A ISABEL, por su paciencia y otras cosas. A PEDRO y ESPINOSA, mis primeros jefes. A FERNANDO, profesor de artes gráficas. A LUIS, buen jefe y, sobre todo, persona. A TONI, ahora más que nunca.
NOSOTROS, LOS DE ENTONCES, YA NO SOMOS LOS MISMOS

Algunos personajes o hechos que aparecen en estas galeradas son completamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
RAFAEL MERINO RAMÍREZ | Jubilado
Julián MIRANDA SANZ
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Y el ganador es...


lunes, 30 de junio de 2014

La columna de un exlinotipista
/ Julián Miranda Sanz

D
ESDE que a primeros de junio  Mariano Rajoy anunció la abdicación de Juan Carlos I, nos han entrado unas prisas para hacer todo que no llegamos a comprender el porqué de estas urgencias para resolver ciertos asuntos.
La propia abdicación de don Juan Carlos abrió la carrera que hemos emprendido para finiquitar otros asuntos. Todavía no sabemos las verdaderas causas que impulsaron a Juan Carlos I a presentar su abdicación de forma tan repentina. Al menos para parte de los ciudadanos españoles que se mueven por debajo de la línea de flotación de la clase política. Pero ya nos iremos enterando
Continuamos con las urgencias para aforar a la familia real. Aquí más que prisas subyacen unos deseos de los propios diputados, presidentes de comunidades y demás especímenes políticos (que ya gozan de estos privilegios y que algunos se toman como aquel derecho de pernada que tenían los señores feudales) que no quieren otorgar a una persona que ha hecho por España más de lo que puedan hacer todos ellos a lo largo de sus legislaturas. ¿No se acuerdan sus señorías cuando Juan Carlos I les salvó la retaguardia la noche del 23-F? Si a los diputados que cometen ciertos deslices no se les puede juzgar como a cualquier hijo de vecino por el hecho de estar aforados, por cuatro personas más no creemos que pase nada. Otra solución podría ser que sus señorías renunciaran a estos privilegios. Pero entonces ardería Troya.
La carrera la continúan los nuevos Reyes de España con sus visitas a Cataluña (como un gesto de ayuda a la causa independentista de Artur Mas) y al Vaticano (aquí dudamos entre si los Reyes de España pedirán al Santo Padre intercesión divina o consejo en cómo llevar a cabo esos gestos populares que el papa Francisco maneja con tanto oficio o, quizá, ambas cosas. Por pedir que no quede).
También a este maratón de urgencias se apuntan los socialistas con la elección de su secretario general. Aquí, en este equipo socialista, las cosas las vemos mucho más claras. Todo está orquestado y bien orquestado para que el ganador de las elecciones sea el candidato Pedro Sánchez.  
Esta elección de Pedro Sánchez está escrita desde que José Antonio Griñán y Manuel Chaves dejaron la Junta de Andalucía por los supuestos eres falsos porque la juez Alaya estaba ya muy cerca de ellos; desde que Susana Díaz, como persona de confianza del Partido Socialista es puesta en la presidencia de la Junta de Andalucía para que controle los desmanes andaluces en los eres fraudulentos y acalle ciertas voces que incomodan a los socialistas; desde la propia renuncia de Susana Díaz a presentarse como candidata al puesto que deja Alfredo Rubalcaba (éste es el único que, junto con Vicente del Bosque, no ha tenido prisa por dejar su cargo; veremos cuándo lo deja Del Bosque), pero imponiendo a Pedro Sánchez no ya como candidato, sino como el nuevo secretario general del Partido Socialista Obrero Español, ya que Pedro Sánchez será muy útil en Andalucía, puesto que la juez Alaya continúa enredando en el espinoso asunto de los eres. Todo este guión nos recuerda la película Cadena de favores. Pero aún hay más
Los candidatos, Eduardo Madina o José Antonio Pérez Tapias, que se presentan a la elección de secretario general de los socialistas son meros actores secundarios sin los cuales todo este montaje no hubiera sido posible que se llevara a cabo.
Por último, aparece en la carrera el señor Montoro con sus urgencias para hacer su reforma fiscal como presentación de una campaña electoral a dos años vista. Pero el papel de este corredor lo explicaremos en otra columna.

