CON la proclamación del diputado socialista
Patxi López presidente del Congreso comienza la andadura una nueva
legislatura: la de la España del cambio, la de los partidos emergentes,
decadentes y de los otros, la de la igualdad y feminista, la del progreso, la
transparencia, los pactos y la honradez, en definitiva, la de una España
desconocida hasta ahora.
Con tanto pacto sobre la
mesa, con tantas quinielas sobre cómo se formarán las parejas de baile para
comenzar esta nueva legislatura, con tantas cábalas sobre quién será el nuevo
vecino de la Moncloa, con tantos diputados veteranos y noveles, hoy, 13 de
enero de 2016, sus señorías han llegado al Congreso de los Diputados con una
ilusión solo comparable a la de los niños que comienzan el curso escolar: besos
y abrazos con antiguos compañeros, madrugones para no llegar tarde el primer
día del
curso, preparaciones de los cartapacios, despistes de los novatos,
amigos, familiares y conocidos que despiden a sus políticos al pie de la
escalera del Congreso, y más tarde ya en el hemiciclo las selfis
correspondientes y a pasar lista. No ha faltado nadie.
Tan festiva ha sido esta
mañana de invierno que el propio acto de elegir un presidente para este
Congreso de los Diputados ha perdido toda la solemnidad que lleva aparejado
semejante acto y nos ha dejado una ristra de actitudes carnavalescas: desde la
llegada de algunos diputados en bicicleta hasta las charangas que anunciaban la
llegada de más políticos, pasando por los consabidos políticos en zapatillas,
descorbatados y en vaqueros.
Pero entre tanto carnaval, la
palma de oro a Mear fuera del Tiesto se la ha llevado una diputada que ha querido
demostrar con su bebé y su correspondiente carrito que no solo la Pedroche con sus «sin vestidos» es
capaz de acaparar la atención de toda España (incluida Cataluña). Y así con
este ímpetu feminista, la diputada ha paseado a su bebé por todo el hemiciclo,
muchos se han hecho fotos con el pequeño, otros han tomado al bebé en sus
brazos protagonizando una tierna imagen; el carrito del niño, escaleras arriba,
escaleras abajo; «¿dónde ponemos el cochecito para que no estorbe?; ¿a ver si
se va a caer Mariano y tenemos un disgusto?», se preguntaban ciertos diputados;
«pero si hay una guardería para que las mamás y papás que no tengan con quién
dejar a sus pequeños puedan dejarlos con total tranquilidad hasta que termine
la sesión», decían algún diputado más veterano.
Visto todo el espectáculo que
ha montado esta feminista a tiempo completo, no queremos imaginar lo que puede
ocurrir en la tribuna de oradores del hemiciclo cuando entre en escena cierta diputada
experta en formas de hacer caldos y conocedora de toda clase de huesos propios
para estos menesteres culinarios. No tenemos duda alguna de que de continuar por
estos caminos del feminismo en vez de hablar sobre leyes, decretos, proyectos o enmiendas
sus señorías comentarán cuántas lavadoras ponen a la semana, cuánta cantidad de
ropa tienen para planchar, el número de veces que pasan la aspiradora, los embarazos que han tenido o lo que
cuesta la peluquería.
Si ésta es la España del cambio o de la igualdad que ciertos políticos nos prometen, que Dios nos ampare, hermano, porque con
esta clase de diputados y diputadas (como gusta decir cierto político
socialista) no llegaremos muy lejos y en cuanto a la igualdad de la mujer con el hombre este tipo de feminismo no le hace favor alguno a las pretensiones igualitarias de la mujer. ¿Se imaginan a una dependienta de El Corte Inglés con su bebé en brazos y el carrito al lado mientras nos informa de las prestaciones que nos ofrece determinado televisor?
Después de este espectáculo ofrecido por la diputada feminista ¿continúan ustedes preguntándose el porqué muchos empresarios prefieren contratar a un hombre?