A ISABEL, por su paciencia y otras cosas. A PEDRO y ESPINOSA, mis primeros jefes. A FERNANDO, profesor de artes gráficas. A LUIS, buen jefe y, sobre todo, persona. A TONI, ahora más que nunca.
NOSOTROS, LOS DE ENTONCES, YA NO SOMOS LOS MISMOS

Algunos personajes o hechos que aparecen en estas galeradas son completamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
RAFAEL MERINO RAMÍREZ | Jubilado
Julián MIRANDA SANZ
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Todo sigue igual
Por Julián Miranda Sanz


H
OY se cumple un año de aquella madrugada fatídica del 1 de noviembre de 2012 en la que murieron cinco jóvenes que estaban celebrando la fiesta de Halloween en el recinto Madrid Arena, y en la madrugada del 17 de diciembre de 2013 se cumplirán 30 años del incendio de la discoteca Alcalá 20, en Madrid, donde perdieron la vida 81 personas.
Desde entonces hasta hoy nada ha cambiado. Todo sigue igual. Al menos en la clase política y en las instituciones judiciales  y municipales, no  así en las familias y amigos de las víctimas, donde la rabia, la indignación y la impotencia cada día que pasa se aviva más en un crisol político aún más corrompido.
Se repiten las mismas actuaciones de los responsables municipales. Declaraciones y minutos de silencio en los plenos celebrados en el Ayuntamiento en memoria de las víctimas, banderas a media asta, crespones negros para recordar la tragedia. Pamplinas, pura pantomima, señora Ana Botella y señores concejales y componentes de la oposición. A las familias de las víctimas y a los padres que tenemos hijos  que los fines de semana salen de casa para pasar un rato en algún lugar de ocio lo que verdaderamente nos importa son los hechos, es la justicia, es el esclarecimiento de lo ocurrido con celeridad, la condena de los responsables, de todos los responsables, es la seguridad en estos locales. En estas cuestiones es en donde tienen que dedicar su tiempo y su trabajo que para eso son empleados del Ayuntamiento, con buen sueldo y seguro, sí, pero empleados de los madrileños.
Sin embardo, tienen tantos embrollos, tantos asuntos que ocultar, que no atiende a lo que de verdad deben prestar todo su interés, esfuerzo y trabajo. Pierden el tiempo en los plenos acusándose los unos a los otros, incluso en algunos momentos con tonos vocales, y en este aspecto señora alcaldesa debería controlar los suyos, que dicen muy poco de su preparación, tanto política como personal.
En el caso del incendio en la discoteca Alcalá 20 de Madrid pasaron once años hasta que la Audiencia Nacional dictara una sentencia contra los responsables (los cuatro propietarios del local fueron condenados a dos años de cárcel cada uno de ellos por imprudencia temeraria mientras que el exconcejal Emilio García Horcajo quedó absuelto y el Gobierno pagó las indemnizaciones a las familias). Esperamos y deseamos que el caso de Madrid Arena no necesite tanto tiempo para esclarecerse. Porque de continuar por los mismos cauces muchos ciudadanos nos preguntaremos si verdaderamente ustedes son necesarios en una sociedad que cada día está más desencantada con el trabajo, las actitudes y aptitudes que ustedes desarrollan. Lo que necesitamos son menos palabrería y más compromiso y actuaciones contundentes contra quienes pasen los límites permitidos por las leyes.
No obstante, no basta con esclarecer estos hechos. Hay que poner coto a todos estos señores que no cumplen las normativas legales establecidas para estos locales de ocio. ¿Quién me asegura que hasta el día de la tragedia de la que hoy celebramos su primer aniversario se estaban cumpliendo todas las normativas vigentes? Yo personalmente creo que no. Que no se cumple nada. Que los inspectores ni miran ni van a los locales y si acuden a ellos, quizá, sea para tonar una cerveza. Que desde aquella madrugada de Alcalá 20 en 1983 hasta la del 1 de noviembre de 2012 se han venido infringiendo las respectivas leyes y normativas y nadie se ha preocupado para que se cumplieran. Porque si así hubiera sido, ahora no estaríamos llorando a estas víctimas, que hace un año fallecieron por la desidia, permisividad, complacencia, incompetencia de un conjunto de personas a las que lo único que les importaba era el negocio.
Antes de terminar esta columna quiero recordar a los señores concejales con la alcaldesa al frente que vayan haciendo su lista de la compra, que se acerca el año de ir al mercado (electoral, se entiende).

Bond, James Bond


miércoles, 30 de octubre de 2013

SILENCIO, cámara, ¡acción! Hace unos días se ha estrenado en las pantallas de toda Europa, procedente de los Estados Unidos, el último thriller del gran director americano, basado en hechos reales, sobre las revelaciones efectuadas por un desertor de la CIA en Rusia que ponen al descubierto un entramado de escuchas telefónicas en el que se ven inmersos varios gobiernos de Europa. Así podría empezar cualquier filme del agente secreto más famoso del mundo: 007.
Se trata de un filme que reúne todos los ingredientes necesarios para mantener al espectador pegado a su butaca, pendiente del desarrollo final, olvidándose de los seriales por capítulos que se emiten en las televisiones españolas sobre asuntos de extesoreros, políticos, sindicalistas, defraudadores, etc., que no son tan buenos como aparentan y cometen acciones no muy recomendables. Antes de continuar con el relato de la película, querría advertir que en el desarrollo de esta cinta he echado en falta, dos cosas. Una, quizá por las prisas del estreno, que carece de título, pero esta falta podría subsanarse titulando el filme, al menos en España, Operación Birra. Y dos, entre todos los gobiernos que salen a lo largo de la película hay uno que brilla por su ausencia, se trata del de Inglaterra. Parece ser que el gobierno inglés ya hizo su propio thriller y, por el momento guarda silencio.
En el capítulo de actores, todos los que han intervenido en el rodaje de Operación Birra han desempeñado su papel a la perfección. Desde el desertor de la CIA hasta la rubia protagonista femenina, a quien pinchan su móvil y los servicios de inteligencia se enteran hasta de la hora que le han dado en la peluquería. A partir de esta acción es cuando la película alcanza su punto más caliente, ya que empiezan a complicarse las cosas para los amigos franceses, españoles, italianos y a crearse una desconfianza mutua.
Desde Rusia, un exagente de la KGB al mando general del país, junto con el traidor, se encarga de liarla más y, por ello, los gobiernos implicados en las escuchas ilegales cada vez se embarullan más. Ya no saben qué decir a sus ciudadanos y van pasando la patata caliente a otro protagonista para que éste explique los hechos. En definitiva, el filme promete y puede alcanzar una gran notoriedad mundial.
En general, éste es el argumento de Operación Birra. La conclusión que hemos sacado después de ver la película es que lo mejor en estos filmes de espias es estarse callado porque si hablas, todo lo que digas se vuelve en tu contra. Así ocurre en las escenas en las que interviene el gobierno español, que al comienzo dice que ha sido espiado y al final resulta que él ha sido uno de los agentes que espiaba a los demás y posteriormente pasaba los informes al gran jefe. Al final, resulta que todos se espían a todos, pero nadie sabe nada, porque de eso se trata, desde hace mucho tiempo, de que nadie se entere.
Sin embargo, toda esta acción llevada a cabo contra varios países colegas crea unos conflictos diplomáticos que trae de cabeza a los cónsules americanos en los respectivos países espiados. Como las reuniones entre diplomáticos no resuelven la situación es cuando en la segunda parte de la película entra en acción Inglaterra, que hasta el momento había permanecido en silencio, para encomendar a su mejor agente secreto, James Bond, que resuelva el asunto junto a su amigo americano, el también agente secreto Félix Leiter. El asunto se complica cuando Bond se entera de quién es la rubia que tiene que rescatar de los espías. Pero la operación está a punto de irse al traste porque cuando el agente inglés ve la foto de la rubia alemana entra en una depresión causada por el aspecto tan poco femenino de la dama en cuestión. Gracias a su amigo Leiter, James logra superar la mala impresión que ha recibido y se pone manos a la obra.
Los mejores momentos de la cinta se producen al final cuando Bond llega a España y en el aeropuerto de Barajas se encuentra con el agente que le ha destinado el gobierno español para que le ayude durante su misión. La escena nos muestra un primer plano del agente inglés con cara sorprendida al oír el nombre de su colega: «Mi nombre es Torrente. Santi Torrente».
Para saber el final tendremos que esperar a que James Bond se recupere de la sorpresa que le han producido los del servicio secreto español.
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Precampaña
Por Julián Miranda Sanz



