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Sociedad

"¿Qué tal?" "De lunes"
Por Julián Miranda Sanz
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de las cosas que añoro desde que me jubilé es el saludo que cada lunes nos
hacíamos algunos compañeros al llegar al trabajo. Con el sueño aún reflejado en
los ojos, herencia de un fin de semana vivido a toda prisa y apurado hasta el
último instante, llegábamos los lunes y soltábamos la rutinaria pregunta al
compañero que ya estaba sentado a la mesa que presidía el despacho, porque siempre
hay alguien que madruga más: “¿Qué tal?”. Nuestro colega, dedicándonos una
mirada entre desafiante y mustia, soltaba secamente la respuesta que ya
sabíamos: “De lunes”. A partir de aquí se instalaba un silencio en el despacho que
sólo se rompía cuando te levantabas de la silla para ir a tomar el primer café
del día, porque ni los teléfonos sonaban hasta ya entrada la mañana.
Recuerdo este gesto porque este fin de semana,
debido al frío que invitaba a quedarse en casa y a permanecer sentado a la mesa
camilla apurando una taza de café y alargando la sobremesa, por un lado, y a
que cada vez está más cerca la Navidad, por otro, los recuerdos de hechos
pasados regresan a mí como ese turrón que siempre vuelve por Navidad.
No obstante, creo que es bueno tener y
compartir estos recuerdos pretéritos, pero siempre que se haga con prudencia y
en su justa medida, porque con las evocaciones ocurre lo mismo que con los “pájaros”,
que tenerlos los tenemos todos, pero lo alarmante es cuando los “pájaros” anidan
en nuestra cabeza.
Con todo este atrezo, nos pusimos a repasar el
cambio que han experimentado los fines de semana, desde aquellos que
empezaban a las dos de la tarde del sábado hasta los actuales, que ya comienzan
los viernes por la tarde.
Sin embargo, para ciertos sectores, como el
comercio, no han cambiado nada o, mejor dicho, sí han experimentado una
transformación: ahora no tienen fin de semana, mientras que otros, como los denominados
“comerciales” de las empresas, han alargado la duración de su “finde”: comienza
el jueves por la tarde y termina el martes por la mañana, y esto es debido a
que los viernes no se puede hacer negocio alguno porque ya se piensa en el fin
de semana, y los lunes, tampoco, ya que si se ha disfrutado y bien del fin de
semana, el pensamiento anda aún más perdido que Pulgarcito en el bosque, y, por
el contrario, si todo ha salido mal, el cabreo acumulado es más que el que
pueda tener un jubilado por el recorte de su pensión, y, por ello, hay que
dejar pasar el día y esperar al martes.
Con la jubilación alcanzamos muchas de las
metas que pensábamos durante la etapa laboral, pero perdemos el encanto y el
sabor de otras cosas como es el aroma de los fines de semana o el placer de esperar
unos días de vacaciones. Y es por eso mismo que ahora estamos en unas
vacaciones permanentes que esos viejos aromas se nos han esfumado en el tiempo.
El sabor que tenía una cerveza que tomabas con
los compañeros aquellos sábados a las dos y media de la tarde, esa sensación de
unión, ese goce viendo cómo se desbordaba la espuma de la cerveza por el borde
del vaso hasta alcanzar la superficie del mostrador para formar un pequeño
charco y componer un solo cuerpo con el vaso, ese sabor con la jubilación se pierde
rotundamente.
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