A ISABEL, por su paciencia y otras cosas. A PEDRO y ESPINOSA, mis primeros jefes. A FERNANDO, profesor de artes gráficas. A LUIS, buen jefe y, sobre todo, persona. A TONI, ahora más que nunca.
NOSOTROS, LOS DE ENTONCES, YA NO SOMOS LOS MISMOS

Algunos personajes o hechos que aparecen en estas galeradas son completamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
RAFAEL MERINO RAMÍREZ | Jubilado
Julián MIRANDA SANZ
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Messi y el fraude


lunes, 30 de septiembre de 2013


DESDE que a finales de la década de 1980 Lola Flores fue condenada a pagar una multa de 28 millones de las antiguas pesetas hasta septiembre de 2013 que el futbolista Messi es imputado por defraudar más de cuatro millones de euros a Hacienda ha transcurrido mucho tiempo, pero nada ha cambiado en relación con los “despistes” que tienen los famosos con Hacienda.
Todos los años la Agencia Tributaria se encarga de recordar a los contribuyentes la obligación y el deber que tienen de realizar la declaración de la renta. Para ello y para facilitarnos el penoso trance de acometer semejante ejercicio, la Administración, que tiene al parecer más controlados a los contribuyentes de a pie que a los que tienen grandes fortunas o ingresos millonarios, nos recuerda, con toda clase de detalle, nuestros ingresos y nuestro patrimonio, precisamente para que no tengamos esos “despistes” que padecen los famosos. La sociedad también juzga de diferente forma a los que defraudan o roban. Recriminamos a  un individuo que sustrae una cartera con 50 euros e, incluso, no dudamos en ponerlo en manos de la policía; sin embargo, cuando un famoso o un señorito adinerado comete un fraude de millones de euros, para una parte de la sociedad esta acción es merecedora de elogios y aun de envidias por no poder hacer lo mismo.
Cuando Dionisio Rodríguez Martín, más conocido como el Dioni, en 1989, robó unas sacas de dinero con varios cientos de millones, de ser un ladrón de bancos pasó a ser un famoso personaje público. Intervino en varias películas, participó en programas de televisión, alguno presentado por el mismísimo Santiago Segura, grabó discos y fue propietario de varios bares, entre otras actividades propiciadas sólo por robar un furgón que él mismo custodiaba.
Para nuestra Lola Flores, la Lola de España la sociedad también vio con buenos ojos y hasta resultó  gracioso cuando la Faraona se asomó a las pantallas de televisión para pedir una peseta a cada español y así hacer frente a la deuda contraída con Hacienda.
Estos acontecimientos, entre otros muchos de jugadores o artistas, son comparables con el caso de Messi,  jugador del F.C. Barcelona. Cuando el jugador de fútbol acudió a los Juzgados de Gavà(Barcelona) no sólo fue aclamado y vitoreado como un héroe que acaba de realizar una gran hazaña, sino que el propio Messi correspondió con saludos, amplias sonrisas, pulgar en alto para ratificar una gran jugada a las muestras de cariño y adhesión que le mostraba el público que estaba esperándolo a las puertas de los Juzgados. Y en el interior firmó autógrafos a los funcionarios del Juzgado. Quizá el señor juez también se apuntó a la firma del personaje famoso de turno.
Al parecer a Messi le preocupa y le entristece más el que sea sustituido en un partido de fútbol que el tener las cuentas claras con Hacienda como pudo verse en el encuentro que el F.C. Barcelona disputó recientemente a la Real Sociedad. Tras este comportamiento defraudatorio tan poco cívico de Messi, alguien de su entorno o del propio club, debería decir al jugador que al menos guardara las formas y fuera más respetuoso con los ciudadanos que sí pagan sus impuestos, que guardara sus risas para una ocasión más festiva, ya que con el fraude y con las personas honradas no hay que frivolizar, sólo pagar y respetar.
Messi, el niño bueno, que parece no conocer la maldad y no haber roto un plato en su vida, empieza  a dar  muestras  de estar sacando los pies del tiesto: ya protesta a los árbitros, se enfada con su entrenador porque le sustituye, con el compañero que puede restarle protagonismo trata de quitárselo de su entorno (léase Ibrahimović y Villa, por ejemplo; ¿será Neymar el próximo?), no paga los impuestos cuando tiene que hacerlo, se ríe de los contribuyentes honrados, todo esto son detalles que hacen que el ciudadano español comience a ver la otra cara del jugador argentino. Los asesores de imagen que debe tener La Masía o el propio F.C.  Barcelona deberían estar más pendiente de los gestos de su niño predilecto y mimado no vaya a ser que se les descarríe.

LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Por favor, ¿qué hora es?
Por Julián Miranda Sanz


SE habla estos días de que el Congreso ha presentado al Gobierno un estudio socioeconómico para conocer en detalle cuál sería la incidencia económica global de un posible cambio de la hora en España, recuperando el antiguo horario de Greenwich (una hora menos). El informe, entre otras cuestiones, apuesta por las jornadas continuas de trabajo, con una breve pausa para comer, y con ello favorecer la vida personal y laboral.
Este cambio, según el grupo de trabajo para el Estudio de la Racionalización de Horarios, la Conciliación de la Vida Personal, Familiar y Laboral y la Corresponsabilidad del Congreso de los Diputados (no sé si no necesitaremos la hora que quieren quitar para poder decir el nombre completo de esta comisión), “incidiría favorablemente en la conciliación de todas las personas, permitiendo disponer de más tiempo para la familia, la formación, la vida personal, el ocio, y evitando tiempos muertos en la jornada laboral diaria”.
Asimismo, la Comisión dice que el cambio horario no sólo mejorará la calidad de vida de las personas y ayudará a la conciliación familiar, sino que aumentará la productividad de las empresas.
Ahora que ya nos habían acostumbrado a los horarios de verano y de invierno;  ahora que ya creíamos que estos horarios eran beneficiosos para la economía española y la de cada ciudadano; ahora que ya ni discutíamos si son las siete, pero son las ocho; ahora que El Corte Inglés abre hasta los domingos y fiestas de guardar; ahora salen estos señores diputados diciendo que volviendo al horario de Greenwich todo va a ir como la seda: las empresas serán más competitivas, las familias vivirán mejor, nos divertiremos más y nuestros hijos estarán mejor atendidos, y para llegar a estas conclusiones los señores diputados necesitan cerca de nueve meses de trabajo.
Tras leer estas conclusiones tan beneficiosas para todos, nos preguntamos dónde ha quedado la teoría que hace unos años nos “vendió” el Gobierno de turno como un gran descubrimiento con el que la economía de las empresas y de los hogares mejoraría ostensiblemente dado el ahorro energético que supondría la fórmula de horario de verano y de invierno.
El Gobierno con esta nueva medida aboga por una equiparación a los horarios europeos, a que los trabajadores estemos a las cinco en casa, a que pasemos más horas con nuestros hijos, a llevar una vida familiar más saludable, a que podamos tener más tiempo para el ocio, en una palabra, mira por la felicidad de los ciudadanos. Sin embargo, en la calle, en las tertulias, en los trabajos nos preguntamos si han tenido en cuenta la idiosincrasia de los españoles. Se imaginan, señorías, a los españoles acostándose temprano, recogiéndose en casa a las seis porque hay que cenar pronto; se imaginan las puertas de las empresas sin trabajadores que han salido a fumar un pitillo, creen que vamos a dejar de tomar el primer café de la mañana y el de media mañana en la empresa. Imaginan un pueblo, una ciudad con los bares cerrados a media tarde. O acaso ven ustedes a los españoles en casa cuando llegue el buen tiempo y los días invitan a permanecer en la calle disfrutando de ese sol tan magnífico que tenemos y que otros europeos no tiene y por eso no les cuesta retirarse temprano, porque cuando estos ciudadanos europeos vienen a España se olvidan enseguida de lo beneficioso que es el horario europeo; yo desde luego ni me lo imagino.
Todo este estudio de ahorro y de bienestar para los ciudadanos me parece un camelo como el que ahora quieren suprimir porque han llegado a la conclusión de que no es válido ni económica ni familiarmente. Este grupo de trabajo de nombre tan largo ofrece una imagen que me hace recordar a esos comerciales de las compañías telefónicas que llaman a la hora de la comida o de la siesta para ofrecernos la oferta mejor del mercado pero lo que consiguen es fastidiar a la persona a la que llaman.
Si quieren que seamos felices, que tengamos más vida familiar, más tiempo libre y toda esa retahíla demagógica que emplean, entonces empiecen por cortar por lo sano con los fraudes (en Europa lo hacen), con los recortes, con la congelación de los salarios, que los juicios no se alarguen en el tiempo y los culpables, por muy alta que sea su escala social, sean condenados, terminen con la corrupción, pónganse de acuerdo y solucionen los problemas que España tiene actualmente, entonces si esto ocurriera seguro que nuestro rostro estaría más risueño, la productividad laboral crecería y no daríamos importancia a una hora de más o de menos.
Por último, he leído que el partido que lidera Rosa Díez, han manifestado respecto al Informe sobre la Racionalización de los Horarios lo siguiente: "Unos horarios más humanos, que nos permitieran ser más felices, contribuirían a que produjéramos más y además de ser personas más felices tendríamos unos hijos más completos y mejor atendidos". A UPyD se le olvida añadir que si tuviéramos unos sueldos más dignos, que si no hubiera tanta corrupción también seríamos más felices.
En cuanto a los hijos “más completos”, pues mire usted, los que pertenecemos a la “Cosecha del 68” criamos a nuestros hijos, con hora de más o con hora de menos, trabajando ocho, diez o doce horas (hoy un lujo al alcance de unos pocos), jugamos con ellos, les inculcamos una educación, les dimos estudios, íbamos a casa de los tíos  y abuelos, crecieron más altos y más fuertes que sus padres y con todo esto salió una generación muy preparada para llegar a una sociedad en la que no tienen trabajo ni perspectivas de encontrarlo.  Y ahora ¿quieren hacernos ver que por retrasar una hora ya vamos a vivir en el paraíso? No me hagan sonreír, por favor, que pierdo la noción del tiempo.

