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A hemos pasado el puente de Todos los
Santos y espero que las señoras diputadas y los señores diputados hayan descansado
y regresen con renovadas fuerzas para realizar su trabajo en el Congreso.
Durante estos días
festivos he pensado en nuestros políticos; he pensado en si habrán podido
descansar; he pensado en si habrán podido disfrutar con la compañía que proporciona la familia, no he podido dejar de pensar en ellos. Bueno, en
realidad, esto último lo vengo haciendo todos los días, ya que a cada instante nos
sorprenden con sus salidas de tono.
El jueves pasado
nuestros queridos y odiados políticos nos dieron otro de sus habituales
espectáculos vergonzosos demostrando que no tienen ni saben lo que es la ética,
la vergüenza, la decencia, el respeto a una institución y a los ciudadanos, al
tiempo que se reían miserablemente una vez más de todos los españoles cuando a
toda prisa salían del Congreso al grito de «El último paga» sin esperarse al
final de las votaciones y que alguno escuchó desde la estación del AVE o desde el asiento del avión dar por finalizada la
sesión al presidente.
La imagen que
ofrecieron era más propia del primer día de rebajas en unos grandes almacenes que
de sus señorías. Todos corriendo por el hemiciclo, por los pasillos, por la
calle y todo porque había una huelga de transporte y sus señorías no querían
perder el avión o el tren que les conduciría hasta sus casas. Una huelga como
las que sufrimos todos los ciudadanos un día sí y otro también en
nuestras ciudades, sin contar las manifestaciones, los cortes de tráfico,
servir de rehenes en las negociaciones de convenios, etc., pero en esta ocasión,
señorías, han tenido suerte porque dos de los máximos responsables de los
desaguisados que causan a los ciudadanos con estas convocatorias actualmente
están reponiéndose de la resaca que les ha producido tanta fiesta andaluza
salida de madre. Seguro que han oído hablar de ellos. ¿Les suenan los nombres
de Fernández Toxo y Cándido Méndez? Claro que sí. A mí, también.
Señorías, los
ciudadanos estamos hartos de tantas mandangas, de sus indecentes espectáculos,
estamos cansados de que nos tomen por el pito del sereno. Para acercarse al
pueblo no basta con quitarse la corbata, práctica últimamente muy habitual
entre los señores diputados cuando quieren dirigirse a los ciudadanos. Quítense
la careta que tienen. Despójense de la hipocresía que visten. Empiecen a
respetar a quienes con sus impuestos sufragan sus privilegios.
Como sus señorías
también tienen alguna parte de humanos, ya una vez sentados cómodamente en el
medio de transporte que les conduciría hasta sus casas, algunos de estos
¿políticos? quisieron disculparse por su comportamiento colegial. Y claro, la
pifiaron aún más. Así, la diputada socialista Patricia Hernández decía: «Creo
que el trabajo no se mide por lo que corres al salir, sino por el trabajo que
se hace o no se hace»; la representante del Partido Popular Susana Camarero manifestaba:
«¿Qué hay de malo en querer volver a casa después del trabajo? Llevamos días
sin ver a nuestros hijos y familia», o Joan
Coscubiela, de ICV, argumentaba lo siguiente: «Estoy en el Congreso desde las
nueve, he intervenido en el debate de tres leyes, no he salido a comer, perdía
el avión y tengo derecho a comer con mi familia».
Patricia, Susana y
Joan, emplean ustedes unos argumentos tan pueriles para justificar sus actos que causan risa al tiempo que indignación. Hay
trabajadores que pasan muchos días sin poder ver a sus hijos y a su familia,
que están en su puesto desde antes de las nueve de la mañana y salen a las nueve de la noche, que malcomen, que tienen un salario por debajo de los mil euros y
que lo que pierden muchos de estos trabajadores no es el avión, sino el puesto de trabajo. Por favor, señorías, si les queda algo de dignidad, dejen de reírse de los ciudadanos de a pie, pónganse la corbata o remánguense las mangas de la camisa, trabajen y no den espectáculos desagradables como el protagonizado últimamente por Celia Villalobos y Manuel Pezzi. Pero de estos dos parroquianos hablaremos en otra ocasión.
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