De recuerdo en recuerdo


viernes, 27 de junio de 2014


Si hace unos días eran los Rolling Stones, con su actuación en Madrid, quienes nos removían toda nuestra nostalgia de unos tiempos de frenética juventud con su Satisfaction que nos transportaba a tardes de discoteca, de guateques o a noches de luna llena moviendo nuestro cuerpo bajo los impulsos de la adolescencia, anoche fue, en Barcelona, Charles Aznavour el que con sus canciones de una época ya pasada nos emocionaba y hacía que nuestros ojos endurecidos por el paso de los años se tornaran vidriosos al recordar un tiempo que ya no volverá.
Si con los Rolling soltábamos nuestra adrenalina juvenil y contorsionábamos nuestros cuerpos hasta alcanzar un éxtasis colectivo al mismo tiempo que individual, con Aznavour fuimos, por una parte, seducidos por la embriaguez que nos producían las letras de sus canciones, y, por otra, fuimos seductores apasionados amparados en la cercanía que proporcionaban sus canciones con nuestra pareja de baile.
Dos estilos de música y de canciones muy distintos, pero unidos a una generación que vivió una época muy bonita: la de la juventud, que se enamoró, que sufrió desengaños y volvió a enamorarse y a ilusionarse. Dos canciones, Satisfaction La bohemia, que marcaron la frontera entre la música «movida» y la «lenta».
Aznavour, en la canción La bohemia, dice: «… hoy regresé a Paris crucé su niebla gris y lo encontré cambiado…». Hoy nosotros no hemos regresado a París, entre otras cosas porque nunca estuvimos allí, pero sí hemos regresado a un pueblecito muy cercano de Madrid, Chapinería, y al igual que París estaba ya cambiado.
Entre el París que no conocemos y el pueblecito de Chapinería que recordamos caben muchos recuerdos que con el paso del tiempo comienzan a difuninarse.

El ridículo de la Selección y del seleccionador


sábado, 21 de junio de 2014

H
OY traemos a esta columna tres artículos que publicamos hace algunos meses advirtiendo de los errores que Del Bosque estaba cometiendo al frente del combinado español. La eliminación de la Selección española del Mundial de Brasil está despertando algunos voces que permanecían calladas debido a un respeto al señor Del Bosque.
No debemos buscar culpabilidad en los jugadores ni en la forma de jugar. El principal culpable de este ridículo hispano en tierras brasileñas es Vicente del Bosque que no ha sabido adaptarse a los nuevos sistemas de juego, por una parte, y que durante cuatro años ha continuado con su política de contentar a la prensa, de mantener a unos jugadores faltos de ilusión, y de no cambiar un sistema de juego caduco y aburrido que el resto de selecciones y equipos han aprendido a contrarrestar.
La Federación haría muy bien si cesara a Vicente del Bosque. Motivos los hay. La forma de quedar eliminados es suficiente.  Si como el propio seleccionador manifestó antes de comenzar el Mundial que veía falta de ambición en las caras de los jugadores, ¿por qué no cambió esta actitud de los jugadores? ¿Qúe ha estado haciendo el señor Del Bosque todo este tiempo?
Creemos que ya es hora de poner a cada uno en su sitio, incluido al señor Casillas. Quitémonos la careta de lo políticamente correcto y digamos las cosas claras. La cortesía y la educación son virtudes que enaltecen a una persona y esto nadie se lo niega a Vicente del Bosque, pero el fariseísmo no conduce a ningún lugar que no sea el de la mentira y el engaño.
Por ello, una vez más desde esta columna denunciamos los métodos empleados por Del Bosque al frente de la Selección y pedidos su cese como seleccionador nacional.
No se puede justificar este ridículo amparándonos en los éxitos conseguidos. La obligación del seleccionador y de los jugadores es continuar alcanzando éxitos deportivos para su país y no dormirse en los laureles.


HACE UNOS DÍAS DECÍAMOS...


El pasado martes se celebró el partido de fútbol entre las selecciones de Sudáfrica y España y lo que menos importancia tiene es el resultado del mismo. Lo que nos quedará de ese partido, aparte de la lesión de Valdés, es el hecho que se produjo precisamente cuando se lesionó el guardameta de la selección española. 
Corría la temporada  2001-2002 y Del Bosque, entrenador del Real Madrid por entonces, quitó la titularidad a Casillas, que venía de ganar la Octava jugando de titular y defendiendo más que aceptable la portería del Real Madrid,  para dársela a César Sánchez, que había fichado por el club blanco en 1999, quien fue titular hasta que en la final de la Copa de Europa el 15 de mayo de 2002 se lesionó y tuvo que dejar su puesto a Casillas. 
Desde hace tiempo venimos mostrando nuestra disconformidad con ciertas decisiones que toma el seleccionador nacional Vicente del Bosque y hoy tenemos que discrepar en cuanto a la lista definitiva de jugadores de España que acudirán a Brasil para defender su título.

