A ISABEL, por su paciencia y otras cosas. A PEDRO y ESPINOSA, mis primeros jefes. A FERNANDO, profesor de artes gráficas. A LUIS, buen jefe y, sobre todo, persona. A TONI, ahora más que nunca.
NOSOTROS, LOS DE ENTONCES, YA NO SOMOS LOS MISMOS

Algunos personajes o hechos que aparecen en estas galeradas son completamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
RAFAEL MERINO RAMÍREZ | Jubilado
Julián MIRANDA SANZ
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA






¡A buenas horas, mangas verdes!
S
ABÍAMOS que nuestros comentarios y reflexiones que volcamos en esta columna son seguidos por unos lectores fieles, cuya fidelidad hace que sintamos su presencia y nos motive para continuar comentando, desde nuestro punto de vista, los diversos acontecimientos que vivimos cada día. Lo que no sabíamos, ni tan siquiera podíamos imaginar, era que el mismísimo Tribunal de Justicia de la Unión Europea lee En Galeradas y en concreto La columna de un exlinotipista.
El pasado 21 de febrero apuntábamos en este mismo espacio, bajo el título Supuestamente, que quede claro, cómo debían de actuar los jueces con quienes se apropian de lo ajeno o defraudan y pedíamos a los magistrados que impusieran a esta clase de vividores restituir los dineros ganados de forma fraudulenta.
Pues bien, esto mismo es lo que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ordena, con su sentencia sobre “el céntimo sanitario”, al Gobierno español al declarar que el impuesto sobre los carburantes era ilegal y, por tanto, el Gobierno tendrá que devolver 13.000 millones de euros recaudados céntimo a céntimo.
Sin embargo, con esta sentencia se abre otro caso de fraude, cuya resolución es incierta. Sólo unos pocos afectados podrán recuperar las cantidades que han pagado con este impuesto ilegal sobre los carburantes si los habían denunciado con anterioridad y si presentan las correspondientes facturas desglosadas, y, además, esta recuperación tardará.
Al enterarse de la sentencia, el Gobierno mira a las comunidades autónomas y dice que son las propias comunidades quienes tienen que devolver los millones, ya que éstas han sido las beneficiadas. Los gobiernos autonómicos contraatacan y manifiestan que ellos no tienen que restituir cantidad alguna porque sus presupuestos ya estaban ajustados a estas cantidades.
Como este cruce de declaraciones no tiene fácil solución, porque, entre otras razones, las comunidades autónomas se han gastado el dinero recaudado y, por tanto, no lo tienen; la mayoría de los ciudadanos no guardamos las facturas de la gasolina, y parte de esta cantidad recaudada ilegalmente está comprendida en un período de tiempo que ya ha prescrito, nosotros desde esta columna indicamos al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, ahora que sabemos que leen nuestros comentarios, que dicte otra sentencia contra el Gobierno español para que el dinero que quede después de saldar la deuda con los ciudadanos que tengan denunciado este asunto lo entreguen para ayudas sociales.
De lo contrario, señores jueces de la Unión Europea, seguiremos siendo putas y poniendo la cama y, además, el céntimo.     





Fariseos y puritanos
T
RAS los polémicos vídeos de la actuación de la Guardia Civil en la frontera de Melilla con Marruecos, se continúa hablando, por una parte, sobre los métodos empleados por los guardias civiles para repeler el asalto a la frontera por parte de los inmigrantes, y, por otra, de las polémicas cuchillas instaladas en la valla fronteriza.
No queremos entrar en la discusión sobre las formas de impedir que personas inmigrantes entren ilegalmente en España. Entre otras cuestiones, porque las opiniones son muchas y los españoles nos enzarzamos en discusiones sin solución. Por ello, pensamos que una vez más no nos pondremos de acuerdo en cómo impedir estos asaltos a una frontera para entrar de forma ilegal en España.
Quizá nuestro comentario no sea todo lo políticamente correcto en una sociedad que tiene una sensibilidad a flor de piel, que nos ponemos del lado del más débil, que nos ofrecemos para ayudar al necesitado y que, ante cualquier signo de violencia, nos sobrecogemos.
Sin embargo, cuando todos estos casos en los que mostramos nuestra solidaridad resultan incómodos para nuestro devenir diario, la postura que mostramos ya no es tan solidaria.
Cuando esa inmigración ilegal, que ha recibido nuestra solidaridad y apoyo, emplea métodos delictivos, muestran conductas que molestan a los ciudadanos, nos impiden el tránsito por determinadas calles con sus escaparates portátiles, nos molestan en los semáforos, nos destrozan los contenedores de reciclaje, etc., para poder comer y quizá para poder hacer frente a la deuda que contrajeron con alguna mafia, entonces nuestra solidaridad y nuestra comprensión con esas personas difiere en gran medida y cuanto más lejos se encuentren de nosotros, mejor.
Este cambio que experimentamos cuando ese ilegal se entromete en nuestro terreno y nos incordia, es un cambio propio de una sociedad integrada por fariseos que mientras no sufra las incomodidades de una inmigración ilegal será una sociedad puritana.
Por ello, procuremos que nuestros políticos y nuestras fuerzas de seguridad, además de tratar de impedir que entren ilegales en España, persigan y castiguen a los componentes de esas mafias que viven en torno a esas personas que sueñan con vivir dignamente, y por nuestra parte intentemos ser menos fariseos y veamos los problemas de la sociedad tal cual son.





El estado de la confusión
O
TRO año más asistimos durante unos días al debate que mantienen los líderes políticos sobre el estado de la nación. Oyendo a estos gobernantes que se preguntan el uno al otro si saben en qué país viven, tenemos la sensación de que ninguno sabe dónde está ni lo que tiene que hacer.
Este debate tiene dos protagonistas principales: Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba; otros actores secundarios, como Rosa Díez y Cayo Lara, y, por último están los figurantes nacionalistas como Duran Lleida.
Tanto Rajoy como Rubalcaba tratan de hacernos ver, desde orillas opuestas, qué es lo que estamos viviendo y lo que nos espera en el futuro. Con este planteamiento tan contradictorio, estos políticos parecen charlatanes de feria que quieren vender su pócima a los confusos ciudadanos en vísperas de unas elecciones europeas.
Este ungüento, ya en el siglo XXI, es la bajada de impuestos que el presidente del Gobierno nos oferta a los ciudadanos y la promesa de que no nos abandonará hasta que el problema del paro esté resuelto. Por otra parte, Mariano Rajoy, como buen vendedor de ilusiones, calla las contraindicaciones del producto, como son la reforma de la ley del Aborto, los recortes de la educación o la sanidad, entre otras, y hace nuevamente hincapié en que, como los brebajes que nos habían ofrecido y repartido en tiempos no muy lejanos nos dejaron muy maltrechos, él con estas medidas benefactoras nos llevará a los ciudadanos aseados y bien peinados a un país donde el bienestar brillará más que un lucero.
Sin embargo, las esperanzas ciudadanas de una verdadera recuperación se desvanecen cuando el otro feriante toma la plaza y anuncia que lo que nos quiere vender el anterior viajante es humo y que si le hacemos caso saldremos malparados debido a todos esos efectos secundarios que silencian para vender la mercancía.
La confusión del pueblo aumenta cuando oye voces de otros vendedores más modestos, como Cayo Lara, apelando a los derechos de los trabajadores. Los mismos derechos que los empresarios ignoran, y que los sindicatos no defienden con la misma intensidad y firmeza en todos los casos. Entre estas voces minoritarias también se escucha a los que no están conforme con vivir donde viven y quieren independizarse a toda costa y aprovechan cualquier ocasión para manifestarlo.
También hay comerciantes que, como Rosa Díez, están con el chiringuito ubicado entre los dos grandes puestos de venta, y como los confusos clientes transitan de un comercio a otro, durante este vaivén algún ciudadano entra en la tienda de Rosa Díez, con lo que ésta se da por satisfecha, al tiempo que ofrece al visitante la palabra que éste quiera oír.   
Con toda esta feria, los ciudadanos nos sentimos cada vez más confusos y terminaremos por no saber en qué país vivimos. Sin embargo, los ciudadanos de lo que cada vez estamos más seguros es que sabemos en qué país viven nuestros políticos: el país de Jauja. Éste es su país, señorías, que les quede claro.  





