A ISABEL, por su paciencia y otras cosas. A PEDRO y ESPINOSA, mis primeros jefes. A FERNANDO, profesor de artes gráficas. A LUIS, buen jefe y, sobre todo, persona. A TONI, ahora más que nunca.
NOSOTROS, LOS DE ENTONCES, YA NO SOMOS LOS MISMOS

Algunos personajes o hechos que aparecen en estas galeradas son completamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
RAFAEL MERINO RAMÍREZ | Jubilado
Julián MIRANDA SANZ
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Feliz Navidad. ¿Y después...?


viernes, 20 de diciembre de 2013

DESPUÉS de unos días sin escribir nada, hoy vuelvo a ponerme delante del teclado del ordenador para comprobar si soy capaz de llegar hasta el final de la página o me quedo en el camino. Aunque ya ha pasado más de medio mes de diciembre y estamos a pocos días de finalizar la primera etapa de esta carrera navideña, continúo sin asimilar estas fiestas en las que todo se intensifica.
Se intensifican los controles de alcoholemia que la policía realiza estos días con motivo de las comidas o cenas de empresa. Nos besamos más que en todo el año. Nos abrazamos y nos deseamos mutuamente los mejores augurios para estos días. Por una parte, los encargados de nuestra seguridad vial nos dicen que con los controles de alcoholemia se pueden evitar muchos accidentes y, por tanto, muertes, y, por otra, los psicólogos y sociólogos opinan que con las muestras de afecto y cariño somos más tolerantes y empatizamos con nuestros semejantes. Y yo me pregunto: ¿por qué esto no se continúa durante todo el año con la misma intensidad?
Todavía no hemos llegado al ecuador de la Navidad y ya estoy cansado de tantos perfumes, de tantas comidas de empresa, de tantas despedidas, de tanto consumismo, de tantas bebidas, de tantos mensajes halagüeños, de tantos adornos, de tanta felicidad ficticia, de tanto mangante, de tantos chorizos, de tantos corruptos, de tantos juicios que no se resuelven, de tantos escándalos, de tanto advenedizo, y de tantos y tantos.
Por esto es por lo que me voy a ver a mi amigo Federico. Éste no me defrauda nunca. Siempre está ahí para darme el mejor de los consejos. Éste te abraza todos los días del año con el mismo cariño. Para él siempre está presente el espíritu navideño. Y, como no podía ser de otro modo, después de pasar a su lado un par de horas y tomarnos un café salgo más purificado que un santo.
Sin embargo, seguiré sin escribir esta columna hasta que no pasen todas las fiestas y la normalidad cotidiana vuelva a nuestras vidas, aunque esta cotidianidad no sea tan ilusionante como nos gustaría que fuera.
Desde esta columna que estrené este verano os deseo a todos (y caigo en el tópico) que, si podéis, paséis unos días felices, que os olvidéis, si podéis, de los problemas vuestros y de los ajenos. A los jóvenes, que disfruten de su juventud, que ésta no es como el Almendro, sólo se vive una vez. A las parejas, que vivan no sólo estos días, sino todos los días, con ilusión y amor y, si tienen hijos, que lo compartan con ellos. A las parejas ya maduras, que aunque muchas cosas nos han llegado demasiado tarde, todavía se puede ser feliz, aunque sea con los recuerdos.
A todos los supervivientes de la «Cosecha del 68», localizados y no localizados, vivir la Navidad como las vivimos aquellos últimos años de la década de 1960. Irrepetibles.
A los compañeros de los distintos trabajos en los que hemos coincidido, olvidar por unos días las penas y recordar nuestras cenas de empresa.
A César, que recuerde la noche que vivió con Ángeles, la contable de la segunda planta, después de una cena de empresa. Todavía pensamos que fue como la que pasó El Fary con Ava Gardner.
Que seáis todos buenos, y nos encontraremos, si nos dejan, cuando pasen todas las festividades.

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Una rubia en el funeral


jueves, 12 de diciembre de 2013


L
A noticia del fallecimiento de Mandela ha dado la vuelta al mundo. Todos los informativos han emitido los actos que se han celebrado durante estos días en Sudáfrica con motivo del funeral por Mandela. Hemos asistido a una celebración histórica, por una parte, por lo que representa la figura de Mandela en todo el mundo, y, por otra, por la cantidad de jefes de Estado y personalidades que han asistido al evento.
Han sido días de auténtica celebración, con cánticos y bailes por parte de los habitantes de Sudáfrica que han mostrado al mundo su admiración y cariño por su líder Mandela. Pero cuando un acontecimiento, sea de la índole que sea, se alarga tanto acaba por derivar por otros derroteros hasta convertirse en una feria donde cabe todo. Y eso es lo que ha sucedido en el funeral del bueno de Mandela.
Los comerciantes de Sudáfrica no distan mucho de los de cualquier otro país a la hora de hacer negocio y, por ello, aprovechando la cantidad de días de duelo no han perdido ripio para hacer “su agosto” con la venta de toda clase de recuerdos.
Tampoco los políticos se diferencian del resto de los mortales, y entre el jetlag del viaje y los diversos actos del funeral acaban por perder la noción del tiempo y del lugar. Si a todo esto se une que a nuestro lado tenemos sentada a una rubia, entonces uno se olvida de todo porque, claro, para cuatro días que vamos a vivir, quién sabe si tendremos otra ocasión de guardar ese momentazo de coquetear con una señora como la que tenemos al lado.
Y esto debieron de pensar Cameron y Obama cuando vieron que una rubia danesa se encontraba entre ellos. Claro está que la señora en cuestión tampoco se quedó atrás, siendo ella quien inmortalizó el momento con su propio móvil, mientras los tres reían. Lo que no dice la noticia es si Helle, primera ministra de Dinamarca, que así se llama la rubia, tomo esa foto para dar celos a Berlusconi, que ya en su momento se fijó en ella.
Lo cierto es que esto a Michelle no le gustó nada y acabó poniendo tierra de por medio, es decir, ella misma se interpuso entre su marido y la ministra de Dinamarca al tiempo que ofrecía ese rostro que muestra una mujer cuando dice que no la pasa nada pero que sí la pasa y que ya puedes ir pensando en el sofá porque de cama nada. Sin embargo, Michelle debe entender que no es lo mismo estar sentado al lado de Angela Merkel por muy rubia que sea la alemana.
No obstante, parece que el asunto no ha ido más lejos, ya que Michelle y Barack aparecieron cogidos de la mano cuando regresaban a casa.
Tampoco podía faltar en esta historia del funeral un español. Y sí, ahí estaba Mariano Rajoy al más puro estilo tertuliano de programa donde se cuentan historias de alcoba para tomar nota de que los devaneos de Obama con Helle en la tribuna del estadio no eran casualidad, ya que el propio Rajoy vio al presidente de Estados Unidos en compañía de una mujer y solos en el gimnasio del hotel.
¿Y qué hacían en el gimnasio? ¿Y cómo era la señora? ¿Y en qué actitud estaban? Éstas son las preguntas que tenían que formular sus señorías de la oposición en el Congreso y dejarse de echarse la culpa el uno al otro, porque después de oír el lenguaje que han empleado Montoro y Elene Valenciano en sus últimas intervenciones también parecían tertulianos de programas de chismes vecinales. 