El Rey abdica, y ahora ¿qué?


martes, 3 de junio de 2014

A primera hora de la mañana de ayer, Mariano Rajoy daba la noticia de la abdicación del Rey. Una noticia que sorprendía a todos y rompía la rutina matinal en las emisoras de radio y en las cadenas de televisión.
Tras la abdicación del Rey se abre en España una nueva etapa llena de incertidumbres. El príncipe Felipe parece que es una persona muy preparada para desempeñar el papel de Rey de España y así lo corroboran quienes le conocen profundamente. Sin embargo, nos preguntamos si las decisiones y el trabajo de Felipe VI serán respetadas tanto como fueron las de su padre.
Por otro lado, con este cambio institucional aparecen sectores que no quieren continuar con una monarquía y apelan por una república. Estos grupos, a cuya cabeza aparece Cayo Lara, que utilizan las redes sociales para convocar a los ciudadanos a manifestarse en favor de sus preferencias políticas no deben olvidar que, tanto con Monarquía como con República, el respeto y el civismo son virtudes que deben acompañar siempre a cualquier manifestante y, además, deben tener presente que si hoy pueden manifestarse libremente por las calles de cualquier ciudad española es gracias a todos los que un día hicieron posible una transición pacífica tras la muerte del dictador Franco, y en este grupo de hombres que únicamente miró por el bien de su país está incluido el Rey.
También, por otra parte, aparecen los que, capitaneados por  Artur Mas y pase lo que pase, continúan con sus planteamientos de independentismo, dejando claro que da lo mismo que haya Monarquía o República porque ellos siguen caminando hacia su independencia que es lo que les importa.
¿Y los ciudadanos de a pie? Pues pensamos que como siempre; tendrán que seguir trabajando (los que tengan un trabajo) para poder subsistir y de vez en cuando darse un pequeño capricho con el que alegrarse la existencia, ya que con Monarquía o con República como no trabajes para ganar un salario más o menos digno serás un don nadie, reine o gobierne quien quiera. Pensamos que la prosperidad de un país se basa en el trabajo y el esfuerzo de sus ciudadanos por salir delante en cualquier situación.
Tampoco debemos olvidarnos de aquellos que son tan amigos de lo ajeno y de alcanzar grandes metas con el mínimo esfuerzo. A estos individuos son a los que debemos combatir, ya que los oportunistas están anclados en todas las clases, tanto políticas como sociales, y también aparecen instalados en las monarquías y en las repúblicas.
Parafraseando a los americanos sólo podemos decir: “Que Dios bendiga a España”.