Con ciertos acontecimientos no se juega

T
erminamos el domingo asistiendo a lo que nos atreveríamos a llamar la mofa nacional dentro de un periodismo chabacano con el que una vez más se demuestra que para ganar audiencia vale todo menos el respeto a los espectadores.
En esta ocasión ha sido Jordi Évole con su programa Salvados, quien, haciendo gala de una falta de ética profesional se ha burlado de todas aquellas personas que lucharon, sufrieron y murieron por conseguir una democracia que hiciera libre a un pueblo. Tras varios días de anunciar un programa especial sobre el 23-F bajo la consigna de que no dejaría indiferente a nadie, el presentador de Salvados nos ofreció la payasada del fin de semana, pese a que Évole quiera justificar la emisión de este ficticio 23-F con el documental Operación Luna de Stanley Kubrick (su primera emisión fue el 1 de abril de 2004, día de los inocentes en Francia) o La guerra de los mundos de Orson Welles (adaptación radiofónica de la obra homónima de H. G. Wells), ambas obras a años luz de la pantomima que presentó Jordi Évole.
Por mucho humor que se quiera dar a la farsa que presentó Évole con motivo del 33 aniversario del 23-F, es lamentable que Joaquín Leguina, Fernando Ónega, Iñaki Gabilondo o Luis Anson, entre otros ilustres personajes de la transición, se prestaran a esta tomadura de pelo a los españoles. Parece que a algunos se les ha olvidado el daño que causó la dictadura franquista y el miedo que por unas horas inundó los hogares españoles aquel intento de golpe de Estado que protagonizó Antonio Tejero.
Basta con ver las imágenes que los telediarios nos ofrecen de Ucrania o Venezuela, por citar sólo dos ejemplos, para entender que hay ciertos acontecimientos con los que no se puede jugar a ser protagonistas cinematográficos con el fin de ser los listos de la clase. De la clase de los zafios, nos atrevemos a decir.
Creemos que Jordi Évole, que presenta unos programas con un contenido serio, que siempre busca la verdad, en esta ocasión se ha equivocado de la cabeza a los pies al ofrecernos la chabacanería que sirvió de introducción al posterior debate (ahora en serio) sobre la Monarquía, la Constitución o el propio 23-F con Iñaki Gabilondo, Eduardo Serra y Garbiñe Biurrun.
Si lo que Jordi Évole pretendía era captar la atención de los espectadores, seguro que lo consiguió, ya que las redes sociales difundieron la nueva versión del 23-F con tanta rapidez como indignación causaba el tratamiento tan frívolo que se daba al fallido golpe de Estado. De una cosa estamos muy seguros y es que de lo que se hablará en las tertulias no será de las opiniones de los tres invitados al debate, sino del ficticio 23-F.
Cuando faltan pocos días para la concesión de los Oscar, Operación Palace sí podría ser el filme ganador de uno de estos premios en la categoría de “mejor película de la necedad” y su creador Jordi Évole, el ganador del Oscar al “mejor director zafio”.






Supuestamente, que quede claro
N
O hace mucho tiempo leíamos las noticias que sobre la comparecencia de la infanta Cristina ante el juez Castro nos ofrecían los medios de comunicación. Todo el revuelo levantado con motivo de dicha comparecencia se quedó, por una parte, en una demostración de amor de la infanta Cristina hacia su marido, Iñaki Urdangarin, y, por otra, en la polémica suscitada por la aparición de las imágenes de la infanta durante su declaración, de cuyas imágenes nunca más se supo.
En esta semana también hemos conocido la dimisión en la Asamblea de Madrid del senador y diputado Francisco Granados tras saberse la existencia de que tenía, tiene, o vaya usted a saber, una cuenta bancaria de más de un millón de euros en Suiza. Ya tenemos a la vista otro lío preparado.
Si alguien tuviera la paciencia de sumar todas las cantidades del dinero defraudado (supuestamente, faltaría más) por políticos, famosos, entidades financieras y deportivas y gentes de bien vivir que salen en las primeras páginas de los periódicos, así como en los telediarios, tenemos la certeza de que también se desplomaría. De igual manera que perdería el sentido quien viera el resultado de lo que cuesta a los españoles resolver todos estos casos que, además, se alargan en el tiempo y que, como dice mi amigo Fede, de todo esto lo único que sacamos son los pies fríos y la cabeza caliente.
No sabemos si será por desánimo o por que el paso de los años nos hace más prácticos, el caso es que desde que el Dioni robó sus buenos millones, vivió en Brasil como un pachá, visitó la cárcel, salió y continúa viviendo sin importarle el paro, aún se desconoce dónde está parte del dinero que sustrajo del furgón y la otra parte se da por bien gastada, y aquí paz y después gloria.
Este primer caso de robar y no restituir fue la plantilla que se instituyó para los que con los años vendrían y continúan llegando.
Por ello, creemos que saldría más rentable a los españoles que todos estos señores que se apropian de lo ajeno o defraudan al prójimo devolviesen todo lo apropiado y que no visitaran la cárcel, pues de los millones y millones sustraídos por estos especímenes, el español currante y fiel pagador de sus impuestos, que cuando cada mañana acude a su puesto de trabajo siente esa espada de Damocles en forma de paro, que cada día percibe más engaño, que cada día se siente más ninguneado, la sociedad no vuelve a ver un céntimo porque toda esta camarilla continúa poseyendo todo su botín a buen recaudo para que la salida de prisión, si es que ha llegado a entrar, le sea menos traumática.
Y es que se puede ser trabajador, honrado, honesto, educado y hasta del Atleti o puta, pero, señores, lo de poner además la cama, ya clama al cielo.