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Sociedad

 
Una máquina de coser y la crisis
C
ADA día estoy más convencido de la influencia que ejerce la televisión sobre nuestras decisiones a la hora de tomar partido por algo. Los mensajes repetitivos de las personas encargadas de transmitirnos cualquier asunto, los anuncios de determinado producto o las modas que aparezcan en series de éxito, emitidos día tras día en los diferentes espacios televisivos así lo atestiguan.
Según hemos escuchado recientemente en televisión, la venta de máquinas de coser ha aumentado considerablemente por obra y gracia de la señorita Sira Quiroga, protagonista de la serie de televisión El tiempo entre costuras.
¿Cómo es posible que sólo con ver esta serie de televisión se disparen las ventas de las olvidadas máquinas de coser? Si hoy día ya no se cose en casa; si para acortar los bajos de los pantalones se cogen con imperdibles o, en el caso de los pantalones vaqueros, se dan las vueltas necesarias hasta que el bajo queda a la altura deseada; si no se cose ni un botón, ¿para qué queremos una máquina de coser? ¿Vamos a ponernos ahora a confeccionar un vestido? Seguro que los publicistas y sociólogos tienen respuestas para este fenómeno. La mía es que cuando termine la serie y pase un poco tiempo la máquina que hemos comprado será un trasto más en la casa y acabará en un armario trastero si es que hay sitio, que ésa es otra historia que se encuadra en los “Guárdalo, por si acaso hace falta”.
¿Estará pasando con la crisis lo mismo que con las máquinas de coser?, que a fuerza de escuchar en la televisión al político de turno o al director de una importante empresa financiera que estamos saliendo de la crisis, que lo peor ya ha pasado, el gasto y el consumismo se disparan.
Un ejemplo de este efecto repetitivo de que la crisis es historia son los viajes que hemos realizado durante el pasado “puente” de la Constitución. El que no se fue a Londres (ciudad de moda, ¿por qué?) se fue a Madrid y el resto, a las estaciones de esquí. ¿Y la crisis adónde se ha ido?
No debemos engañarnos ni dejarnos llevar por ese optimismo de nuestros padres espirituales (políticos, banqueros, empresarios). La crisis, como este año, los anteriores y como siempre, nos seguirá acompañando el año que viene y especialmente si no tienes trabajo, que para estas personas siempre habrá crisis. El resto dependerá de ellos mismos. Si gastas más de lo que ingresas, siempre estarás en crisis. Y para llegar a esta conclusión no hace falta estudiar, sólo es necesario sentido común.

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Efectos secundarios


jueves, 5 de diciembre de 2013


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Sociedad


C

ON la derogación de la doctrina Parot por el Tribunal de Estrasburgo y su posterior puesta en marcha por el Gobierno de España nos ha pasado como con los efectos secundarios de los medicamentos que tomamos para mejorar nuestras dolencias: que nos han perjudicado.
Al igual que el médico sabe las consecuencias negativas que produce el tratamiento que acaba de prescribir al enfermo, así el Gobierno de Rajoy también sabía los efectos secundarios que producirían las excarcelaciones no sólo de los presos de ETA, sino también las de los violadores o los asesinos que están siendo puestos en libertad.
En este tratamiento de la doctrina Parot hay dos cuestiones que deben diferenciarse. Una, la de los presos de ETA, que ya venía diagnosticada desde que Zapatero era presidente del Gobierno y, por tanto, había que terminar el tratamiento, y, otra, la de los delincuentes que están siendo puestos en libertad al tiempo que siembran una alarma social.
Al principio de todo este asunto podía pensarse que el Gobierno iba un paso por detrás de los acontecimientos y que el desarrollo de los mismos le sobrepasaba. Sin embargo, con el paso de los días y las declaraciones a los medios por parte del Ejecutivo de Rajoy, culpando incluso a los jueces de Estrasburgo por la decisión que tomaron, creemos que no es así y nos da que pensar que la estrategia del Gobierno es otra y, además, muy pensada y meditada.
La puesta en libertad de los violadores, secuestradores, torturadores o asesinos creemos que se trata de una estrategia para justificar, por un lado, la puesta en libertar de los presos de ETA y, por otro, hacernos creer que la doctrina Parot no se derogó sólo para beneficio de ETA. De ahí, todo el jaleo que se está montando con Ricart, el asesino de las niñas de Alcàsser, o con el  violador del ascensor, etc., aparte de las declaraciones de algún ministro pidiendo a los jueces que estudien cada caso para que todos estos delincuentes, odiados por la sociedad y perseguidos y asediados por las cadenas de televisión para lograr audiencia a cambio de pagarles alguna cantidad de dinero, reingresen nuevamente en la cárcel y acaben de cumplir sus condenas.
Por ello, no nos extrañaría absolutamente nada que estos jueces, que han decretado la salida de prisión de todos estos delincuentes, ahora dijeran que en estos casos la aplicación de la doctrina Parot no está ni justificada ni procede con estos criminales.
Por otra parte, toda la sociedad está cargando contra estos delincuentes asesinos, secuestradores y violadores, pero contra quien hay que ir es contra el Gobierno que los ha puesto en libertad para que sirvieran de cortina de humo que impidiese ver la realidad de la puesta en libertad de los presos de ETA, y la verdad es que esta libertad estaba bien hablada y pactada sólo faltaba un método para ponerla en práctica y que justificara el fin. Y ese método es: que salgan todos de la cárcel, y después ya veremos cómo metemos en prisión a los Ricart y compañía.
Mientras tanto, algunos ministros esgrimen las frases más ocurrentes para calmar a la opinión pública, como que la policía está vigilante con los actos que cometan estos delincuentes. Señores ministros, la policía siempre debe estar ojo avizor, con estos individuos y con los demás, que para eso está: para mantener el orden y vigilar para que la sociedad pueda vivir tranquila en todo tiempo.

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Black Friday y otras costumbres


martes, 3 de diciembre de 2013


M
UCHO se critica a los americanos y a sus costumbres, pero cada día son más las tradiciones americanas que adoptamos para nuestra cultura. La última moda americana que hemos acogido es el famoso Black Friday (en adelante, Viernes negro), con el que los americanos celebran el comienzo de las compras de Navidad.
El pasado fin de semana se anunció a bombo y platillo esta modalidad de compras, y lo que para unos compradores resultaba novedoso para otros era otro año más, ya que no era la primera vez que este Viernes negro se celebraba en algunos comercios o almacenes, como es el caso de la Fnac que éste era su tercer año.
A este Viernes negro le faltaba un padrino para que todos los españoles nos enterásemos de que también estaba instaurado en España. Y, como no podía ser de otra forma, ese padrino fue El Corte Inglés y, además, en lugar de un solo día como marca la tradición americana, con tres días para poder realizar más compras, no vayan a pensar los americanos  que nosotros somos menos que ellos.
No me cabe la menor duda de que acabaremos por celebrar y no tardando mucho, el día de Acción de Gracias y que el presidente del Gobierno o el de la comunidad autónoma indulte un pavo. Sólo es cuestión de tiempo y de que El Corte Inglés incorpore esta celebración americana a su campaña navideña junto a Cortylandia.
Sin embargo, también podríamos incorporar otras costumbres de los americanos, como, por ejemplo, pagar los impuestos, respetar los símbolos patrióticos, como la bandera o el himno, respetar las leyes o ser puntuales, entre otros valores del pueblo americano.
Los medios de comunicación españoles también deben aprender de sus colegas americanos cómo tratan las noticias y, sobre todo, las imágenes de las catástrofes o accidentes. Un caso reciente es el descarrilamiento del tren de pasajeros en el Bronx. Las imágenes que hemos visto de este accidente sólo han mostrado la parte informativa de la noticia, dejando aparte todo el interés morboso que pueda suscitar semejante acontecimiento.
El accidente del tren de Santiago, por ser el último pero podría citar más ejemplos, es una muestra palpable de que las cadenas españolas de televisión no tiene ningún respeto ni por las víctimas ni por sus familiares al mostrarnos una y mil veces imágenes morbosas.
También los encargados de llevar y resolver las investigaciones de estos accidentes en España pueden tomar nota de la rapidez con que los americanos resuelven estos asuntos mientras que los españoles se pierden en el tiempo y cuando quedan resueltos no hay culpables y si los hay, están muertos.
¿Será el 4 de julio, Día de la Independencia de los Estados Unidos, la próxima fiesta que incorporemos a nuestro calendario festivo? Denle tiempo a El Corte Inglés y verán.
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El psicólogo, el cura y Federico