S
ÓLO basta leer los periódicos, oír las emisoras de radio o ver los telediarios para darse cuenta de que los políticos están en plena precampaña electoral, aunque falten casi dos años para su celebración. Por ello, cada día son más frecuentes las promesas, los buenos augurios y las frases más ingeniosas que pueden decirse en estos casos.
Como si se tratara de artistas que ofrecen un concierto apoyados por otros colegas de renombre para que el evento resulte mucho más espectacular, así algunos miembros del Gobierno aparecen en los medios acompañados de ciertos componentes de organismos europeos para que las frases que han pronunciado días anteriores tengan más credibilidad en la opinión pública.
Sin embargo, mientras el artista y su colega entusiasman y enfervorizan a sus admiradores en el concierto, los políticos de turno con sus actuaciones no levantan el ánimo a nadie por muy europeo que sea el telonero que pongan en el escenario de los sueños electorales porque, en ocasiones, puede que más que ayuda establezca más confusión entre el electorado.
Es el caso del presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, que asegura que España ha empezado a «pasar página» y ha entrado en el camino de la recuperación al mismo tiempo que destaca y valora positivamente las medidas que el Ejecutivo ha tomado para hacer frente a la crisis. Para que nos entendamos, que vamos por el buen camino y que lo pasado, pasado está.
Y ahora viene la confusión. En uno de esos desayunos que se organizan para estos «artistas» de las palabras y las frases que sientan cátedra, el presidente del Eurogrupo, entre cruasán y cruasán nos dice que no basta con las medidas que el Gobierno está llevando a cabo, sino que tiene que hacer más reformas laborales y que los españoles tenemos que trabajar más.
Las opiniones de estos «teloneros» dependen del estado de ánimo con el que se levantan cada mañana, y por eso sueltan lo que les parece en cada momento. Entonces es cuando interviene el artista principal para reconducirle nuevamente a su mismo tono y no desafine. De ahí que tras el recadito que Luis de Guindos diera a Jeroen Dijsselbloem durante el desayuno, éste dijera que él, si tuviera dinero, también invertiría en España como lo ha hecho Bill Gates, ya que es una magnífica apuesta. De Guindos suspiró. Y yo comento: «Menos mal que en España sólo se toma café, leche y zumo en los desayunos y el resto de bebidas las dejamos para el aperitivo y el almuerzo», porque hay que ver la de cosas que se oyen en estas reuniones.
Y hablando de reuniones y desayunos, tenemos otra actuación estelar del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, que anuncia una bajada de impuestos en el IRPF, transmisiones e hidrocarburos en la comunidad que preside. Dicho así suena muy fría la noticia; por eso, había que darle más ritmo, y entonces Ignacio González, como solista que quiere enloquecer a los que han asistido al concierto (desayuno) suelta la siguiente arenga: «Será la mayor rebaja de impuestos aprobada por una comunidad autónoma en la historia de la democracia española». Los asistentes enloquecen, vociferan y aplauden con vehemencia. Los que ocupan las mesas más cercanas se acercan al intérprete, le besan, le abrazan. Otro desayuno de locura, eso sí, sólo con zumos, café y leche como bebida.
También tenemos que destacar las actuaciones de Cristóbal Montoro. Este artista ya no tiene suficiente con las actuaciones en desayunos, éste se atreve a cantar en el gran teatro del Congreso delante de todas las señorías de este país y repite una y otra vez el estribillo de sus canciones: vamos bien…, estamos saliendo… los salarios no bajan… hasta que logre que todos nos creamos lo que canta.
Durante esta precampaña también hacen acto de presencia otros actores, pero éstos al ser más «obreros» que «populares» no tienen tanta repercusión. Por una parte, porque actúan en plazas más pequeñas y de provincias, y, por otra, porque dentro del grupo existe una gran lucha por alcanzar el liderazgo del conjunto. Estas dos cuestiones limitan mucho el éxito. Su principal líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, acusa el desgaste de los años al frente del grupo y cada día desafina más. Por ello, han salido varios solistas (Carme Chacón, Tomás Gómez, Óscar López) que quieren formar un nuevo grupo competitivo que pueda dar «caña».
Hay dos grandes artistas a los que echo en falta en estos días. Se trata de Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. ¿Alguien sabe dónde actúan?
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Ya tenemos todo
Por Julián Miranda Sanz


Y
A tenemos todo: el otoño, el primer clásico de la temporada, el cambio de hora, el «puente» de Todos los Santos, las manifestaciones por los convenios, los entendidos en todo y opinando de todo en las diversas tertulias radiofónicas y en ciertas tertulias televisivas; nada cambia, año tras año se repiten las mismas escenas pero con diferente atrezo.
El otoño, con su mezcolanza de colores y sus cambiantes días, se instala entre nosotros creando una sensación de inestabilidad emocional y una confusión mental.
En esta estación del año, los recuerdos, que cada vez son más numerosos, afluyen a mi memoria cubriéndola con una capa gris, de la que me cuesta desprenderme porque, como si se tratara de esa chaqueta que nos ponemos y que encontramos tan confortable en estos días otoñales, cada año me aferro más a esa nebulosa buscando un cobijo donde poder restablecer mi equilibrio.
Tampoco podía faltar uno de los muchos «clásicos» futbolísticos que se disputan durante la temporada ni el clásico  «puente» de Todos los Santos.
El primer «clásico» se ha desarrollado con el mismo guión de representaciones anteriores, aunque con distintos actores en sus papeles principales: faltaban Guardiola y Mourinho, y estas ausencias se han notado antes, durante y después de la representación, contribuyendo a que en esta función el patio de butacas (público) haya estado más sosegado, los actores (jugadores) han cumplido con su papel y ninguno ha destacado en su actuación,  aunque el director de escena (el árbitro) con su dirección ha contribuido a que este pase se parezca a los de años anteriores y deje la polémica servida, al menos entre los centralistas porque los independentistas instalados en el entresuelo de su teatro, aprovechando el escaparate que ofrece siempre un «clásico», aunque sea de fútbol, no desperdiciaron la ocasión para reivindicar su independencia para que se enteren todos, aun el propio Obama sin necesidad de cotillear a través de la mirilla, de que lo suyo es el teatro independiente y no las copruducciones nacionales.
En cuanto al «puente» de Todos los Santos, pues ahí está, como todos los años. No sé cómo lo hacemos los españoles para, a pesar de los intentos (y sólo intentos) del Gobierno por suprimir los «puentes», todos los años nos organizamos unos cuantos. Las noticias que oímos en este día que llevamos flores a nuestros difuntos, pues como el otoño, todos los años igual: «la afluencia masiva de público a los cementerios ha provocado enormes atascos en las entradas de los camposantos de las grandes ciudades»; «se recomienda prudencia durante los desplazamientos en estos días»; «nuestras playas y carreteras han registrado una gran afluencia de público y de coches, respectivamente». En fin, la monotonía del otoño.
Y nos quedan dos ingredientes más para esta coctelera de otoño. Por una parte, las manifestaciones por los convenios y los despidos improcedentes, y, por otra, el ver cómo una vez más los ciudadanos somos usados como rehenes por los sindicalistas para alcanzar sus propósitos, ponen la agitación precisa en las calles para calentar este cóctel que, como cada año, vuelve a repetir ingredientes agrios, sin que salga ningún barman que le dé el toque preciso para que podamos hacer de nuestro bar España una cafetería snack-bar. (Permitirme que aclare lo de cafetería snack-bar. Cuando esta clase de bares se instaló en España menuda importancia dada invitar a tu chica a una coca-cola en un local de éstos que hasta tenían música ambiental, casi nada, y unas luces indirectas que proporcionaban una conversación más íntima con muchas posibilidades de coger la mano a tu chica, era lo más.)
Por último, tenemos los entendidos contertulios en todo. Esta especie opina y sabe de todo aquello que acontece en esta España. Y digo yo, si tanto saben, ¿no podrían manifestar sus opiniones y sus puntos de vista antes de que se produzcan los acontecimientos? Lo que necesitamos es a alguien que ofrezca ideas nuevas, que se adelante a los hechos y nos brinde soluciones concretas, porque para criticarse los unos a los otros y que en muchas ocasiones no se les entienda lo que dicen porque se empeñan en no dejarse hablar levantándose la voz mutuamente y así de esta forma no hay nadie que les comprenda, para esto ya tenemos a los políticos en el Congreso que esto de no entenderse lo hacen a las mil maravillas.

