SEGÚN cuenta la historia, en los siglos XII y
XIII, los honorables miembros de la Corte no podían manifestar públicamente sus
pasiones carnales, ya que esta conducta libidinosa no era bien vista entre la
realeza y se consideraba propia de la plebe; por ello, el rey (no dice la
historia si el monarca también se encontraba en el grupo de venerables señores
de hábitos sensuales) propuso que los distinguidos nobles enamorasen a las
señoras con palabras seductoras y cautivadoras para conseguir los mismos fines plebeyos.
Desde entonces se dice que las mujeres se enamoran por los oídos y los hombres,
por los ojos.
Por ello, puede creerse que
como consecuencia de esta proposición real naciera el piropo, que ha ido sufriendo
múltiples transformaciones en la historia hasta llegar a nuestros días, donde parece
ser que el feminismo quiere acabar con esta costumbre de lisonjear.
Al igual que hace ocho siglos
el rey tomó cartas en los asuntos voluptuosos, hoy son ilustres feministas,
quienes pretenden acabar con esta práctica del requiebro extendida por todo el
mundo. Desde nuestro punto de vista pensamos que estas féminas están
confundiendo el culo con las témporas al pretender no sólo la supresión de los
piropos a la mujer, sino que su práctica conlleve hasta penas de cárcel.
Aunque algunas de estas lisonjas
tengan un sonido demasiado subido de tono y deban ser rechazadas, no por ello
debemos censurar toda práctica de galanteo. A cualquier mujer (u hombre, por
qué no) le agrada que la regalen el oído con palabras que ensalzan su belleza,
su gracia, su atractivo. No debemos confundir, y es aquí donde las feministas
pensamos que se equivocan, la mala educación y chabacanería que siempre han
existido con la galantería. Como también se confunden al proferir ciertas
palabras soeces para equipararse a los hombres.
Por otra parte, el guapito
del grupo nunca tuvo problemas para captar la atención de la chica, pero ¿qué pasará
con los hombres poco favorecidos por la Naturaleza si se les prohíbe llamar la
atención de la mujer a través del piropo?
Por mucho empeño que pongan las
feministas, y por muy ilustres que sean, en suprimir está práctica milenaria,
pensamos que no lo conseguirán, ya que la vida misma es un constante piropo, unas
veces motivador y otras, insultante, y contra la Naturaleza no se puede ir por
mucho feminismo que se oponga.
Señoras feministas, ¿ustedes
se han parado a pensar lo bonito que es bailar un bolero mientras le recreas el
oído a tu pareja con esos piropos, incluidos los más atrevidos que ustedes
quieren suprimir?