viernes, 29 de noviembre de 2013


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Sociedad



H
ACE unos días visité a mi amigo Federico. Fue una visita de las muchas que le dedico. En esta ocasión me acompañó Ricardo, amigo común de los dos. Fede nos estaba esperando en la cafetería que la residencia para mayores tiene casi a la entrada del edificio.
Tras los habituales saludos, Federico nos dijo que se alegraba mucho de ver a Ricardo, pero que le encontraba algo mustio. Y era verdad. El principal motivo de la visita era que Ricardo recibiera las opiniones y recomendaciones que Fede siempre impartía en estos casos de tristeza. Y para empezar la charla nada mejor que una buena dosis de humor y para acompañarla, una bebida. De esto último se encargó Fede que trajo hasta nuestra mesa la consumición.
Cuando Ricardo vio la bebida que su amigo le traía, esbozó una sonrisa. Teniendo en cuenta que era mediodía, lo que veía no era lo más indicado para un aperitivo entre amigos; sin embargo, aquella bebida le traía unos recuerdos muy entrañables. Se trataba de un vaso de leche con colacao.
Los tres rompimos en una carcajada al recordar que una combinación como la que tenía encima de la mesa era la que había pedido un día en una discoteca, que, según nos argumentó el propio Ricardo aquella tarde, era para ponerse a tono. Ricardo, al igual que nosotros, lo que tenía aquel día era una impresionante resaca de la noche anterior y, por supuesto, se fue en blanco de la discoteca, y nosotros también.
Con esta acción por parte de Federico comenzó la charla, y Ricardo empezó a largar los problemas que tenía y que por la noche le impedían conciliar el sueño. Una vez más, nuestro amigo Fede ejercía de psicólogo.
Él siempre nos decía que eso de acudir a la psicología en busca de ayuda era fomentar un negocio de gente que traficaba con la mente y los sentimientos de los demás. Para estos casos siempre nos ofrecía dos opciones: si eres creyente, acude a un cura o a un convento de clausura, les entregas un donativo para beneficio del culto, y, en el caso del cura, un par de botellas de vino de Rioja; siempre os resultará más económico que el psicólogo y os prestarán más atención. Sin embargo, si no eres creyente, puedes acudir a un taxista que, por una buena carrera, te reportará alivio para tus problemas mentales.
 Hace tiempo también podíais recurrir a un sereno que por una propina te escuchaba toda la noche. Pero vosotros, queridos compañeros, siempre me tendréis a mí; por un café os escucho todo cuanto sea necesario.
Lo que hacen estos colectivos públicos (curas, monjas de clausura, taxistas) es escuchar mientras tú hablas y cuentas todo lo que llevas dentro y te impide afrontar la realidad porque no tienes el valor de exponerlo ante las personas que están implicadas en tus cavilaciones. Al final, cuando has soltado toda esa maraña de pensamientos, tu cuerpo se relaja y entra en la fase de escuchar recomendaciones simplemente de sentido común y sentido espiritual, y para esto quién mejor que los curas o las monjas.
Una vez más Federico había ayudado a un amigo con sus opiniones y consejos, pero, sobre todo, con su atención a las palabras que Ricardo le manifestaba.
Antes de despedirnos, nos dijo que en la residencia había descubierto otro colectivo que puede hacer la misma labor que un psicólogo: las personas mayores, aunque aquí hay una variante, tú eres el que escuchas y ello los que hablan. Todos ellos han vivido tantas cosas que tus problemas te parecerán lo más insignificante.

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Sociedad

LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Quiero ser viejo
Por Julián Miranda Sanz


L
A cercanía de las fiestas de Navidad y toda su parafernalia hacen que mi humor se resienta, ya que cada año soporto menos esa alegría que desde todas las partes tratan de enfundarnos como si se tratara de una prenda de abrigo.
Cuando era pequeño oía a mis parientes más mayores decir que estaban deseando que pasaran las Navidades. Las mujeres más mayores se lamentaban porque faltaban familiares que ya no podían compartir la Navidad al amor de la lumbre. Familiares que hacía tiempo habían partido para la otra vida: la eterna, como decía don Severino, que era el párroco del pueblo.
Sin embargo, para los que éramos niños, las Navidades eran otra cosa. Representaban días especiales porque, en primer lugar, no había escuela y no teníamos que soportar las charlas de don Mateo, alias el Gurriato, por lo pequeño que era, y en casa, a pesar de no disponer de muchas cosas, siempre nuestros abuelos, padres y tíos aportaban algún cuarto (me tomo la licencia de emplear esta palabra para referirme a “dinero”, como un pequeño homenaje a una de esas personas que ya no están entre nosotros) para comprar turrón, del “blando” y del “duro”, y una botella de anís La Castellana, que además, al deslizar una cuchara sobre su superficie, servía de acompañamiento musical a la zambomba para entonar los villancicos. Los demás extraordinarios eran las castañas y las bellotas asadas y las mandarinas. Sólo con esto vivíamos días felices.
Hoy, será por los años, pienso igual que lo hacían aquellas personas mayores. Quiero que pasen las Navidades, que comience un nuevo año y que la ciudad pierda ese atuendo festivo que en ocasiones resulta irascible. Quiero que esos recuerdos de mi infancia sean sólo eso: recuerdos, y no nostalgia. Quiero un nuevo año para continuar con mi adaptación a mi nueva etapa, la de viejo. Creo que tenemos cierto miedo a emplear esta palabra para definir nuestra nueva situación: la de ser mayores.
Por una parte, queremos cumplir años, porque es señal de que seguimos estando aquí en esta vida, la terrenal, pero por otra, no queremos que los achaques deterioren nuestra fachada y para ello no dudamos en hacernos lo que sea con tal de que los desperfectos  no se noten. Nos gusta que nos digan lo bien que estamos, que no representamos los años que tenemos, que seguimos igual de jóvenes, como si con ello pudiéramos parar el tiempo.
Por mi parte, quiero prepararme y adaptarme para ser viejo, para tener los años que tenga, aunque sean muchos, aunque tenga arrugas, aunque tenga achaques, quiero hacer cosas acorde con mi nueva situación, quiero ser lo que soy: mayor que quiere llegar a ser viejo. Porque al final, por mucho que te lo propongas, vas a ser viejo y, por ello, cuanto antes te adaptes al estado de la nueva vida que acabas de emprender, mejor llegarás a esa meta de la vejez.
 Para esta transformación contamos con muchos instrumentos naturales y acordes a nuestras necesidades. Para empezar este aprendizaje disponemos de algo que ya de por sí es fantástico: no tenemos que preocuparnos por el reloj ni por el calendario. Por ello, no tenemos prisa alguna por llegar adonde sea. Vivamos con tranquilidad y tengamos paciencia y prudencia, que son virtudes que cuando eres joven no tienes. Disfrutemos de ellas y compartámoslas con los demás.
Cada día me gustan más las personas viejas. En ellas no es que tengamos un libro donde aprender, sino que tenemos una biblioteca para aprender a vivir la vida.