Otoño y televisión basura


sábado, 26 de octubre de 2013

LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA


Por Julián Miranda Sanz



UNA cosa que cada día tolero menos es pasar una sobremesa solo, sin poder comentar los acontecimientos cotidianos, tanto los domésticos como los nacionales, con alguna persona que me acompañe.
Y ayer fue uno de esos días en que la sobremesa, al igual que la mañana, fue melancólica, sosa y tristona como si formara parte del cambio horario que cada año nos introduce en el triste y cambiante otoño, antesala del alborotado y luminoso mes navideño de diciembre con un noviembre por medio que algún año por las prisas con que vivimos, por un lado, y la celeridad de las grandes superficies comerciales por adelantar la Navidad, por otro, no tengo la menor duda de que reduciremos el mes de noviembre sólo al día de los Santos.
Cuando los recuerdos se agolpan en mi mente creando una confusión multicolor que generalmente termina en blanco y negro, acudo al mando de la televisión y, tras encender el receptor, comienzo un recorrido por todos los canales al estilo de esas excursiones que realizamos para visitar todos los monumentos, iglesias o museos de una ciudad en un solo día y que cuando al final de la tarde hacemos una parada para tomar un refrigerio es tal la madeja que tenemos de estilos de arte, de historias, de nacimientos de reyes o lugares donde acabó sus días algún santo que nos resulta difícil encuadrar a cada uno en su sitio, pero que ha servido, como el ir de canal en canal, para pasar la mañana o el día entero sin pensar en nada y forzar a la mente a admitir una información que desplaza a otros pensamientos que pueden terminar en melancolía.
Durante el recorrido a través de los canales me llama la atención el programa Entre todos que se emite en La 1 de Televisión Española. La presentadora Toñi Moreno me sorprende por su forma de presentar a los que van a ser los damnificados de la tarde. Los anuncia diciendo: “¿Qué tengoooo? ¡Llamada!” y esta presentación la veo más propia de un vendedor de mercadillo que de una presentadora de televisión.
Se trata de un programa que ayuda económicamente a gente necesitada y esto me recuerda al programa Ustedes son formidables que se emitía en la Cadena Ser y era presentado por Alberto Oliveras entre 1960 y finales de los años 1970. Como pude comprobar desde aquellos años 1960 hasta hoy poco ha cambiado y la imaginación de los creadores de programas aún menos.
Lo que no entiendo es por qué Televisión Española emite este tipo de formato donde el morbo se confunde con la generosidad y no emplea el dinero público en otros programas más culturales y más educativos. Pero ¿dónde están esos políticos o esos sindicalistas que protestaron en su día porque el programa Tómbola se emitía en una televisión pública (Telemadrid) y se estaba malgastando el dinero de los españoles? ¿Por qué no obligan al Ente público a dejar de emitir estos programas basura? ¿Será que los políticos y los sindicalistas son los únicos que han cambiado en todo este tiempo? Yo no encuentro diferencias entre estos dos programas basura, ya que lo que destaca en ambos es el morbo que crean, por un lado, las miserias expuestas en Entre todos, y, por otro, los cotilleos de Tómbola.
Por todo esto, y una vez puesta en orden mi confusión mental, decido tomar un café y ponerme delante del teclado del ordenador para plasmar estos pensamientos en esta columna. Buen finde, queridos.
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Gracias, Manolo
Por Julián Miranda Sanz


LA noticia del fallecimiento de Manolo Escobar me sorprendió mientras tomaba un café después de comer, y al instante sentí un escalofrío que recorría mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies erizándome el vello estremecido por la emoción que me producía la noticia que acababa de oír.
No había muerto un famoso ni un cantante había fallecido una gran persona, un hombre humilde, cercano a todos. Nos había dejado un hombre que se había hecho a sí mismo, un emigrante de los muchos andaluces que abandonaron su pueblo para ir a otro, en este caso Cataluña, en busca de trabajo y de un futuro mejor. Y de esa nada, practicando varios oficios y aprendiendo a tocar la guitarra, actuando en alguna verbena y presentándose a algún concurso radiofónico, llegó a ser Manolo Escobar, pero nunca dejó de ser la persona sencilla, amable y acogedora que atendía a todo aquel que le paraba por la calle para preguntarle por su carro o decirle lo mucho que le admiraba.
Manolo era tan sencillo que hasta para casarse sólo necesitó el amor, sin más. Se enamoró de Anita y sin saber alemán él, ni español ella, se entendieron de tal forma que llevaban más de cincuenta años casados y enamorados.
Hoy el fallecimiento de Manolo Escobar me llena de emoción al mismo tiempo que me hace ver que ya no somos tan jóvenes. Uno de los recuerdos que me viene en estos momentos son los ratos que pasé, junto a mis compadres de Cosecha del 68, a finales de los años 1960 cuando alguna noche terminábamos en algún mesón de la Cava Baja en el Madrid de los Austrias para tomar una tortilla de patatas y una garra de vino y Ricardo nos cantaba la canción de Mujeres y vino. Y cómo no recordar aquellas fiestas de los pueblos que recorrimos por Chapinería y sus alrededores donde el Porompompero o Mi carro o La minifalda no faltaban en el repertorio de los músicos.
Cuando preguntas a alguien que te diga tres canciones, quitando la más popular, de Manolo Escobar te dicen las tres o más, aunque no sean aficionados ni a la música ni al género que practicaba Manolo. Esto sólo ocurre con muy pocos cantantes y esto es algo que hace ser aún más grade la figura de Manolo Escobar.
Con sus películas conocimos muchos rincones y lugares de España. Para muchos españoles de aquellos años era una manera de viajar al menos hasta que se compraron un «seiscientos».
Hoy he encabezado esta columna con un «Gracias, Manolo» y no con un «adiós» ni un «hasta siempre» porque Manolo sigue entre nosotros con sus canciones, sus películas, por su modestia y por tantos y tantos recuerdos que guardamos de aquellos maravillosos años de nuestra juventud. Por todo esto es por lo que quiero darte las gracias. Siempre te recordaremos. Seguro que allá arriba ya te habrán preguntado dónde está tu carro, porque de esta pregunta no te libras ni en la tierra ni en el cielo. 

*   *   *
Y ahora quiero hacer un punto y aparte para esas personas que pasan por delante del féretro de Manolo Escobar y con el teléfono en una mano van grabando todo lo que encuentran a su paso mientras que con la otra mano se santiguan. Por favor, un mínimo de respeto y dignidad que no están ustedes en una caseta de feria, sino en un velatorio por muy cantante que sea el difunto. Resulta penoso ver acciones de este calado porque es un reflejo de que hoy vale todo y ya no se respeta ni la paz ni el reposo de los muertos.
Señoras y señores curiosones dejen las fotos y las imágenes para los profesionales que cubren el acontecimiento y guarden un mínimo de decoro si es que saben lo que es.
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Vecina, ¡cómo está el patio!
Por Julián Miranda Sanz