Del Bosque y sus errores


domingo, 1 de junio de 2014

Desde hace tiempo venimos mostrando nuestra disconformidad con ciertas decisiones que toma el seleccionador nacional Vicente del Bosque y hoy tenemos que discrepar en cuanto a la lista definitiva de jugadores de España que acudirán a Brasil para defender su título.
Una vez más, Vicente del Bosque se ha dejado influir por la presión popular y, sobre todo, mediática a la hora de confeccionar la lista de seleccionados. No ha mantenido el mismo criterio con todos los seleccionados, ya que a Brasil viajarán jugadores lesionados, faltos de forma y retirados mentalmente de la alta competición, pensando sólo en contratos millonarios llegados de tierras americanas.
Los argumentos que esgrime el seleccionador nacional para justificar la decisión que ha tomado en cuanto a otros jugadores descartados para viajar a Brasil son tan poco convincentes que se desarman por sí solos.
Vicente del Bosque tiene muchas cualidades buenas, pero, desde nuestro punto de vista, está en un error al querer tener contentos a todos los medios y a todos los jugadores.
Como este equilibrio que busca Del Bosque no puede durar siempre, ya tenemos las primeras quejas de Jesús Navas que manifiesta estar recuperado de la lesión y en condiciones de viajar a Brasil. Creemos que no le falta razón a Navas, ya que el caso de Diego Costa es idéntico e, incluso, más escandaloso. Tan escandaloso como llegar a ser uno de los impuestos a Vicente del Bosque, y ante el que el seleccionador no ha tenido el valor de dejarlo fuera de la convocatoria temiendo las críticas del entorno del jugador, por una parte, y por ciertos sectores de la prensa deportiva que han aupado a Diego Costa a la categoría de imprescindible, por otra. ¿Cómo Del Bosque iba a excluir al jugador brasileño si éste se nacionalizó con el único fin de jugar un mundial y después de jugar varios partidos lesionado para no quedar fuera de la lista? No se ha atrevido, primera equivocación.
Dani Carvajal es otro de los descartes del seleccionador nacional y la segunda equivocación de Del Bosque, pero no por el hecho de descartar al defensa del Real Madrid, que ha jugado una temporada magistral, sino porque en su lugar ha llamado a Juanfran. Un jugador que ha terminado la temporada fundido y lesionado no puede ser garantía para defender los colores de una selección nacional, donde todos sus integrantes deben estar al ciento por ciento.
Con la presencia de Villa y Torres, Vicente del Bosque vuelve a cometer más equivocaciones. Villa ya es un jugador que está fuera de la alta competición y sólo piensa en su contrato americano. Llegó al Atlético de Madrid procedente del Barcelona después de pasar por el equipo culé con más pena que gloria y en el club rojiblanco tampoco ha destacado por su clase. En cuanto a Torres es recuperar un histórico, pero con la historia no se ganan partidos y mucho menos campeonatos del mundo.
Sin que sirva de precedente, hay una cosa en la que estamos de acuerdo con Vicente del Bosque: la falta de ilusión que el seleccionador dice que ha visto en la mirada de sus jugadores. Naturalmente que esta ausencia de entusiasmo se detecta, pero para eso está el seleccionador: para no llevar a jugadores que no están ilusionados ni comprometidos con la selección. Para muchos de nuestros representantes su presencia en este mundial es un premio por los servicios prestados.
Por último, si Casillas no se centra más en este mundial, no tenemos la menor duda de que Del Bosque habrá cometido otro de sus errores diplomáticos y sin pretenderlo habrá dado la razón a un sector que hace tiempo ya ha visto los despistes del portero del Real Madrid.

ENTRE LA FICCIÓN
Y LA REALIDAD





Jubilado noctámbulo

EL DÍA EN GALERADAS
Jueves 16 de enero de 2020

Y ahora a por el Oscar
CONOCÍAMOS varias facetas de la vida de Pablo Iglesias, pero tras ser designado vicepresidente del gobierno de Pedro Sánchez, ha salido a la luz la verdadera vocación de Pablo Iglesias. Con su nombramiento para formar parte del nuevo gobierno progresista y de coalición y feminista y populista y oportunista y veleta se han confirmado los rumores que desde hacía tiempo venían rondando por esta redacción sobre una de las pasiones ocultas del exultante líder de Unidas Podemos: el cine.
Por ello es por lo que hoy publicamos el cartel que anuncia la última película que el gran actor Iglesias ha protagonizado: El hombre del Oeste, filme producido y dirigido por un novel director Sánchez. Con esta película, tanto el director como el actor quieren rendir un homenaje a la España del «blanco y negro» (representada en un mítico Kirk Douglas) y a la España del tecnicolor (personificada en el legendario Alfredo Landa), sirviendo como nexo de unión entre ambas el ya populista Pablo Iglesias, que lo mismo interpreta un drama o una comedia o un wéstern o una vicepresidencia.
Lástima que por demorarse su elección como ministro no pueda optar a los Oscar y haya llegado tarde para competir con Antonio Banderas por el premio a mejor actor. Pero démosle tiempo a este nuevo intérprete del séptimo arte que se atreve con todos los géneros de la interpretación.
Desde el pasado lunes 13 de enero se proyectan en las Salas de la Carrera de San Jerónimo los filmes más destacados de Pablo Iglesias. Títulos como El pisito, No sin mi Irene, Los tramposos, Deprisa, deprisa, Furtivos, Amantes, Mentiroso compulsivo o El Azotador, entre otros.
Desde esta columna deseamos a Pablo Iglesias los mayores éxitos en el desempeño de su nueva faceta por el bien suyo, por el de Irene, por el de Pedrín (el de Roberto Alcázar), por el populismo, por los que se han ido y por los que quieren irse y por los que llegan, por los del feminismo, por los LGBT, por los del cambio climático, por los colectivos marginados, por los de Teruel, por los del centro (bueno, por éstos no), por los que creen en la igualdad entre las mujeres y los hombres… Por todos ellos y todas ellas sí se puede.