Independentismo


miércoles, 25 de septiembre de 2013


LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA




Por Julián Miranda Sanz


EN LA DÉCADA de 1960 apareció en los Estados Unidos el movimiento  hippie, caracterizado por su pacifismo y su actitud inconformista hacia las estructuras sociales vigentes, y una década más tarde esta corriente libertaria emergió en Ibiza, con el amor libre, el consumo de drogas, como la marihuna o el hachís, y de alucinógenos.
Muchos componentes de este movimiento revolucionario adoptaron esa forma de vida sufragados con el dinero y el respaldo de papá, por un lado, y por ir en contra de todo lo establecido como una novedad en su vida, por otro, sabiendo que el hogar familiar estaba siempre dispuesto para acogerlos cuando dejaran de ser hippie y quisieran emprender otro modo de vida.
Todo esto sale a colación por la tan traída y llevada independencia que demanda Cataluña al Estado español y por las declaraciones de algunos políticos argumentando mil y una razones para alcanzar el independentismo.
Cuando en los  colegios se estudiaba cuarto y reválida aprendimos que Cataluña  era un pueblo emprendedor, trabajador. Barcelona  era el centro de gravedad de la industria catalana y donde se producía la mayor concentración industrial española, entre otras cosas. Esto llevó a muchas familias de otras regiones de España a buscar trabajo en Cataluña y posteriormente a instalarse y formar una familia que con el tiempo y los hijos y los nietos son familias catalanas.
Hoy el pueblo catalán pide una independencia, hoy los ciudadanos catalanes quieren dejar el país del que forman parte, y no voy a criticar tales pretensiones, pues bastantes opiniones tenemos ya. Hoy, como hicieron aquellos hippie de los setenta, entiendo que quieren marcharse de casa. Pero quieren independizarse con el respaldo de papá Estado, y así oímos decir al presidente de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Oriol Junquera, poniendo de pantalla a esas familias que emigraron a Cataluña, que se puede mantener una "doble nacionalidad española y catalana" y con ello seguir vinculados a España y, por tanto, a Europa. Con esta propuesta se desprende que cuando quieran ser españoles no tendrán inconveniente en decir: “¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Guardia Civil!”. Y cuando convenga ser de Cataluña no dudarán en decir: “¡Visca Barça i Visca Catalunya!”.
Los hippie de Ibiza después de gastarse el dinero pedían a papá más cuartos sabiendo que papá les enviaría unas cuantas pesetas más (entonces no existía el euro). Pues bien, las embajadas catalanas en el extranjero situadas en barrios lujosos de Nueva York, Berlín, Londres, Buenos Aires, París y Bruselas demandan más de 32 millones de euros al año que obliga al señor Más a recortar en sanidad y educación y a pedir a papá Estado más euros. Por el momento ya ha conseguido más de 11.000 millones de euros extras.
Estos casos son ejemplos que un observador de la calle capta de todo lo que se publica o se dice para defender una independencia de Cataluña y que le traen a la memoria la forma de vida hippie y de conveniencia de aquellos jóvenes. Y es que o te vas de casa o te quedas dentro. Las medias tintas nunca fueron buenas para nadie.
No sé si será conveniente  que Cataluña se separe de España. No sé a quién beneficiará más. No sé si detrás de Cataluña vendrán otras comunidades con las mismas pretensiones. De lo que sí tengo certeza, desde mi posición de observador de ciudadano de a pie, es de que cada día estoy más confuso con las actuaciones y las declaraciones de los políticos, de todos los políticos sin excepción; de que Alemania, que estaba dividida y hoy está unida, le va de “puta madre”; de que con tantos dimes y diretes sobre la independencia, sobre casos de corrupción, sobre los recortes, tenemos abiertos tantos frentes que no terminamos ninguno, echamos humo para tapar otros asuntos y para ocultar éstos volvemos a echar más humo, y así nos va pasando como dice la canción: 

Fumando espero
a la que tanto quiero,
tras los cristales
de alegres ventanales.
 
Y mientras fumo,
mi vida no consumo
porque flotando el humo
me suelo adormecer...

Cuando se crearon las autonomías alguien dijo que con el tiempo a este país (España) no le iba a conocer ni la madre que le parió y hoy yo apostillo: “Ni la que le dio la teta”.

Al gamberro autorizado y subvencionado


martes, 24 de septiembre de 2013

A mediados de los años sesenta mi amigo Andrés me propuso formar parte de un grupo de estudiantes que componían un conjunto musical, vamos lo que toda la vida se ha llamado «una tuna». No lo pensé dos veces y pasé a formar parte del grupo estudiantil, aunque no todos sus integrantes eran estudiantes. Enfundados en nuestro traje de tuno acudíamos a fiestas, actos sociales, desfiles y, como buenos «tunos», rondábamos a las chavalas. Una de estas muchachas, Rosario, nos dedicó una cinta para que prendiéramos de la capa (a esta prenda se adherían cintas de diversos colores con variadas dedicatorias): la inscripción rezaba así: «Al gamberro autorizado». (Para la curiosidad del lector quiero decir que, tanto Andrés como el que esto comenta, aún conservamos dicha cinta no así a Rosario, pues se nos casó con Miguel, un técnico en telefonía, y ahora es de esas españolas por el mundo que viven mejor que San Pedro.) Volviendo al asunto que me ocupa; la dedicatoria que nos hizo era la frase que mejor reflejaba la realidad. Amparados en ese traje de tuno nos permitíamos ciertas licencias (gamberradas) que sin él éramos incapaces de cometer, no porque no nos atreviéramos, sino porque la autoridad competente no lo permitía.
Cuento esto porque en este mes de septiembre he asistido a algunas fiestas patronales que se han celebrado en pueblos de la zona norte de Madrid, y como tales fiestas patronales que se precien no podían faltar dos cosas: el pregón y las peñas. En el pregón siempre ocurre lo mismo: la megafonía falla, se retrasa la hora de comienzo, el alcalde de turno saca pecho por el personaje que ha llevado para proclamar el comienzo oficial de las fiestas, los componentes de las peñas a «su bola», el encargado de la música poniendo decibelios a la noche y, claro, entre tanto alboroto no es extraño que al pregonero no se le entienda lo que dice y, como todos los años, acabe confundiendo el nombre del patrón o de la patrona.
Cuando el pregonero de turno proclama oficialmente el comienzo de las fiestas, entran en acción los componentes de las peñas descorchando botellas de sidra, cava o cualquier recipiente que contenga líquido para empapar a todo lo que se encuentre alrededor de ellos; los encargados de la seguridad (policía) permiten toda esta acción porque estamos en fiestas y hay que ser permisivos; según me cuentan, un año un ayuntamiento reservó una parte de la plaza donde se celebraba el pregón para que las peñas pudieran descorchar todas las botellas de cava y se empaparan ellos mismos, pero este plan no dio resultado porque no hacían la puñeta al prójimo y no se divertían. Hay que tener contentos a las peñas porque al final siempre hay elecciones municipales.
Tras cometer este acto puñetero, como a toque de trompeta, abandonan el lugar para encerrarse en unos barracones (facilitados y subvencionados por el ayuntamiento de turno) para comenzar la algarabía que durará hasta le mitad de la fiesta porque llegados a este punto muchos de sus componentes ya están por el suelo. (Lamentable y bochornoso.)
Otra de las acciones que llevan a cabo es esa especie de campeonato por ver quién consigue llevar la ropa más manchada de vino, más pintarrajeada y con el nombre de la peña más estrambótico; acciones todas éstas que ahora están vistas como cosas de juventud que se tiene que divertir, pues esto ahora y antes sólo tiene un nombre: guarradas.
Y no digamos nada de esas peñas compuestas por adolescentes de corta edad que el único fin es hacer lo que les viene en gana sin reparar en nada; acostarse a las tantas de la mañana o no acostarse y si se puede fastidiar al vecino mejor; en realizar acciones que durante el resto del año no hacen; de los padres que, amparándose en sus hijos, lanzan más cohetes que sus propios retoños; de la costumbre de ir con el vaso (si a un recipiente de medio litro se le puede dar este nombre) en la mano dispuesto para derramarse en cualquier lugar menos en el destinado a tal fin. En estas fiestas populares todo está permitido y todo vale. La policía mira hacia otro lugar. Los ayuntamientos subvencionan estos actos poco cívicos. Parte de la sociedad ve con buenos ojos estas fechorías. Por ello, a todos estos componentes desde aquí les dedico esta cinta de tuno en la que reza: «AL GAMBERRO AUTORIZADO Y SUBVENCIONADO», así con mayúsculas.
En descargo de algunos partícipes en estas fiestas quiero decir que por fortuna queda todavía quién sabe divertirse y disfrutar de toda la fiesta sin hacer la puñeta al prójimo. A ellos, gracias por saber divertirse, por respetar a los que tienen a su lado, por cambiarse la indumentaria de la peña cuando es menester, por saber compaginar la diversión, la educación, el respeto y la higiene personal.

