
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA
Por Julián Miranda Sanz
EN LA DÉCADA de 1960 apareció en los Estados Unidos el movimiento hippie, caracterizado por su pacifismo y su
actitud inconformista hacia las estructuras sociales vigentes, y una década más
tarde esta corriente libertaria emergió en Ibiza, con el amor libre, el consumo
de drogas, como la marihuna o el hachís, y de alucinógenos.
Muchos componentes de este movimiento revolucionario
adoptaron esa forma de vida sufragados con el dinero y el respaldo de papá, por
un lado, y por ir en contra de todo lo establecido como una novedad en su vida,
por otro, sabiendo que el hogar familiar estaba siempre dispuesto para
acogerlos cuando dejaran de ser hippie y quisieran emprender otro modo de vida.
Todo esto sale a colación por la tan traída y llevada
independencia que demanda Cataluña al Estado español y por las declaraciones de
algunos políticos argumentando mil y una razones para alcanzar el
independentismo.
Cuando en los
colegios se estudiaba cuarto y reválida aprendimos que Cataluña era un pueblo emprendedor, trabajador.
Barcelona era el centro de gravedad de
la industria catalana y donde se producía la mayor concentración industrial
española, entre otras cosas. Esto llevó a muchas familias de otras regiones de
España a buscar trabajo en Cataluña y posteriormente a instalarse y formar una
familia que con el tiempo y los hijos y los nietos son familias catalanas.
Hoy el pueblo catalán pide una independencia, hoy los
ciudadanos catalanes quieren dejar el país del que forman parte, y no voy a
criticar tales pretensiones, pues bastantes opiniones tenemos ya. Hoy, como
hicieron aquellos hippie de los setenta, entiendo que quieren marcharse de
casa. Pero quieren independizarse con el respaldo de papá Estado, y así oímos
decir al presidente de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Oriol Junquera,
poniendo de pantalla a esas familias que emigraron a Cataluña, que se puede
mantener una "doble nacionalidad española y catalana" y con ello
seguir vinculados a España y, por tanto, a Europa. Con esta propuesta se
desprende que cuando quieran ser españoles no tendrán inconveniente en decir:
“¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Guardia Civil!”. Y cuando convenga ser de
Cataluña no dudarán en decir: “¡Visca Barça i Visca Catalunya!”.
Los hippie de Ibiza después de gastarse el dinero
pedían a papá más cuartos sabiendo que papá les enviaría unas cuantas pesetas
más (entonces no existía el euro). Pues bien, las embajadas catalanas en el
extranjero situadas en barrios lujosos de Nueva York, Berlín, Londres, Buenos
Aires, París y Bruselas demandan más de 32 millones de euros al año que obliga
al señor Más a recortar en sanidad y educación y a pedir a papá Estado más
euros. Por el momento ya ha conseguido más de 11.000 millones de euros extras.
Estos casos son ejemplos que un observador de la calle
capta de todo lo que se publica o se dice para defender una independencia de
Cataluña y que le traen a la memoria la forma de vida hippie y de conveniencia
de aquellos jóvenes. Y es que o te vas de casa o te quedas dentro. Las medias
tintas nunca fueron buenas para nadie.
No sé si será conveniente que Cataluña se separe de España. No sé a
quién beneficiará más. No sé si detrás de Cataluña vendrán otras comunidades
con las mismas pretensiones. De lo que sí tengo certeza, desde mi posición de
observador de ciudadano de a pie, es de que cada día estoy más confuso con las
actuaciones y las declaraciones de los políticos, de todos los políticos sin
excepción; de que Alemania, que estaba dividida y hoy está unida, le va de “puta
madre”; de que con tantos dimes y diretes sobre la independencia, sobre casos
de corrupción, sobre los recortes, tenemos abiertos tantos frentes que no
terminamos ninguno, echamos humo para tapar otros asuntos y para ocultar éstos
volvemos a echar más humo, y así nos va pasando como dice la canción:
Fumando espero
a la que tanto quiero,
tras los cristales
de alegres ventanales.
a la que tanto quiero,
tras los cristales
de alegres ventanales.
Y mientras fumo,
mi vida no consumo
porque flotando el humo
me suelo adormecer...
porque flotando el humo
me suelo adormecer...
Cuando se crearon las autonomías alguien dijo que con
el tiempo a este país (España) no le iba a conocer ni la madre que le parió y
hoy yo apostillo: “Ni la que le dio la teta”.
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