
/ Julián Miranda Sanz
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YER comenzábamos y
terminábamos el día con una noticia que nos estremecía por su brutalidad. El
diario El Mundo, por la mañana, y el
telediario de la noche en Televisión Española nos informaban del acoso escolar
que un muchacho de quince años sufría desde hace cinco años.
Las vejaciones a las que era
sometido y las palizas que recibía por parte de algunos compañeros sensibilizan
de tal manera que no nos pueden dejar indiferentes. Los organismos competentes
no pueden permanecer impasibles y permitir que estas acciones se repitan. Y
esos psicólogos deberían revisar los métodos que recomiendan a la sociedad para
la educación de los menores, porque hay algo que está fallando en esta forma de
educar.
«Mamá, si no me hubieran hecho
lo que me hicieron, sería una persona completamente diferente». Oír frases como
ésta que decía el menor acosado a su madre durante una de las múltiples visitas
al psicólogo, bastaría para que entre todos cambiáramos esto de una vez.
Sin embargo, nada cambia; todo
continúa igual o peor, porque a los menores no se les puede imputar por nada.
Pero ¿y los centros escolares?, ¿y los directores de estos centros? Pues
tampoco hacen nada para evitarlo. Al contrario, lo único que tratan es de
defenderse y hacer de acusadores y poner demandas a unos padres que acuden al
centro donde su hijo es sometido a acoso escolar a denunciar unos hechos y
publicar en un blog los tratos vejatorios que está recibiendo su hijo.
Unos bárbaros y bestias han
destrozado la vida a este muchacho y a sus padres. Este menor de quince años
nunca podrá conciliar una vida social ni personal por mucho que los psicólogos
y psiquiatras le ayuden. Y es que señores profesionales de la educación
infantil, un par de tortas bien dadas a tiempo evitarían muchos casos como
éste.
Por último, nos preguntamos: ¿dónde
está esa movilización en las redes sociales protestando por estos casos? Al
menos, personalmente echo en falta a todos esos amantes de las mascotas que
hace días se manifestaron, tanto en la calle como en las redes sociales, para
protestar porque las autoridades sanitarias habían sacrificado a Excalibur. ¿Quizá sea más importante la
vida de un animal que la de vida y el desarrollo de un menor?
Por otra parte, hoy está
prevista la salida de Teresa Romero, la auxiliar contagiada por el virus de
ébola, del hospital Carlos III. Hoy comienza para Teresa y su pareja, Javier Limón, una nueva etapa en
sus vidas. Esperamos que ahora esta feliz pareja no convierta sus próximos días
en un festival televisivo y recaudador de euros y disfruten del placer de poder
vivir con renovadas ilusiones cada mañana que se levanten. Cosa que nuestros
otros protagonistas, María y su hijo que
ha sufrido un brutal acoso escolar no podrán hacer, ya que a ellos sí que les
han destrozado la vida y no a usted señor Limón, que tiene a su pareja sana y
salva.