La burbuja y el triángulo
D
ECÍA Iñaki Gabilondo en una entrevista que cuando comenzó con el programa Hoy por hoy tenía cierta zozobra porque no sabía si el programa estaba respondiendo a las expectativas que todo el equipo había depositado en el nuevo proyecto, pero que esa inquietud desapareció cuando El Corte Inglés comenzó a anunciarse en el programa y fue a partir de ese momento cuando Iñaki Gabilondo supo que el programa valía la pena. Esta anécdota es fiel reflejo del poder, tanto mediático como social, que tiene la empresa que preside Isidoro Álvarez.
Casi de forma paralela en el tiempo han saltada a los medios informativos dos noticias que por diferentes motivos protagonizan, por una parte, El Corte Inglés y, por otra, Coca-Cola.
La empresa que nos proporciona “la chispa de la vida” anunciaba un ERE que afectaba al 30 por 100 de su plantilla y el cierre de cuatro de sus embotelladoras. Tras unas negociaciones sindicales, la empresa modifica sus propuestas y hace una nueva oferta de bajas voluntarias y jubilaciones anticipadas, y que muchos trabajadores de otras empresas en esta situación firmarían con los ojos cerrados.
Durante este conflicto de Coca-Cola, la prensa está informando detalladamente y de forma clara sobre las indemnizaciones que recibirán sus trabajadores. Es tan cristalina que cualquiera puede saber cuál podría ser su indemnización si trabajara en Coca-Cola. Por otra parte, tampoco hay ningún temor gubernamental a que aparezca el titular: “Cerca de 1.200 trabajadores perderán su empleo”.
Meses antes surgió el conflicto del convenio de los grandes almacenes. Y aunque grandes almacenes hay varios, el único que cuenta y lleva la voz cantante es El Corte Inglés. Por ello, los despidos, bajas incentivadas y jubilaciones anticipadas y el titular de cientos de trabajadores al paro se convirtieron, por arte del poder mediático que emana el Grupo que preside Isidoro Álvarez, en reajustes de horarios para que los trabajadores pudieran conciliar su vida familiar. No obstante, el resultado de ambos conflictos es el mismo: destrucción de puestos de trabajo; eso sí, unos publicados con cafeína incluida y otros silenciados bajo un triángulo verde.
A estos ejemplos podemos añadir otro que aparecía en la prensa hace unos días y que también lo protagoniza El Corte Inglés. Comenta la noticia que los grandes almacenes cambian el sistema de incentivos a la venta para sus empleados. El motivo de este cambio es, al parecer, que el anterior se había quedado obsoleto y con el nuevo sistema el trabajador ganará más y estará más incentivado. Leída la información, llegamos a la conclusión de que el trabajador tendrá que esforzarse mucho más para ganar algo de comisión. Dudamos que los propios empleados se hayan enterado (nosotros no lo hemos conseguido) de cuál va a ser su incentivo y cuánto su remuneración económica, ya que una vez más El Corte Inglés da la noticia sin dar información.
¿O quizá sea la propia prensa quien silencie o tergiverse la información por temor a que El Corte Inglés no se anuncie en sus periódicos?
Creemos que los trabajadores de estos grandes almacenes necesitan una buena terapia. Pero si ya trabajan en El Corte Inglés, ¿adónde les enviará el psiquiatra?

Ahora vas y lo cuentas


martes, 18 de febrero de 2014

En Galeradas
Nacional


Ahora vas y lo cuentas
L
A última noticia de la Agencia Tributaria nos deja petrificados. Al parecer, la Organización de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE) piden dinero para poder pagar a unos señores para que se enteren del uso que damos a nuestros cuartos y cómo los empleamos y en dónde los guardamos. Una vez que estos espías descubren todo nuestro entramado económico, van y se lo cuentan a Hacienda para que a continuación los señores recaudadores nos den otra vuelta de tuerca.
Lo que la IHE no nos dice es si los espiados vamos a ser los de siempre (que es lo más fácil y lo más seguro) o, por el contrario, incluirán alguna otra figura en esta nueva faceta de espionaje.
Por otro lado, esta noticia sobre los confidentes recaudatorios podría tratarse muy bien de la nueva campaña publicitaria para este año a la hora de recordarnos que “Hacienda somos los de siempre” y meternos el miedo en el cuerpo al tiempo que nos sacan los dineros.
Si fuera así, podemos afirmar que la idea no tiene ninguna gracia, y si fuera verdad, que esta medida puede valer para saber qué hacen con las grandes fortunas, podemos decir a la IHE que todo el dinero que tenga previsto emplear en este nuevo método podría destinarlo, por una parte, a contratar personas que se lean, por ejemplo, esos 50.000 folios que tiene escritos el juez Castro sobre el “caso Nóos”  o los del “caso Bárcenas”, entre otros muchos, haber si así podemos agilizar el veredicto final, y, por otra, contratar a personas para que convencieran a los que han sustraído alguna cantidad de dinero sin darse cuenta para que la restituyesen como buenos cristianos.
Sin embargo, mucho nos tememos que los espiados sean los “sin dineros”, los “sin buenos abogados”, los “con nómina”, los “que reciben el borrador”, ya que Hacienda siempre muestra un gran aprecio por estos colectivos que, aunque son más numerosos, reclaman menos porque si lo hacen puede que les salga cara la reclamación. 

En Galeradas

En CinemaScope


viernes, 7 de febrero de 2014


En Galeradas
Sociedad



E
L próximo domingo será la entrega de los Premios Goya de la Academia de Cine. Gala a la que el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, no asistirá según se lo ha comunicado al presidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho. Al parecer, el motivo de esta ausencia es debido a que el ministro Wert tiene el lunes un encuentro con su homónimo británico responsable de Universidades, Vince Cable.
Si ésta es la verdadera causa de la ausencia del ministro en la ceremonia de entrega de los Goya, al secretario que lleva la agenda del ministro habría que echarle un buen rapapolvo por olvidarse de los Goya y más si tenemos en cuenta que esta fecha ya se sabía con bastante antelación.
Sin embargo, mucho nos tememos que sea otro el motivo por el que el señor Wert no quiere asistir a este acto. Si el ministro de Educación, Cultura y Deporte piensa que su ausencia va a acallar a los indignados trabajadores de la industria del cine, está totalmente equivocado. Estamos seguros que esta actitud por parte del ministro incrementará el descontento en toda la industria del cine y no tenemos la menor duda de que las alusiones que reciba durante la gala serán mucho más numerosas.
No obstante, el señor Wert no quiere dejar sin representante gubernamental a la gala de los Goya y para ello envía al secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle. Si mal estaba que no asistiera el ministro personalmente, mucho peor está que delegue en el secretario de Estado de Cultura y que sea éste quien reciba los malos vientos provenientes de la industria del cine.
José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte, debería hacer honor a su cargo por tres razones. La primera por Educación: hay que ser cortés con los asistentes a cualquier acto. La segunda por Cultura: hay que saber estar en los sitios y en todos los momentos, aunque éstos sean desagradables. Y la tercera por Deporte: hay que saber que no siempre se gana, también se pierde y en esos momentos es cuando una persona demuestra que es educada, culta y deportista.
Por último, podemos citar una cuarta razón por la que el señor Wert debería estar en la entrega de los premios Goya: su salario. En los emolumentos del señor ministro también van incluidos los abucheos o las chanzas, y si hay motivos para éstos, con más razón.

