Supuestamente, que quede claro
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O hace mucho tiempo leíamos las noticias
que sobre la comparecencia de la infanta Cristina ante el juez Castro nos
ofrecían los medios de comunicación. Todo el revuelo levantado con motivo de
dicha comparecencia se quedó, por una parte, en una demostración de amor de la
infanta Cristina hacia su marido, Iñaki Urdangarin, y, por otra, en la polémica
suscitada por la aparición de las imágenes de la infanta durante su declaración,
de cuyas imágenes nunca más se supo.
En esta semana
también hemos conocido la dimisión en la Asamblea de Madrid del senador y
diputado Francisco Granados tras saberse la existencia de que tenía, tiene, o vaya usted a saber, una cuenta bancaria de más de un millón de euros en Suiza. Ya
tenemos a la vista otro lío preparado.
Si alguien tuviera la
paciencia de sumar todas las cantidades del dinero defraudado (supuestamente,
faltaría más) por políticos, famosos, entidades financieras y deportivas y
gentes de bien vivir que salen en las primeras páginas de los periódicos, así
como en los telediarios, tenemos la certeza de que también se desplomaría. De
igual manera que perdería el sentido quien viera el resultado de lo que cuesta
a los españoles resolver todos estos casos que, además, se alargan en el tiempo
y que, como dice mi amigo Fede, de todo esto lo único que sacamos son los pies
fríos y la cabeza caliente.
No sabemos si será
por desánimo o por que el paso de los años nos hace más prácticos, el caso es
que desde que el Dioni robó sus buenos millones, vivió en Brasil como un pachá,
visitó la cárcel, salió y continúa viviendo sin importarle el paro, aún se
desconoce dónde está parte del dinero que sustrajo del furgón y la otra parte
se da por bien gastada, y aquí paz y después gloria.
Este primer caso de
robar y no restituir fue la plantilla que se instituyó para los que con los
años vendrían y continúan llegando.
Por ello, creemos que
saldría más rentable a los españoles que todos estos señores que se apropian de
lo ajeno o defraudan al prójimo devolviesen todo lo apropiado y que no
visitaran la cárcel, pues de los millones y millones sustraídos por estos
especímenes, el español currante y fiel pagador de sus impuestos, que cuando cada
mañana acude a su puesto de trabajo siente esa espada de Damocles en forma de
paro, que cada día percibe más engaño, que cada día se siente más ninguneado, la
sociedad no vuelve a ver un céntimo porque toda esta camarilla continúa
poseyendo todo su botín a buen recaudo para que la salida de prisión, si es que
ha llegado a entrar, le sea menos traumática.
Y es que se puede ser
trabajador, honrado, honesto, educado y hasta del Atleti o puta, pero, señores,
lo de poner además la cama, ya clama al cielo.