EN GALERADAS


LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA


lunes, 23 de septiembre de 2013

Otro curso


Por Julián Miranda Sanz

 
 
DESDE HACE muchos años con la llegada del otoño comenzamos un nuevo curso. Los políticos, los trabajadores, los estudiantes, los sindicatos, las amas de casa, todos empiezan un nuevo año, aunque éste se celebre el 31 de diciembre.
Todos traemos en nuestras maletas nuevos proyectos, renovadas ilusiones y unas ganas enormes de que, por fin, la crisis, los recortes, los despidos y todas esas cosas que nos hacen la puñeta, se marchen con la prima de riesgo, que el año pasado era nuestro calvario, aunque andando los señores políticos por medio no sabemos si esta pesadilla terminará alguna vez.
Cada día sus señorías nos sorprenden con nuevas frases para hacernos ver lo que no vemos por ninguna parte. Recordemos los célebres “brotes verdes”. Ni los vimos e, incluso, algunos todavía estamos pensando qué podría ser. Este año le ha tocado el turno a Luis de Guindos y nos ha dejado una tarea para este curso: averiguar qué significado tiene la frase “flores de invernadero”. Tanto una como otra parecen expresiones que escuchábamos en las películas de John Wayne y Toro Sentado. Tenemos todo un curso por delante para descifrarla.
Recuerdo la frase que Luis Fernández Santos (compañero en una de las empresas donde trabajé) espetaba a todos los colegas cuando regresábamos de vacaciones: “Las vacaciones, que tal; ¿bien o en familia?”. Durante unos días he dejado de escribir esta columna porque he estado de vacaciones (los jubilados también tomamos vacaciones) y las he pasado “bien”. Mi mujer fue a pasar estos días con una hija que vive en San Pedro del Pinatar. Dice que los “baños de barro” le vienen muy bien para pasar el invierno con menos dolores. Yo creo que es cuestión de fe. Vamos, como lo de las “flores de invernadero”. Más tareas para este curso.
Aprovechando esta ausencia conyugal, fui a visitar a Piti Moreno y Carlos Hernández  (integrantes de Cosecha del 68) a su casa de pueblo y me invitaron a quedarme unos días; los pasé  “bien”, buena comida, sobremesas hasta la hora de la merienda y cenas con canciones de Piti para recordarme que no ha olvidado esos boleros que cantaba junto a la orilla del río a la luz que proporcionaban los faros de un seiscientos. Más tareas: torear la nostalgia.
Por último, quizá me tome otros días de vacaciones a primeros de octubre. Estos los pasaré “en familia”. Espero que si dispongo de wifi pueda escribir esta columna y continuar contando cosas de este verano y comentar las del nuevo curso.
¡Ah! Esperanza  Aguirre también ha puesto tareas para este curso no sólo a los alumnos que estén matriculados en un colegio público, sino a todos los españoles: aprender catalán. Otra frase del verano: “Catalanizar España”. Bueno, ya veremos si realizamos tantas tareas.
 

 

La columna de un exlinotipista


jueves, 12 de septiembre de 2013

Dos jueces

Por Julián Miranda Sanz

LEO ESTOS días en los periódicos dos noticias sobre jueces que me dejan atónito.
La primera hace referencia al juez Castro, encargado del “caso Nóos”. Leo en el diario ABC: “El juez José Castro fue sorprendido en una terraza de Palma de Mallorca tomando una bebida con la abogada de la principal acusación del proceso, Virginia López Negrete. La letrada, jefa del área jurídica del sindicato Manos Limpias, se citó con el magistrado en una terraza de la zona de El Molinar, con vistas a la Bahía de Palma, hacia las siete de la tarde”.
Que un juez y una abogada queden en público para tomarse un refrigerio creo que es una acción normal y que no debería llamar la atención a nadie. Pero si este juez y esta abogada están en orillas distintas del “caso Nóos”, entonces la situación ya no es tan normal y menos cuando días antes hemos podido leer que “el Ministerio Público solicitó que toda la investigación sea trasladada de los juzgados de Palma de Mallorca al Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana”.
Con todos los respetos que me merecen estas dos personas, esta acción de aparecer juntos tomando una copa y que alguien los fotografíe y esta foto salga en los periódicos me parece una escena de cine negro cuando una de las parte contrataba a un detective privado para encontrar el punto débil de un juez y con ello poder demostrar que la imparcialidad de su señoría era dudosa. Tal vez toda esta escena peliculera podría llevarse a la actualidad, y así, en este caso, aprovechando las dudas que pudieran surgir en la opinión pública sobre la imparcialidad del juez poder trasladar toda la investigación del “caso Nóos” a la Comunidad Valenciana como solicita el Ministerio Público.
Quizá el juez Castro no le dé a este hecho la importancia que en muchos sectores de la sociedad se está dando; sin embargo, entiendo que un juez no basta que sea imparcial, sino debe parecerlo.
La otra noticia se refiere a la jueza Ayala, que investiga el caso de los expedientes de regulación de empleo (ERE) fraudulentos tramitados por la Junta de Andalucía.
Después de muchas diligencias, miles de folios escritos, algún que otro detenido, ahora la jueza Ayala pide la imputación de los expresidentes andaluces Griñán y Chaves por los ERE fraudulentos de Andalucía. Ahora que precisamente Griñán deja la presidencia de la Junta de Andalucía y que por ser aforado su imputación tal vez no sea de la competencia de Mercedes Ayala como así lo anuncia la Fiscalía Anticorrupción.
Cuando aparece un caso como este de los ERE de Andalucía, ¿por qué siempre se comienza a esclarecer el proceso por los implicados que aparecen en los últimos lugares en cuando a su posible implicación en el procedimiento judicial? ¿No sería más directo ir en primer lugar contra los máximos dirigentes y a continuación ya se inculparía a los demás? Total, si no es al final sería al principio, siempre sale alguna institución diciendo al juez de turno que se está pasando.
Tranquilos, todo este revuelo se tapará con otro que saldrá enseguida. Siempre ocurre así.
Si me lo permiten sus señorías quiero confesar una apreciación personal: entre la forma informal de vestir del juez Castro y el esmero de la jueza Mercedes Ayala en su vestimenta, me quedo con la exquisitez y elegancia de la jueza. Es cierto que el hábito no hace al monje, pero ayuda.

Y ahora, ¿qué?


lunes, 9 de septiembre de 2013

YA hemos despertado del sueño olímpico, aunque lo hayamos hecho de la manera más brusca, de golpe, como en las peores pesadillas, puesto que nadie esperaba este resultado. Y ahora, ¿qué? Pues ahora empezamos a leer y a escuchar opiniones hechas todas ellas con esas frases manidas que son utilizadas cuando se ha sufrido una derrota.
El sentir general de los componentes de Madrid 2020 es que se ha hecho todo lo que se ha podido y de la mejor manera. Sin embargo, lo que tenían que hacer estos señores es presentar su dimisión, olvidarse del sueño olímpico, marcharse a su casa, y como no les faltaría un cargo para seguir trabajando al día siguiente, al menos no aumentarían el número de parados que hay en España.
Oyendo a Mariano Rajoy durante la defensa de la candidatura olímpica, España no sólo había salido de la crisis, sino que navegaba ya por aguas tranquilas. De navegación plácida, nada de nada. Seguimos con los mismos problemas, si no se acentúan con el comienzo de este nuevo curso político. En declaraciones posteriores a los medios de comunicación, el presidente del Gobierno manifestó que todavía teníamos problemas a consecuencia de la crisis. Nos deja confusos, señor presidente, con tan brusco cambio de opinión sobre la situación de España.
“La primera conclusión es que el mejor proyecto ha perdido”, ha declarado Alejandro Blanco tras la eliminación de Madrid de los Juegos de 2020. Si éste era el mejor proyecto que han podido presentar y sólo ha servido para alcanzar 26 votos cuando estimaban conseguir 47,  es que el plan no era tan genial. Todo lo que comenten ahora son excusas de equipo perdedor. Hay que reconocer que si el trabajo que se le encomendó para conseguir tan deseados Juegos no se ha realizado con éxito, lo mejor es dejarlo, es decir, dimitir, porque este verbo también existe en España, aunque no se conjugue en determinados sectores. Así de esta forma en lugar de dormir sólo  “tres horas y trabajar veintiuna” adoptaría un horario más común.
Después del resultado que la candidatura de Madrid ha cosechado y después de perder tres ocasiones consecutivas, ahora es el momento de retirarse de esta carrera olímpica.  España no está para invertir más dinero en un proyecto que pide derroche, abundancia y ninguna austeridad. Los madrileños y los españoles en general  tienen otras prioridades y todos sabemos, y los políticos más, cuáles son: trabajo, sanidad, educación, investigación y así un largo etcétera. Aunque la mayor parte de las instalaciones deportivas ya está construida, habrá que empezar la revisión de las mismas si queremos seguir presentándonos a sucesivos Juegos, pues para los próximos ya estarán más deterioradas y obsoletas. Vaya usted a saber.
Por último, lo mejor será parar, descansar de tanta carrera olímpica, coger aire y comenzar la otra carrera: la de la recuperación económica y laboral y dejarnos de sueños. Aquí, consiguiendo ganar esta competición, todos habremos logrado el oro olímpico más importante que un país puede obtener. Entonces, cuando esto se logre, podremos decir “España tiene sentido”.         