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A Cristiano, leña de oro


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Deportes

A Cristiano, leña de oro
O
TRO tema de conversación que hemos tenido mientras tomábamos un café con los amigos ha sido la expulsión de Cristiano Ronaldo y su correspondiente sanción deportiva. Pero no vamos a tratar ahora si han sido justas ambas cosas, ya que hemos podido leer y escuchar suficientes opiniones sobre si el Comité de Competición actuó de forma correcta o si el árbitro del partido, Ayza Gámez, hizo bien al expulsar a Ronaldo o si redactó el acta del encuentro correctamente.
Donde queremos hacer hincapié es en otros detalles que nos deja la expulsión del jugador madridista. Cristiano Ronaldo, o cualquier otro jugador con menos poder mediático, no debería hacer este tipo de maniobras antideportivas. Sin embargo, el jugador portugués, además de ser balón de oro, es humano y siente y padece. Sobre todo padece las entradas que en cada partido le hacen los rivales desde el primer minuto de juego sin que nadie ponga el grito en el cielo y estas entradas no se sancionen en la inmensa mayoría de los casos.
Los puristas dicen que lo que hizo Cristiano es un mal ejemplo para los niños que se fijan y copian todo lo que hacen sus ídolos y, por tanto, hay que sancionar al jugador. Pero también deberíamos sancionar a los periodistas y a las cadenas de radio y televisión que en sus respectivos programas, día tras día, nos muestran las conductas antideportivas con todo detalle por si los niños no habían reparado en ello. También habría que sacar tarjeta roja a los miles de aficionados que en cada jornada emiten insultos racistas, eso sí al jugador rival. Asimismo, qué habría que decir a los aficionados que insultan al portero cada vez que éste efectúa un saque. Son algunos ejemplos de lo que en cada jornada se vive en los campos de fútbol. Sin entrar en detalles sobre los que sufre el propio Cristiano Ronaldo.
Por otro lado, los estamentos deportivos (Federación, Comité de Competición, Comité de Árbitros, etc.) deberían implicarse más en estos casos y ejercer una justicia equitativa. Con todos estos actos empezamos a enfrentar no a equipos de fútbol que compiten por alcanzar un título, sino a comunidades autónomas entre sí.
Por ello, desde aquí queremos advertir a la Federación Española de Fútbol sobre la sanción que ha recaído en el Racing de Santander por negarse a jugar un partido de la Copa del Rey. ¿Qué hará la Federación cuando los aficionados del Santander salgan a la calle pidiendo el indulto para el equipo de la ciudad?
 La Federación no podrá negárselo, de la misma forma que no lo hizo con el FC Barcelona por idéntico motivo; o al Celta de Vigo y al Sevilla para que no descendieran de categoría porque no habían pagado sus deudas.
Tengamos cuidado con cómo estamos tratando los asuntos del fútbol, ya que el espíritu del barrio del Gamonal puede alcanzar los estadio no tardando mucho.

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¡El «Marca»! ¡Ha salido el «Marca»!


miércoles, 5 de febrero de 2014


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Sociedad



E
NTRE las muchas instantáneas que nos ha dejado la convención del Partido Popular que se celebró en Valladolid el pasado fin de semana, nos quedamos con la foto que publicó el diario El País en la que aparece Mariano Rajoy en disposición de subirse a un coche que le esperaba a la salida de la convención.
Esta imagen hubiera pasado inadvertida para cualquier lector si no hubiera sido porque el fotógrafo, Claudio Álvarez, tomó la instantánea de un Rajoy al más puro estilo “sanferminero” con un periódico enrollado asido por su mano derecha mientras con la izquierda se aferraba a una de las puertas del coche que le esperaba. Pero, incluso, esta imagen de Mariano Rajoy carecería de importancia de no haber sido porque el periódico en cuestión era el diario Marca. Y aquí es donde está la noticia.
Sin embargo, esta afición de Rajoy por la prensa deportiva y por este diario en concreto no es nueva. En marzo de 2011, en plena campaña electoral para las elecciones generales que el PP celebraba en Las Palmas de Gran Canaria, pudimos ver a Mariano Rajoy cómo se apeaba en una gasolinera para comprar el Marca.
También el Financial Times, antes de que esta foto invadiera todas las redes sociales, se hizo eco de la adicción lectora del presidente del Gobierno por este rotativo deportivo, y así pudimos leerlo en un reportaje que publica sobre Rajoy con motivo del primer año en el Gobierno.
No obstante, desde aquí queremos romper una lanza en favor de Marca. No entendemos por qué ha causado tanto revuelo el que este diario aparezca en la mano de un político cuando el diario Marca debería estar considerado como si se tratara de la enciclopedia Espasa.
Tanto el Marca como las novelas de Marcial Lafuente Estefanía marcaron allá por la década de los cincuenta y primeros años de los sesenta una época en la que muchos españolitos aprendimos a leer en sus páginas. En una mano sosteníamos el periódico mientras la novela del oeste asomaba por el borde del bolsillo del pantalón. Leíamos en el autobús, en el metro, mientras esperábamos al amigo o a la novia, mientras guardábamos cola ante una taquilla de cine un domingo por la mañana. Con el tiempo apareció el Círculo de Lectores y toda aquella magia fue cambiando hasta los 140 caracteres para quedarse, por el momento, en palabras aisladas que leemos, o adivinamos en la mayoría de los casos, en nuestro WhatsApp.
Por último, el diario Marca tenía otra aplicación: servía para envolver el bocadillo. Después emergió el papel de aluminio y todo se hizo más finolis.
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Seis días de noticias


