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TRO año más nos encontramos en capilla
a la espera de que llegue la primavera. Esa época del año en que parece que
todo cambia. A pesar de los años, aún continúo sin saber por qué debemos
cambiar. Lo cierto es que nuestro estado de ánimo experimenta una
transformación, año tras año y queramos o no, con la llegada de la primavera.
Quizá la necesidad de llevar menos ropa nos haga sentirnos más libres y menos
oprimidos o quizá que ya con el buen tiempo veamos las ansiadas vacaciones más
cerca.
Este
año con tanta lluvia, tanta nieve, tanto frío, tanta recuperación económica,
tanta creación de empleo, tantas rebajas de impuestos, tantos imputados, tantos
supuestos corruptos, tantas esposas que no saben lo que su marido hace, tantos
nuevos partidos políticos que, como se decía antaño, nos van a montar en el
dólar, o tantas sombras de Grey, entre otros acontecimientos acaecidos durante
el pasado invierno, el subidón que vamos a tener esta primavera va a ser de
órdago. Sin embargo, desde mi atalaya de jubilado atisbo una primavera más
sosegada y menos altiva a pesar de tanto acontecimiento.
En
primer lugar, tenemos las elecciones andaluzas, las municipales y las
autonómicas. Unas elecciones que nada tienen en común con las de antaño. Echo
en falta aquellas «pegadas» de carteles y aquellos líderes que ilusionaban al
personal. Ahora las «pegadas» se dan entre los propios candidatos como las que
realizan Susana Díaz y Pedro Sánchez entre ellos. Tranquilo, Pedro. Susana no
saldrá de Andalucía, ya que tiene que cuidar de los Chaves o de los Griñán,
entre otros. Y, por otro lado, ahora los líderes políticos más que ilusionar lo
que hacen es comernos la moral, que diría un castizo.
En
cuanto al dicho de que la primavera la sangre altera, creemos que para unos ya
ni cien primaveras juntas les altera nada y para otros, quizá los más jóvenes y
aquellos que pasan el invierno en Benidorm al son del baile de los pajaritos,
tengan alguna alteración hormonal más que a lo largo del año, pero ahora estos
colectivos viven ya una primavera hormonal permanente. Quizá por ello no
necesiten cobijarse en las sombras que deja un tal señor Grey.
Y
hablando de sombras, aunque en este caso no sean las del señor Grey y sí las
del señor Zapatero, nos referimos a las que proyectan esas nubes que nuestro
expresidente contempla en compañía de la señora Espinosa y que son las que le
han llevado hasta Cuba y liarla como únicamente él sabe. Por cierto, ¿quién ha
costeado el viaje y demás gastos?
Otro
factor significativo de que esta primavera ya no será como las de hace años es
que ni El Corte Inglés nos anima a vivir la primavera ni nos la anuncia. Ahora
nos dice que «estrenemos». Ese es el lema: «Estrena». Da igual que sea
primavera o invierno. No me negarán que cuando llegaba el día 1 de marzo y las
dependientas de El Corte Inglés lucían el nuevo uniforme de primavera y los
medios de comunicación nos transmitían el eslogan «Ya es primavera en El Corte
Inglés» los días empezaban a ser más luminosos. Ahora ni eslogan, ni uniformes
bonitos (cada año más feos) y casi ni dependientas.
Por
último, en este repaso primaveral no podían faltar los sindicatos y
sindicalistas que con sus otoños e inviernos calientes capaces de quemar
ciudades enteras con sus huelgas traían una primavera agitada y revuelta. Ahora
son los propios sindicatos y los sindicalistas los que están quemados, agitados
y revueltos bailando sevillanas bajo la sombra de la señora Díaz.
Y es que esto, señores, ya no es lo que era.
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