AYER comentaba que había encontrado el patio patrio revuelto y, además, con un nuevo inquilino que ha terminado de ponerlo más agitado. Este nuevo vecino viene de Estrasburgo con unas decisiones y unas leyes que a la mayoría de la comunidad no gustan, o, al menos, con la urgencia con que se han llevado a cabo y las repercusiones que puedan tener en un futuro. Por ello, los periodistas preguntaban al presidente del Gobierno qué opinaba sobre la decisión de Estrasburgo que anulaba la «doctrina Parot», y nuestro presidente, ni corto ni perezoso,  responde que en Madrid está lloviendo. Genial. Toda una respuesta digna de cualquier conversación que se precie en un ascensor cuando no sabemos de qué hablar, pero no de un presidente del Gobierno y que además tiene el respaldo de la mayoría de los votantes. Sin embargo, y aprovechando el viaje a Bruselas, Mariano Rajoy, atendiendo a la prensa, manifiesta que la sentencia de Estrasburgo no le gusta nada. Esta costumbre de contestar a las preguntas de los periodistas fuera de España parece una práctica habitual no sólo de ciertos entrenadores de fútbol (léase Mourinho), sino de políticos.
Al parecer, todo este alboroto se debe a que nuestras leyes penales no se han modificado o adecuado a la actualidad desde los años setenta y ochenta y, como casi siempre, se hizo un arreglo con eso de la  «doctrina Parot» para salir del paso y ahí nos quedamos. Por ello, una vez más después del error o la desidia, ahora los políticos se van a poner manos a la obra para evitar que una cosa así vuelva a repetirse. También toda esta movida puede ser el resultado de algunos acuerdos pactados por el anterior Gobierno.
Esta decisión, aparte de lo que pueda hablarse de ella o de las conclusiones que puedan extraerse de su aplicación, servirá, no tengo la menor duda, para tapar momentáneamente todos los frentes conflictivos que hay abiertos que, como si de un dolor muscular se tratara, se tapan con parches Sor Virginia. Y así hasta el próximo escándalo que acalle éste. Por cierto, señor Rajoy, en Madrid continúa lloviendo.
El Gobierno saca pecho diciendo que la economía mejora, que el Producto Interior Bruto baja, que nuestra prima la Riesgo desciende; los bancos siguen acumulando ganancias; la Comunidad de Madrid que no subirá los impuestos; el ministro Montoro  que nos está sacando del túnel… Qué bien suenan estas frases, pero los vecinos de este patio no entendemos, ni notamos, ni sabemos si nos dicen la verdad o será ya la precampaña electoral. Sin embargo, lo que verdaderamente entendemos es que siempre ganan, como en aquellas películas del oeste, los de siempre, es decir, políticos, empresarios, banqueros.
Tras ver y oír todas estas cosas, podríamos resumir los cuatro años de representación de un gobierno de la siguiente manera: el Gobierno pasa su primer año de mandato echando la culpa de todo al anterior inquilino: el segundo año lo emplea en cambiar todo aquello que su antecesor en el cargo le ha dejado: el tercer año lo dedica a la precampaña y a colgarse méritos en el escaño, y, por último, el cuarto a pintarnos el patio de mil colores para que les votemos otra vez. Pero ¿cuándo van a hacer algo bueno y en condiciones para la comunidad que les sustenta antes, durante y después de formar parte de esta comunidad de vecinos que es España?
Por último, hay dos asuntos que traen de cabeza a esta comunidad. El primero es el cabreo que ha cogido nuestra vecina rubia porque el del ático, un morenazo de aúpa, la espía. Y sin pensárselo dos veces nuestra vecina alemana y rubia como la cerveza se ha ido directamente a pedirle explicaciones sobre tales acciones. Por supuesto, el morenazo lo ha negado, faltaría más. Sin embargo, como ocurre con estos sucesos, han salido a la luz más casos. Por ello, propongo una junta extraordinaria de vecinos para esclarecer los hechos, ya que la susodicha rubia tiene un carácter impulsivo y cabreada puede ser tremenda; por ello, debemos tenerla en palmitas y dejar su móvil tranquilo.
El último asunto por hoy es un comunicado que ha aparecido en el tablón de anuncios de la comunidad. Se trata del señor Trillo, que pasa largas temporadas en Londres y busca aquí, en España, porque son más económicos que en la City, un mayordomo. Sueldo anual de 27.000 euros. Vivienda gratis. Entre otros requisitos se pide hablar inglés, gozar de buena salud o llevar el gobierno de la casa. Tres meses de prueba. Ah, sólo de forma interina.
Con todo esto y con la revolución de las empleadas de hogar o de las señoras que acompañan a personas como Mateo, Pedro o Enriqueta durante sus paseos por el barrio que, después de leer este anuncio, piden aumento de sueldo porque, dicen, que ellas reúnen los mismos requisitos que pide Trillo y además del inglés hablan rumano, búlgaro o filipino, como para no decir: «Vecina, ¡cómo está el patio!». «Y peor que va a estar como sigan tocándome el teléfono», me responde la rubia mientras prende la ropa a la cuerda de su tendedero.
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Si lo sé, no vuelvo
Por Julián Miranda Sanz


DESPUÉS de pasar unos días por la costa Este (de España, se entiende) disfrutando del buen tiempo, de unas playas maravillosas, de unos atardeceres espectaculares, viviendo experiencias nuevas y fascinantes; después de reponerme del jetlag que causa el vivir los días a tope sin ningún tipo de restricciones, el no saber nada de lo que pasa por el mundo, el preocuparte sólo en qué divertimiento vas a emplear la siguiente hora, el olvidarte del tiempo, el no importarte que sea de noche o de día, en definitiva, de pasarlo macanudamente; después de todo esto retomo nuevamente mi columna para comentar los acontecimientos que se producen cada día.
Todo este compendio de actividades tan gratificantes, y en ciertos momentos con excesos y demasías en algunas cosas, todo este paréntesis en el devenir cotidiano, aún ha resultado más gratificante al compartirlo y vivirlo con mi pareja. Los atardeceres que pasé junto a ella eran más intensos porque cuando el sol se ponía tras las montañas, aún el agua del mar y la playa permanecían anaranjadas por el brillo que desprendían sus ojos. Cuando la noche caía sobre los paseos y se encendían las primeras farolas, todo el lugar adquiría un aspecto entre mágico y misterioso producido por la presencia de una mujer enigmática que me atraía hacia ella a cada paso que dábamos fascinándome y haciendo que ese misterio envolviera todo mi ser que quedaba conmovido al sentir el contacto de su cuerpo. Los días vividos con ella brillaban más, eran más luminosos, más alegres, más emotivos. Era vivir en un edén con la persona que un día aceptó compartir su vida con la mía. Gracias, mi niña.
Este viaje ha sido el primero que he disfrutado fuera de la época veraniega y me han sorprendido algunas cosas. Cuando emprendí estas minivacaciones pensaba que no encontraría niños en el hotel ni en la playa, ya que al ser días lectivos se hallarían en el colegio. Pero no. Había niños, tanto españoles como extranjeros. Por eso, me pregunto: ¿qué hacían allí esos niños? Me dirán que el curso escolar acaba de empezar y que por unos días qué va a pasar. Que los padres no han podido tomar las vacaciones antes y qué van a hacer. Bien, mi opinión es que los niños tendrían que estar en el colegio desde el primer día, porque si ya empezamos a faltar al comienzo del curso mal emprendemos el camino, ya que si pedimos una educación pública y buena, tendremos que ser consecuentes con nuestros actos y cumplir con nuestros deberes como padres y como ciudadanos.
Durante estos días he coincidido en el hotel, en la playa, en los paseos con un grupo de viajeros que me han sorprendido gratamente por su vitalidad, su alegría, su cercanía. Son los que, según ellos, están comprendidos entre uno y treinta años. Alguno de este grupo me comentaba que la tercera edad comienza a partir de los sesenta, de ahí que el que tiene setenta y seis años, dice que ha cumplido dieciséis. Será por eso que no paran en todo el día. Siempre riéndose, jugando, realizando excursiones, dedicándose mutuamente carantoñas, recibiendo clases de baile y poniéndolas en práctica por la noche. ¡Viva la juventud!
Este grupo viajero con representación de todas las comunidades autónomas está encantado con estos viajes que proporciona el Gobierno a un precio más económico. Entusiasmaba ver cómo se animaban entre ellos cuando algún paisano participaba en los concursos que se celebraban por la noche durante la sesión de baile.
Viendo esto y teniendo en cuenta que la representación catalana era la más numerosa, me preguntó cómo Artur Mas explicará a todos estos «jóvenes» que cuando se independicen se les cierra el local y se acaban fiestas, clases de bailes, excursiones, concursos y demás saraos.
Por último, sólo hacer referencia a cómo me he encontrado el patio nacional. Todo sigue igual que cuando le dejé. Bueno, todo no. Por un lado, ya se empieza a notar que vamos a entrar en tiempos de elecciones: dice Montoro que se compromete a devolver los «moscosos» a los funcionarios, y, por otro, al Gobierno no sólo le basta con dejar sin paga extra a los funcionarios, sino que ahora los deja en paños menores como hicieron con una maestra hace unos días. Rubalcaba dando ánimos: lo peor está todavía por venir. Por si éramos pocos en el patio, ahora se introducen los del tribunal de Estrasburgo. Y entre tanto, Obama nos espía, y mi cajetín de correos lleno de publicidades y de facturas que he de abonar en los próximos días. ¡Vaya otoño que se presenta!
Después de cómo he pasado estos días y de cómo me encuentro el patio patrio, lo dicho: si lo sé, no vuelvo.
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Obama sigue firme
Por Julián Miranda Sanz


LAS noticias nacionales se agolpan en la prensa y en las cadenas de radio y televisión y no dejan apenas espacio para la información internacional. No obstante, manteníamos nuestra atención alerta por si oíamos alguna noticia sobre el pulso que mantienen republicanos y demócratas y las consecuencias que podemos tener si no llegan a un acuerdo.
La noticia llegó. Al parecer, los republicanos han propuesto una tregua de seis semanas a cambio de que Obama reconsidere su postura y entre en negociaciones sobre la reforma de los impuestos, la sanidad o las pensiones públicas.
Los republicanos saben que las encuestas se ponen en su contra. Obama respira algo más tranquilo porque continúa firme en su decisión.
Si cuando Barack Obama confesó el temor que tenía a su mujer porque ésta no le dejaba fumar le dirigí una carta en la que le daba la bienvenida al Club de los Huevones, es de justicia que ahora que ha permanecido firme en su decisión de no ceder al chantaje de los republicanos reconozca por medio de otra misiva su determinación.

