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UANDO el papa Francisco comenzó su
papado dejó a buena parte de los mortales sorprendida por la actitud que
mostraba en todos sus actos, gestos que a nadie dejaban indiferente.
Desde su primera
aparición en el balcón de la plaza de San Pedro hasta el abrazo a un enfermo
notablemente desfigurado por una enfermedad, pasando por el acto de lavar los
pies a una reclusa musulmana el día de Jueves Santo, el papa Francisco ha
levantado tanta expectación que la revista Forbes
le nombró la cuarta persona más influyente del planeta, y la revista Time le eligió “Persona del Año 2013”.
Sin embargo, he de
confesar que yo particularmente no creía en todos estos hechos, porque
necesitaba algún acontecimiento más cercano a mí y que ocurriese sin que el
papa Francisco fuera el protagonista. Y este hecho ha ocurrido, y lo mismo que Tomás
creyó que Jesús había resucitado cuando pudo ver la señal de los clavos en sus
manos y meter su mano en la herida del costado de Jesús, así he visto la señal
que esperaba para darme cuenta de que los gestos del papa Francisco no eran
sólo gestos, sino que hay una fuerza espiritual que cambia a los hombres.
El escenario ha sido
el Congreso de los Diputados. Los protagonistas, los líderes políticos Mariano
Rajoy, Alfredo Rubalcaba y Rosa Díez. Estos líderes de distintas ideologías han
abrazado la Biblia y con ella en la mano, o mejor dicho, con frases bíblicas,
han defendido sus posturas como si el escaño fuera el mismísimo púlpito, y sus
señorías los fieles que acuden cada domingo a misa de una. ¡Milagro! La Biblia
les une. Aunque Rubalcaba se enredó un poco con su cita, para empezar no está
mal.
Te pido perdón papa
Francisco porque no creía en tus gestos ni en tus hechos y ahora creo porque he
visto a tres personas, de las que no me esperaba que la Biblia las uniera.
Sin embargo, mi deseo
es que a partir de ahora nuestras señorías sigan por el camino que hoy han emprendido
y no se detengan ni distraigan con las citas bíblicas y continúen con los diez mandamientos.
Recuerdo a mi
profesor de latín, don Lorenzo, que nos decía, cuando se refería a estos
preceptos religiosos, que los diez mandamientos de la Ley de Dios son muy
importantes, pero que si no podíamos cumplir con todos, sí respetásemos los
seis últimos y que el quinto y el séptimo eran muy importantes.
Apunto esta
recomendación eclesiástica por si algún diputado se lía con ellos y los
confunde con los de la Santa Madre
Iglesia.
Hoy, Jesús me habría dicho
lo mismo que dijo a Tomás: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que
crean sin haber visto” (Juan 20, 24-29).
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