… y la Semana Santa llegó
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TRO año más celebramos la Semana Santa
y, como no podía ser de otra forma, los consejos para poder disfrutar de estos
días de vacaciones son los de todos los años, especialmente que tengamos
precaución durante los desplazamientos por carretera.
Y como todos los
años, en especial éste que hay elecciones a la vuelta de las vacaciones, el
Gobierno aprovecha para animarnos a coger la maleta, ponernos el pantalón corto
y unirnos a la caravana, porque a la crisis ya la estamos perdiendo de vista si
no la hemos perdido ya, y los que están parados pueden encontrar trabajo en dos
días. Y si a estas alturas todavía queda algún pesimista rezagado, nos ilusionan
con la noticia de la bajada de la gasolina y el consiguiente ahorro que
experimentaremos al llenar el depósito del coche.
Por otra parte, los meteorólogos nos dicen que hará buen tiempo
de playa y chiringuito, aunque luego a partir del viernes, cuando todos estemos
embarcados en estas primeras vacaciones de salida de la crisis, la situación pase
a ser de «alerta amarilla» como les gusta etiquetar ahora las circunstancias
adversas.
Sin embargo, creemos que la situación no es tan halagüeña como nos la
pinta el señor Rajoy y sus adláteres. Las encuestas que solemos realizar a pie
de ascensor, de panadería, de peluquería, de mercado, de farmacia, de ambulatorio,
de junta de vecinos ofrecen unos resultados muy distintos a los que el
Ejecutivo de Rajoy nos quiere hacer ver. Salvo que nuestros encuestados, al
igual que los sondeos que se realizan a pie de urna, no digan la verdad.
El señor Rajoy y todo su gobierno podrían organizarse una excursión dominical
hasta la Ribera de Curtidores (lugar donde se ubica El Rastro madrileño) y allí
lanzar sus soflamas sobre la economía, la salida del túnel o la recuperación de
empleo al ser éste el lugar más apropiado para que los charlatanes lancen sus
alegatos y no la Carrera de San Jerónimo.
Sus señorías, durante esta excursión, podrían ver cómo los pequeños comercios
han desaparecidos y el desempleo ha aumentado por los barrios. Los
emprendedores son los «chinos» que abren nuevas fruterías. Los nuevos empleados
son los que nos atienden en el chiringuito, y cuando las vacaciones terminen,
todos a casa: el camarero y el cliente, y hasta las próximas vacaciones.
Para terminar esta columna nos gustaría dejar dos recomendaciones. En
primer lugar, si sus señorías se decidieran a visitar El Rastro y montar allí
su puesto de oradores, quizá un agente de movilidad les pida el permiso municipal
correspondiente. Si no disponen de autorización y licencia, no se les ocurra
salir corriendo, como cualquier sexagenario, ya que al ser un lugar muy
concurrido no tendrían ninguna opción de escapar. El Rastro no es la Gran Vía. Y,
por último, queridos veraneantes cuidado con lo que gastáis, no os confiéis de
lo que dice «papá Gobierno», el señor Montoro os estará esperando a la vuelta
de las vacaciones con el borrador de la Renta encima de la mesa y su sonrisa siniestra. Quizá alguno
se lleve una sorpresa desagradable respecto al año pasado.
Si después de todo, podéis ser felices y disfrutar de estos días, mejor
que mejor.