La columna de un exlinotipista


domingo, 8 de septiembre de 2013

"Bienvenido, Mister Marshall 2"

Por Julián Miranda Sanz

OTRA VEZ eliminados. En esta ocasión fue a las primeras de cambio. Tras anunciar el presidente del Comité Olímpico Internacional el empate a puntos con Estambul, la sombra de la eliminación se cernió sobre España especialmente sobre Madrid, y así fue en la segunda votación: Madrid, a casa.
Se podía quedar eliminado, pero al menos llegar a la finalísima y que fuera lo que Dios quisiera y los politiqueos te turno dispusieran. ¿Interesaba políticamente más Tokio que España o Estambul? Quizá. Al parecer habrá cambios en la dirección de la presidencia del COI y ya se sabe lo que puede ocurrir en estos casos: que el nuevo presidente tenga preferencias por otras ciudades y ortos proyectos.
Suposiciones y cábalas aparte, cada uno es libre de pensar lo que quiera,  la realidad es que la delegación olímpica nos  ha venido mostrando la candidatura olímpica de Madrid 2020 como un proyecto ilusionante, convincente, excepcional, y por ello llegamos a pensar que esta vez era la buena y definitiva.
El ayuntamiento de Madrid fue engalanando la ciudad, las cadenas de televisión y las emisoras de radio dedicaron programas especiales por tan magno acontecimiento y los ciudadanos de Madrid salieron a la calle y ocuparon el lugar estratégico y emblemático de la ciudad: la Puerta de Alcalá y Cibeles,  y la alcaldesa de Madrid desde el balcón de Buenos Aires proclamaba que como Madrid “na”, que diría un castizo, y que esta vez las Olimpiadas sí pararían en Madrid.
Todo estaba dispuesto para que esta vez los Juegos de 2020 se quedarán en la capital de España, pero al igual que en la película de García Berlanga ¡Bienvenido, Mister Marshall!, los Juegos pasaron de largo y a los ciudadanos de Madrid se les quedó la misma cara que a los paisanos de Villar del Río cuando vieron pasar a los americanos de largo.
No voy a analizar las presentaciones de los miembros de la delegación de Madrid 2020, pero me dio la sensación que íbamos de sobrados. Con la que está cayendo. Sólo una apreciación al discurso de Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno hizo una defensa de la candidatura olímpica de Madrid más propia de una alocución política en el Congreso, y cuando en la rueda de prensa que se celebró después de las diferentes exposiciones por parte de los componentes de la delegación española un periodista le pidió alguna razón que le convenciera para votar la candidatura de Madrid, Rajoy se limitó a explicarnos cómo habían sido los Juegos de Barcelona 92. Eso ya lo sabíamos, señor Rajoy.
Por otra parte, con todos los líos que tenemos abiertos en España y que no terminan de cerrarse, léanse aumento del paro, la crisis económica, los recortes por doquier, casos de corrupción política (supuestamente, eso sí), accidentes graves que no terminan de aclararse (“caso Madrid Arena”, descarrilamiento de Santiago), la “operación Puerto” que ahí sigue todavía y por si todo esto fuera poco, ahora nos sale el “caso Casillas”. Con todo esto danzando no es extraño que los Juegos pasen de largo una vez más.
En la exposición que hizo Ana Botella nos decía lo maravilloso que es tomar un café con leche en una de las terrazas de la Plaza Mayor. Tiene razón. Pero puestos a recomendar, un bocadillo de calamares con caña de cerveza en el Brillante de la glorieta de Atocha (plaza del Emperador Carlos V, para los que lleguen a Madrid) tampoco está mal y además para quitarnos el mal sabor de boca que nos ha dejado la eliminación de Madrid o para festejar cualquier triunfo es más adecuado. Y seguro que les gustaría más a todos los miembros del Comité Olímpico.
Ana Botella dice que Madrid continúa teniendo “muchos retos que afrontar”. Esperamos que el reto Eurovegas no termine siendo ¡Bienvenido, Mister Marshall! 3.

Vicente del Bosque, el Ecualizador


sábado, 7 de septiembre de 2013

Por Julián Miranda Sanz



CORRÍA LA TEMPORADA  2001-2002 y Del Bosque, entrenador del Real Madrid por entonces, quitó la titularidad a Casillas, que venía de ganar la Octava jugando de titular y defendiendo más que aceptable la portería del Real Madrid,  para dársela a César Sánchez, que había fichado por el club blanco en 1999, quien fue titular hasta que en la final de la Copa de Europa el 15 de mayo de 2002 se lesionó y tuvo que dejar su puesto a Casillas. Posteriormente, César  sólo jugaría los partidos correspondientes a la Copa del Rey. Fórmula que emplean los entrenadores cuando quieren estar a bien con Dios y con el diablo.
En aquella ocasión Del Bosque justificó la suplencia de Casillas en la baja forma que atravesaba el portero madridista, y punto.
Desde entonces (temporada 2001-2002) ha pasado mucho tiempo y es otra vez  Vicente del Bosque el que en esta ocasión con la disputa del partido de selecciones entre Finlandia y España (7 de septiembre de 2013)  deja en el banquillo a otro portero en plena forma, siendo titular en su equipo y jugando todos los partidos, léase Víctor Valdés, para dar paso a Casillas que no juega en su equipo y que está atravesando unos momentos difíciles por todos los comentarios que su suplencia ha desatado. A pesar de que el entorno de Casillas diga que está bien, a Iker se le sigue viendo triste hasta en las fotos.
Por estas acciones podemos decir que Vicente del Bosque es como el ecualizador de nuestro equipo de música que empleamos para escuchar la música a nuestro gusto, aunque la distribución de los sonidos graves y agudos no sea la más correcta. En esta ocasión al gusto que más le convenía a Vicente del Bosque.
Cuando a la finalización del partido Finlandia-España, le preguntan al seleccionador español por qué Casillas y no Víctor Valdés, Del Bosque se nos va por los cerros de Úbeda diciendo que el tiempo pondrá a cada  uno en su sitio, y punto. (Declaraciones como las que hace Mourinho, aunque con palabras diferentes, pero en el fondo iguales.)
Efectivamente, señor Del Bosque, el tiempo siempre actúa de juez y a veces más rápido de lo que parece. No hace mucho tiempo usted respondía a una pregunta sobre quién iba a la selección diciendo que al equipo nacional no acudía nadie por ser guapo, simpático o tener ciertos galones. Pues bien, el tiempo de este Finlandia-España empieza a ponerle a usted, señor Del Bosque, en su sitio: Casillas juega por sus galones y para que a usted no le caigan críticas.  Valdés, siendo el portero más en forma actualmente, una vez más le deja en el banquillo y a Reina ni se le nombra. Por cierto, señor Del Bosque, ¿no le recuerda Pepe Reina a Manolín Bueno, eterno suplente de Gento? Este era un partido para que jugara Reina. A veces la amistad y la diplomacia nos hacen flaquear. 

La columna de un exlinotipista


viernes, 6 de septiembre de 2013

"Apúntate a..."