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 25 de diciembre de 2019

Las necesidades del espíritu
DOS veces al año, desde que me divorcié, quedo con mi amigo Andrés. Una cita es a principios de verano y la otra, cuando se acercan las Navidades. Si la cita corresponde con el tiempo de verano, solemos quedar en cualquier lugar del Levante y si el encuentro es durante la Navidad, nos citamos en cualquier restaurante de la Gran Vía madrileña. «Nuestra» Gran Vía.
A Andrés lo conozco desde aquellos años de juventud en que cada fin de semana echábamos nuestras partidas de billar y frecuentábamos discotecas en busca de muchachas que quisieran compartir con nosotros esos momentos que nuestra juventud nos demandaba entre la gloria y el infierno y que tenían lugar en un piso de alquiler en el que, aparte de estos encuentros compartidos, organizábamos partidas de cartas con otros amigos del barrio, celebrábamos cenas con largas sobremesas en las que cada uno a su manera contaba de qué forma podríamos vivir un futuro en libertad y en democracia; también solía contarse alguna que otra trola. Pues bien, aquel piso de alquiler era además la vivienda de Andrés.
Atrás quedaron todas aquellas aventuras amparadas en una loca y, en ocasiones, irresponsable juventud. La vida nos condujo unas veces por donde quiso y otras, por donde nosotros queríamos caminar o al menos eso pensábamos. Nuestros encuentros de juventud se desvanecieron por la situación laboral de cada uno de nosotros. Andrés marchó a trabajar durante largas temporadas a Londres y con ello nuestra relación se limitó a algunas cartas o a algunos encuentros esporádicos durante las vacaciones de verano que aprovechábamos para visitar algún lugar de moda durante la época estival. Sin embargo, cuando nuestra amistad se tambaleó hasta caer en un abismo fue cuando durante unas vacaciones de verano conocimos a dos jovencitas que a la postre fueron nuestras esposas. Vamos que nos casamos por la Santa Madre Iglesia y hasta que la muerte nos separase. Sin embargo, no fue la muerte quien nos separó, sino otras circunstancias que ahora no vienen al caso y que algún día desvelaré. Pero volvamos a mis encuentros con Andrés. En esta ocasión nos citamos en un restaurante de la Gran Vía. La emblemática calle de Madrid había sido engalanada con las luces que anunciaban la Navidad y por sus aceras transitaban ciudadanos, unos llegados de provincias y otros, lugareños, que ponían cierto colorido a la noche madrileña.
Andrés y yo contemplábamos toda esa fauna consumista como lo veníamos haciendo desde hacía muchas Navidades. Sin embargo, con el paso de los años, todo era distinto. Habían cambiado los locales, los cines, las salas de fiesta, los transeúntes... Había cambiado hasta la propia Gran Vía y, por supuesto, nuestras conversaciones, nuestras necesidades y, claro, nosotros mismos.
Es curioso comprobar cómo tu top de prioridades va experimentando variaciones con el paso del tiempo y, por ello, las necesidades espirituales sufren tantas variaciones como si de una bolsa de valores se tratara. Y a esas prioridades del espíritu son a las que Andrés y yo dedicamos nuestros encuentros gastronómicos y anuales. Al principio de estas reuniones, cuando teníamos unos cuanto años menos, nuestras conversaciones fluían al amparo de una cena sobre nuestros proyectos, nuestra vida laboral, nuestros ideales políticos, nuestro número de conquistas amorosas y de las no amorosas, nuestras aficiones y, a veces, hasta de nuestra familia, sin darle importancia al verdadero anfitrión de la mesa: el menú. A continuación nos trasladábamos a cualquier sala de fiestas o discoteca para concluir en no se sabía bien en qué cama ni quién era la morena o la rubia que teníamos junto a nuestro cuerpo desnudo.
El tiempo pasa inmisericorde y con él pasa nuestra vida. Deja de importarnos la política. De la oficina, ni hablar, tan solo algún vago recuerdo sin importancia. De la familia... de la familia, mejor dejarla correr como al agua. Las aficiones: las que nos gustan ya no podemos practicarlas y las que podemos practicar no nos agradan. Los amores... pues los amores ni correspondidos ni sin corresponder, salvo algún escarceo ocasional. Y de los alimentos, ¿qué? Pues que el que no perjudica al riñón hace daño al hígado o te sube el colesterol. Vamos, que estamos a punto de pasar esa raya que marca la frontera entre vivir una vida de privaciones de toda clase y comenzar a tomar pastillas para toda clase de remedios.
Por ello, en las comidas o cenas que celebro junto a mi amigo Andrés, por un lado, nos saltamos toda clase de recomendaciones, tanto de las médicas, de las sociales, de lo políticamente correcto como de las que nos inculcó la Santa Madre Iglesia condenándonos al fuego eterno si no cumplíamos sus preceptos y, por otro, mandamos al diablo todas las privaciones y nos ocupamos de esas necesidades del espíritu de las que los médicos no tienen ni idea y disfrutamos, al menos dos veces al año, de lo que son los placeres de la vida: un buen amigo, una exquisita cena sin restricciones y con su correspondiente sobremesa regada con un buen coñac, un paseo por los santos lugares de antaño, unas copas y una compañía femenina de coalición. En pocas palabras, lo que toda la vida se viene llamando «echar una cana al aire».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Martes 26 de noviembre de 2019

