españoles.
Como si se tratara de una serie de televisión, hace unos
días Mariano Rajoy nos anunció la segunda «entrega» de las reformas. Al mismo
tiempo recordaba a todos que cada año venidero será mejor que el anterior.
Por una parte, Montoro nos dice que con esta reforma se
compensarán los impuestos que el Gobierno, cuando tomó el timón de este barco
llamado España, tuvo que aplicar a los ciudadanos. Nosotros no acabamos de ver
claro esto porque nos perdemos entre las explicaciones técnicas y las metáforas
del ministro. Pensamos que Montoro tendrá razón si se cumplen nuestras cuentas.
Mire usted, señor ministro, y por ponerle un ejemplo. Si mis
impuestos fueron incrementados un 20 por 100 (insisto, señor Montoro, sólo es
un ejemplo), y ahora con la rebaja fiscal se reducen un 15 por 100, el
resultado es cristalino: ustedes han subido los impuestos un 5 por 100, lo mire
usted por donde lo mire. Si, por el contrario, los impuestos suben un 20 por
100 y con la reforma bajan un 30 por 100, entonces sí veré la reforma
positivamente un 10 por 100 menos.
Por otro lado, Mariano Rajoy, parapetado en los buenos datos
que presenta el paro, nos dice que el empleo seguirá creciendo y que los
jóvenes tendrán más oportunidades de encontrar un puesto de trabajo. Es cierto
que las últimas cifras del paro son, por lo menos, alentadoras para nuestros
jóvenes que buscan trabajo, pero ¿qué ocurrirá
con los mayores de 55 años que han perdido su puesto de trabajo a
consecuencia de tantos recortes y reajustes empresariales?
De este colectivo de personas no oímos hablar a nadie del
Gobierno, salvo a las agencias de viajes que les ofertan ciertas ventajas por
tener la «edad de oro». Sin embargo, hay muchas personas que con 57 años verán
que han agotado sus prestaciones por desempleo y que las posibilidades de encontrar
un nuevo trabajo son mínimas. ¿Qué puede hacer este colectivo, aparte de
ahogarse en sus miserias hasta que tengan la edad de jubilarse?
Por otra parte, cuando el verano termine y el turismo
descienda y los chiringuitos echen el cierre por fin de temporada y los bares y
restaurantes y hoteles vean que su clientela disminuye, alguien en el Gobierno
ha pensado lo que se puede hacer con los trabajadores que vuelven al paro.
Esta reforma fiscal la vemos como las ofertas que cada día
nos hacen las compañías de telefonía móvil o las empresas de electricidad. Todo
son ventajas si nos acogemos a tal o cual oferta que nos ofrecen estas
compañías para mejorar nuestra economía. Sin embargo, cuando profundizamos en
esa parte que casi siempre obviamos en los contratos porque resulta demasiado
extensa y a veces imposible de leer, vemos que no son tantas las ventajas
respecto del contrato que tenemos. Por ello, miedo nos está dando saber lo que
se esconde detrás de esta «oferta» que el Gobierno nos está vendiendo cada día.
Otra de las recomendaciones que nos llega a los ciudadanos por parte del Gobierno es que ahora es el momento para gastar en lo que sea porque la cuestión es que hay que hacer gasto. Muchos, muchos, ciudadanos están hastiados de que les digan cuándo tienen que ahorrar y cuándo deben gastar lo que han ahorrado. Las familias no necesitan al señor Montoro ni al señor Rajoy para administrar sus ingresos y sus gastos. Cada familia sabe muy bien cuándo puede comprar o darse un capricho sin necesidad de mensajes propagandísticos ni recomendaciones de organizaciones de consumidores y usuarios. Por cierto, estas organizaciones también merecen un comentario aparte.
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