Por Julián Miranda Sanz

NO COMPRENDO por qué cuando te jubilas tienes que realizar más actividades: debes salir más de casa (vamos, que si el techo de la habitación se cae, que no te pille dentro); viajar más, ya no basta con desplazarse en metro o cualquier otro medio de transporte, hay que apuntarse a todos los programas sociales habidos y por haber, a los mayores de cincuenta y cinco, ofertas de otoño, lo que sea con tal de no parar. Sin contar la natación, el gimnasio, los cursos de pintura, de informática, de punto de cruz, de cocina, los bailes de salón… Parece que con la jubilación quisiéramos recuperar el tiempo que no hemos tenido para nuestro solaz durante la vida laboral.
Esta vorágine me trae a la memoria unas vacaciones en Semana Santa que pasé en Roquetas del Mar; eran las primeras vacaciones tras cambiar las costumbres religiosas y las procesiones se combinaban con la playa. Días antes de que llegaran esos días religiosos que antaño eran de fervor y recogimiento, pasaba mis vacaciones en esta localidad de Almería. Todo era un remanso de paz en el hotel y fuera de él. De repente, toda esa tranquilidad se vio alterada con risas estridentes, carreras de niños por escaleras y pasillos, reprimendas de los padres a sus retoños, ruido de maletas, prisas en el restaurante… Parecía como si el mundo tuviera los días contados y había que hacer muchas cosas en poco tiempo. Cuando llegó el Domingo de Resurrección, la tranquilidad y el sosiego regresaron nuevamente al lugar, y el sol continuó saliendo por el mismo sitio.
Aquellos nervios, aquellas prisas, el querer realizar muchas actividades lo comparo con la obsesión que tienen algunos jubilados por apuntarse a todo una vez que han cesado en su vida laboral. Demos también tiempo a esta nueva etapa en nuestra vida. Al final cuando dejemos este mundo, si pudiéramos hablar siempre nos habrán quedado cosas por realizar y el sol seguirá saliendo por el mismo lugar.
Entiendo que el tiempo de la jubilación es para que cada persona realice actividades que le gustan y que durante su vida laboral no ha podido llevar a cabo.
Lo que no comprendo es por qué hay que apuntarse a determinadas ocupaciones si antes de jubilarte no eran de tu agrado y nunca te interesaron y continúan sin preocuparte. Además, todas estas inscripciones también cuestan dinero y la suma de todas ellas puede alcanzar una cantidad al menos interesante.
En cuanto a este servidor, seguirá haciendo lo que quiera: viajará pero a su aire (haciendo paradas donde quiera), hará ejercicio sin necesidad de gimnasio (cuidado con los esfuerzos, pues a ciertas edades ciertas precauciones), aprenderá cocina con los cientos de programas que emiten las televisiones, no hará bailes de salón porque ya los hace en la cocina al son del MP3, etc., pero sobre todo tratará de vivir y disfrutar los días que le queden con cosas sencillas y cotidianas (desayunar lo que quiera, ver crecer los árboles, poder tomarme un vaso de agua, dormir en mi cama, mirar escaparates), actividades que por tenerlas tan cerca de nosotros no las apreciamos.
“Apúntate a…”, me dicen por todas partes. Yo les respondo: “No me apunto a nada”. Una cosa buena que he descubierto en la jubilación es que puedo decir NO dondequiera, como quiera y a quien quiera, aun a la parienta, que no es poco.

La columna de un exlinotipista


jueves, 5 de septiembre de 2013

La conducción

Por Julián Miranda Sanz

EN VERANO AUMENTAN los desplazamientos por carretera y con ello la Dirección General de Tráfico pone en marcha las campañas destinadas a evitar accidentes. Toda iniciativa, no importa saber de quién parte, para evitar percances con fatales consecuencias es bien acogida. Pero no basta con aceptarla, también debemos aportar nuestra colaboración en forma de prudencia y sobre todo de respeto a nuestros semejantes.
Es aquí en lo del respeto a los demás donde veo que para algunos este precepto se les hace muy cuesta arriba. Vemos cómo no respetan un paso de cebra o aparcan como quieren y les viene en gana y, claro, si empiezan así saltándose estas normas tan básicas y tan simples, no serán capaces de respetar nada.
Afortunadamente es una minoría quien así actúa porque si no estábamos apañados, pero con irresponsables que campen a sus anchas seguiremos viendo cómo se cometen imprudencias al volante diariamente: hablar por el móvil, adelantamientos indebidos, no respetar las distancias de seguridad y así un largo etcétera. Para estos personajes sólo hay un eslogan: “¿Y qué pasa?”.
Es cierto que cometiendo estas infracciones quitan puntos, hay sanciones económicas, pero también es cierto que cada día vemos u oímos en los informativos que tras cometer este tipo de delitos no pasa nada, y siguen conduciendo.
También con el verano proliferan los conductores que circulan con el brazo izquierdo por fuera de la ventanilla y por ello sujetan sólo con una mano el volante. Esta actitud la veo como un acto de estar por encima de todo pero especialmente la veo como una gran falta de respeto a todos los que circulamos por las carreteras, pues a cualquier contratiempo que les surja no podrán reaccionar con rapidez.
Así pues, señor infractor, ponga un poco de cuidado y propóngase cada día cometer una imprudencia menos. Todos se lo agradecemos.
Por último, si lo de conducir con el brazo por fuera de la ventanilla y llevar sujeto el volante sólo con una mano es por cansancio, lo más conveniente es parar un momento. Tanto al volante como a la pareja lo mejor es agarrarlos con las dos manos y lo más fuerte posible. 

A vueltas con el 0,25 de las pensiones


miércoles, 4 de septiembre de 2013

DURANTE estos días de principios de septiembre se viene hablando y mucho de las pensiones. El año pasado fue la prima de riesgo quien acaparó todas las portadas de los periódicos. A este paso vamos a tener que nombrar el “tema del verano” cual si de las canciones se tratara. Sin embargo, todo este asunto de las pensiones es mucho más serio. Seamos serios.
La ministra de Empleo, Fátima Báñez, nos anuncia la subida de las pensiones como una gran noticia. Leído así, la cosa pinta bien, pero si seguimos leyendo vemos que la tal subida representa el 0,25 por 100 y si las cosas se dan bien pueden llegar hasta el 0,25 más el IPC.
Sinceramente, yo no entiendo si el 0,25 por 100 es mucho o poco, porque esta apreciación depende con lo que se la compare, ni tampoco sé cuánto será el IPC. Por eso, tiro de regla de tres, que ésta sí que soluciona problemas al menos hasta que algún ministro de Educación tenga la ocurrencia de suprimirla en alguna reforma educativa, y veo con asombro que en el mejor de los casos la subida para una pensión tirando por lo alto supondrá tres euros al mes.
Señora Fátima Báñez, con semejante subida me deja confuso; no sé si seré capaz de administrar tan importante emolumento, aunque más bien como decían en mi pueblo: para este viaje no hacían falta alforjas.
Otra de las causas que pesan sobre las pensiones es que la esperanza de vida es más alta. Pues naturalmente que tiene que ser más alta: estamos mejor alimentados, hacemos más ejercicio físico, la medicina ha avanzado y por esto y otras cuestiones en un reciente estudio se refleja que los españoles hemos aumentado en estatura.
Señora ministra, por esto no creo que ponga en duda que tenemos que tener mejor salud o es que piensa que deberíamos de estar como cuando se tomaba Cafiaspirina que lo mismo valía para un roto que para un descosido. Todo avanza menos las previsiones que un gobierno debe tomar referentes a las pensiones, ya que todas o casi todas (siendo optimista) se pierden en insulsos debates o en comisiones infructuosas.
También tienen cabida en este asunto de las pensiones algunos periodistas que acuden a las tertulias radiofónicas y parecen que quieren sentar cátedra con sus opiniones. Hace unos días escuché en uno de esos coloquios decir a un periodista (lamento no saber su nombre, pero sí recuerdo que la tertulia se emitía desde Radio Nacional de España un martes por la noche) que como ahora las personas vivíamos más años y se alcanzaba la cifra de los cerca de noventa años era mucho tiempo para estar cobrando una pensión del Estado; es decir, que los pensionistas deberíamos morirnos antes y a ser posible de repente (esta última frase es del autor de este comentario) y así ni en medicinas haríamos gasto.

Otra contertulia en el mismo programa apostilló, haciendo referencia al 0,25 por 100, que ya quisiera para ella esta subida todos los años en su sueldo. Como usted no pudo escuchar lo que contesté al oír su comentario se lo transcribo (aunque tampoco llegue a sus oídos): “No se preocupe, señora periodista, que si con esa subida usted es feliz yo se la ingresaría en su nómina todos los meses no vaya a ser que se deprima y diga más incoherencias [aquí dije otra palabra] en las tertulias radiofónicas”.