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Nacional
 
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Escudo protector
Por Julián Miranda Sanz


L
A primera vez que vi en televisión a Susana Díaz fue con motivo de la celebración de la Conferencia política del PSOE en Madrid. Entonces, la nueva presidenta de la Junta de Andalucía me pareció una persona que por las ideas que aportaba y la aptitud que mostraba podría ser la candidata mejor colocada para suceder a Rubalcaba y lograr la unión que necesita el Partido Socialista Obrero Español.
Ahora, con la celebración del Congreso Regional extraordinario del PSOE de Andalucía, tengo mis dudas sobre Susana Díaz. Dudo que la recién nombrada presidenta de la Junta de Andalucía pueda conseguir esa unión que desea para los socialistas. Esta duda la fundamento en la forma en que ha alcanzado la presidencia de la Junta y en algunas declaraciones que ha aportado a los medios de comunicación, arengando a la unión, a estar al lado de los que lo necesiten, que son frases estereotipadas, así como en ciertos detalles personales de la nueva presidenta de la Junta.
La candidatura de Susana Díaz fue la única que se presentó y, por ello, creo que más bien Susana fue puesta en la Junta como escudo protector de Griñán y Chaves, por una parte, y del sindicato UGT de Andalucía, por otra, al considerarla el PSOE la más idónea para estos menesteres, al mismo tiempo que ejercer como cortafuegos entre Rubalcaba y sus más directos adversarios dentro del partido socialista. No obstante, la verdadera dimensión política de Susana Díaz se verá si la juez Alaya decide seguir adelante con los ERE de Andalucía y las irregularidades financieras del sindicato UGT y, con ello, llegar hasta los propios Griñán y Chaves, aunque teniendo en cuenta que, por término medio, estos casos de corrupción vienen tardando once años en resolverse, tendremos que ser pacientes y esperar.
En estos casos, la puesta en escena también cuenta. Por un lado, la actuación de Rubalcaba ofrecía una palpable tranquilidad del secretario general del partido, aunque en algunos lances de su actuación mostrara cierta agitación. También Chaves y Griñán se mostraban satisfechos viendo cómo Susana Díaz lograba el apoyo de todos los delegados. Otro detalle de todo este atrezo del  Congreso Regional extraordinario del PSOE ha vuelto a ser la postura de Carme Chacón y sus seguidores que continúan distanciados del resto del partido.
Por último, un detalle más. En esta ocasión sobre la vestimenta que presentaba Susana Díaz. La chaqueta roja y la camiseta con la flor roja estampada dan muestras de que todo estaba pensado al detalle en la presentación de esta candidata andaluza moldeada a conveniencia del interés partidista de ciertos veteranos del Partido Socialista.
No obstante, concedamos esos días de confianza a la nueva presidenta de la Junta de Andalucía para ver cómo enfoca y maneja la herencia que ha recibido de Griñán y compañía.

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Sociedad
 
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

"¿Qué tal?" "De lunes"
Por Julián Miranda Sanz
 

U
NA de las cosas que añoro desde que me jubilé es el saludo que cada lunes nos hacíamos algunos compañeros al llegar al trabajo. Con el sueño aún reflejado en los ojos, herencia de un fin de semana vivido a toda prisa y apurado hasta el último instante, llegábamos los lunes y soltábamos la rutinaria pregunta al compañero que ya estaba sentado a la mesa que presidía el despacho, porque siempre hay alguien que madruga más: “¿Qué tal?”. Nuestro colega, dedicándonos una mirada entre desafiante y mustia, soltaba secamente la respuesta que ya sabíamos: “De lunes”. A partir de aquí se instalaba un silencio en el despacho que sólo se rompía cuando te levantabas de la silla para ir a tomar el primer café del día, porque ni los teléfonos sonaban hasta ya entrada la mañana.
Recuerdo este gesto porque este fin de semana, debido al frío que invitaba a quedarse en casa y a permanecer sentado a la mesa camilla apurando una taza de café y alargando la sobremesa, por un lado, y a que cada vez está más cerca la Navidad, por otro, los recuerdos de hechos pasados regresan a mí como ese turrón que siempre vuelve por Navidad.
No obstante, creo que es bueno tener y compartir estos recuerdos pretéritos, pero siempre que se haga con prudencia y en su justa medida, porque con las evocaciones ocurre lo mismo que con los “pájaros”, que tenerlos los tenemos todos, pero lo alarmante es cuando los “pájaros” anidan en nuestra cabeza.
Con todo este atrezo, nos pusimos a repasar el cambio que han experimentado los fines de semana, desde aquellos que empezaban a las dos de la tarde del sábado hasta los actuales, que ya comienzan los viernes por la tarde.
Sin embargo, para ciertos sectores, como el comercio, no han cambiado nada o, mejor dicho, sí han experimentado una transformación: ahora no tienen fin de semana, mientras que otros, como los denominados “comerciales” de las empresas, han alargado la duración de su “finde”: comienza el jueves por la tarde y termina el martes por la mañana, y esto es debido a que los viernes no se puede hacer negocio alguno porque ya se piensa en el fin de semana, y los lunes, tampoco, ya que si se ha disfrutado y bien del fin de semana, el pensamiento anda aún más perdido que Pulgarcito en el bosque, y, por el contrario, si todo ha salido mal, el cabreo acumulado es más que el que pueda tener un jubilado por el recorte de su pensión, y, por ello, hay que dejar pasar el día y esperar al martes.
Con la jubilación alcanzamos muchas de las metas que pensábamos durante la etapa laboral, pero perdemos el encanto y el sabor de otras cosas como es el aroma de los fines de semana o el placer de esperar unos días de vacaciones. Y es por eso mismo que ahora estamos en unas vacaciones permanentes que esos viejos aromas se nos han esfumado en el tiempo.
El sabor que tenía una cerveza que tomabas con los compañeros aquellos sábados a las dos y media de la tarde, esa sensación de unión, ese goce viendo cómo se desbordaba la espuma de la cerveza por el borde del vaso hasta alcanzar la superficie del mostrador para formar un pequeño charco y componer un solo cuerpo con el vaso, ese sabor con la jubilación se pierde rotundamente.


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Messi, Guardiola y Mourinho


sábado, 23 de noviembre de 2013


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Deportes
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Messi, Guardiola y Mourinho
Por Julián Miranda Sanz