Estimado Presidente:
Hace unos días te daba la bienvenida a este club, ya que habías tenido la osadía de manifestar públicamente por qué dejaste de fumar, y hoy deseo felicitarte porque has sacado la parte de león (esto de «león» quizá resulte algo difícil de traducir al inglés, ya que forma parte del lema del club; bueno, no te preocupes, Barack, que otro día te lo explico) que todos llevamos dentro y porque te has mantenido firme.
En la tertulia de los viernes, el colega José Luis se enfurruñó con nosotros porque le dijimos que así hay que hacer las cosas, con firmeza y sin ceder a chantajes. No le duró mucho el enfado porque Alfredo enseguida le consoló.
Nos ha gustado mucho la foto en la que apareces junto a tu vicepresidente Joe Biden, en mangas de camisa y con corbata, comprando un sándwich en Taylor Gourmet y mandando un recadito a los republicanos. La verdad, Barack, aquí ningún socio se imagina al colega Mariano y a Soraya comprando un pollo y unas sidras en Casa Mingo a no ser en tiempos de elecciones.
A los que tienes un poco cabreados es a los muchachos de la prensa. Al parecer, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) se queja de que, a pesar de tus promesas por ser la Administración con más transparencia en la historia de Estados Unidos, ésta brilla por su ausencia. Bueno, Barack, no te apures, aquí se filtran muchas más cosas y es un caos. Para que te hagas una idea te comento lo que últimamente ha dicho Cristóbal sobre los sueldos: «Los salarios no están bajando, están moderando su subida». Vamos, para que lo entiendas, que cada vez ganamos menos y encima los empresarios salen diciendo ahora que quieren moderarnos más los sueldos. Y así, todo.
Barack, en lo que no sois muy originales es en poner nombres a los casos, propuestas, leyes. Mira que poner a la ley sanitaria el nombre de  «Obamacare». ¿Te imaginas si ponemos aquí a una ley de sanidad «Matocare»? Para que te hagas una idea te cito algunos ejemplos: caso Pokemon, caso Malaya, caso Campeón, caso Camisetas, caso Picnic orepación Heracles, operación Puerto, y así podemos seguir que no terminamos con la lista. En esto tenéis que esforzaros un poco más.
Bueno, colega, que ya te he comentado unas cuantas cosas. Que te doy otra vez la enhorabuena por mantenerte en «tus trece» (esto tampoco sé si en inglés lo entenderás). Que nos tienes aquí para lo que quieras. Que en la tertulia de los viernes siempre nos acordamos de ti. Cuídate.
Recibe un fuerte abrazo de este colega que te respeta, te admira y te aprecia.

P.D.: Todos los socios te mandan un abrazo, un beso para Michelle y otro para Malia Ann y Natasha.

 

Y, además, se llaman sindicalistas


viernes, 11 de octubre de 2013

LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA


Por Julián Miranda Sanz



LA juez Mercedes Alaya camina con paso firme y figura erguida por el patio sindicalista agitando sin desmayo el bote de los ERE fraudulentos y conduciendo a todo aquel que resulta sospechoso al Juzgado hasta convertir su propio despacho en el camarote de los hermanos Marx con tanta entrada y salida de imputados.

Al comienzo de la «operación Heracles» (ya tardaban en bautizar este caso de los ERE), el expresidente de la Junta, Manuel Chaves, manifestó que «esto de los ERE es cosa de cuatro golfos»; mal contados, añade un servidor, porque ya se llevan contabilizados cerca de doscientos, y subiendo.
La agitación que está provocando la juez Alaya es tal que ayer los sindicatos, en un afán por defender su honestidad, enviaron un «piquete informativo» (como gustan llamarse) hasta las puertas del juzgado de Sevilla donde iban a ser interrogados algunos sindicalistas imputados por Mercedes Alaya. El objeto de esta concentración no era otro que intimidar a la juez.
Y allí estaban todos con sus pegatinas, sus silbatos, sus pancartas, sus armas: la descalificación de las personas y el insulto, y sus declaraciones a la prensa faltas de todo sentido y carentes de toda credibilidad. Porque decir que habíamos retrocedido hasta los tiempos del franquismo y que habíamos recuperado las persecuciones que realizaba la Brigada Político-Social es decir demasiado. Muchos de los que estaban a las puertas del Juzgado de Sevilla seguro que corrieron muy pocas veces delante de los «grises».
Señores manifestantes de UGT y CC. OO., en la época del franquismo había sindicalistas, así con mayúsculas, que si hoy vivieran sentirían vergüenza de ustedes. Marcelino Camacho, Santiago Carrillo o, incluso, aquellos enlaces sindicales del franquismo, y si nos remontamos en el tiempo, encontramos a Pablo Iglesias, que vivió y murió en la pobreza, todos estos hombres, entre otros muchos, que lucharon por unos ideales y unos derechos que querían para los trabajadores, hoy les expulsarían, en el mejor de los casos, a gorrazos del partido o del sindicato por corruptos y porque tienen una superficie facial más colosal que la Giralda y la Torre del Oro juntas.
Las comparaciones no son aconsejables, pero hay ocasiones en las que sí se deben hacer. Cuentan que al morir Pablo Iglesias allá por el año 1925 entraron unos compañeros en el humilde despacho que tenía en la redacción de El Socialista y encontraron en un cajón de la mesa que le servía para realizar su trabajo un sobre que contenía mil pesetas que el propio Pablo Iglesias había dejado para el periódico socialista, al que había estado vinculado desde su fundación, en señal de agradecimiento por las ayudas que había recibido durante los momentos difíciles de su vida. Hoy, con hechos como los que están saliendo a la luz, ¿no querrán compararse con aquellos sindicalistas? ¡Cuánto tienen que aprender de ellos!
Mientras se desarrolla toda esta agitación sindical, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, visita a Mariano Rajoy en La Moncloa para pedirle al presidente que lidere un pacto entre todos contra la corrupción. Como principio no está mal la idea; sin embargo, puede ir controlando y poniendo en orden su patio andaluz que falta le hace. ¿Susana Díaz habrá aprovechado el viaje a los Madriles para pedirle a Mariano Rajoy que les tienda una mano en esto de los ERE? En lo que sí ha aprovechado el viaje ha sido para decir que UGT ya había reembolsado a la Junta 25.500 euros de facturas cobradas indebidamente. Bueno, ya es algo; pero, Susana, hay que llegar hasta los 1.217 millones.
Por otro lado, mientras los catalanes siguen recibiendo más dinero que cualquier otra comunidad, mientras aportan menos que otras comunidades, mientras se les permite continuar con sus desprecios hacia cualquier cosa que represente España, mientras siguen con sus referéndum independentistas, mientras más se les consiente, ¡más ganas tienen de independizarse de «papá» Estado!; en cambio, los sindicatos que son perseguidos, que son imputados, que les quitan subvenciones, que son encarcelados, que cada día dicen que les hacen más putadas, ¡ni piensan en independizarse! y prefieren seguir en casa y al amparo de «papá» Estado. Esto de independizarse qué difícil de entender resulta.
Con este panorama, en el horizonte se divisa la figura del juez Castro que aparece otra vez con un nuevo hallazgo en el «caso Nóos»: las comidas, las compras de flores y ropa de niño que la Infanta Cristina pagó con la Visa Oro de Aizoon. ¿Con esta nueva investigación se taparán los ERE? Los ERE ya taparon al «caso Bárcenas». Con un caso tapamos otro. ¿Será por eso que existen tantos casos abiertos?