La columna de un exlinotipista

Del pisito a la residencia para mayores

Por Julián Miranda Sanz

EL PASADO 24 de agosto, Antonio, Abelardo, Pablo y el que suscribe acudimos, como cada último sábado de mes, a la residencia para mayores donde se encuentra ingresado Federico desde hace dos años. (En otra ocasión les pondré al corriente de quién es quién.) 
Federico es un amigo de hace mucho tiempo, de los que particularmente llamo "cosecha del 68" y no porque esté relacionado precisamente con algún vino, sino porque forma parte de una pequeña cuadrilla de amigos que se fundó allá por 1968. La vida, incluso en el peor de los casos, siempre le sonreía. Era una persona emprendedora, y tras pasar por diferentes puestos y oficios, llegó a montar un bar. El negocio prosperó y fue ampliado a restaurante. Se casó con la cocinera que tenía empleada en el restaurante.
Sin embargo, un mal día, la vida dejó de sonreirle y Ana, su mujer, falleció de un infarto mientras estaba en la cocina del restaurante. Desde ese día Federico, que quería a su mujer hasta enloquecer, no levantó cabeza. Cayó en una depresión y no podía acudir al restaurante porque veía a Ana por todas partes. Tras varios tratamientos, no sólo no superó la depresión, sino que sufrió un ictus y la situación se complicó. Se encontraba solo (no habían tenido hijos, y sólo tenían sobrinos). Los amigos le ayudábamos lo que podíamos, y los sobrinos, también. Después de varios tratamientos, costosas recuperaciones y mucha fuerza de voluntad, mejoró, aunque todavía le quedan secuelas.
Un día que estábamos reunidos en su casa nos dice que está decidido a dejar su pisito, su negocio e ingresar en una residencia para mayores. Vende el piso y el restaurante para costearse la residencia y los cuidados que aún necesita y con estas ventas también pierde la poca ayuda que le dispensaba algún sobrino (sólo le cuidaban por el interés).
Hoy vuelve a estar contento y a ser una persona feliz. Esto nos lo dice siempre que le visitamos. Y todo porque, según nos comenta, no da "guerra" a ningún ser querido, se ha dado cuenta de la clase de sobrinos que tenía (siempre les ayudó: en el trabajo, en los estudios y hasta con los vicios) "pero eran unos interesados, ya ni me llaman por teléfono", dice. Las únicas visitas que recibe son las de la "cosecha del 68". Recordamos tiempos, echamos una partidita al dominó. Y nos vuelve a decir soy feliz porque no he hecho daño a nadie, he ayudado a todo el que me lo pidió y cuando Dios quiera me reuniré con mi Ana y juntos pasearemos por allí arriba (señalando hacia el cielo).
"Amigos, sólo tengo lo puesto y poco más, pero cada noche al acostarme tengo lo más preciado que una persona puede poseer: la conciencia en paz, os quiero." Con estas palabras se despide siempre de nosotros.
Hasta otro día, Federico, hoy has vuelto a impartir otra magistral lección de humildad que todos nosotros apreciamos porque sabemos que tanto cuando tenías como cuando  no disponías de nada eras el mismo y siempre estuviste al lado del que te necesitó. Gracias, amigo.

Septiembre: la vuelta de un jubilado


martes, 3 de septiembre de 2013

CON la llegada de septiembre todo o casi todo vuelve a la rutina diaria (bendita rutina): los madrugones, los atascos, las prisas, la mala leche, la Liga, la Champions, la falta de aparcamiento, las subidas y, cómo no, las colecciones por fascículos.
También con el final del verano los jubilados volvemos a nuestra rutina: el desayuno con galletas, ir al mercado o al súper, volver al mercado («no te importa ir a comprar... que antes se me ha olvidado...», te dice la mujer), recoger la ropa del tendedero, recoger a los nietos a la salida del colegio, acudir a la farmacia a por las medicinas, comer las acelgas y el pescado hervido, visitar a la enfermera para que nos tome la tensión y a la salida de la consulta pasar por el centro comercial («ya que te pilla de paso, no te importa...», nos vuelve a proponer la mujer), hasta un largo etcétera, pasando por poner lavavajillas o recoger la ropa de la plancha, que se repite día tras día.
Aunque todo esto parezca agotador, yo particularmente lo prefiero. Estas vacaciones de verano (si se pueden llamar así a los días que un jubilado disfruta fuera de su casa), las primeras que tengo, han sido para pensárselo dos veces si se repitiesen, ¡qué trajín!
Atrás quedaron los excesos en el desayuno, comida y cena por eso de los bufés libres, las carreras hacia la playa para reservar un buen sitio a la «parienta» (en este menester casi nunca aciertas), el paseo por la orilla de la playa (sorteando toda clase de obstáculos), ducha, comida, visitar tiendas, de nuevo playa, más tiendas, cena temprano y... al baile (que hay que hacer ejercicio) y como ya somos maduritos y no estamos para bailes «agarraos», que ya pasó el tiempo, pues ¡hala marcha! Y entonces viene todo el repertorio: desde los pasodobles, rancheras, «los pajaritos» hasta, como no podía ser menos, Paquito el Chocolatero y el No rompas más mi pobre corazón que pone fin a la fiesta a horas intempestivas, y a la mañana siguiente «¡vamos!, a madrugar para que nos cunda el día», oigo decir a mi mujer. Y así toda la quincena. Yo prefiero la rutina del invierno, aunque tenga que comer acelgas sin sal. Porque dos quincenas a este ritmo es «demasiao», que diría un castizo.
También durante las vacaciones encontramos la variante de los viajes organizados por diferentes lugares de Europa. Esos viajes en los que llegas a una ciudad, duermes, y a la mañana siguiente desayunas y sales pitando con una magdalena en la mano hacia otro lugar para visitar, antes del almuerzo, los sitios más importantes y por la tarde nos muestran las tiendas o destilerías (y a gastar cuartos en cosas que cuando llegas a tu casa no hacen nada más que estorbar), cuando nos sentamos a la mesa para cenar ya estamos en otra ciudad sin enterarnos, y así durante ocho días y siete noches. Al final del viaje hemos conocido (o mejor hemos pasado) por cinco o seis ciudades y estamos confusos.
No sé si me adaptaré a estos ritmos, pero por el momento no estoy preparado. Me quedo con mi rutina diaria.

EN GALERADAS

Tata Martino, Bale y un jubilado


domingo, 1 de septiembre de 2013

H ACE unos días leía en la prensa unas declaraciones del entrenador del Barcelona, el argentino Tata Martino, en las que manifestaba que el precio del fichaje de Bale por el Real Madrid le parecía casi «una falta de respeto para el mundo general» por la cantidad de millones de euros que el club blanco pagaría por su traspaso.
Señor Martino: tal vez no le falte razón al hacer este comentario, y si para usted se trata de una cantidad de dinero escandalosa, fíjese para mí que soy un pensionista con una pensión baja.
Sin embargo, puestos a opinar lo que es escandaloso para el mundo general, habría que saber qué opinan sus paisanos del sueldo que usted recibe por parte del Barcelona y del contrato que tiene el señor Messi, quizá a ellos también les parezca una falta de respeto para el mundo argentino. Sí le puedo decir lo que a un pensionista le resulta «una falta de respeto»: es cuando va a comprar y comprueba que cada día suben los precios en el mercado, cuando le recortan la pensión, cuando lee que famosos deportistas defraudan (eso sí, supuestamente, faltaría más) a Hacienda o cuando deportistas de élite afincados en España niegan su apoyo a una candidatura olímpica (¿quizá por ser ésta la de Madrid 2020?), entre otros casos, que no están en su mundo, señor Martino.
En cuanto a Bale, su fichaje es cuantioso, pero si este jugador responde con goles (al menos dos por partido, teniendo en cuenta que Ronaldo marca de promedio un tanto por encuentro), señor Martino, en poco tiempo nadie se acordará del precio de su fichaje; ahora bien, si Bale no responde a las expectativas en él depositadas, entonces resultará un timo y también una falta de respeto para los jubilados y los que no lo son.

EN GALERADAS

ENTRE LA FICCIÓN
Y LA REALIDAD





Jubilado noctámbulo

EL DÍA EN GALERADAS
Jueves 16 de enero de 2020

Y ahora a por el Oscar
CONOCÍAMOS varias facetas de la vida de Pablo Iglesias, pero tras ser designado vicepresidente del gobierno de Pedro Sánchez, ha salido a la luz la verdadera vocación de Pablo Iglesias. Con su nombramiento para formar parte del nuevo gobierno progresista y de coalición y feminista y populista y oportunista y veleta se han confirmado los rumores que desde hacía tiempo venían rondando por esta redacción sobre una de las pasiones ocultas del exultante líder de Unidas Podemos: el cine.
Por ello es por lo que hoy publicamos el cartel que anuncia la última película que el gran actor Iglesias ha protagonizado: El hombre del Oeste, filme producido y dirigido por un novel director Sánchez. Con esta película, tanto el director como el actor quieren rendir un homenaje a la España del «blanco y negro» (representada en un mítico Kirk Douglas) y a la España del tecnicolor (personificada en el legendario Alfredo Landa), sirviendo como nexo de unión entre ambas el ya populista Pablo Iglesias, que lo mismo interpreta un drama o una comedia o un wéstern o una vicepresidencia.
Lástima que por demorarse su elección como ministro no pueda optar a los Oscar y haya llegado tarde para competir con Antonio Banderas por el premio a mejor actor. Pero démosle tiempo a este nuevo intérprete del séptimo arte que se atreve con todos los géneros de la interpretación.
Desde el pasado lunes 13 de enero se proyectan en las Salas de la Carrera de San Jerónimo los filmes más destacados de Pablo Iglesias. Títulos como El pisito, No sin mi Irene, Los tramposos, Deprisa, deprisa, Furtivos, Amantes, Mentiroso compulsivo o El Azotador, entre otros.
Desde esta columna deseamos a Pablo Iglesias los mayores éxitos en el desempeño de su nueva faceta por el bien suyo, por el de Irene, por el de Pedrín (el de Roberto Alcázar), por el populismo, por los que se han ido y por los que quieren irse y por los que llegan, por los del feminismo, por los LGBT, por los del cambio climático, por los colectivos marginados, por los de Teruel, por los del centro (bueno, por éstos no), por los que creen en la igualdad entre las mujeres y los hombres… Por todos ellos y todas ellas sí se puede.