D
ESDE que Pep Guardiola dejó Barcelona y, con ello, al F.C. Barcelona, la normalidad en las relaciones deportivas y extradeportivas entre los equipos del Barcelona y el Real Madrid, poco a poco, recobra el protagonismo que nunca debió perder. ¿Casualidad? Personalmente creo que no.
Y digo que no creo en la casualidad porque desde que Guardiola dejó de ser el entrenador del Barcelona y controlar todo y a todos, este equipo, aparte del cambio de entrenador y, por ello, la modificación en su juego, está convirtiéndose en un conjunto como el resto de los mortales, salvando las distancias que la calidad de sus jugadores marca: los componentes de la plantilla se lesionan, como son los casos de Messi, Valdés, Piqué, Alba, Fàbregas y Alves, entre otros, cosa que antes con Guardiola no ocurría; los encuentros entre el Barcelona y el Real Madrid sólo centran su interés en lo meramente deportivo dejando aparcadas todas las disputas extradeportivas; los distanciamientos de la pareja Piqué y Shakira se hacen públicos; los jugadores de uno y otro equipo se piropean mutuamente, y hasta el público de Barcelona, en alguna ocasión, vitorea y aclama a Iker Casillas.
La lesión de Messi refleja con suficiente claridad estas apreciaciones. Pep Guardiola fue la persona que creó la figura del argentino, protegiéndolo dentro y fuera del terreno de juego. Guardiola formó un equipo para que jugara sólo para este jugador y para ello puso a su disposición a dos grandes jugadores como Andrés Iniesta y Xavi Hernández, verdaderos artífices de los éxitos de Leo Messi. Asimismo, Guardiola se encargó de los cuidados de “su niño” frente a sus adversarios deportivos, haciéndole poco menos que intocable, y para esto también contó con la colaboración de los árbitros, que mientras con otros jugadores permitían que fueran objeto de toda clase de entradas, con Leo Messi eran implacables en sus funciones arbitrales no permitiendo a los jugadores rivales ninguna entrada ni tan sólo un pequeño roce con este jugador. Para saber la verdadera dimensión de este jugador tendríamos que verle con otros equipos y en otras Ligas y con otros compañeros. Creo que Messi es un gigante creado por Guardiola y que ahora se tambalea porque su base de oro (Pep) está en Alemania.
Por otra parte, todos aquellos incidentes que se producían entre Barcelona y Real Madrid cuando eran entrenados por Guardiola y Mourinho, respectivamente, y que en algunas ocasiones traspasaban las fronteras deportivas hasta alcanzar cotas nacionalistas, con la marcha de Pep al Bayern Munich y de Mourinho, al Chelsea, han desaparecido y las relaciones entre ambos clubs son menos turbulentas.
¿Estos incidentes eran provocados por ambos entrenadores? Creo que sí. Cada uno puso de su parte para que esto ocurriera como queda patente con el paso del tiempo. Estos cambios en el comportamiento de los jugadores comenzaron cuando, tras la marcha de Guardiola, los azulgranas dejaron de practicar sus dotes de extras peliculeros en el terreno de juego, y, aunque Mourinho continuaba al frente del Real Madrid, los enfrentamientos entre los dos equipos se parecían más a un partido de fútbol que a una reyerta entre bandas rivales.
Por una parte, Mourinho, cuando todavía era entrenador del Inter de Milán, fue el primero que comenzó a irritar a la parroquia azulgrana, desde su presidente hasta el último socio, pasando por Guardiola. Esta irritación se producía porque Mourinho privó al Barcelona de jugar la final de una Copa de Europa (esta definición me gusta más que la actual) con muchas posibilidades de ganarla, nada más y nada menos, en el estadio Santiago Bernabéu, y esto no lo perdonarán nunca al entrenador portugués.
Posteriormente vendría lo del dedo en el ojo de Tito Vilanova, las declaraciones de Mourinho a la prensa, las llamadas de Casillas, las salidas de lugar de Guardiola con aquello del “puto amo”, exabruptos que eran vistos con buenos ojos por la mayoría de la prensa, y todos los hechos que fueron aconteciendo. Pero, insisto, el primero y principal detonante de los enfrentamientos fue el privarles de esa fiesta que ya saboreaban en el Santiago Bernabéu.


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La importancia de llamarse Del Bosque


jueves, 21 de noviembre de 2013

E
L pasado martes se celebró el partido de fútbol entre las selecciones de Sudáfrica y España y lo que menos importancia tiene es el resultado del mismo. Lo que nos quedará de ese partido, aparte de la lesión de Valdés, es el hecho que se produjo precisamente cuando se lesionó el guardameta de la selección española.
España, que había agotado los cambios reglamentarios y señalados para la celebración del partido, realizó una sustitución, se quiera o no, ilegal al sacar al portero Reina para que ocupará el puesto que Valdés por lesión no podía seguir defendiendo. Esta decisión por parte del equipo técnico español (Vicente del Bosque y Toni Grande) produjo un pequeño altercado con el seleccionador de Sudáfrica, pero al final Reina salió y jugó.
Dejando a un lado estos acontecimientos, que fueron los más reseñables, ya que por el juego que realizó la Selección española no será recordado nunca y menos celebrándose a la misma hora un Suecia-Portugal con la clasificación para el Mundial de Brasil en juego, me quedo con las declaraciones posteriores de Vicente del Bosque para justificar un hecho que de deportivo no tiene nada y sí mucho de porque sí: que somos los campeones de Europa y del Mundo y además españoles, que últimamente hacemos lo que queremos y las normas para otros.
Es cierto que Del Bosque, que para eso es marqués, lo dijo con otras palabras refiriéndose al fair play que siempre debe imperar, el mismo fair play que debería haber mostrado su ayudante Toni Grande cuando discutía la legalidad de la sustitución, de la que usted, Vicente del Bosque, es el único responsable. Señor Del Bosque y señor Grande, nos guste o no, hay que acatar las reglas del juego y demostrar que, además de ganar títulos, también sabemos aceptar los reveses que el juego o la fortuna nos depare.
Yo como deportista me sentiría mejor si ustedes no hubieran dado ese espectáculo rocambolesco y además tratándose de un partido amistoso. Si se pierde el partido por goleada, es igual, hay que ser respetuosos con los demás y el fair play al que el seleccionador español apela también existe para que la Selección española lo ponga en práctica. Prueba evidente de que, tanto Del Bosque como Toni Grande,  actuaron de una manera antideportiva es la anulación del partido por parte de la FIFA al considerar que España incumplió las normas establecidas antes del partido.
Si este numerito de la sustitución la monta José Mourinho, la prensa española le corre a gorrazos hasta la frontera con Portugal; sin embargo, con el señor marqués Del Bosque la prensa no es que pase de puntillas sobre esto, sino que ni existe tal hecho y, por supuesto, para que exista esta relación tan buena entre seleccionador y prensa sólo hace falta decir lo que la prensa quiere oír, todo lo contrario que Mourinho: sus verdades hacían daño a más de uno.
Se decía de Miguel Muñoz, que también fue entrenador del Real Madrid y seleccionador nacional, que tenía “una flor en el culo” en alusión a su buena suerte, y del actual seleccionador se puede decir aquello de “la importancia de llamarse Del Bosque”, pues como el protagonista de la obra de Oscar Wilde (La importancia de llamarse Ernesto) tiene dos caras.  Señor Del Bosque, es peligroso estar a bien con Dios y con el diablo.

