CUANDO se aproximan unas elecciones, los políticos
se parecen a ese familiar que hace años no sabíamos nada de él y de pronto te visita
porque ha venido a la capital y quiere que le acompañemos por los lugares más
emblemáticos para conocerlos; comienza a hablar y en un par de días que pasa en
casa te pone al corriente de toda su vida, hasta de lo que nunca habíamos oído
hablar. Y esto pasa con los candidatos en las elecciones, que te cuentan cosas
de hace años que tenían calladas para estas ocasiones. Lo último que hemos sabido
ha sido el sobrecoste del trayecto del AVE a su paso por Barcelona en tiempos
de Zapatero. ¿Por qué todo lo que han callado hasta ahora no lo han contado en
su momento? ¿Acaso no tienen otros argumentos que ofrecernos para convencernos
de que debemos votarles?
Por otro lado, hoy dar un
mitin y conseguir que éste sea un éxito es de lo más sencillo. El candidato
acude al recinto donde va a pronunciar su discurso y se encuentra ante un
público entregado en cuerpo y alma desde el primer momento del acto electoral.
El fervor de los asistentes por el candidato y su partido es tal, que los aplausos
y los vítores se cosecharán con el menor esfuerzo. Sólo bastará acometer contra
el partido contrincante para que el entusiasmo se desborde por todo el recinto y
se lancen las banderas al viento. ¿Por qué no pronuncian sus mítines ante ciudadanos reacios? Una actuación así nos mostraría la verdadera valía del
candidato.
Otro de los actos que los
políticos en tiempos de elecciones realizan sin el más mínimo rubor es pasearse
por los barrios y los mercados como un ciudadano más. Tanto el hecho de acudir
«a la compra» como el de la «pegada» de carteles el primer día de campaña son
actos trasnochados y decrépitos. Si estos actos los realizan para ofrecer al
ciudadano una imagen cercana, nos hace pensar que esas encuestan que salen cada
día a salto de mata mostrando la poca confianza del ciudadano hacia sus
políticos no llegan a sus despachos o tienen ustedes un optimismo tan grande que
raya el esperpento.
Por ello, pensamos que
podrían dejar de admirarse su ego y detenerse por un instante para pensar qué ofrecen
al ciudadano y qué hacen por España en vez de basar su discurso en los errores
del oponente. Con estos mítines más propios de tertulias televisivas salvadoras
que de actos electoralistas, no les debe extrañar que las encuestas reflejen con
más frecuencia la baja estima que tiene el ciudadano de sus representantes políticos.
Sin embargo, en estas
elecciones hay una cosa muy clara, y es que todos los partidos y sus
representantes serán los ganadores el domingo 25 por la noche. Es tal la
ceguera que atesoran sobre la realidad que no alcanzan a ver la verdadera
dimensión de unos resultados adversos.