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 25 de diciembre de 2019

Las necesidades del espíritu
DOS veces al año, desde que me divorcié, quedo con mi amigo Andrés. Una cita es a principios de verano y la otra, cuando se acercan las Navidades. Si la cita corresponde con el tiempo de verano, solemos quedar en cualquier lugar del Levante y si el encuentro es durante la Navidad, nos citamos en cualquier restaurante de la Gran Vía madrileña. «Nuestra» Gran Vía.
A Andrés lo conozco desde aquellos años de juventud en que cada fin de semana echábamos nuestras partidas de billar y frecuentábamos discotecas en busca de muchachas que quisieran compartir con nosotros esos momentos que nuestra juventud nos demandaba entre la gloria y el infierno y que tenían lugar en un piso de alquiler en el que, aparte de estos encuentros compartidos, organizábamos partidas de cartas con otros amigos del barrio, celebrábamos cenas con largas sobremesas en las que cada uno a su manera contaba de qué forma podríamos vivir un futuro en libertad y en democracia; también solía contarse alguna que otra trola. Pues bien, aquel piso de alquiler era además la vivienda de Andrés.
Atrás quedaron todas aquellas aventuras amparadas en una loca y, en ocasiones, irresponsable juventud. La vida nos condujo unas veces por donde quiso y otras, por donde nosotros queríamos caminar o al menos eso pensábamos. Nuestros encuentros de juventud se desvanecieron por la situación laboral de cada uno de nosotros. Andrés marchó a trabajar durante largas temporadas a Londres y con ello nuestra relación se limitó a algunas cartas o a algunos encuentros esporádicos durante las vacaciones de verano que aprovechábamos para visitar algún lugar de moda durante la época estival. Sin embargo, cuando nuestra amistad se tambaleó hasta caer en un abismo fue cuando durante unas vacaciones de verano conocimos a dos jovencitas que a la postre fueron nuestras esposas. Vamos que nos casamos por la Santa Madre Iglesia y hasta que la muerte nos separase. Sin embargo, no fue la muerte quien nos separó, sino otras circunstancias que ahora no vienen al caso y que algún día desvelaré. Pero volvamos a mis encuentros con Andrés. En esta ocasión nos citamos en un restaurante de la Gran Vía. La emblemática calle de Madrid había sido engalanada con las luces que anunciaban la Navidad y por sus aceras transitaban ciudadanos, unos llegados de provincias y otros, lugareños, que ponían cierto colorido a la noche madrileña.
Andrés y yo contemplábamos toda esa fauna consumista como lo veníamos haciendo desde hacía muchas Navidades. Sin embargo, con el paso de los años, todo era distinto. Habían cambiado los locales, los cines, las salas de fiesta, los transeúntes... Había cambiado hasta la propia Gran Vía y, por supuesto, nuestras conversaciones, nuestras necesidades y, claro, nosotros mismos.
Es curioso comprobar cómo tu top de prioridades va experimentando variaciones con el paso del tiempo y, por ello, las necesidades espirituales sufren tantas variaciones como si de una bolsa de valores se tratara. Y a esas prioridades del espíritu son a las que Andrés y yo dedicamos nuestros encuentros gastronómicos y anuales. Al principio de estas reuniones, cuando teníamos unos cuanto años menos, nuestras conversaciones fluían al amparo de una cena sobre nuestros proyectos, nuestra vida laboral, nuestros ideales políticos, nuestro número de conquistas amorosas y de las no amorosas, nuestras aficiones y, a veces, hasta de nuestra familia, sin darle importancia al verdadero anfitrión de la mesa: el menú. A continuación nos trasladábamos a cualquier sala de fiestas o discoteca para concluir en no se sabía bien en qué cama ni quién era la morena o la rubia que teníamos junto a nuestro cuerpo desnudo.
El tiempo pasa inmisericorde y con él pasa nuestra vida. Deja de importarnos la política. De la oficina, ni hablar, tan solo algún vago recuerdo sin importancia. De la familia... de la familia, mejor dejarla correr como al agua. Las aficiones: las que nos gustan ya no podemos practicarlas y las que podemos practicar no nos agradan. Los amores... pues los amores ni correspondidos ni sin corresponder, salvo algún escarceo ocasional. Y de los alimentos, ¿qué? Pues que el que no perjudica al riñón hace daño al hígado o te sube el colesterol. Vamos, que estamos a punto de pasar esa raya que marca la frontera entre vivir una vida de privaciones de toda clase y comenzar a tomar pastillas para toda clase de remedios.
Por ello, en las comidas o cenas que celebro junto a mi amigo Andrés, por un lado, nos saltamos toda clase de recomendaciones, tanto de las médicas, de las sociales, de lo políticamente correcto como de las que nos inculcó la Santa Madre Iglesia condenándonos al fuego eterno si no cumplíamos sus preceptos y, por otro, mandamos al diablo todas las privaciones y nos ocupamos de esas necesidades del espíritu de las que los médicos no tienen ni idea y disfrutamos, al menos dos veces al año, de lo que son los placeres de la vida: un buen amigo, una exquisita cena sin restricciones y con su correspondiente sobremesa regada con un buen coñac, un paseo por los santos lugares de antaño, unas copas y una compañía femenina de coalición. En pocas palabras, lo que toda la vida se viene llamando «echar una cana al aire».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Martes 26 de noviembre de 2019

Cómo dejé de fumar
HACE unos dias leí en la prensa que Robert Norris, más conocido como el «hombre Marlboro», había fallecido a los noventa años y que nunca había fumado. Yo sí fui fumador.
La noticia hizo que me retrotrayese a aquellos años en los que, aún siendo un imberbe, quería imitar e incluso ser el hombre de Marlboro. Transcurrían los años sesenta y a mediados de esa década dejaba la férrea disciplina de un colegio religioso con misa diaria y fiestas de guardar para enfrentarme con un mundo en el que todo me resultaba novedoso, fascinante, ilusionante y hasta turbulento y pecaminoso. Empezaba a ver cómo era la vida fuera de los muros del colegio.
Comencé a trabajar y aparqué los estudios. Descubrí mi barrio y conocí nuevos amigos. La diaria asistencia a misa fue transformándose en visita cotidiana a los billares del barrio. Las clases de matemáticas se convirtieron en lecciones de cómo hacer carambolas en el juego del billar. El amor cristiano que me enseñaron aquellos curas del colegio se convertía en amores paganos y sin duda acreedores de las penas más terribles del infierno.
Durante ese devenir entre lo prohibido y lo permitido, en mi vida irrumpieron el mítico vaquero que anunciaba los cigarrillos Marlboro con su icónico sombrero y Humphrey Bogart con su cigarrillo entre los dedos. Aquellas imágenes me trasladaban a un mundo que representaba para mí el poder, la seducción, la libertad, el placer... y comencé a fumar.
Fumaba porque, entre otras cosas, fumar era bien visto por la sociedad y hasta llegué a creer que ello me reportaba más éxito con las chicas y porque con un cigarrillo entre mis dedos me sentía más seguro.
En alguna que otra ocasión ofrecer un cigarrillo era una forma de comenzar una conversación e incluso servía para llenar esos silencios que a veces se producían durante algún encuentro, llamésmolo amoroso. Me gustaba que cuando salía con una chica, ésta fumara. Encender un cigarrillo y ponérselo entre sus labios o ver la marca que su carmín dejaba en la boquilla del cigarrillo eran situaciones que me proporcionaban grandes dosis de morbo, tantas como las que aún me producen unos tacones de aguja.
Los fines de semana (el resto de la semana fumaba Bisonte o Tres Carabelas) compraba un paquete de Marlboro y lo compartia con mis colegas en los guateques, durante los partidos de pelota en el frontón Madrid o durante las partidas de billar de domingo por la mañana.
Asi, entre bisonte y marlboro, entre el trabajo y los billares, entre charlas con los colegas y conquistas femeninas, fueron pasando los años y cada día iba incrementando el consumo del tabaco. Me encontraba seguro con un cigarrillo en la mano. Esa seguridad me daba fuerzas para emprender nuevas empresas, tanto profesional como personal. Me matriculé en la Escuela Oficial de Idiomas para cursar francés. Y durante un descanso entre clases fui a encender un cigarrillo y en ese momento de búsqueda por los bolsillos tratando de encontrar el encendedor fue cuando una de las chicas cercanas a mí me ofreció una carterilla de cerillas de esas que anunciaban, bien un bar de copas, bien una discoteca. Nos enrollamos.
Ninguno sabía el tiempo que duraría aquello. Sólo teníamos claro que nos gustábamos mutuamente, que queríamos disfrutar sólo el presente sin mirar el futuro y que a los dos nos gustaba fumar y así comenzamos a salir y a despertar partes de nuestra piel que teníamos dormidas. Nuestra aventura navegaba a favor del viento hasta que una de esas tardes que pasábamos en cualquier discoteca ocurrió lo que jamás imaginamos ninguno de los dos que pasaría: comencé a aborrecer el tabaco.
Aquella tarde transcurría como una de tantas otras. Bailamos. Nos besamos. Volvimos a bailar y volvimos a besarnos. Disfrutábamos el presente hasta que ella dio una calada y acercó su boca a la mía en un ademán de besarme.
Yo entreabrí mi boca como había hecho en otras muchas ocasiones esperando sentir su lengua explorando todo mi interior, pero lo que sentí fue toda una bocanada de humo que me produjo náuseas y un cabreo impresionante que tardé varios días en olvidarlo, no así la sensación de ahogo que me produjo aquel beso envenenado, pues cada vez que encencía un cigarrillo y daba la primera calada sentía una sensación de rechazo que me obligaba a tirar el cigarro al suelo y pisarlo con rabia.
Días después, mientras nos besábamos dentro del coche, ella volvió a repetir la misma acción de depositar el humo del cigarro dentro de mi boca con lo que logró que vomitara manchando su vestido y la tapicería del asiento del coche, y cogiendo esta vez un cabreo monumental, que quizá hoy sería catalogado de violencia machista.
Durante los días posteriores iba aumentando mi rechazo al tabaco y al mismo tiempo hacia aquella muchacha. Poco a poco fuimos espaciando nuestras citas hasta llegar al final de aquella aventura que comenzamos con una carterilla de cerillas. Ella se marchó a Granada, no recuerdo a qué. Yo abandoné la Escuela de Idiomas, marché a Gijón de comercial en un concesionario de coches y dejé mi adicción al tabaco.
Todavía hoy conservo aquella carterilla de cerillas y llevo un encendedor en el bolsillo de la chaqueta por si alguien se acerca para decirme: «Por favor, me da fuego».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 20 de marzo de 2019

