Por favor, ¿qué hora es?
Por Julián Miranda Sanz
SE habla estos días de que el Congreso ha presentado
al Gobierno un estudio socioeconómico para conocer en detalle cuál sería la
incidencia económica global de un posible cambio de la hora en España,
recuperando el antiguo horario de Greenwich (una hora menos). El informe, entre
otras cuestiones, apuesta por las jornadas continuas de trabajo, con una breve
pausa para comer, y con ello favorecer la vida personal y laboral.
Este cambio, según el grupo de trabajo para el Estudio de la
Racionalización de Horarios, la Conciliación de la Vida Personal, Familiar y
Laboral y la Corresponsabilidad del Congreso de los Diputados (no sé si no
necesitaremos la hora que quieren quitar para poder decir el nombre completo de
esta comisión), “incidiría favorablemente en la conciliación de todas las
personas, permitiendo disponer de más tiempo para la familia, la formación, la
vida personal, el ocio, y evitando tiempos muertos en la jornada laboral
diaria”.
Asimismo, la Comisión dice que el cambio horario no sólo
mejorará la calidad de vida de las personas y ayudará a la conciliación
familiar, sino que aumentará la productividad de las empresas.
Ahora que ya nos habían acostumbrado a los horarios
de verano y de invierno; ahora que ya
creíamos que estos horarios eran beneficiosos para la economía española y la de
cada ciudadano; ahora que ya ni discutíamos si son las siete, pero son las
ocho; ahora que El Corte Inglés abre hasta los domingos y fiestas de guardar;
ahora salen estos señores diputados diciendo que volviendo al horario de
Greenwich todo va a ir como la seda: las empresas serán más competitivas, las
familias vivirán mejor, nos divertiremos más y nuestros hijos estarán mejor
atendidos, y para llegar a estas conclusiones los señores diputados necesitan
cerca de nueve meses de trabajo.
Tras leer estas conclusiones tan beneficiosas para
todos, nos preguntamos dónde ha quedado la teoría que hace unos años nos
“vendió” el Gobierno de turno como un gran descubrimiento con el que la
economía de las empresas y de los hogares mejoraría ostensiblemente dado el
ahorro energético que supondría la fórmula de horario de verano y de invierno.
El Gobierno con esta nueva medida aboga por una
equiparación a los horarios europeos, a que los trabajadores estemos a las
cinco en casa, a que pasemos más horas con nuestros hijos, a llevar una vida
familiar más saludable, a que podamos tener más tiempo para el ocio, en una
palabra, mira por la felicidad de los ciudadanos. Sin embargo, en la calle, en
las tertulias, en los trabajos nos preguntamos si han tenido en cuenta la
idiosincrasia de los españoles. Se imaginan, señorías, a los españoles
acostándose temprano, recogiéndose en casa a las seis porque hay que cenar
pronto; se imaginan las puertas de las empresas sin trabajadores que han salido
a fumar un pitillo, creen que vamos a dejar de tomar el primer café de la
mañana y el de media mañana en la empresa. Imaginan un pueblo, una ciudad con
los bares cerrados a media tarde. O acaso ven ustedes a los españoles en casa
cuando llegue el buen tiempo y los días invitan a permanecer en la calle
disfrutando de ese sol tan magnífico que tenemos y que otros europeos no tiene
y por eso no les cuesta retirarse temprano, porque cuando estos ciudadanos
europeos vienen a España se olvidan enseguida de lo beneficioso que es el
horario europeo; yo desde luego ni me lo imagino.
Todo este estudio de ahorro y de bienestar para los
ciudadanos me parece un camelo como el que ahora quieren suprimir porque han
llegado a la conclusión de que no es válido ni económica ni familiarmente. Este
grupo de trabajo de nombre tan largo ofrece una imagen que me hace recordar a
esos comerciales de las compañías telefónicas que llaman a la hora de la comida
o de la siesta para ofrecernos la oferta mejor del mercado pero lo que
consiguen es fastidiar a la persona a la que llaman.
Si quieren que seamos felices, que tengamos más vida
familiar, más tiempo libre y toda esa retahíla demagógica que emplean, entonces
empiecen por cortar por lo sano con los fraudes (en Europa lo hacen), con los
recortes, con la congelación de los salarios, que los juicios no se alarguen en
el tiempo y los culpables, por muy alta que sea su escala social, sean
condenados, terminen con la corrupción, pónganse de acuerdo y solucionen los
problemas que España tiene actualmente, entonces si esto ocurriera seguro que
nuestro rostro estaría más risueño, la productividad laboral crecería y no
daríamos importancia a una hora de más o de menos.
Por último, he leído que el partido que lidera Rosa Díez,
han manifestado respecto al Informe sobre la Racionalización de los Horarios lo
siguiente: "Unos horarios más humanos, que nos permitieran ser más felices,
contribuirían a que produjéramos más y además de ser personas más felices
tendríamos unos hijos más completos y mejor atendidos". A UPyD se le
olvida añadir que si tuviéramos unos sueldos más dignos, que si no hubiera
tanta corrupción también seríamos más felices.
En cuanto a los hijos “más completos”, pues mire usted, los
que pertenecemos a la “Cosecha del 68” criamos a nuestros hijos, con hora de
más o con hora de menos, trabajando ocho, diez o doce horas (hoy un lujo al
alcance de unos pocos), jugamos con ellos, les inculcamos una educación, les
dimos estudios, íbamos a casa de los tíos
y abuelos, crecieron más altos y más fuertes que sus padres y con todo
esto salió una generación muy preparada para llegar a una sociedad en la que no
tienen trabajo ni perspectivas de encontrarlo.
Y ahora ¿quieren hacernos ver que por retrasar una hora ya vamos a vivir
en el paraíso? No me hagan sonreír, por favor, que pierdo la noción del tiempo.