El caso Marta del Castillo


jueves, 10 de octubre de 2013

LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA


Por Julián Miranda Sanz


TRAS dos días de rastrear en la finca de la Majaloba la zona donde la policía creía que podía encontrarse el cuerpo de Marta del Castillo, todas las esperanzas de hallar los restos de la joven han vuelto a desvanecerse por enésima vez. No obstante, la policía ha decidido continuar la búsqueda durante un día más. Hasta aquí la noticia que ayer nos ofrecieron los medios de comunicación.
Con esta nueva decepción que ha sufrido la familia de Marta por seguir sin encontrar su cuerpo y, con ello, continuar con el sufrimiento y la ansiedad que supone una búsqueda tan extendida en el tiempo, junto a la frustración que debe de experimentar toda la familia de la joven cada vez que los resultados de un rastreo son negativos, hacen que me formule varias cuestiones.
Admiro la entereza que esta familia andaluza está demostrando a lo largo del caso. Son cautos y respetuosos en sus manifestaciones, acatan todas las decisiones de los jueces y la policía y sus manifestaciones en la calle, al menos la sensación que nos dan desde la distancia, transcurren por unos cauces sosegados. Hoy día no sé si será más conveniente mostrar esta actitud cauta y responsable o, por el contrario, cargar contra todo, desde jueces hasta secretarios de juzgado, desde el presidente del Gobierno hasta el último policía, pasando por el propio ministro de Justicia.
Si en los primeros días o meses de este caso de Marta del Castillo la familia, aprovechando la expectación y el interés mediático que el suceso había levantado, hubiera exigido a las autoridades más firmeza y más contundencia en las investigaciones que se llevaban a cabo, no tengo duda de que la investigación hubiera tomado otro cariz. Me viene a la mente el caso del Alakrana. Silvia Albés, esposa de uno de los tripulantes del barco pesquero, cargó contra la ministra de Defensa por entonces, Carmen Chacón, y contra el otrora presidente, Rodríguez Zapatero, porque ni se habían puesto al habla con los familiares ni hacían gestión alguna por rescatar a su marido y al resto de los pescadores que permanecían secuestrados en Somalia. En una de sus protestas, Silvia Albés dijo: «¿Qué más hace falta en este país para que se muevan?». Está interrogante, junto a otras manifestaciones enérgicas, expuesta en todos los telediarios sirvió para que desde Zapatero hasta el último ujier movieran su trasero de la silla y trajeran a los pescadores a España.
Hoy, tres años después del asesinato de Marta del Castillo, desde esta columna manifiesto lo mismo que Silvia Albés dijo en aquella ocasión: «¿No basta el asesinato y la violación de una joven para que las instituciones gubernamentales de este país se impliquen más y no dejen que el paso del tiempo haga olvidar todo?» «¿Es permisible que unos jóvenes con su silencio impidan a unos padres, a una familia, a los que han arrebatado la vida de su hija, cuando menos poder  acudir a una sepultura para rezarla y llorarla?
Por otra parte, los jueces también desempeñan su papel en todos estos casos. Para juzgar a los imputados en el asesinato de Marta del Castillo se acordó que fuera un jurado popular quien llevara el caso, pero una decisión del juez al cambiar la acusación de asesinato por la de violación lo impidió, pasando a manos de un jurado profesional. En el reciente caso de los niños Ruth y José, el juez mantiene el jurado popular y es éste el que declara culpable a José Bretón de la muerte de sus hijos. No encuentro diferencia alguna entre ambos asesinatos; sólo las edades o el parentesco de las víctimas con sus asesinos puedan diferenciarlos. Sinceramente creo que el caso Bretón ha sido manejado pública y mediáticamente mejor.
¿O quizá detrás del caso Marta del Castillo hay algunos intereses que no pueden salir a la luz pública? Cómo siempre será el tiempo el juez que lo manifieste. Aunque no estoy muy convencido de ello, ya que todavía no se sabe bien lo que ocurrió con las niñas de  Alcàsser, y ya han pasado cerca de treinta años.
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Ana Botella y la ordenanza
Por Julián Miranda Sanz



EL Ayuntamiento de Madrid, que preside Ana Botella, ha presentado el borrador de la Ordenanza de Convivencia Ciudadana en el Espacio Público que entraría en vigor en 2014 tras contar con el consenso de la oposición.
Con esta ordenanza se pretende, según Ana Botella, hacer un Madrid mejor, que atraiga al turismo y, en definitiva, mostrar una ciudad limpia y segura. Una ciudad como la que allá por el verano, en vísperas de presentar nuestra candidatura a Madrid 2020, nos mostraban y llegaron, a fuerza de repetirlo, hacernos creer que vivíamos en un Madrid fetén, que diría un castizo.
Pero ahora resulta que la Villa del Oso y el Madroño no está tan reluciente como en el pasado verano, y para dejar la villa como una patena el equipo que preside Ana Botella pretende por medio de esta ordenanza ponerse manos a la obra para conseguirlo. Para ello, esta ordenanza clasifica una serie de  prohibiciones en tres clases de infracciones: leves, graves y muy graves, con multas que oscilan entre 0,90 céntimos y 3.000 euros.
Uno de los puntos estrella es acabar con la prostitución en las calles de Madrid; mejor dicho, con los clientes de las prostitutas. Primero, la policía les apercibe de que están infringiendo una ordenanza municipal y que la próxima vez serán sancionados con una multa de hasta 3.000 euros. Segundo, como no queda constancia de los nombres de las personas que solicitan estos servicios sexuales en plena calle y que son reincidentes, ya que la amonestación sólo es verbal, resulta que siempre será la primera vez. Mal empezamos, Ana, la ordenanza.
Mejor sería, si se quiere acabar con la prostitución, que se tomaran decisiones en una sola decisión: o se está a favor o en contra. Tan cortesana es la que está en un burdel de carretera como la que busca clientes en la calle. Sólo las diferencia el local: el burdel paga impuestos; la calle, no. Aquí en este apartado también tienen cabida las personas que leen el tarot (si pagan licencia pueden leerlo). Ana, seguimos mal.
También se quiere acabar con la mendicidad, los gorrillas, los que ofrecen productos a los conductores. Bien, entonces empecemos por perseguir a las personas que colocan y manejan a estos «molestos individuos». Ellos son los grandes beneficiados, mientras los pobres de pedir (así se les denominaba en mi época) son los sancionados. Sepa usted, Ana, que estos que piden a las puertas de centros comerciales tiene detalles y demuestran un respeto con las personas que nos hacen sonrojar. Por favor, dese una vuelta por los mercados del barrio fuera del tiempo electoral. Los gorrillas pronto serán extinguidos por el uso tan extendido de la ORA. También aquí la única diferencia de un gorrilla a otro es la recaudación. No nos enderezamos, Ana.
Entre las múltiples prohibiciones que nos trae esta ordenanza citaré algunas:  practicar juegos que molesten o sean peligrosos; escupir o tirar desperdicios al suelo;  acampar o cocinar en la vía pública; usar los bancos para otra cosa que no sea sentarse; pasear un perro que moleste o amenace a otras personas, soltarlo en una zona donde no esté permitido; causar molestias al regar las plantas; degradar el mobiliario urbano; bañarse, trepar, ensuciar o dañar las fuentes; orinar o defecar en la calle, o no limpiarlo si lo hace su perro; encender hogueras. Todas estas prohibiciones, señora Botella, en mi época se resumían en un libro, de apenas veinte páginas, titulado Libro de urbanidad que se impartía en los colegios públicos.
En este punto no quiero cargar las tintas hacia su equipo, ya que somos los ciudadanos los que debemos respetar y cuidar lo que tenemos en nuestras ciudades y a las personas con las que convivimos sin necesidad de ordenanzas, leyes, ni sanciones económicas. Aunque no estaría mal que ustedes, los políticos, también se repasen el libro. Si lo que queremos todos es una ciudad mejor. O no, Ana.
 

ENTRE LA FICCIÓN
Y LA REALIDAD





Jubilado noctámbulo

EL DÍA EN GALERADAS
Jueves 16 de enero de 2020

Y ahora a por el Oscar
CONOCÍAMOS varias facetas de la vida de Pablo Iglesias, pero tras ser designado vicepresidente del gobierno de Pedro Sánchez, ha salido a la luz la verdadera vocación de Pablo Iglesias. Con su nombramiento para formar parte del nuevo gobierno progresista y de coalición y feminista y populista y oportunista y veleta se han confirmado los rumores que desde hacía tiempo venían rondando por esta redacción sobre una de las pasiones ocultas del exultante líder de Unidas Podemos: el cine.
Por ello es por lo que hoy publicamos el cartel que anuncia la última película que el gran actor Iglesias ha protagonizado: El hombre del Oeste, filme producido y dirigido por un novel director Sánchez. Con esta película, tanto el director como el actor quieren rendir un homenaje a la España del «blanco y negro» (representada en un mítico Kirk Douglas) y a la España del tecnicolor (personificada en el legendario Alfredo Landa), sirviendo como nexo de unión entre ambas el ya populista Pablo Iglesias, que lo mismo interpreta un drama o una comedia o un wéstern o una vicepresidencia.
Lástima que por demorarse su elección como ministro no pueda optar a los Oscar y haya llegado tarde para competir con Antonio Banderas por el premio a mejor actor. Pero démosle tiempo a este nuevo intérprete del séptimo arte que se atreve con todos los géneros de la interpretación.
Desde el pasado lunes 13 de enero se proyectan en las Salas de la Carrera de San Jerónimo los filmes más destacados de Pablo Iglesias. Títulos como El pisito, No sin mi Irene, Los tramposos, Deprisa, deprisa, Furtivos, Amantes, Mentiroso compulsivo o El Azotador, entre otros.
Desde esta columna deseamos a Pablo Iglesias los mayores éxitos en el desempeño de su nueva faceta por el bien suyo, por el de Irene, por el de Pedrín (el de Roberto Alcázar), por el populismo, por los que se han ido y por los que quieren irse y por los que llegan, por los del feminismo, por los LGBT, por los del cambio climático, por los colectivos marginados, por los de Teruel, por los del centro (bueno, por éstos no), por los que creen en la igualdad entre las mujeres y los hombres… Por todos ellos y todas ellas sí se puede.

