TRAS la segunda negativa del Parlament de Cataluña a investir a Artur Mas presidente y con la decisión del Constitucional de admitir a trámite el recurso del Gobierno para frenar la declaración independentista aprobada por el Parlament, todo continúa igual o quizá peor. ¿Qúe ocurrirá a partir de ahora? Ciertamente no lo sabemos, pero podemos intuir por dónde pueden discurrir los guiones que nos conduzcan al final de esta película con toques de independencia.
Cada actor continuará interpretando su papel mientras se negocia, por una parte, quién será el principal protagonista que asuma el papel de presidente y, por otra, se sopesa si es buena una colaboración con aquellos que están obligados a frenar a los independentistas. Los espectadores, nosotros los ciudadanos de a pie, continuamos boquiabiertos ante estos acontecimientos que se suceden sin ninguna solución
definitiva y ante unas actuaciones por parte de los políticos que cada vez nos sorprenden menos aunque nos llenan de estupor al contemplar actuaciones como la protagonizada por Artur Mas a la hora de convencer a quienes tenían que votar a favor de su investidura.
Una actitud por parte del señor Mas que refleja cristalinamente, por una parte, lo que son capaces estos políticos para no perder ese trono que les legitima según ellos a hacer lo que les viene en gana y, por otra, muestra la figura de un vendedor de feria ofreciendo productos gratuitos (en esta ocasión en forma de vicepresidencias) para que los asistentes a su mitin lo encumbren a la presidencia del Parlament catalán, aunque por los resultados ese auditorio no está muy conforme con las ofertas arturianas y quiere algo mejor.
Por otro lado tenemos al equipo del Gobierno y a los figurantes que colaboran con él. Rajoy, como primera figura, continúa con sus discursos pero también continúa sin decirnos a los españoles cómo se va a solucionar la secesión de Cataluña. Todo lo deja a ver cómo se desarrollan los acontecimientos y a que no lo conseguirán, pero, señor Rajoy, díganos ya a todos de una vez qué medidas se van a tomar para acabar con todo esto. Porque lo del Constitucional tiene su guasa y su tiempo. Los señores jueces tienen cinco meses para pensarse qué van a decir en toda esta trama catalana-española. Tiempo más que suficiente para a ver si mientras se arregla la cuestión. Si este desenlace se veía venir, ¿por qué no lo tienen ya decidido? La cuestión es clara: o se permite que Cataluña se separe del resto de España o no se les autoriza esta ruptura que pretenden. No puede haber medias tintas porque hay cuestiones que no las admiten. Otro tema será cómo cada comunidad puede gestionar su territorio.
Lo que creo que nos puede dar miedo a los ciudadanos es lo que puede pasar a partir de ahora, porque no vemos una unión en todas las fuerzas políticas que se encamine a dar una respuesta a este intento de secesión catalana; tampoco vemos esa unión entre los propios independentistas. Y no vemos esa unidad porque lo que prima es el triunfo individual o de partido. Unos partidos que anteponen sus propios intereses a los de los ciudadanos. Unos partidos que viven este problema de la unidad de España con los ojos puestos en las próximas elecciones generales del 20-D.
Por último, queremos hacer una mención a nuestro joven rey Felipe VI. El monarca ha tardado en salir a la palestra y pronunciar ese discurso sobre la unidad de España y el respeto a la Constitución y no sólo ha salido tarde sino que además lo ha hecho a destiempo y en el lugar equivocado. No se puede aprovechar que se pasa por un acto promocional de la marca España para ya que estoy aquí pronuncio las palabras mágicas que calmen y den tranquilidad a los ciudadanos.
Estas palabras hay que pronunciarlas delante de unas cámaras solo y exclusivamente para los españoles y comunicarles cuál es la postura de la Corona ante los acontecimientos que se desarrollan en Cataluña y no para los asistentes al acto de promoción y que cada uno las interprete como le venga en gana. Las manifestaciones del rey Felipe VI nos parecen tardías y ambiguas porque una situación tan grave como ésta no se había vivido en España desde el 23 de febrero de 1981 y los españoles debemos saber qué postura adopta la Corona.