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Nacional
 
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA
 
20 de noviembre
Por Julián Miranda Sanz
 
 
D
ESDE la perspectiva que me dan los paseos por la ciudad o por los parques y desde la soledad compartida con un velador mientras tomo un café, observo muchas cosas al tiempo que otras llegan a mi memoria. Mezcladas ambas, obtengo una combinación que es difícil digerir.
  Hoy el calendario nos ofrece una de estas mezclas que no sé cómo tomar. Hoy se cumplen 38 años de la muerte de Franco; hoy, el Partido Popular celebra dos años en el Gobierno; hoy, Naciones Unidas conmemora el Día del Niño, y hoy, Pedro Solbes habla, por todas partes, de lo que pudo haber hecho y no hizo.
Reflexionando sobre estos cuatro sucesos, me pregunto en qué hemos cambiado desde el primer acontecimiento hasta el último. La respuesta que me doy es desalentadora.
Por una parte, la muerte de Franco nos abría unas perspectivas de libertad, de progreso, de ilusiones por tener una vida mejor que la de nuestros padres, de un futuro más ilusionante para las siguientes generaciones. Todo parecía muy bonito, pero con el paso de los años la realidad es muy diferente.
Creo, y lo lamento, que la democracia y las libertades sólo están beneficiando a los más poderosos, a los corruptos, a los ladrones, a los criminales, a los que prevarican, a los violadores, a los defraudadores, a todo aquel que vive al margen de la ley, a toda la escoria de la sociedad; pero los que respetamos a nuestros semejantes, los que cumplimos con nuestros deberes y obligaciones de ciudadanos, los que apreciamos la libertad porque nunca la tuvimos, los que queremos trabajar para llevar una vida digna, a éstos, poco les está beneficiando. Lamentablemente, la única diferencia que veo desde aquel 19 de noviembre de 1975 (víspera de la muerte de Franco) y este 20 de noviembre de 2013 es que hoy se puede insultar libremente al presidente (jefe) del Gobierno y antes ni lo podías pensar. Triste bagaje para tanta democracia.
Hoy el Partido Popular está de fiesta por sus dos años en el gobierno. Ellos, los populares, dicen que lo están haciendo muy bien. Sin embargo, este observador no piensa lo mismo. Lo que yo creo es que lo que se dice gobernar no lo han hecho. Han sacado y están sacando muchas leyes, la última es la ley de seguridad ciudadana, y nombran comisiones para cualquier asunto que a la postre no resuelven nada; resultaría más sencillo hacer cumplir las leyes vigentes; que los jueces no dieran largas a todos sus casos; que los tribunales se implicaran en sus decisiones y no las dejaran para que sean otros los que tomen la decisión final. Si el Partido Popular dentro de dos años vuelve a estar de celebración será porque la oposición no se entera de nada o quizá porque tampoco le va nada mal siendo oposición. Pero ni los unos ni los otros ilusionan a nadie.
De continuar por este camino, en las próximas elecciones generales todos los partidos políticos podrían hacer campaña bajo el mismo eslogan: “Quítate tú para ponerme yo. No. Robaremos los dos”, y esto ya lo decían en tiempos de mi abuela Aurelia. Poco ha cambiado la historia.
Por otra parte, Naciones Unidas celebra el Día del Niño. No creo que no estemos para muchas celebraciones después de ver las imágenes que los medios de comunicación nos han mostrado de los niños de Filipinas tras la catástrofe que ha causado el tifón Yolanda. No sólo hay que conmoverse en estos casos, los niños están ahí todos los días y en todas las partes del mundo con sus guerras y sus miserias. Y ya no nos adentremos con los que tenemos más cerca, porque mi pregunta es ¿qué España estamos elaborando y creando para nuestros hijos y nuestros nietos? ¿Una España partida, dividida, corrupta y manipulada por unos y por otros?  Seamos responsables y cuidemos lo que a nuestros padres y abuelos les costó tanto conseguir: la libertad y la democracia en los más amplios sentidos que encierran estas palabras.
Por último, Pedro Solbes aparece con sus memorias para contar historias que si las hubiera hecho bien quizá algunas cosas no estarían como ahora están. Tanto las palabras de Solbes como las de Aznar, Zapatero y Felipe González son para que se hable de ellos, para hacer promoción de sus respectivos libros y que los incautos compren su obra literaria.  
Este cuarteto literario que va apareciendo en los medios para hacer su promoción no se diferencia en nada con otros personajes, como, por ejemplo, Belén Esteban, que también hacen sus promociones. A veces pienso que estos últimos personajes son mejores compañeros de viaje, ya que con los primeros puede desaparecerme la cartera.

Nota del autor: Ante posibles actos de espionaje, el autor de esta columna deja claro que todas estas apreciaciones son siempre supuestamente.

 
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ENTRE LA FICCIÓN
Y LA REALIDAD





Jubilado noctámbulo

EL DÍA EN GALERADAS
Jueves 16 de enero de 2020

Y ahora a por el Oscar
CONOCÍAMOS varias facetas de la vida de Pablo Iglesias, pero tras ser designado vicepresidente del gobierno de Pedro Sánchez, ha salido a la luz la verdadera vocación de Pablo Iglesias. Con su nombramiento para formar parte del nuevo gobierno progresista y de coalición y feminista y populista y oportunista y veleta se han confirmado los rumores que desde hacía tiempo venían rondando por esta redacción sobre una de las pasiones ocultas del exultante líder de Unidas Podemos: el cine.
Por ello es por lo que hoy publicamos el cartel que anuncia la última película que el gran actor Iglesias ha protagonizado: El hombre del Oeste, filme producido y dirigido por un novel director Sánchez. Con esta película, tanto el director como el actor quieren rendir un homenaje a la España del «blanco y negro» (representada en un mítico Kirk Douglas) y a la España del tecnicolor (personificada en el legendario Alfredo Landa), sirviendo como nexo de unión entre ambas el ya populista Pablo Iglesias, que lo mismo interpreta un drama o una comedia o un wéstern o una vicepresidencia.
Lástima que por demorarse su elección como ministro no pueda optar a los Oscar y haya llegado tarde para competir con Antonio Banderas por el premio a mejor actor. Pero démosle tiempo a este nuevo intérprete del séptimo arte que se atreve con todos los géneros de la interpretación.
Desde el pasado lunes 13 de enero se proyectan en las Salas de la Carrera de San Jerónimo los filmes más destacados de Pablo Iglesias. Títulos como El pisito, No sin mi Irene, Los tramposos, Deprisa, deprisa, Furtivos, Amantes, Mentiroso compulsivo o El Azotador, entre otros.
Desde esta columna deseamos a Pablo Iglesias los mayores éxitos en el desempeño de su nueva faceta por el bien suyo, por el de Irene, por el de Pedrín (el de Roberto Alcázar), por el populismo, por los que se han ido y por los que quieren irse y por los que llegan, por los del feminismo, por los LGBT, por los del cambio climático, por los colectivos marginados, por los de Teruel, por los del centro (bueno, por éstos no), por los que creen en la igualdad entre las mujeres y los hombres… Por todos ellos y todas ellas sí se puede.