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 25 de diciembre de 2019

Las necesidades del espíritu
DOS veces al año, desde que me divorcié, quedo con mi amigo Andrés. Una cita es a principios de verano y la otra, cuando se acercan las Navidades. Si la cita corresponde con el tiempo de verano, solemos quedar en cualquier lugar del Levante y si el encuentro es durante la Navidad, nos citamos en cualquier restaurante de la Gran Vía madrileña. «Nuestra» Gran Vía.
A Andrés lo conozco desde aquellos años de juventud en que cada fin de semana echábamos nuestras partidas de billar y frecuentábamos discotecas en busca de muchachas que quisieran compartir con nosotros esos momentos que nuestra juventud nos demandaba entre la gloria y el infierno y que tenían lugar en un piso de alquiler en el que, aparte de estos encuentros compartidos, organizábamos partidas de cartas con otros amigos del barrio, celebrábamos cenas con largas sobremesas en las que cada uno a su manera contaba de qué forma podríamos vivir un futuro en libertad y en democracia; también solía contarse alguna que otra trola. Pues bien, aquel piso de alquiler era además la vivienda de Andrés.
Atrás quedaron todas aquellas aventuras amparadas en una loca y, en ocasiones, irresponsable juventud. La vida nos condujo unas veces por donde quiso y otras, por donde nosotros queríamos caminar o al menos eso pensábamos. Nuestros encuentros de juventud se desvanecieron por la situación laboral de cada uno de nosotros. Andrés marchó a trabajar durante largas temporadas a Londres y con ello nuestra relación se limitó a algunas cartas o a algunos encuentros esporádicos durante las vacaciones de verano que aprovechábamos para visitar algún lugar de moda durante la época estival. Sin embargo, cuando nuestra amistad se tambaleó hasta caer en un abismo fue cuando durante unas vacaciones de verano conocimos a dos jovencitas que a la postre fueron nuestras esposas. Vamos que nos casamos por la Santa Madre Iglesia y hasta que la muerte nos separase. Sin embargo, no fue la muerte quien nos separó, sino otras circunstancias que ahora no vienen al caso y que algún día desvelaré. Pero volvamos a mis encuentros con Andrés. En esta ocasión nos citamos en un restaurante de la Gran Vía. La emblemática calle de Madrid había sido engalanada con las luces que anunciaban la Navidad y por sus aceras transitaban ciudadanos, unos llegados de provincias y otros, lugareños, que ponían cierto colorido a la noche madrileña.
Andrés y yo contemplábamos toda esa fauna consumista como lo veníamos haciendo desde hacía muchas Navidades. Sin embargo, con el paso de los años, todo era distinto. Habían cambiado los locales, los cines, las salas de fiesta, los transeúntes... Había cambiado hasta la propia Gran Vía y, por supuesto, nuestras conversaciones, nuestras necesidades y, claro, nosotros mismos.
Es curioso comprobar cómo tu top de prioridades va experimentando variaciones con el paso del tiempo y, por ello, las necesidades espirituales sufren tantas variaciones como si de una bolsa de valores se tratara. Y a esas prioridades del espíritu son a las que Andrés y yo dedicamos nuestros encuentros gastronómicos y anuales. Al principio de estas reuniones, cuando teníamos unos cuanto años menos, nuestras conversaciones fluían al amparo de una cena sobre nuestros proyectos, nuestra vida laboral, nuestros ideales políticos, nuestro número de conquistas amorosas y de las no amorosas, nuestras aficiones y, a veces, hasta de nuestra familia, sin darle importancia al verdadero anfitrión de la mesa: el menú. A continuación nos trasladábamos a cualquier sala de fiestas o discoteca para concluir en no se sabía bien en qué cama ni quién era la morena o la rubia que teníamos junto a nuestro cuerpo desnudo.
El tiempo pasa inmisericorde y con él pasa nuestra vida. Deja de importarnos la política. De la oficina, ni hablar, tan solo algún vago recuerdo sin importancia. De la familia... de la familia, mejor dejarla correr como al agua. Las aficiones: las que nos gustan ya no podemos practicarlas y las que podemos practicar no nos agradan. Los amores... pues los amores ni correspondidos ni sin corresponder, salvo algún escarceo ocasional. Y de los alimentos, ¿qué? Pues que el que no perjudica al riñón hace daño al hígado o te sube el colesterol. Vamos, que estamos a punto de pasar esa raya que marca la frontera entre vivir una vida de privaciones de toda clase y comenzar a tomar pastillas para toda clase de remedios.
Por ello, en las comidas o cenas que celebro junto a mi amigo Andrés, por un lado, nos saltamos toda clase de recomendaciones, tanto de las médicas, de las sociales, de lo políticamente correcto como de las que nos inculcó la Santa Madre Iglesia condenándonos al fuego eterno si no cumplíamos sus preceptos y, por otro, mandamos al diablo todas las privaciones y nos ocupamos de esas necesidades del espíritu de las que los médicos no tienen ni idea y disfrutamos, al menos dos veces al año, de lo que son los placeres de la vida: un buen amigo, una exquisita cena sin restricciones y con su correspondiente sobremesa regada con un buen coñac, un paseo por los santos lugares de antaño, unas copas y una compañía femenina de coalición. En pocas palabras, lo que toda la vida se viene llamando «echar una cana al aire».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Martes 26 de noviembre de 2019

Cómo dejé de fumar
HACE unos dias leí en la prensa que Robert Norris, más conocido como el «hombre Marlboro», había fallecido a los noventa años y que nunca había fumado. Yo sí fui fumador.
La noticia hizo que me retrotrayese a aquellos años en los que, aún siendo un imberbe, quería imitar e incluso ser el hombre de Marlboro. Transcurrían los años sesenta y a mediados de esa década dejaba la férrea disciplina de un colegio religioso con misa diaria y fiestas de guardar para enfrentarme con un mundo en el que todo me resultaba novedoso, fascinante, ilusionante y hasta turbulento y pecaminoso. Empezaba a ver cómo era la vida fuera de los muros del colegio.
Comencé a trabajar y aparqué los estudios. Descubrí mi barrio y conocí nuevos amigos. La diaria asistencia a misa fue transformándose en visita cotidiana a los billares del barrio. Las clases de matemáticas se convirtieron en lecciones de cómo hacer carambolas en el juego del billar. El amor cristiano que me enseñaron aquellos curas del colegio se convertía en amores paganos y sin duda acreedores de las penas más terribles del infierno.
Durante ese devenir entre lo prohibido y lo permitido, en mi vida irrumpieron el mítico vaquero que anunciaba los cigarrillos Marlboro con su icónico sombrero y Humphrey Bogart con su cigarrillo entre los dedos. Aquellas imágenes me trasladaban a un mundo que representaba para mí el poder, la seducción, la libertad, el placer... y comencé a fumar.
Fumaba porque, entre otras cosas, fumar era bien visto por la sociedad y hasta llegué a creer que ello me reportaba más éxito con las chicas y porque con un cigarrillo entre mis dedos me sentía más seguro.
En alguna que otra ocasión ofrecer un cigarrillo era una forma de comenzar una conversación e incluso servía para llenar esos silencios que a veces se producían durante algún encuentro, llamésmolo amoroso. Me gustaba que cuando salía con una chica, ésta fumara. Encender un cigarrillo y ponérselo entre sus labios o ver la marca que su carmín dejaba en la boquilla del cigarrillo eran situaciones que me proporcionaban grandes dosis de morbo, tantas como las que aún me producen unos tacones de aguja.
Los fines de semana (el resto de la semana fumaba Bisonte o Tres Carabelas) compraba un paquete de Marlboro y lo compartia con mis colegas en los guateques, durante los partidos de pelota en el frontón Madrid o durante las partidas de billar de domingo por la mañana.
Asi, entre bisonte y marlboro, entre el trabajo y los billares, entre charlas con los colegas y conquistas femeninas, fueron pasando los años y cada día iba incrementando el consumo del tabaco. Me encontraba seguro con un cigarrillo en la mano. Esa seguridad me daba fuerzas para emprender nuevas empresas, tanto profesional como personal. Me matriculé en la Escuela Oficial de Idiomas para cursar francés. Y durante un descanso entre clases fui a encender un cigarrillo y en ese momento de búsqueda por los bolsillos tratando de encontrar el encendedor fue cuando una de las chicas cercanas a mí me ofreció una carterilla de cerillas de esas que anunciaban, bien un bar de copas, bien una discoteca. Nos enrollamos.
Ninguno sabía el tiempo que duraría aquello. Sólo teníamos claro que nos gustábamos mutuamente, que queríamos disfrutar sólo el presente sin mirar el futuro y que a los dos nos gustaba fumar y así comenzamos a salir y a despertar partes de nuestra piel que teníamos dormidas. Nuestra aventura navegaba a favor del viento hasta que una de esas tardes que pasábamos en cualquier discoteca ocurrió lo que jamás imaginamos ninguno de los dos que pasaría: comencé a aborrecer el tabaco.
Aquella tarde transcurría como una de tantas otras. Bailamos. Nos besamos. Volvimos a bailar y volvimos a besarnos. Disfrutábamos el presente hasta que ella dio una calada y acercó su boca a la mía en un ademán de besarme.
Yo entreabrí mi boca como había hecho en otras muchas ocasiones esperando sentir su lengua explorando todo mi interior, pero lo que sentí fue toda una bocanada de humo que me produjo náuseas y un cabreo impresionante que tardé varios días en olvidarlo, no así la sensación de ahogo que me produjo aquel beso envenenado, pues cada vez que encencía un cigarrillo y daba la primera calada sentía una sensación de rechazo que me obligaba a tirar el cigarro al suelo y pisarlo con rabia.
Días después, mientras nos besábamos dentro del coche, ella volvió a repetir la misma acción de depositar el humo del cigarro dentro de mi boca con lo que logró que vomitara manchando su vestido y la tapicería del asiento del coche, y cogiendo esta vez un cabreo monumental, que quizá hoy sería catalogado de violencia machista.
Durante los días posteriores iba aumentando mi rechazo al tabaco y al mismo tiempo hacia aquella muchacha. Poco a poco fuimos espaciando nuestras citas hasta llegar al final de aquella aventura que comenzamos con una carterilla de cerillas. Ella se marchó a Granada, no recuerdo a qué. Yo abandoné la Escuela de Idiomas, marché a Gijón de comercial en un concesionario de coches y dejé mi adicción al tabaco.
Todavía hoy conservo aquella carterilla de cerillas y llevo un encendedor en el bolsillo de la chaqueta por si alguien se acerca para decirme: «Por favor, me da fuego».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 20 de marzo de 2019