martes, 4 de febrero de 2014

DESDE que conocimos el día que la infanta Cristina declararía ante el juez Castro, dijimos que se iban a producir noticias que solaparían el hecho de que la hija del Rey tenía que acudir al juzgado en calidad de imputada.
Hace unos días era la noticia de la destitución de Pedro J. Ramírez como director del diario El Mundo la que tomaba cuerpo en esta especie de camuflaje real para “relajar” los días previos al esperado “paseíllo”. Al día siguiente, era la presentación de la maqueta del nuevo estadio Santiago Bernabéu, en cuya remodelación el Real Madrid se gastará 400 millones de euros, la que se comentaba en la sobremesa.
Y como parece ser que este tándem compuesto por una noticia sociopolítica y otra sociodeportiva da juego para los comentarios más diversos en todos los estamentos de la sociedad, ayer nos enterábamos de las cuentas familiares de la Casa Real tras anunciarlo el Rey, y de nuevo hoy toca la noticia deportiva, pero en esta ocasión el protagonista es el FC Barcelona que también renueva su campo, pero con una inversión de 600 millones de euros, no vayan a pensar en la capital que el club culé no tiene dinero.
En cuanto a la noticia por parte del Rey sobre los gastos asignados a cada miembro de la Familia Real, nos parece que Juan Carlos ha cumplido con el anuncio que hizo en su discurso de Navidad sobre la transparencia de los gastos en el Palacio de la Zarzuela, aunque a nuestro entender esta claridad en los gastos debería haberse producido mucho antes. Y continuando con esta transparencia, lo que nos gustaría ahora es saber detalladamente cómo ha empleado cada miembro de la Familia Real su asignación económica.
Que los ciudadanos queramos saber con detalle estas cuestiones, entendemos que no es cotillear en la vida de ninguna persona como esta mañana hemos escuchado a un destacado periodista en una poderosa cadena de radio que comentaba la noticia; sólo es saber en qué y de qué manera invierten el dinero público en palacio, ya que con su peculio cada cual que haga lo que crea conveniente.
Hasta aquí podemos decir que son temas serios, pero también estos asuntos tienen su pizca de sal y pimienta. Cuando me enteré de que el Rey era quien asignaba la “paga” a su mujer y a su nuera, sentí que la depresión que venía arrastrando desde que tuve noticias de que las mujeres de ciertos políticos no saben lo que hacen sus maridos ni dónde están se acentuaba, pues en mi caso es mi mujer quien me controla, dispone y asigna las cantidades económicas y yo soy quien no sabe lo que hace ella ni donde está. ¡Qué suerte tienen algunos!
Creo que lo mejor será que visite a mi amigo Fede. Seguro que tiene algún remedio para esta depresión.

Cogiendo posiciones


lunes, 3 de febrero de 2014


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Nacional




E
L pasado fin de semana, el Partido Popular ha celebrado su convención nacional en Valladolid. Con este evento, el PP pretendía ofrecer una imagen de partido fuerte y bien cohesionado, a pesar de las ausencias notables y de la posible competencia que puede ofrecer Vox en las próximas elecciones.
Por otra parte, la convención del Partido Popular era el escenario idóneo para que todos los populares se posicionaran ante las elecciones europeas y aprovecharan el auditorio Miguel Delibes como un magnífico escaparate donde mostrar sus logros alcanzados en el camino para salir de la crisis. Y con este ánimo se pusieron manos a la obra.
Sin embargo, la impresión que nos ha dado ha sido otra. En todos estos actos, los políticos quieren ofrecer una imagen cercana al ciudadano de a pie y para ello empiezan por quitarse la corbata y cambiar el traje por los pantalones vaqueros o de pana y la chaqueta de sport, continúan sus charlas en escenarios más próximos al Club de la Comedia que a un estrado donde deben tratarse temas mucho más trascendentes y acaban por contarnos historias que al ciudadano raso le resultan difícil de entender porque está viendo que la recuperación económica todavía no ha llegado hasta él, aunque algunas empresas o entidades bancarias sí la vean y disfruten ya de ella.
Para lo que ha servido esta convención ha sido, por una parte, para que los posibles candidatos a las elecciones europeas cogieran una posición (contacto, mejor dicho) mejor que el compañero, y, por otra, para que Mariano Rajoy lanzara su primer mitin electoral delante de los suyos y les indicara el camino a seguir.
Y para ello nada mejor que arremeter de forma virulenta contra Rubalcaba y ser portada de todos los medios. Es cierto que el Partido Socialista dejó un país en muy malas condiciones, tanto políticas como sociales y económicas, pero por eso el Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza, obtuvo esa abultada mayoría que los ciudadanos le otorgaron para que pusiera las cosas en su sitio: creara empleo o saneara la economía, entre otras cuestiones.
También la convención tuvo su protagonista serio en la persona de Alberto Ruiz-Gallardón defendiendo su ley del Aborto y comunicándonos que, aunque llueva o caigan chuzos de punta, el continuará adelante y mantendrá la ley del Aborto por muchas “mareas violetas” que salgan a la calle.
En cuanto a estas “mareas”, el Gobierno haría muy bien en tomarlas más en serio, ya que últimamente muchas de ellas se están convirtiendo en tsunamis.

En Galeradas

Adiós, don Luis


domingo, 2 de febrero de 2014


En Galeradas
Deportes


Adiós, don Luis

E
L pasado día 1 de febrero, mientras desayunaba, me sorprendía la noticia del fallecimiento de Luis Aragonés. El Sabio de Hortaleza nos había dejado en la madrugada del sábado, víctima de una leucemia que le ganó el último partido de su vida.
Como ocurre en estos casos en los que muere una persona querida y admirada, los recuerdos afloran inmediatamente a la mente y se mezclan los pensamientos amarillentos por el efecto de la nostalgia con los más coloridos y alegres del presente.
Mientras apuraba el café del desayuno recordé aquellos tiempos en que comenzaba a fraguarse mi “Cosecha del 68” y en la que Luis Aragonés fue una parte importante. Recordé aquellos domingos de fútbol. Por la mañana tomábamos el vermú en La Moderna (hoy es una frutería “de los chinos”) mientras repasábamos la alineación que iba a sacar el Atleti. Cuando llegabas a la delantera, ésta se decía de carrerilla: Ufarte, Luis, Gárate, Adelardo y Collar, y, entonces, aparecían las comparaciones con el eterno rival. Discusión que continuaba más tarde en el estadio, del que salíamos antes de que acabara el partido para poder llegar a tiempo al guateque, donde nos esperaban Marina, Rosa, Encarna… y el Dúo Dinámico.
También recordé aquella final de Copa de Europa que jugó el Atleti contra el Bayer de Múnich y que a falta de un minuto para el final del partido empató el equipo alemán, y todas las ilusiones de los aficionados rojiblancos por conseguir el título se vieron truncadas en un segundo partido que se jugó, donde el Bayer Múnich ganó por cuatro a cero. Años más tarde, Luis Aragonés diría que hoy no se le hubiera escapado esa final. Ganando uno a cero y a falta de un minuto, decía Luis, hoy hubiera montado una tangana y el partido se habría terminado y nosotros hubiéramos ganado.
Otra de las cosas que debemos recordar y agradecer a Luis es la conquista de la Eurocopa de 2008. A mi generación, a mi “Cosecha del 68”, la historia le debía una celebración como la que se llevó a cabo con la conquista de esta segunda copa de Europa, ya que en la primera no tuvimos la ocasión de salir a la calle y eso que se jugó en Madrid la final.
Luis Aragonés fue la única persona que consiguió que miles, millones, de españoles salieran a las calles sin que nadie les convocara con una única bandera, la española, y aclamaran a su selección y a sus jugadores sin diferencias de equipos. Esto lo consiguió Luis formando un solo grupo de amigos y que, además, jugaban al fútbol.
Gracias, Luis, por tus enseñanzas, y creo que tus faltas, que todos tenemos, pasarán a esa sección de anécdotas ocurridas durante tu vida.
Hasta siempre, amigo.

