DESDE que a finales de la década de 1980 Lola Flores fue condenada a pagar una multa de 28 millones de las antiguas pesetas hasta septiembre de 2013 que el futbolista Messi es imputado por defraudar más de cuatro millones de euros a Hacienda ha transcurrido mucho tiempo, pero nada ha cambiado en relación con los “despistes” que tienen los famosos con Hacienda.
Todos los años la Agencia Tributaria se encarga de recordar a los contribuyentes la obligación y el deber que tienen de realizar la declaración de la renta. Para ello y para facilitarnos el penoso trance de acometer semejante ejercicio, la
Administración, que tiene al parecer más controlados a los contribuyentes de a pie que a los que tienen grandes fortunas o ingresos millonarios, nos recuerda, con toda clase de detalle, nuestros ingresos y nuestro patrimonio, precisamente para que no tengamos esos “despistes” que padecen los famosos. La sociedad también juzga de diferente forma a los que defraudan o roban. Recriminamos a un individuo que sustrae una cartera con 50 euros e, incluso, no dudamos en ponerlo en manos de la policía; sin embargo, cuando un famoso o un señorito adinerado comete un fraude de millones de euros, para una parte de la sociedad esta acción es merecedora de elogios y aun de envidias por no poder hacer lo mismo.

Cuando Dionisio Rodríguez Martín, más conocido como el Dioni, en 1989, robó unas sacas de dinero con varios cientos de millones, de ser un ladrón de bancos pasó a ser un famoso personaje público. Intervino en varias películas, participó en programas de televisión, alguno presentado por el mismísimo Santiago Segura, grabó discos y fue propietario de varios bares, entre otras actividades propiciadas sólo por robar un furgón que él mismo custodiaba.
Para nuestra Lola Flores, la Lola de España la sociedad también vio con buenos ojos y hasta resultó gracioso cuando la Faraona se asomó a las pantallas de televisión para pedir una peseta a cada español y así hacer frente a la deuda contraída con Hacienda.
Estos acontecimientos, entre otros muchos de jugadores o artistas, son comparables con el caso de Messi, jugador del F.C. Barcelona. Cuando el jugador de fútbol acudió a los Juzgados de Gavà(Barcelona) no sólo fue aclamado y vitoreado como un héroe que acaba de realizar una gran hazaña, sino que el propio Messi correspondió con saludos, amplias sonrisas, pulgar en alto para ratificar una gran jugada a las muestras de cariño y adhesión que le mostraba el público que estaba esperándolo a las puertas de los Juzgados. Y en el interior firmó autógrafos a los funcionarios del Juzgado. Quizá el señor juez también se apuntó a la firma del personaje famoso de turno.
Al parecer a Messi le preocupa y le entristece más el que sea sustituido en un partido de fútbol que el tener las cuentas claras con Hacienda como pudo verse en el encuentro que el F.C. Barcelona disputó recientemente a la Real Sociedad. Tras este comportamiento defraudatorio tan poco cívico de Messi, alguien de su entorno o del propio club, debería decir al jugador que al menos guardara las formas y fuera más respetuoso con los ciudadanos que sí pagan sus impuestos, que guardara sus risas para una ocasión más festiva, ya que con el fraude y con las personas honradas no hay que frivolizar, sólo pagar y respetar.
Messi, el niño bueno, que parece no conocer la maldad y no haber roto un plato en su vida, empieza a dar muestras de estar sacando los pies del tiesto: ya protesta a los árbitros, se enfada con su entrenador porque le sustituye, con el compañero que puede restarle protagonismo trata de quitárselo de su entorno (léase Ibrahimović y Villa, por ejemplo; ¿será Neymar el próximo?), no paga los impuestos cuando tiene que hacerlo, se ríe de los contribuyentes honrados, todo esto son detalles que hacen que el ciudadano español comience a ver la otra cara del jugador argentino. Los asesores de imagen que debe tener La Masía o el propio F.C. Barcelona deberían estar más pendiente de los gestos de su niño predilecto y mimado no vaya a ser que se les descarríe.