Todo tiene su fin
ATRÁS quedó 2018. Un año que muchos recordaremos porque se celebró el cuadragésimo aniversario de la  Constitución española o el año que un tal Pedro Sánchez, tras pactar con Dios y con el diablo, se alzó a los altares del poder, disfrutó con un falcón, hizo más viajes que todos los jubilados del Imserso juntos y se aseguró una pensión de lujo de por vida para regocijo propio y señora. Esto es hacer carrera. Al término de su embarazo presidencial (comienzos de 2019), presentó sus memorias y, entre los cambios más sonados mediante decretos-leyes durante su mandato al frente del Gobierno de España, puede atribuírsele el de un colchón para cama de matrimonio. Por el momento no nos consta que también haya cambiado las almohadas y la sábana bajera por decreto-ley.
Sin embargo, para mí 2018 fue el año en el que se cumplieron cincuenta años de la creación de Cosecha del 68. No. No se trata de un vino. Cosecha del 68 obedece al nombre que un grupo de muchachos, allá por el año 1968 y por iniciativa de una jovencita llamada Natalia, decidieron en aquel verano dar nombre propio al grupo que desde hacía un año se divertía los fines de semana, y especialmente en verano, en la discoteca de Chapinería, un pueblo cercano a Madrid. Por ello, aquel verano del 68 fue algo especial para todos los integrantes de aquella cuadrilla (chicos y chicas).
Los fines de semana se sucedían, y la unión y la complicidad de todos nosotros iban ganando enteros. Solíamos reunirnos en Aldea del Fresno, lugar del que algún miembro del grupo era natural o bien sus padres tenían una segunda vivienda. La empatía que reinaba entre nosotros era tal que continuó más allá del verano y fue prolongándose durante el resto de las estaciones. Acudir un fin de semana a Aldea y Chapi fue convirtiéndose para todos nosotros en una fiesta de precepto y en lugar de amoríos para muchos, de amores para otros y de desamores para algunos. Todos ellos alimentados por la brasa que aviva el fuego hormonal propio de una juventud estigmatizada por la censura sexual a la que estaba sometida por el régimen franquista. Cosecha del 68 permaneció unido durante cinco años.
En el verano de 1969, el grupo musical Módulos lanza una de las baladas más destacadas en el panorama musical español, Todo tiene su fin, que acabó con la norma de que las canciones comerciales debían tener cerca de tres minutos de duración. (Años más tarde, esta balada recobró un gran éxito con la versión del grupo cordobés Medina Azahara publicada en 1992.) Está canción fue una de mis preferidas durante aquel periodo. A esta preferencia se sumó Natalia. Con sus acordes nos enamoramos, nos desenamoramos, nos quisimos y nos odiamos. El azar quiso que Todo tiene su fin también fuera el anuncio del final de Cosecha del 68. Poco a poco la cuadrilla fue disgregándose. Unos encontraron pareja fuera del grupo; algunos sufrieron desengaños y decidieron buscar consuelo en otro lugar; otros se trasladaron a otra ciudad e incluso a otro país. Este fue el caso de su fundadora, Natalia, que, tras vivir en varias ciudades españolas, se marchó a Montreux (Suiza) y de la que, debido a la falta de redes sociales y del wasap, no volví a tener más noticias, salvo en un par de ocasiones en las que coincidimos en la feria del SIMO allá por la década de 1980. El tiempo fue pasando y los veranos fueron sucediéndose hasta llegar a 2018.
El verano de 2018 me pilla en Madrid. Los paseos por su Gran Vía me habían ahorrado unos cuantos euros en psicólogos para superar una depresión tras mi separación. Una separación ya muy lejana, pero con heridas que ni el tiempo ha sido capaz de cicatrizar. Heridas más económicas que amorosas, pues mi ex me dejó solo con un póster de la Gran Vía de Madrid por todo patrimonio. El trayecto comprendido entre mi domicilio en la calle de Alberto Aguilera  hasta la plaza de Callao se había convertido en un recorrido cotidiano al atardecer que terminaba contemplando la Gran Vía desde el mirador del Club del Gourmet en El Corte Inglés mientras tomaba una cerveza.
En aquel verano de 2018, Madrid respiraba y vivía las Fiestas del Orgullo Gay. Unas celebraciones que no despiertan en mí interés alguno, aunque debo reconocer que le ponen un punto de color a esa Gran Vía de mis amores y pecados. Una Gran Vía a la que contemplaba una tarde más desde mi atalaya de El Corte, abstrayéndome del ruido que reinaba a mi alrededor.
De pronto, mi ensimismamiento se desvaneció al oír la melodía de un móvil tras de mí. Era aquella misma melodía que puso la banda sonora a unos años de juventud vividos y disfrutados entre la pasión y el odio. Sorprendido, me giré hacia atrás y quedé aún más sorprendido cuando vi quién respondía a esa llamada que acababa de producirse. «¿Sería ella?», me pregunté. Ambos nos miramos con cierto aire de perplejidad.
Cuando la mujer que respondió a la llamada terminó la conversación, se acercó y al llegar junto a mí me susurró: «Chapinería, Módulos, 1973». Sí. Era ella. Natalia Rodríguez del Álamo. Habían pasado cuarenta y seis años desde aquel verano en el que ambos habíamos bailado juntos aquella melodía por última vez. Pese al tiempo transcurrido, Natalia aún conservaba una estupenda figura que resaltaba con un conjunto vaquero. Se notaba que dedicaba parte de su tiempo a cuidarse.
La invité a tomar un café. Aquella complicidad y aquella chispa de antaño pronto aparecieron. El pasado y el presente se mezclaban atropelladamente. Paseamos por Gran Vía mientras hacíamos un repaso a aquellas noches de juventud que vivimos junto a la orilla del río Alberche. La chispa y la química fueron in crescendo y el tercer café se lo llevé a la cama.
El destino o la casualidad, no podría decir en qué proporción, quisieron que la canción de Módulos avivara nuevamente aquellas pasiones y que termináramos aquel asunto que un cabo de la Guardia Civil había interrumpido una madrugada de verano cuarenta y seis años antes porque estábamos quebrantando la moral y la decencia.
A la mañana siguiente de nuestro encuentro acompañé a Natalia a su hotel para que recogiera su maleta y partimos hacia el aeropuerto. Su vuelo para Montreux salía al mediodía. Nos despedimos con un abrazo, y al separarnos Natalia depositó un beso en la comisura de mis labios. Cuando quise hablar, ella poniendo el dedo índice en mis labios y con una sonrisa voluptuosa me dijo: «Por fortuna, Pedro Sánchez aún no ha podido desenterrar a Franco. Jamás perdonaremos al dictador la represión sexual que padecimos la Cosecha del 68».
Minutos más tarde, el vuelo con destino a Montreux partía de las pistas del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez...
Una semana después de la partida de Natalia y mientras hojeaba una revista en la sala de espera del dentista, vi una fotografía de Natalia en la que aparecía detrás de una pancarta a favor de los gais y lesbianas en una de las muchas manifestaciones durante las Fiestas del Orgullo Gay. Aquella muchacha que en 1968 se quitó el sujetador para luchar por una incipiente igualdad de sexos y los derechos de la mujer, cincuenta años después continuaba su lucha.

(Así se fundó, así se reconstruyó y así se desvaneció Cosecha del 68 entre la ficción y la realidad.)

Un Jubilado por la Gran Vía