
Gracias, Manolo
Por Julián Miranda Sanz
LA noticia del fallecimiento de Manolo Escobar
me sorprendió mientras tomaba un café después de comer, y al instante sentí un
escalofrío que recorría mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies erizándome el
vello estremecido por la emoción que me producía la noticia que acababa de oír.
No había muerto un famoso ni
un cantante había fallecido una gran persona, un hombre humilde, cercano a
todos. Nos había dejado un hombre que se había hecho a sí mismo, un emigrante
de los muchos andaluces que abandonaron su pueblo para ir a otro, en este caso
Cataluña, en busca de trabajo y de un futuro mejor. Y de esa nada, practicando
varios oficios y aprendiendo a tocar la guitarra, actuando en alguna verbena y
presentándose a algún concurso radiofónico, llegó a ser Manolo Escobar, pero
nunca dejó de ser la persona sencilla, amable y acogedora que atendía a todo
aquel que le paraba por la calle para preguntarle por su carro o decirle lo
mucho que le admiraba.
Manolo era tan sencillo que hasta
para casarse sólo necesitó el amor, sin más. Se enamoró de Anita y sin saber
alemán él, ni español ella, se entendieron de tal forma que llevaban más de
cincuenta años casados y enamorados.
Hoy el fallecimiento de
Manolo Escobar me llena de emoción al mismo tiempo que me hace ver que ya no
somos tan jóvenes. Uno de los recuerdos que me viene en estos momentos son los
ratos que pasé, junto a mis compadres de Cosecha del 68, a finales de los años
1960 cuando alguna noche terminábamos en algún mesón de la Cava Baja en el
Madrid de los Austrias para tomar una tortilla de patatas y una garra de vino y
Ricardo nos cantaba la canción de Mujeres
y vino. Y cómo no recordar aquellas fiestas de los pueblos que recorrimos
por Chapinería y sus alrededores donde el Porompompero
o Mi carro o La minifalda no faltaban en el repertorio de los músicos.
Cuando preguntas a alguien
que te diga tres canciones, quitando la más popular, de Manolo Escobar te dicen
las tres o más, aunque no sean aficionados ni a la música ni al género que practicaba
Manolo. Esto sólo ocurre con muy pocos cantantes y esto es algo que hace ser
aún más grade la figura de Manolo Escobar.
Con sus películas conocimos
muchos rincones y lugares de España. Para muchos españoles de aquellos años era
una manera de viajar al menos hasta que se compraron un «seiscientos».
Hoy he encabezado esta columna
con un «Gracias, Manolo» y no con un «adiós» ni un «hasta siempre» porque
Manolo sigue entre nosotros con sus canciones, sus películas, por su modestia y
por tantos y tantos recuerdos que guardamos de aquellos maravillosos años de
nuestra juventud. Por todo esto es por lo que quiero darte las gracias. Siempre
te recordaremos. Seguro que allá arriba ya te habrán preguntado dónde está tu
carro, porque de esta pregunta no te libras ni en la tierra ni en el cielo.
* * *
Y ahora quiero hacer un punto
y aparte para esas personas que pasan por delante del féretro de Manolo Escobar
y con el teléfono en una mano van grabando todo lo que encuentran a su paso
mientras que con la otra mano se santiguan. Por favor, un mínimo de respeto y dignidad
que no están ustedes en una caseta de feria, sino en un velatorio por muy
cantante que sea el difunto. Resulta penoso ver acciones de este calado porque
es un reflejo de que hoy vale todo y ya no se respeta ni la paz ni el reposo de
los muertos.
Señoras y señores curiosones
dejen las fotos y las imágenes para los profesionales que cubren el acontecimiento
y guarden un mínimo de decoro si es que saben lo que es.