Cómo dejé de fumar
HACE unos dias leí en la prensa que Robert Norris, más conocido como el «hombre Marlboro», había fallecido a los noventa años y que nunca había fumado. Yo sí fui fumador.
La noticia hizo que me retrotrayese a aquellos años en los que, aún siendo un imberbe, quería imitar e incluso ser el hombre de Marlboro. Transcurrían los años sesenta y a mediados de esa década dejaba la férrea disciplina de un colegio religioso con misa diaria y fiestas de guardar para enfrentarme con un mundo en el que todo me resultaba novedoso, fascinante, ilusionante y hasta turbulento y pecaminoso. Empezaba a ver cómo era la vida fuera de los muros del colegio.
Comencé a trabajar y aparqué los estudios. Descubrí mi barrio y conocí nuevos amigos. La diaria asistencia a misa fue transformándose en visita cotidiana a los billares del barrio. Las clases de matemáticas se convirtieron en lecciones de cómo hacer carambolas en el juego del billar. El amor cristiano que me enseñaron aquellos curas del colegio se convertía en amores paganos y sin duda acreedores de las penas más terribles del infierno.
Durante ese devenir entre lo prohibido y lo permitido, en mi vida irrumpieron el mítico vaquero que anunciaba los cigarrillos Marlboro con su icónico sombrero y Humphrey Bogart con su cigarrillo entre los dedos. Aquellas imágenes me trasladaban a un mundo que representaba para mí el poder, la seducción, la libertad, el placer... y comencé a fumar.
Fumaba porque, entre otras cosas, fumar era bien visto por la sociedad y hasta llegué a creer que ello me reportaba más éxito con las chicas y porque con un cigarrillo entre mis dedos me sentía más seguro.
En alguna que otra ocasión ofrecer un cigarrillo era una forma de comenzar una conversación e incluso servía para llenar esos silencios que a veces se producían durante algún encuentro, llamésmolo amoroso. Me gustaba que cuando salía con una chica, ésta fumara. Encender un cigarrillo y ponérselo entre sus labios o ver la marca que su carmín dejaba en la boquilla del cigarrillo eran situaciones que me proporcionaban grandes dosis de morbo, tantas como las que aún me producen unos tacones de aguja.
Los fines de semana (el resto de la semana fumaba Bisonte o Tres Carabelas) compraba un paquete de Marlboro y lo compartia con mis colegas en los guateques, durante los partidos de pelota en el frontón Madrid o durante las partidas de billar de domingo por la mañana.
Asi, entre bisonte y marlboro, entre el trabajo y los billares, entre charlas con los colegas y conquistas femeninas, fueron pasando los años y cada día iba incrementando el consumo del tabaco. Me encontraba seguro con un cigarrillo en la mano. Esa seguridad me daba fuerzas para emprender nuevas empresas, tanto profesional como personal. Me matriculé en la Escuela Oficial de Idiomas para cursar francés. Y durante un descanso entre clases fui a encender un cigarrillo y en ese momento de búsqueda por los bolsillos tratando de encontrar el encendedor fue cuando una de las chicas cercanas a mí me ofreció una carterilla de cerillas de esas que anunciaban, bien un bar de copas, bien una discoteca. Nos enrollamos.
Ninguno sabía el tiempo que duraría aquello. Sólo teníamos claro que nos gustábamos mutuamente, que queríamos disfrutar sólo el presente sin mirar el futuro y que a los dos nos gustaba fumar y así comenzamos a salir y a despertar partes de nuestra piel que teníamos dormidas. Nuestra aventura navegaba a favor del viento hasta que una de esas tardes que pasábamos en cualquier discoteca ocurrió lo que jamás imaginamos ninguno de los dos que pasaría: comencé a aborrecer el tabaco.
Aquella tarde transcurría como una de tantas otras. Bailamos. Nos besamos. Volvimos a bailar y volvimos a besarnos. Disfrutábamos el presente hasta que ella dio una calada y acercó su boca a la mía en un ademán de besarme.
Yo entreabrí mi boca como había hecho en otras muchas ocasiones esperando sentir su lengua explorando todo mi interior, pero lo que sentí fue toda una bocanada de humo que me produjo náuseas y un cabreo impresionante que tardé varios días en olvidarlo, no así la sensación de ahogo que me produjo aquel beso envenenado, pues cada vez que encencía un cigarrillo y daba la primera calada sentía una sensación de rechazo que me obligaba a tirar el cigarro al suelo y pisarlo con rabia.
Días después, mientras nos besábamos dentro del coche, ella volvió a repetir la misma acción de depositar el humo del cigarro dentro de mi boca con lo que logró que vomitara manchando su vestido y la tapicería del asiento del coche, y cogiendo esta vez un cabreo monumental, que quizá hoy sería catalogado de violencia machista.
Durante los días posteriores iba aumentando mi rechazo al tabaco y al mismo tiempo hacia aquella muchacha. Poco a poco fuimos espaciando nuestras citas hasta llegar al final de aquella aventura que comenzamos con una carterilla de cerillas. Ella se marchó a Granada, no recuerdo a qué. Yo abandoné la Escuela de Idiomas, marché a Gijón de comercial en un concesionario de coches y dejé mi adicción al tabaco.
Todavía hoy conservo aquella carterilla de cerillas y llevo un encendedor en el bolsillo de la chaqueta por si alguien se acerca para decirme: «Por favor, me da fuego».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 20 de marzo de 2019

