EN la
década de 1970, los españoles vivimos la época del landismo. Fue una etapa del cine español, donde a través de las
películas que protagonizaba Alfredo Landa se daba salida a una represión sexual
impuesta por el régimen franquista. Como todos recordamos, Alfredo Landa
interpretaba a unos señores que, con el propósito de apaciguar el fuego que les
ocasionaban sus hormonas, se pasaban toda la película persiguiendo a señoritas
suecas, danesas, alemanas, holandesas y
rubias que se lucían en biquini por el día y se vestían con un picardías por la
noche.
Tanta película, tanto biquini, tanto picardías, tanto
Benidorm y tanta represión sexual hicieron que los que por aquel entonces
padecíamos incendios hormonales fuéramos a Torremolinos o Benidorm a ver si eso
de las rubias y suecas existía en la vida real. Los amigos nos despedían con
cierta envidia porque nos íbamos a doctorar en lenguas extranjeras. Sin
embargo, el cine es una cosa y la vida real, otra. A las suecas y rubias las
vimos y a sus biquinis, también: pero en cuanto a sus picardías, sólo los
suponíamos. Total, una semana haciendo el memo por el día y a dos velas por la
noche. A la vuelta, los amigos, deseosos de saber cómo habían transcurrido los
días por la costa y sobre todo las noches, preguntaban ansiosos de curiosidad.
Las respuestas que les dábamos eran de película, es decir, pura inventiva, tan
falsas como las suecas, danesas y rubias que salían en las películas.
El tiempo pasó, algunas suecas, holandesas o danesas se quedaron
en España, otros «Landas» se fueron al extranjero y las hormonas aprendieron a
dominar su fuego por si solas. Los biquinis fueron dejando paso al toples y las
tarjetas postales fueron cambiando hasta convertirse en las «redes sociales» actuales.
Gracias a estas nuevas tecnologías, hoy descubrimos que el landismo sigue vivo. Aquella moda de
perseguir suecas e intentar ligar con ellas en la década de 1970 toma fuerza
hoy gracias a las hormonas fogosas de ciertos hombres ilustres y poderosos del
planeta Tierra que son capaces de controlar el mundo, pero no pueden dominar
sus impulsos libidinoso cuando se
les aproxima una rubia y, además, sueca o danesa.
El landismo del
siglo XXI comenzó en los funerales de Nelson Mandela cuando Obama, Cameron y la
danesa Helle Thorning-Schmidt se fotografiaron muy juntos y, posteriormente,
Obama continuó un coqueteo, entre risas y miradas, con Helle que arrasó en las
redes sociales sin importarle la presencia de Michelle. Sin embargo, Obama no fue el primero.
Berlusconi, que ya había protagonizado alguna que otra escena cariñosa con
señoritas ligeras de ropa, en una Cumbre europea dirigió la mirada hacia el
culo de la rubia danesa. Antes de continuar quiero pedir perdón a las feministas
argentinas por emplear la palabra “culo” para referirme a esa parte baja de la
espalda de las mujeres. No quiero que me pase como al alcalde de Buenos Aires,
Mauricio Macri, que por ser partidario de piropear a una mujer y asegurar que a
éstas les gusta ser piropeadas, aunque sea con un piropo grosero, tuvo que
disculparse públicamente y, además, a petición de su propia hija. No queremos
pensar lo que le hubiera pasado a Macri si se le ocurre mirar el culo de su
presidenta Cristina.
El último caso de landismo
lo hemos conocido recientemente. El protagonista ha sido el alcalde de
Amstelveen, Fred de Greaaf, durante la celebración del Día del Rey, al aparecer
en un vídeo en una actitud que “parece” que está tocando el trasero de la reina
Máxima. Si los coqueteos de Obama con Helle arrasaron las redes sociales, este
tocamiento landista las ha quemado,
incluido Mauricio Macri, que no sale de su asombro por lo permisibles que son
en Europa en asuntos ardorosos.
Estas acciones hormonales en la década de 1970 digamos que
se denominaban libertinas, por suavizar la expresión. Las que hoy protagonizan
los landistas en cuestión se califican
de anécdotas. Ver para creer. ¿Qué tendrán las suecas, danesas, holandesas y
rubias que son tan perseguidas en cualquier época?