En Galeradas

ENTRE LA FICCIÓN
Y LA REALIDAD





Jubilado noctámbulo

EL DÍA EN GALERADAS
Jueves 16 de enero de 2020

Y ahora a por el Oscar
CONOCÍAMOS varias facetas de la vida de Pablo Iglesias, pero tras ser designado vicepresidente del gobierno de Pedro Sánchez, ha salido a la luz la verdadera vocación de Pablo Iglesias. Con su nombramiento para formar parte del nuevo gobierno progresista y de coalición y feminista y populista y oportunista y veleta se han confirmado los rumores que desde hacía tiempo venían rondando por esta redacción sobre una de las pasiones ocultas del exultante líder de Unidas Podemos: el cine.
Por ello es por lo que hoy publicamos el cartel que anuncia la última película que el gran actor Iglesias ha protagonizado: El hombre del Oeste, filme producido y dirigido por un novel director Sánchez. Con esta película, tanto el director como el actor quieren rendir un homenaje a la España del «blanco y negro» (representada en un mítico Kirk Douglas) y a la España del tecnicolor (personificada en el legendario Alfredo Landa), sirviendo como nexo de unión entre ambas el ya populista Pablo Iglesias, que lo mismo interpreta un drama o una comedia o un wéstern o una vicepresidencia.
Lástima que por demorarse su elección como ministro no pueda optar a los Oscar y haya llegado tarde para competir con Antonio Banderas por el premio a mejor actor. Pero démosle tiempo a este nuevo intérprete del séptimo arte que se atreve con todos los géneros de la interpretación.
Desde el pasado lunes 13 de enero se proyectan en las Salas de la Carrera de San Jerónimo los filmes más destacados de Pablo Iglesias. Títulos como El pisito, No sin mi Irene, Los tramposos, Deprisa, deprisa, Furtivos, Amantes, Mentiroso compulsivo o El Azotador, entre otros.
Desde esta columna deseamos a Pablo Iglesias los mayores éxitos en el desempeño de su nueva faceta por el bien suyo, por el de Irene, por el de Pedrín (el de Roberto Alcázar), por el populismo, por los que se han ido y por los que quieren irse y por los que llegan, por los del feminismo, por los LGBT, por los del cambio climático, por los colectivos marginados, por los de Teruel, por los del centro (bueno, por éstos no), por los que creen en la igualdad entre las mujeres y los hombres… Por todos ellos y todas ellas sí se puede.

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 25 de diciembre de 2019

Las necesidades del espíritu
DOS veces al año, desde que me divorcié, quedo con mi amigo Andrés. Una cita es a principios de verano y la otra, cuando se acercan las Navidades. Si la cita corresponde con el tiempo de verano, solemos quedar en cualquier lugar del Levante y si el encuentro es durante la Navidad, nos citamos en cualquier restaurante de la Gran Vía madrileña. «Nuestra» Gran Vía.
A Andrés lo conozco desde aquellos años de juventud en que cada fin de semana echábamos nuestras partidas de billar y frecuentábamos discotecas en busca de muchachas que quisieran compartir con nosotros esos momentos que nuestra juventud nos demandaba entre la gloria y el infierno y que tenían lugar en un piso de alquiler en el que, aparte de estos encuentros compartidos, organizábamos partidas de cartas con otros amigos del barrio, celebrábamos cenas con largas sobremesas en las que cada uno a su manera contaba de qué forma podríamos vivir un futuro en libertad y en democracia; también solía contarse alguna que otra trola. Pues bien, aquel piso de alquiler era además la vivienda de Andrés.
Atrás quedaron todas aquellas aventuras amparadas en una loca y, en ocasiones, irresponsable juventud. La vida nos condujo unas veces por donde quiso y otras, por donde nosotros queríamos caminar o al menos eso pensábamos. Nuestros encuentros de juventud se desvanecieron por la situación laboral de cada uno de nosotros. Andrés marchó a trabajar durante largas temporadas a Londres y con ello nuestra relación se limitó a algunas cartas o a algunos encuentros esporádicos durante las vacaciones de verano que aprovechábamos para visitar algún lugar de moda durante la época estival. Sin embargo, cuando nuestra amistad se tambaleó hasta caer en un abismo fue cuando durante unas vacaciones de verano conocimos a dos jovencitas que a la postre fueron nuestras esposas. Vamos que nos casamos por la Santa Madre Iglesia y hasta que la muerte nos separase. Sin embargo, no fue la muerte quien nos separó, sino otras circunstancias que ahora no vienen al caso y que algún día desvelaré. Pero volvamos a mis encuentros con Andrés. En esta ocasión nos citamos en un restaurante de la Gran Vía. La emblemática calle de Madrid había sido engalanada con las luces que anunciaban la Navidad y por sus aceras transitaban ciudadanos, unos llegados de provincias y otros, lugareños, que ponían cierto colorido a la noche madrileña.
Andrés y yo contemplábamos toda esa fauna consumista como lo veníamos haciendo desde hacía muchas Navidades. Sin embargo, con el paso de los años, todo era distinto. Habían cambiado los locales, los cines, las salas de fiesta, los transeúntes... Había cambiado hasta la propia Gran Vía y, por supuesto, nuestras conversaciones, nuestras necesidades y, claro, nosotros mismos.
Es curioso comprobar cómo tu top de prioridades va experimentando variaciones con el paso del tiempo y, por ello, las necesidades espirituales sufren tantas variaciones como si de una bolsa de valores se tratara. Y a esas prioridades del espíritu son a las que Andrés y yo dedicamos nuestros encuentros gastronómicos y anuales. Al principio de estas reuniones, cuando teníamos unos cuanto años menos, nuestras conversaciones fluían al amparo de una cena sobre nuestros proyectos, nuestra vida laboral, nuestros ideales políticos, nuestro número de conquistas amorosas y de las no amorosas, nuestras aficiones y, a veces, hasta de nuestra familia, sin darle importancia al verdadero anfitrión de la mesa: el menú. A continuación nos trasladábamos a cualquier sala de fiestas o discoteca para concluir en no se sabía bien en qué cama ni quién era la morena o la rubia que teníamos junto a nuestro cuerpo desnudo.
El tiempo pasa inmisericorde y con él pasa nuestra vida. Deja de importarnos la política. De la oficina, ni hablar, tan solo algún vago recuerdo sin importancia. De la familia... de la familia, mejor dejarla correr como al agua. Las aficiones: las que nos gustan ya no podemos practicarlas y las que podemos practicar no nos agradan. Los amores... pues los amores ni correspondidos ni sin corresponder, salvo algún escarceo ocasional. Y de los alimentos, ¿qué? Pues que el que no perjudica al riñón hace daño al hígado o te sube el colesterol. Vamos, que estamos a punto de pasar esa raya que marca la frontera entre vivir una vida de privaciones de toda clase y comenzar a tomar pastillas para toda clase de remedios.
Por ello, en las comidas o cenas que celebro junto a mi amigo Andrés, por un lado, nos saltamos toda clase de recomendaciones, tanto de las médicas, de las sociales, de lo políticamente correcto como de las que nos inculcó la Santa Madre Iglesia condenándonos al fuego eterno si no cumplíamos sus preceptos y, por otro, mandamos al diablo todas las privaciones y nos ocupamos de esas necesidades del espíritu de las que los médicos no tienen ni idea y disfrutamos, al menos dos veces al año, de lo que son los placeres de la vida: un buen amigo, una exquisita cena sin restricciones y con su correspondiente sobremesa regada con un buen coñac, un paseo por los santos lugares de antaño, unas copas y una compañía femenina de coalición. En pocas palabras, lo que toda la vida se viene llamando «echar una cana al aire».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Martes 26 de noviembre de 2019