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 25 de diciembre de 2019

Las necesidades del espíritu
DOS veces al año, desde que me divorcié, quedo con mi amigo Andrés. Una cita es a principios de verano y la otra, cuando se acercan las Navidades. Si la cita corresponde con el tiempo de verano, solemos quedar en cualquier lugar del Levante y si el encuentro es durante la Navidad, nos citamos en cualquier restaurante de la Gran Vía madrileña. «Nuestra» Gran Vía.
A Andrés lo conozco desde aquellos años de juventud en que cada fin de semana echábamos nuestras partidas de billar y frecuentábamos discotecas en busca de muchachas que quisieran compartir con nosotros esos momentos que nuestra juventud nos demandaba entre la gloria y el infierno y que tenían lugar en un piso de alquiler en el que, aparte de estos encuentros compartidos, organizábamos partidas de cartas con otros amigos del barrio, celebrábamos cenas con largas sobremesas en las que cada uno a su manera contaba de qué forma podríamos vivir un futuro en libertad y en democracia; también solía contarse alguna que otra trola. Pues bien, aquel piso de alquiler era además la vivienda de Andrés.
Atrás quedaron todas aquellas aventuras amparadas en una loca y, en ocasiones, irresponsable juventud. La vida nos condujo unas veces por donde quiso y otras, por donde nosotros queríamos caminar o al menos eso pensábamos. Nuestros encuentros de juventud se desvanecieron por la situación laboral de cada uno de nosotros. Andrés marchó a trabajar durante largas temporadas a Londres y con ello nuestra relación se limitó a algunas cartas o a algunos encuentros esporádicos durante las vacaciones de verano que aprovechábamos para visitar algún lugar de moda durante la época estival. Sin embargo, cuando nuestra amistad se tambaleó hasta caer en un abismo fue cuando durante unas vacaciones de verano conocimos a dos jovencitas que a la postre fueron nuestras esposas. Vamos que nos casamos por la Santa Madre Iglesia y hasta que la muerte nos separase. Sin embargo, no fue la muerte quien nos separó, sino otras circunstancias que ahora no vienen al caso y que algún día desvelaré. Pero volvamos a mis encuentros con Andrés. En esta ocasión nos citamos en un restaurante de la Gran Vía. La emblemática calle de Madrid había sido engalanada con las luces que anunciaban la Navidad y por sus aceras transitaban ciudadanos, unos llegados de provincias y otros, lugareños, que ponían cierto colorido a la noche madrileña.
Andrés y yo contemplábamos toda esa fauna consumista como lo veníamos haciendo desde hacía muchas Navidades. Sin embargo, con el paso de los años, todo era distinto. Habían cambiado los locales, los cines, las salas de fiesta, los transeúntes... Había cambiado hasta la propia Gran Vía y, por supuesto, nuestras conversaciones, nuestras necesidades y, claro, nosotros mismos.
Es curioso comprobar cómo tu top de prioridades va experimentando variaciones con el paso del tiempo y, por ello, las necesidades espirituales sufren tantas variaciones como si de una bolsa de valores se tratara. Y a esas prioridades del espíritu son a las que Andrés y yo dedicamos nuestros encuentros gastronómicos y anuales. Al principio de estas reuniones, cuando teníamos unos cuanto años menos, nuestras conversaciones fluían al amparo de una cena sobre nuestros proyectos, nuestra vida laboral, nuestros ideales políticos, nuestro número de conquistas amorosas y de las no amorosas, nuestras aficiones y, a veces, hasta de nuestra familia, sin darle importancia al verdadero anfitrión de la mesa: el menú. A continuación nos trasladábamos a cualquier sala de fiestas o discoteca para concluir en no se sabía bien en qué cama ni quién era la morena o la rubia que teníamos junto a nuestro cuerpo desnudo.
El tiempo pasa inmisericorde y con él pasa nuestra vida. Deja de importarnos la política. De la oficina, ni hablar, tan solo algún vago recuerdo sin importancia. De la familia... de la familia, mejor dejarla correr como al agua. Las aficiones: las que nos gustan ya no podemos practicarlas y las que podemos practicar no nos agradan. Los amores... pues los amores ni correspondidos ni sin corresponder, salvo algún escarceo ocasional. Y de los alimentos, ¿qué? Pues que el que no perjudica al riñón hace daño al hígado o te sube el colesterol. Vamos, que estamos a punto de pasar esa raya que marca la frontera entre vivir una vida de privaciones de toda clase y comenzar a tomar pastillas para toda clase de remedios.
Por ello, en las comidas o cenas que celebro junto a mi amigo Andrés, por un lado, nos saltamos toda clase de recomendaciones, tanto de las médicas, de las sociales, de lo políticamente correcto como de las que nos inculcó la Santa Madre Iglesia condenándonos al fuego eterno si no cumplíamos sus preceptos y, por otro, mandamos al diablo todas las privaciones y nos ocupamos de esas necesidades del espíritu de las que los médicos no tienen ni idea y disfrutamos, al menos dos veces al año, de lo que son los placeres de la vida: un buen amigo, una exquisita cena sin restricciones y con su correspondiente sobremesa regada con un buen coñac, un paseo por los santos lugares de antaño, unas copas y una compañía femenina de coalición. En pocas palabras, lo que toda la vida se viene llamando «echar una cana al aire».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Martes 26 de noviembre de 2019

Cómo dejé de fumar
HACE unos dias leí en la prensa que Robert Norris, más conocido como el «hombre Marlboro», había fallecido a los noventa años y que nunca había fumado. Yo sí fui fumador.
La noticia hizo que me retrotrayese a aquellos años en los que, aún siendo un imberbe, quería imitar e incluso ser el hombre de Marlboro. Transcurrían los años sesenta y a mediados de esa década dejaba la férrea disciplina de un colegio religioso con misa diaria y fiestas de guardar para enfrentarme con un mundo en el que todo me resultaba novedoso, fascinante, ilusionante y hasta turbulento y pecaminoso. Empezaba a ver cómo era la vida fuera de los muros del colegio.
Comencé a trabajar y aparqué los estudios. Descubrí mi barrio y conocí nuevos amigos. La diaria asistencia a misa fue transformándose en visita cotidiana a los billares del barrio. Las clases de matemáticas se convirtieron en lecciones de cómo hacer carambolas en el juego del billar. El amor cristiano que me enseñaron aquellos curas del colegio se convertía en amores paganos y sin duda acreedores de las penas más terribles del infierno.
Durante ese devenir entre lo prohibido y lo permitido, en mi vida irrumpieron el mítico vaquero que anunciaba los cigarrillos Marlboro con su icónico sombrero y Humphrey Bogart con su cigarrillo entre los dedos. Aquellas imágenes me trasladaban a un mundo que representaba para mí el poder, la seducción, la libertad, el placer... y comencé a fumar.
Fumaba porque, entre otras cosas, fumar era bien visto por la sociedad y hasta llegué a creer que ello me reportaba más éxito con las chicas y porque con un cigarrillo entre mis dedos me sentía más seguro.
En alguna que otra ocasión ofrecer un cigarrillo era una forma de comenzar una conversación e incluso servía para llenar esos silencios que a veces se producían durante algún encuentro, llamésmolo amoroso. Me gustaba que cuando salía con una chica, ésta fumara. Encender un cigarrillo y ponérselo entre sus labios o ver la marca que su carmín dejaba en la boquilla del cigarrillo eran situaciones que me proporcionaban grandes dosis de morbo, tantas como las que aún me producen unos tacones de aguja.
Los fines de semana (el resto de la semana fumaba Bisonte o Tres Carabelas) compraba un paquete de Marlboro y lo compartia con mis colegas en los guateques, durante los partidos de pelota en el frontón Madrid o durante las partidas de billar de domingo por la mañana.
Asi, entre bisonte y marlboro, entre el trabajo y los billares, entre charlas con los colegas y conquistas femeninas, fueron pasando los años y cada día iba incrementando el consumo del tabaco. Me encontraba seguro con un cigarrillo en la mano. Esa seguridad me daba fuerzas para emprender nuevas empresas, tanto profesional como personal. Me matriculé en la Escuela Oficial de Idiomas para cursar francés. Y durante un descanso entre clases fui a encender un cigarrillo y en ese momento de búsqueda por los bolsillos tratando de encontrar el encendedor fue cuando una de las chicas cercanas a mí me ofreció una carterilla de cerillas de esas que anunciaban, bien un bar de copas, bien una discoteca. Nos enrollamos.
Ninguno sabía el tiempo que duraría aquello. Sólo teníamos claro que nos gustábamos mutuamente, que queríamos disfrutar sólo el presente sin mirar el futuro y que a los dos nos gustaba fumar y así comenzamos a salir y a despertar partes de nuestra piel que teníamos dormidas. Nuestra aventura navegaba a favor del viento hasta que una de esas tardes que pasábamos en cualquier discoteca ocurrió lo que jamás imaginamos ninguno de los dos que pasaría: comencé a aborrecer el tabaco.
Aquella tarde transcurría como una de tantas otras. Bailamos. Nos besamos. Volvimos a bailar y volvimos a besarnos. Disfrutábamos el presente hasta que ella dio una calada y acercó su boca a la mía en un ademán de besarme.
Yo entreabrí mi boca como había hecho en otras muchas ocasiones esperando sentir su lengua explorando todo mi interior, pero lo que sentí fue toda una bocanada de humo que me produjo náuseas y un cabreo impresionante que tardé varios días en olvidarlo, no así la sensación de ahogo que me produjo aquel beso envenenado, pues cada vez que encencía un cigarrillo y daba la primera calada sentía una sensación de rechazo que me obligaba a tirar el cigarro al suelo y pisarlo con rabia.
Días después, mientras nos besábamos dentro del coche, ella volvió a repetir la misma acción de depositar el humo del cigarro dentro de mi boca con lo que logró que vomitara manchando su vestido y la tapicería del asiento del coche, y cogiendo esta vez un cabreo monumental, que quizá hoy sería catalogado de violencia machista.
Durante los días posteriores iba aumentando mi rechazo al tabaco y al mismo tiempo hacia aquella muchacha. Poco a poco fuimos espaciando nuestras citas hasta llegar al final de aquella aventura que comenzamos con una carterilla de cerillas. Ella se marchó a Granada, no recuerdo a qué. Yo abandoné la Escuela de Idiomas, marché a Gijón de comercial en un concesionario de coches y dejé mi adicción al tabaco.
Todavía hoy conservo aquella carterilla de cerillas y llevo un encendedor en el bolsillo de la chaqueta por si alguien se acerca para decirme: «Por favor, me da fuego».