Todo tiene su fin
ATRÁS quedó 2018. Un año que muchos recordaremos porque se celebró el cuadragésimo aniversario de la  Constitución española o el año que un tal Pedro Sánchez, tras pactar con Dios y con el diablo, se alzó a los altares del poder, disfrutó con un falcón, hizo más viajes que todos los jubilados del Imserso juntos y se aseguró una pensión de lujo de por vida para regocijo propio y señora. Esto es hacer carrera. Al término de su embarazo presidencial (comienzos de 2019), presentó sus memorias y, entre los cambios más sonados mediante decretos-leyes durante su mandato al frente del Gobierno de España, puede atribuírsele el de un colchón para cama de matrimonio. Por el momento no nos consta que también haya cambiado las almohadas y la sábana bajera por decreto-ley.
Sin embargo, para mí 2018 fue el año en el que se cumplieron cincuenta años de la creación de Cosecha del 68. No. No se trata de un vino. Cosecha del 68 obedece al nombre que un grupo de muchachos, allá por el año 1968 y por iniciativa de una jovencita llamada Natalia, decidieron en aquel verano dar nombre propio al grupo que desde hacía un año se divertía los fines de semana, y especialmente en verano, en la discoteca de Chapinería, un pueblo cercano a Madrid. Por ello, aquel verano del 68 fue algo especial para todos los integrantes de aquella cuadrilla (chicos y chicas).
Los fines de semana se sucedían, y la unión y la complicidad de todos nosotros iban ganando enteros. Solíamos reunirnos en Aldea del Fresno, lugar del que algún miembro del grupo era natural o bien sus padres tenían una segunda vivienda. La empatía que reinaba entre nosotros era tal que continuó más allá del verano y fue prolongándose durante el resto de las estaciones. Acudir un fin de semana a Aldea y Chapi fue convirtiéndose para todos nosotros en una fiesta de precepto y en lugar de amoríos para muchos, de amores para otros y de desamores para algunos. Todos ellos alimentados por la brasa que aviva el fuego hormonal propio de una juventud estigmatizada por la censura sexual a la que estaba sometida por el régimen franquista. Cosecha del 68 permaneció unido durante cinco años.
En el verano de 1969, el grupo musical Módulos lanza una de las baladas más destacadas en el panorama musical español, Todo tiene su fin, que acabó con la norma de que las canciones comerciales debían tener cerca de tres minutos de duración. (Años más tarde, esta balada recobró un gran éxito con la versión del grupo cordobés Medina Azahara publicada en 1992.) Está canción fue una de mis preferidas durante aquel periodo. A esta preferencia se sumó Natalia. Con sus acordes nos enamoramos, nos desenamoramos, nos quisimos y nos odiamos. El azar quiso que Todo tiene su fin también fuera el anuncio del final de Cosecha del 68. Poco a poco la cuadrilla fue disgregándose. Unos encontraron pareja fuera del grupo; algunos sufrieron desengaños y decidieron buscar consuelo en otro lugar; otros se trasladaron a otra ciudad e incluso a otro país. Este fue el caso de su fundadora, Natalia, que, tras vivir en varias ciudades españolas, se marchó a Montreux (Suiza) y de la que, debido a la falta de redes sociales y del wasap, no volví a tener más noticias, salvo en un par de ocasiones en las que coincidimos en la feria del SIMO allá por la década de 1980. El tiempo fue pasando y los veranos fueron sucediéndose hasta llegar a 2018.