Todo tiene su fin
ATRÁS quedó 2018. Un año que muchos recordaremos porque se celebró el cuadragésimo aniversario de la  Constitución española o el año que un tal Pedro Sánchez, tras pactar con Dios y con el diablo, se alzó a los altares del poder, disfrutó con un falcón, hizo más viajes que todos los jubilados del Imserso juntos y se aseguró una pensión de lujo de por vida para regocijo propio y señora. Esto es hacer carrera. Al término de su embarazo presidencial (comienzos de 2019), presentó sus memorias y, entre los cambios más sonados mediante decretos-leyes durante su mandato al frente del Gobierno de España, puede atribuírsele el de un colchón para cama de matrimonio. Por el momento no nos consta que también haya cambiado las almohadas y la sábana bajera por decreto-ley.
Sin embargo, para mí 2018 fue el año en el que se cumplieron cincuenta años de la creación de Cosecha del 68. No. No se trata de un vino. Cosecha del 68 obedece al nombre que un grupo de muchachos, allá por el año 1968 y por iniciativa de una jovencita llamada Natalia, decidieron en aquel verano dar nombre propio al grupo que desde hacía un año se divertía los fines de semana, y especialmente en verano, en la discoteca de Chapinería, un pueblo cercano a Madrid. Por ello, aquel verano del 68 fue algo especial para todos los integrantes de aquella cuadrilla (chicos y chicas).
Los fines de semana se sucedían, y la unión y la complicidad de todos nosotros iban ganando enteros. Solíamos reunirnos en Aldea del Fresno, lugar del que algún miembro del grupo era natural o bien sus padres tenían una segunda vivienda. La empatía que reinaba entre nosotros era tal que continuó más allá del verano y fue prolongándose durante el resto de las estaciones. Acudir un fin de semana a Aldea y Chapi fue convirtiéndose para todos nosotros en una fiesta de precepto y en lugar de amoríos para muchos, de amores para otros y de desamores para algunos. Todos ellos alimentados por la brasa que aviva el fuego hormonal propio de una juventud estigmatizada por la censura sexual a la que estaba sometida por el régimen franquista. Cosecha del 68 permaneció unido durante cinco años.
En el verano de 1969, el grupo musical Módulos lanza una de las baladas más destacadas en el panorama musical español, Todo tiene su fin, que acabó con la norma de que las canciones comerciales debían tener cerca de tres minutos de duración. (Años más tarde, esta balada recobró un gran éxito con la versión del grupo cordobés Medina Azahara publicada en 1992.) Está canción fue una de mis preferidas durante aquel periodo. A esta preferencia se sumó Natalia. Con sus acordes nos enamoramos, nos desenamoramos, nos quisimos y nos odiamos. El azar quiso que Todo tiene su fin también fuera el anuncio del final de Cosecha del 68. Poco a poco la cuadrilla fue disgregándose. Unos encontraron pareja fuera del grupo; algunos sufrieron desengaños y decidieron buscar consuelo en otro lugar; otros se trasladaron a otra ciudad e incluso a otro país. Este fue el caso de su fundadora, Natalia, que, tras vivir en varias ciudades españolas, se marchó a Montreux (Suiza) y de la que, debido a la falta de redes sociales y del wasap, no volví a tener más noticias, salvo en un par de ocasiones en las que coincidimos en la feria del SIMO allá por la década de 1980. El tiempo fue pasando y los veranos fueron sucediéndose hasta llegar a 2018.
El verano de 2018 me pilla en Madrid. Los paseos por su Gran Vía me habían ahorrado unos cuantos euros en psicólogos para superar una depresión tras mi separación. Una separación ya muy lejana, pero con heridas que ni el tiempo ha sido capaz de cicatrizar. Heridas más económicas que amorosas, pues mi ex me dejó solo con un póster de la Gran Vía de Madrid por todo patrimonio. El trayecto comprendido entre mi domicilio en la calle de Alberto Aguilera  hasta la plaza de Callao se había convertido en un recorrido cotidiano al atardecer que terminaba contemplando la Gran Vía desde el mirador del Club del Gourmet en El Corte Inglés mientras tomaba una cerveza.
En aquel verano de 2018, Madrid respiraba y vivía las Fiestas del Orgullo Gay. Unas celebraciones que no despiertan en mí interés alguno, aunque debo reconocer que le ponen un punto de color a esa Gran Vía de mis amores y pecados. Una Gran Vía a la que contemplaba una tarde más desde mi atalaya de El Corte, abstrayéndome del ruido que reinaba a mi alrededor.
De pronto, mi ensimismamiento se desvaneció al oír la melodía de un móvil tras de mí. Era aquella misma melodía que puso la banda sonora a unos años de juventud vividos y disfrutados entre la pasión y el odio. Sorprendido, me giré hacia atrás y quedé aún más sorprendido cuando vi quién respondía a esa llamada que acababa de producirse. «¿Sería ella?», me pregunté. Ambos nos miramos con cierto aire de perplejidad.
Cuando la mujer que respondió a la llamada terminó la conversación, se acercó y al llegar junto a mí me susurró: «Chapinería, Módulos, 1973». Sí. Era ella. Natalia Rodríguez del Álamo. Habían pasado cuarenta y seis años desde aquel verano en el que ambos habíamos bailado juntos aquella melodía por última vez. Pese al tiempo transcurrido, Natalia aún conservaba una estupenda figura que resaltaba con un conjunto vaquero. Se notaba que dedicaba parte de su tiempo a cuidarse.
La invité a tomar un café. Aquella complicidad y aquella chispa de antaño pronto aparecieron. El pasado y el presente se mezclaban atropelladamente. Paseamos por Gran Vía mientras hacíamos un repaso a aquellas noches de juventud que vivimos junto a la orilla del río Alberche. La chispa y la química fueron in crescendo y el tercer café se lo llevé a la cama.
El destino o la casualidad, no podría decir en qué proporción, quisieron que la canción de Módulos avivara nuevamente aquellas pasiones y que termináramos aquel asunto que un cabo de la Guardia Civil había interrumpido una madrugada de verano cuarenta y seis años antes porque estábamos quebrantando la moral y la decencia.
A la mañana siguiente de nuestro encuentro acompañé a Natalia a su hotel para que recogiera su maleta y partimos hacia el aeropuerto. Su vuelo para Montreux salía al mediodía. Nos despedimos con un abrazo, y al separarnos Natalia depositó un beso en la comisura de mis labios. Cuando quise hablar, ella poniendo el dedo índice en mis labios y con una sonrisa voluptuosa me dijo: «Por fortuna, Pedro Sánchez aún no ha podido desenterrar a Franco. Jamás perdonaremos al dictador la represión sexual que padecimos la Cosecha del 68».
Minutos más tarde, el vuelo con destino a Montreux partía de las pistas del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez...
Una semana después de la partida de Natalia y mientras hojeaba una revista en la sala de espera del dentista, vi una fotografía de Natalia en la que aparecía detrás de una pancarta a favor de los gais y lesbianas en una de las muchas manifestaciones durante las Fiestas del Orgullo Gay. Aquella muchacha que en 1968 se quitó el sujetador para luchar por una incipiente igualdad de sexos y los derechos de la mujer, cincuenta años después continuaba su lucha.

(Así se fundó, así se reconstruyó y así se desvaneció Cosecha del 68 entre la ficción y la realidad.)

Un Jubilado por la Gran Vía