Cómo dejé de fumar
HACE unos dias leí en la prensa que Robert Norris, más conocido como el «hombre Marlboro», había fallecido a los noventa años y que nunca había fumado. Yo sí fui fumador.
La noticia hizo que me retrotrayese a aquellos años en los que, aún siendo un imberbe, quería imitar e incluso ser el hombre de Marlboro. Transcurrían los años sesenta y a mediados de esa década dejaba la férrea disciplina de un colegio religioso con misa diaria y fiestas de guardar para enfrentarme con un mundo en el que todo me resultaba novedoso, fascinante, ilusionante y hasta turbulento y pecaminoso. Empezaba a ver cómo era la vida fuera de los muros del colegio.
Comencé a trabajar y aparqué los estudios. Descubrí mi barrio y conocí nuevos amigos. La diaria asistencia a misa fue transformándose en visita cotidiana a los billares del barrio. Las clases de matemáticas se convirtieron en lecciones de cómo hacer carambolas en el juego del billar. El amor cristiano que me enseñaron aquellos curas del colegio se convertía en amores paganos y sin duda acreedores de las penas más terribles del infierno.
Durante ese devenir entre lo prohibido y lo permitido, en mi vida irrumpieron el mítico vaquero que anunciaba los cigarrillos Marlboro con su icónico sombrero y Humphrey Bogart con su cigarrillo entre los dedos. Aquellas imágenes me trasladaban a un mundo que representaba para mí el poder, la seducción, la libertad, el placer... y comencé a fumar.
Fumaba porque, entre otras cosas, fumar era bien visto por la sociedad y hasta llegué a creer que ello me reportaba más éxito con las chicas y porque con un cigarrillo entre mis dedos me sentía más seguro.
En alguna que otra ocasión ofrecer un cigarrillo era una forma de comenzar una conversación e incluso servía para llenar esos silencios que a veces se producían durante algún encuentro, llamésmolo amoroso. Me gustaba que cuando salía con una chica, ésta fumara. Encender un cigarrillo y ponérselo entre sus labios o ver la marca que su carmín dejaba en la boquilla del cigarrillo eran situaciones que me proporcionaban grandes dosis de morbo, tantas como las que aún me producen unos tacones de aguja.
Los fines de semana (el resto de la semana fumaba Bisonte o Tres Carabelas) compraba un paquete de Marlboro y lo compartia con mis colegas en los guateques, durante los partidos de pelota en el frontón Madrid o durante las partidas de billar de domingo por la mañana.
Asi, entre bisonte y marlboro, entre el trabajo y los billares, entre charlas con los colegas y conquistas femeninas, fueron pasando los años y cada día iba incrementando el consumo del tabaco. Me encontraba seguro con un cigarrillo en la mano. Esa seguridad me daba fuerzas para emprender nuevas empresas, tanto profesional como personal. Me matriculé en la Escuela Oficial de Idiomas para cursar francés. Y durante un descanso entre clases fui a encender un cigarrillo y en ese momento de búsqueda por los bolsillos tratando de encontrar el encendedor fue cuando una de las chicas cercanas a mí me ofreció una carterilla de cerillas de esas que anunciaban, bien un bar de copas, bien una discoteca. Nos enrollamos.
Ninguno sabía el tiempo que duraría aquello. Sólo teníamos claro que nos gustábamos mutuamente, que queríamos disfrutar sólo el presente sin mirar el futuro y que a los dos nos gustaba fumar y así comenzamos a salir y a despertar partes de nuestra piel que teníamos dormidas. Nuestra aventura navegaba a favor del viento hasta que una de esas tardes que pasábamos en cualquier discoteca ocurrió lo que jamás imaginamos ninguno de los dos que pasaría: comencé a aborrecer el tabaco.
Aquella tarde transcurría como una de tantas otras. Bailamos. Nos besamos. Volvimos a bailar y volvimos a besarnos. Disfrutábamos el presente hasta que ella dio una calada y acercó su boca a la mía en un ademán de besarme.
Yo entreabrí mi boca como había hecho en otras muchas ocasiones esperando sentir su lengua explorando todo mi interior, pero lo que sentí fue toda una bocanada de humo que me produjo náuseas y un cabreo impresionante que tardé varios días en olvidarlo, no así la sensación de ahogo que me produjo aquel beso envenenado, pues cada vez que encencía un cigarrillo y daba la primera calada sentía una sensación de rechazo que me obligaba a tirar el cigarro al suelo y pisarlo con rabia.
Días después, mientras nos besábamos dentro del coche, ella volvió a repetir la misma acción de depositar el humo del cigarro dentro de mi boca con lo que logró que vomitara manchando su vestido y la tapicería del asiento del coche, y cogiendo esta vez un cabreo monumental, que quizá hoy sería catalogado de violencia machista.
Durante los días posteriores iba aumentando mi rechazo al tabaco y al mismo tiempo hacia aquella muchacha. Poco a poco fuimos espaciando nuestras citas hasta llegar al final de aquella aventura que comenzamos con una carterilla de cerillas. Ella se marchó a Granada, no recuerdo a qué. Yo abandoné la Escuela de Idiomas, marché a Gijón de comercial en un concesionario de coches y dejé mi adicción al tabaco.
Todavía hoy conservo aquella carterilla de cerillas y llevo un encendedor en el bolsillo de la chaqueta por si alguien se acerca para decirme: «Por favor, me da fuego».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 20 de marzo de 2019