El verano de 2018 me pilla en Madrid. Los paseos por su Gran Vía me habían ahorrado unos cuantos euros en psicólogos para superar una depresión tras mi separación. Una separación ya muy lejana, pero con heridas que ni el tiempo ha sido capaz de cicatrizar. Heridas más económicas que amorosas, pues mi ex me dejó solo con un póster de la Gran Vía de Madrid por todo patrimonio. El trayecto comprendido entre mi domicilio en la calle de Alberto Aguilera  hasta la plaza de Callao se había convertido en un recorrido cotidiano al atardecer que terminaba contemplando la Gran Vía desde el mirador del Club del Gourmet en El Corte Inglés mientras tomaba una cerveza.
En aquel verano de 2018, Madrid respiraba y vivía las Fiestas del Orgullo Gay. Unas celebraciones que no despiertan en mí interés alguno, aunque debo reconocer que le ponen un punto de color a esa Gran Vía de mis amores y pecados. Una Gran Vía a la que contemplaba una tarde más desde mi atalaya de El Corte, abstrayéndome del ruido que reinaba a mi alrededor.
De pronto, mi ensimismamiento se desvaneció al oír la melodía de un móvil tras de mí. Era aquella misma melodía que puso la banda sonora a unos años de juventud vividos y disfrutados entre la pasión y el odio. Sorprendido, me giré hacia atrás y quedé aún más sorprendido cuando vi quién respondía a esa llamada que acababa de producirse. «¿Sería ella?», me pregunté. Ambos nos miramos con cierto aire de perplejidad.
Cuando la mujer que respondió a la llamada terminó la conversación, se acercó y al llegar junto a mí me susurró: «Chapinería, Módulos, 1973». Sí. Era ella. Natalia Rodríguez del Álamo. Habían pasado cuarenta y seis años desde aquel verano en el que ambos habíamos bailado juntos aquella melodía por última vez. Pese al tiempo transcurrido, Natalia aún conservaba una estupenda figura que resaltaba con un conjunto vaquero. Se notaba que dedicaba parte de su tiempo a cuidarse.
La invité a tomar un café. Aquella complicidad y aquella chispa de antaño pronto aparecieron. El pasado y el presente se mezclaban atropelladamente. Paseamos por Gran Vía mientras hacíamos un repaso a aquellas noches de juventud que vivimos junto a la orilla del río Alberche. La chispa y la química fueron in crescendo y el tercer café se lo llevé a la cama.
El destino o la casualidad, no podría decir en qué proporción, quisieron que la canción de Módulos avivara nuevamente aquellas pasiones y que termináramos aquel asunto que un cabo de la Guardia Civil había interrumpido una madrugada de verano cuarenta y seis años antes porque estábamos quebrantando la moral y la decencia.
A la mañana siguiente de nuestro encuentro acompañé a Natalia a su hotel para que recogiera su maleta y partimos hacia el aeropuerto. Su vuelo para Montreux salía al mediodía. Nos despedimos con un abrazo, y al separarnos Natalia depositó un beso en la comisura de mis labios. Cuando quise hablar, ella poniendo el dedo índice en mis labios y con una sonrisa voluptuosa me dijo: «Por fortuna, Pedro Sánchez aún no ha podido desenterrar a Franco. Jamás perdonaremos al dictador la represión sexual que padecimos la Cosecha del 68».
Minutos más tarde, el vuelo con destino a Montreux partía de las pistas del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez...
Una semana después de la partida de Natalia y mientras hojeaba una revista en la sala de espera del dentista, vi una fotografía de Natalia en la que aparecía detrás de una pancarta a favor de los gais y lesbianas en una de las muchas manifestaciones durante las Fiestas del Orgullo Gay. Aquella muchacha que en 1968 se quitó el sujetador para luchar por una incipiente igualdad de sexos y los derechos de la mujer, cincuenta años después continuaba su lucha.

(Así se fundó, así se reconstruyó y así se desvaneció Cosecha del 68 entre la ficción y la realidad.)

Un Jubilado por la Gran Vía