
/ Julián Miranda Sanz
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LGUNAS veces me han preguntado el
porqué decidí confeccionar este blog con un diseño periodístico y no como la
mayoría de los blogs que podemos ver en la Red. Pues bien. Deseo que estas
explicaciones que doy a continuación calmen esa curiosidad que en muchas
ocasiones invade el corazón de los lectores entre los que yo me incluyo.
Decidí
adoptar el formato de una página de periódico porque con ello rememoraba mi
paso por las artes gráficas y por los talleres de un rotativo vespertino (en
aquella época se editaban periódicos que salían bien por la mañana, o bien por
la tarde). Mi etapa en las artes gráficas se desarrolló concretamente en las
cajas y con el tiempo pasé a las linotipias. En ambas secciones, el trabajo
tenía mucha semejanza con la construcción de un puzle. Había que encajar cada
pieza y cada palabra hasta ver terminada la página, el folleto, la octavilla o,
simplemente, una tarjeta de visita para que el maquinista o minervista pudiera llevar
a cabo su trabajo realizando la impresión mediante las minervas o las máquinas
planas.
Por
ello, hoy, con este blog quiero rendir un pequeño homenaje a aquellos días de
cajista de imprenta. Una de las cosas que aún recuerdo con cariño es lo que con
frecuencia me decía mi jefe de sección, que era un gran aficionado al género
chico: «Te llamas Julián, eres del foro y cajista de imprenta, ganas cuatro
pesetas y no debes “na”, ¿cuándo vas a encontrar a tu Susana, chaval?» en clara
alusión a mi nombre y mi oficio con el personaje Julián de La verbena de la Paloma.
Con el tiempo, la encontré; pero ni era morena, ni del foro, ni se llamaba
Susana.
Por
otra parte, también incluyo en la columna de la derecha a tres personajes que, por una u otra razón, forman, sin ellos saberlo, parte de mis recuerdos. Como podéis comprobar estos tres maestros son, por orden de aparición
en la columna, Antonio Fraguas (Forges), Iñaki Gabilondo y Karlos Arguiñano,
con quienes tomaría gustosamente un café en la Gran Vía madrileña.
Forges
fue compañero de periódico (él, en la redacción y yo, en los talleres). Con sus
viñetas me enseñó el humor. Cuando cerrábamos la edición diaria y tomaba en mis
manos el períódico todavía oliendo a tinta lo primero que miraba era el chiste
que publicaba Forges y todavía hoy continúo haciéndolo, aunque ya a través de Internet.
Iñaki
Gabilondo me acompañó en el desayuno durante muchos años. A las seis de la
mañana cuando empezaba Hoy por hoy y
la voz de Iñaki nos daba los buenos días ahí estaba yo con mi primer café antes
de salir hacia el trabajo. Después continuaba escuchándolo en el coche. Iñaki
me enseñó a amar aún más la radio. Sus comentarios sobre la actualidad contribuyeron
a que enfocara las cosas con seriedad y rectitud y, sobre todo, con una gran
profesionalidad. Aún recuerdo aquel saludo el día de
Navidad: «¿Hay alguien ahí?», preguntaba Iñaki. Pues sí. Sí que había alguien.
Gracias, Maestro.
Por
último, Karlos Arguiñano. El maestro de la cocina y, al igual que yo, de la
«Cosecha del 68», hizo que en mí despertara ese amor hacia la cocina y los
fogones. Con sus recetas sencillas ha conseguido que yo sea capaz de desenvolverme
en la cocina y preparar una comida y no pasar apuros ni tener que recurrir a la
llamada del Telepizza para solventar situaciones en las que mi parienta tenga
que estar ausente por cualquier causa. (Gracias mi Niña por confiar en mis
comidas y por tu apoyo.)
Quizá algún día pueda tomar ese café en Gran Vía con los tres maestros o con
alguno de los tres; nunca se sabe y en ocasiones los sueños se cumplen.
Y
haciendo mutis por el foro, espero que esta pequeña explicación calme la
curiosidad de algunos lectores.