Todo tiene su fin
ATRÁS quedó 2018. Un año que muchos recordaremos porque se celebró el cuadragésimo aniversario de la  Constitución española o el año que un tal Pedro Sánchez, tras pactar con Dios y con el diablo, se alzó a los altares del poder, disfrutó con un falcón, hizo más viajes que todos los jubilados del Imserso juntos y se aseguró una pensión de lujo de por vida para regocijo propio y señora. Esto es hacer carrera. Al término de su embarazo presidencial (comienzos de 2019), presentó sus memorias y, entre los cambios más sonados mediante decretos-leyes durante su mandato al frente del Gobierno de España, puede atribuírsele el de un colchón para cama de matrimonio. Por el momento no nos consta que también haya cambiado las almohadas y la sábana bajera por decreto-ley.
Sin embargo, para mí 2018 fue el año en el que se cumplieron cincuenta años de la creación de Cosecha del 68. No. No se trata de un vino. Cosecha del 68 obedece al nombre que un grupo de muchachos, allá por el año 1968 y por iniciativa de una jovencita llamada Natalia, decidieron en aquel verano dar nombre propio al grupo que desde hacía un año se divertía los fines de semana, y especialmente en verano, en la discoteca de Chapinería, un pueblo cercano a Madrid. Por ello, aquel verano del 68 fue algo especial para todos los integrantes de aquella cuadrilla (chicos y chicas).
Los fines de semana se sucedían, y la unión y la complicidad de todos nosotros iban ganando enteros. Solíamos reunirnos en Aldea del Fresno, lugar del que algún miembro del grupo era natural o bien sus padres tenían una segunda vivienda. La empatía que reinaba entre nosotros era tal que continuó más allá del verano y fue prolongándose durante el resto de las estaciones. Acudir un fin de semana a Aldea y Chapi fue convirtiéndose para todos nosotros en una fiesta de precepto y en lugar de amoríos para muchos, de amores para otros y de desamores para algunos. Todos ellos alimentados por la brasa que aviva el fuego hormonal propio de una juventud estigmatizada por la censura sexual a la que estaba sometida por el régimen franquista. Cosecha del 68 permaneció unido durante cinco años.
En el verano de 1969, el grupo musical Módulos lanza una de las baladas más destacadas en el panorama musical español, Todo tiene su fin, que acabó con la norma de que las canciones comerciales debían tener cerca de tres minutos de duración. (Años más tarde, esta balada recobró un gran éxito con la versión del grupo cordobés Medina Azahara publicada en 1992.) Está canción fue una de mis preferidas durante aquel periodo. A esta preferencia se sumó Natalia. Con sus acordes nos enamoramos, nos desenamoramos, nos quisimos y nos odiamos. El azar quiso que Todo tiene su fin también fuera el anuncio del final de Cosecha del 68. Poco a poco la cuadrilla fue disgregándose. Unos encontraron pareja fuera del grupo; algunos sufrieron desengaños y decidieron buscar consuelo en otro lugar; otros se trasladaron a otra ciudad e incluso a otro país. Este fue el caso de su fundadora, Natalia, que, tras vivir en varias ciudades españolas, se marchó a Montreux (Suiza) y de la que, debido a la falta de redes sociales y del wasap, no volví a tener más noticias, salvo en un par de ocasiones en las que coincidimos en la feria del SIMO allá por la década de 1980. El tiempo fue pasando y los veranos fueron sucediéndose hasta llegar a 2018.
El verano de 2018 me pilla en Madrid. Los paseos por su Gran Vía me habían ahorrado unos cuantos euros en psicólogos para superar una depresión tras mi separación. Una separación ya muy lejana, pero con heridas que ni el tiempo ha sido capaz de cicatrizar. Heridas más económicas que amorosas, pues mi ex me dejó solo con un póster de la Gran Vía de Madrid por todo patrimonio. El trayecto comprendido entre mi domicilio en la calle de Alberto Aguilera  hasta la plaza de Callao se había convertido en un recorrido cotidiano al atardecer que terminaba contemplando la Gran Vía desde el mirador del Club del Gourmet en El Corte Inglés mientras tomaba una cerveza.
En aquel verano de 2018, Madrid respiraba y vivía las Fiestas del Orgullo Gay. Unas celebraciones que no despiertan en mí interés alguno, aunque debo reconocer que le ponen un punto de color a esa Gran Vía de mis amores y pecados. Una Gran Vía a la que contemplaba una tarde más desde mi atalaya de El Corte, abstrayéndome del ruido que reinaba a mi alrededor.
De pronto, mi ensimismamiento se desvaneció al oír la melodía de un móvil tras de mí. Era aquella misma melodía que puso la banda sonora a unos años de juventud vividos y disfrutados entre la pasión y el odio. Sorprendido, me giré hacia atrás y quedé aún más sorprendido cuando vi quién respondía a esa llamada que acababa de producirse. «¿Sería ella?», me pregunté. Ambos nos miramos con cierto aire de perplejidad.
Cuando la mujer que respondió a la llamada terminó la conversación, se acercó y al llegar junto a mí me susurró: «Chapinería, Módulos, 1973». Sí. Era ella. Natalia Rodríguez del Álamo. Habían pasado cuarenta y seis años desde aquel verano en el que ambos habíamos bailado juntos aquella melodía por última vez. Pese al tiempo transcurrido, Natalia aún conservaba una estupenda figura que resaltaba con un conjunto vaquero. Se notaba que dedicaba parte de su tiempo a cuidarse.
La invité a tomar un café. Aquella complicidad y aquella chispa de antaño pronto aparecieron. El pasado y el presente se mezclaban atropelladamente. Paseamos por Gran Vía mientras hacíamos un repaso a aquellas noches de juventud que vivimos junto a la orilla del río Alberche. La chispa y la química fueron in crescendo y el tercer café se lo llevé a la cama.
El destino o la casualidad, no podría decir en qué proporción, quisieron que la canción de Módulos avivara nuevamente aquellas pasiones y que termináramos aquel asunto que un cabo de la Guardia Civil había interrumpido una madrugada de verano cuarenta y seis años antes porque estábamos quebrantando la moral y la decencia.
A la mañana siguiente de nuestro encuentro acompañé a Natalia a su hotel para que recogiera su maleta y partimos hacia el aeropuerto. Su vuelo para Montreux salía al mediodía. Nos despedimos con un abrazo, y al separarnos Natalia depositó un beso en la comisura de mis labios. Cuando quise hablar, ella poniendo el dedo índice en mis labios y con una sonrisa voluptuosa me dijo: «Por fortuna, Pedro Sánchez aún no ha podido desenterrar a Franco. Jamás perdonaremos al dictador la represión sexual que padecimos la Cosecha del 68».
Minutos más tarde, el vuelo con destino a Montreux partía de las pistas del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez...
Una semana después de la partida de Natalia y mientras hojeaba una revista en la sala de espera del dentista, vi una fotografía de Natalia en la que aparecía detrás de una pancarta a favor de los gais y lesbianas en una de las muchas manifestaciones durante las Fiestas del Orgullo Gay. Aquella muchacha que en 1968 se quitó el sujetador para luchar por una incipiente igualdad de sexos y los derechos de la mujer, cincuenta años después continuaba su lucha.

(Así se fundó, así se reconstruyó y así se desvaneció Cosecha del 68 entre la ficción y la realidad.)

Un Jubilado por la Gran Vía