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EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 20 de marzo de 2019

Todo tiene su fin
ATRÁS quedó 2018. Un año que muchos recordaremos porque se celebró el cuadragésimo aniversario de la  Constitución española o el año que un tal Pedro Sánchez, tras pactar con Dios y con el diablo, se alzó a los altares del poder, disfrutó con un falcón, hizo más viajes que todos los jubilados del Imserso juntos y se aseguró una pensión de lujo de por vida para regocijo propio y señora. Esto es hacer carrera. Al término de su embarazo presidencial (comienzos de 2019), presentó sus memorias y, entre los cambios más sonados mediante decretos-leyes durante su mandato al frente del Gobierno de España, puede atribuírsele el de un colchón para cama de matrimonio. Por el momento no nos consta que también haya cambiado las almohadas y la sábana bajera por decreto-ley.
Sin embargo, para mí 2018 fue el año en el que se cumplieron cincuenta años de la creación de Cosecha del 68. No. No se trata de un vino. Cosecha del 68 obedece al nombre que un grupo de muchachos, allá por el año 1968 y por iniciativa de una jovencita llamada Natalia, decidieron en aquel verano dar nombre propio al grupo que desde hacía un año se divertía los fines de semana, y especialmente en verano, en la discoteca de Chapinería, un pueblo cercano a Madrid. Por ello, aquel verano del 68 fue algo especial para todos los integrantes de aquella cuadrilla (chicos y chicas).
Los fines de semana se sucedían, y la unión y la complicidad de todos nosotros iban ganando enteros. Solíamos reunirnos en Aldea del Fresno, lugar del que algún miembro del grupo era natural o bien sus padres tenían una segunda vivienda. La empatía que reinaba entre nosotros era tal que continuó más allá del verano y fue prolongándose durante el resto de las estaciones. Acudir un fin de semana a Aldea y Chapi fue convirtiéndose para todos nosotros en una fiesta de precepto y en lugar de amoríos para muchos, de amores para otros y de desamores para algunos. Todos ellos alimentados por la brasa que aviva el fuego hormonal propio de una juventud estigmatizada por la censura sexual a la que estaba sometida por el régimen franquista. Cosecha del 68 permaneció unido durante cinco años.
En el verano de 1969, el grupo musical Módulos lanza una de las baladas más destacadas en el panorama musical español, Todo tiene su fin, que acabó con la norma de que las canciones comerciales debían tener cerca de tres minutos de duración. (Años más tarde, esta balada recobró un gran éxito con la versión del grupo cordobés Medina Azahara publicada en 1992.) Está canción fue una de mis preferidas durante aquel periodo. A esta preferencia se sumó Natalia. Con sus acordes nos enamoramos, nos desenamoramos, nos quisimos y nos odiamos. El azar quiso que Todo tiene su fin también fuera el anuncio del final de Cosecha del 68. Poco a poco la cuadrilla fue disgregándose. Unos encontraron pareja fuera del grupo; algunos sufrieron desengaños y decidieron buscar consuelo en otro lugar; otros se trasladaron a otra ciudad e incluso a otro país. Este fue el caso de su fundadora, Natalia, que, tras vivir en varias ciudades españolas, se marchó a Montreux (Suiza) y de la que, debido a la falta de redes sociales y del wasap, no volví a tener más noticias, salvo en un par de ocasiones en las que coincidimos en la feria del SIMO allá por la década de 1980. El tiempo fue pasando y los veranos fueron sucediéndose hasta llegar a 2018.
El verano de 2018 me pilla en Madrid. Los paseos por su Gran Vía me habían ahorrado unos cuantos euros en psicólogos para superar una depresión tras mi separación. Una separación ya muy lejana, pero con heridas que ni el tiempo ha sido capaz de cicatrizar. Heridas más económicas que amorosas, pues mi ex me dejó solo con un póster de la Gran Vía de Madrid por todo patrimonio. El trayecto comprendido entre mi domicilio en la calle de Alberto Aguilera  hasta la plaza de Callao se había convertido en un recorrido cotidiano al atardecer que terminaba contemplando la Gran Vía desde el mirador del Club del Gourmet en El Corte Inglés mientras tomaba una cerveza.
En aquel verano de 2018, Madrid respiraba y vivía las Fiestas del Orgullo Gay. Unas celebraciones que no despiertan en mí interés alguno, aunque debo reconocer que le ponen un punto de color a esa Gran Vía de mis amores y pecados. Una Gran Vía a la que contemplaba una tarde más desde mi atalaya de El Corte, abstrayéndome del ruido que reinaba a mi alrededor.
De pronto, mi ensimismamiento se desvaneció al oír la melodía de un móvil tras de mí. Era aquella misma melodía que puso la banda sonora a unos años de juventud vividos y disfrutados entre la pasión y el odio. Sorprendido, me giré hacia atrás y quedé aún más sorprendido cuando vi quién respondía a esa llamada que acababa de producirse. «¿Sería ella?», me pregunté. Ambos nos miramos con cierto aire de perplejidad.
Cuando la mujer que respondió a la llamada terminó la conversación, se acercó y al llegar junto a mí me susurró: «Chapinería, Módulos, 1973». Sí. Era ella. Natalia Rodríguez del Álamo. Habían pasado cuarenta y seis años desde aquel verano en el que ambos habíamos bailado juntos aquella melodía por última vez. Pese al tiempo transcurrido, Natalia aún conservaba una estupenda figura que resaltaba con un conjunto vaquero. Se notaba que dedicaba parte de su tiempo a cuidarse.
La invité a tomar un café. Aquella complicidad y aquella chispa de antaño pronto aparecieron. El pasado y el presente se mezclaban atropelladamente. Paseamos por Gran Vía mientras hacíamos un repaso a aquellas noches de juventud que vivimos junto a la orilla del río Alberche. La chispa y la química fueron in crescendo y el tercer café se lo llevé a la cama.
El destino o la casualidad, no podría decir en qué proporción, quisieron que la canción de Módulos avivara nuevamente aquellas pasiones y que termináramos aquel asunto que un cabo de la Guardia Civil había interrumpido una madrugada de verano cuarenta y seis años antes porque estábamos quebrantando la moral y la decencia.
A la mañana siguiente de nuestro encuentro acompañé a Natalia a su hotel para que recogiera su maleta y partimos hacia el aeropuerto. Su vuelo para Montreux salía al mediodía. Nos despedimos con un abrazo, y al separarnos Natalia depositó un beso en la comisura de mis labios. Cuando quise hablar, ella poniendo el dedo índice en mis labios y con una sonrisa voluptuosa me dijo: «Por fortuna, Pedro Sánchez aún no ha podido desenterrar a Franco. Jamás perdonaremos al dictador la represión sexual que padecimos la Cosecha del 68».
Minutos más tarde, el vuelo con destino a Montreux partía de las pistas del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez...
Una semana después de la partida de Natalia y mientras hojeaba una revista en la sala de espera del dentista, vi una fotografía de Natalia en la que aparecía detrás de una pancarta a favor de los gais y lesbianas en una de las muchas manifestaciones durante las Fiestas del Orgullo Gay. Aquella muchacha que en 1968 se quitó el sujetador para luchar por una incipiente igualdad de sexos y los derechos de la mujer, cincuenta años después continuaba su lucha.

(Así se fundó, así se reconstruyó y así se desvaneció Cosecha del 68 entre la ficción y la realidad.)

Un Jubilado por la Gran Vía