A ISABEL, por su paciencia y otras cosas. A PEDRO y ESPINOSA, mis primeros jefes. A FERNANDO, profesor de artes gráficas. A LUIS, buen jefe y, sobre todo, persona. A TONI, ahora más que nunca.
NOSOTROS, LOS DE ENTONCES, YA NO SOMOS LOS MISMOS

Algunos personajes o hechos que aparecen en estas galeradas son completamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
RAFAEL MERINO RAMÍREZ | Jubilado
Julián MIRANDA SANZ
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Informe PISA


martes, 6 de diciembre de 2016

T RAS la publicación del informe PISA, deberíamos sentirnos muy contentos y satisfechos porque España ha conseguido mejorar su posición en dicho informe situándose en la media en dos de las tres competencias, concretamente en ciencias y comprensión lectora, y quedándose los alumnos atascados en matemáticas, aunque han «progresado adecuadamente» respecto al último informe realizado en 2012, y tanto periódicos como cadenas de radio y televisión se han hecho eco de esta noticia sobre el informe PISA.
Entre todas las cadenas de televisión que han difundido este informe nos quedamos con Antena 3 y concretamente con la edición de Antena 3. Noticias. No elegimos este programa informativo porque sea el que mejor ha tratado la noticia o porque la presentadora sea guapa (que hoy nos tildarían de machistas), sino porque en la edición del martes 6 de diciembre la presentadora de turno, María Rey, se quedó, al igual que muchos de los que a esa hora estábamos viendo dicho programa, con cara de circunstancias cuando vio el cartelito que se proyectaba en la parte superior derecha de los televisores en el que se puede ver la palabra «exámen» con todo su acento, tan escandaloso que hasta el corrector de mi ordenador se ha ruborizado y más si tenemos en cuenta que se trataba de una notica cultural.
Como esta clase de erratas no es la primera vez que ocurre en esta cadena de televisión, pues todos los días somos testigos de cómo aparecen y desaparecen acentos donde no deben, nos preguntamos, por una parte, si los encargados de realizar estos rótulos leen y, por otra, nos congratulamos de que estos operarios no hayan participado en las pruebas del informe PISA, ya que de haberlo hecho la media hubiera bajado ostensiblemente.
Dejando aparcadas estas erratas y las matemáticas, que como siempre ha sido una materia «hueso», como las calculadoras cada día son más sofisticadas, como ya se ha cambiado la  LOMCE, como se tiene previsto cambiar muchas cosas más en el ámbito educativo, y como el resto de países también andan a la baja, pues eso, que tampoco hay que darle mayor importancia a estos datos, ya que nuestros alumnos van progresando, nos quedamos con la mejora que nuestros alumnos han experimentado en el área de comprensión lectora con tres puntos por encima de la media de la OCDE pese a los dislates de los rotulistas de Antena 3.
Si a este alentador dato en el área de lectura, que nos llena de satisfacción porque los alumnos españoles, además de leer, comprenden mejor lo que leen y todos sabemos que de la lectura pueden obtenerse innumerables beneficios como encontrar que hay otra escritura más allá de la empleada en las redes sociales, o aprender ortografía, o formar frases con sujeto, verbo y predicados no solo cuando se escribe, sino también cuando se  habla, unimos la satisfacción del ministro de Educación de turno por los resultados obtenidos en el informe PISA, tenemos que estar dando saltos de alegría.
Sin embargo, no creemos que la verdad sea ésta si analizamos muy sucintamente los resultados del informe, ya que la mejoría que nos hacen ver se debe a que el resto de países han bajado su media del último informe del año 2012.
Vamos, que, una vez más, el que no se consuela es porque no quiere y porque para eso están los políticos para darnos su peculiar versión de los hechos, convirtiendo lo negro en blanco y lo blanco en negro.
Por último, quiero hacer un ruego a estos políticos que todo lo quieren cambiar: no me toquen ni la regla de tres ni las pensiones.


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Carmena instala el caos en la Gran Vía madrileña


lunes, 28 de noviembre de 2016

E
L Ayuntamiento de Madrid ha confirmado que reducirá el tráfico rodado en el centro de la capital estas Navidades, entre otras calles del centro. Con esta medida, Manuela Carmena busca dar más espacio al peatón en una época de gran actividad comercial. Sin embargo, lo que consigue la alcaldesa, una vez más, es crear el caos en una de las arterias más principales de Madrid.
Con esta medida, fruto de una mente trasnochada y decrépita, lo único que conseguirá la señora Carmena es que la Gran Vía de Madrid recobre aquella estampa del siglo XIX cuando los carros tirados por caballos y los peatones se mezclaban sin orden ni concieto por el centro de Madrid.
Una vez más, Manuela Carmena la «lía parda» y crea un «territorio comanche» en la Gran Vía, donde peatones, bicicletas, autobuses, motos, taxis, ambulancias, policía campan a sus anchas a lo largo y ancho de una de las principles vías de la capital que no puede concebirse sin ese tráfico rodado que la alcaldesa quiere suprimir a toda costa.
Poco a poco, los grandes pensadores al frente del ayuntamiento de Madrid van cambiando esta ciudad, pero para mal.
Y ya sin movernos de la Gran Vía queremos hacer un llamamiento a estos decrépitos pensadores que dirigen el Ayuntamiento: hagan el favor de pensar una decoración mejor para la plaza de Callao, porque en la situación actual ni es plaza, ni calle, ni «na de na» y da la sensación de no estar terminada. La única decoración que tiene esta plaza son los tenderetes que se instalan ocasionalmente.
Desde aquí apelamos una vez más al buen sentido ciudadano para evitar cualquier percance que tuviéramos que lamentar y que fuera cabecera de los telediarios en todas las cadenas de televisión, fruto de unas medidas seniles y caprichosas.


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Todos al cine


martes, 25 de octubre de 2016

U
N año más se celebra la Fiesta del Cine con la que los organizadores pretenden que el público acuda a las salas de cine y para ello ofertan películas de estreno a precios de los antiguos cines de barrio de dos películas y No-Do.Y un año más, todos al cine porque lo dice la santa madre cinematográfica. Y un año más se forman grandes colas ante las taquillas de los cines para ver esa película que a precio normal nunca iríamos a ver.
Los organizadores se vanaglorian porque consiguen que el público acuda a las salas de cine a la sesión matinal, a la vespertina, a la nocturna y hasta a la de madrugada si esta existiera para ver cine y así demostrar, no se a quién, que el cine sigue siendo el séptimo arte para, por una parte, seguir consiguiendo alguna sustanciosa subvención del Gobierno de turno y, por otra, encaminar nuevamente a un público que hace tiempo perdieron a los cines. Pues una porra.
El público acude a la llamada cinematográfica por la sencilla razón de que el precio de una entrada es muy inferior a la de cualquier otro día, ya que una vez terminada esta «fiesta» se terminan las largas y conflictivas colas ante las taquillas de los cines y todo vuelve nuevamente a donde estaba; es decir, a la ausencia de público a las salas de cine y poder acudir con una gran tranquilidad a presenciar la película de turno.
Por otra parte, detesto todas estas iniciativas que nos dictan cuándo tenemos que ir al cine, cuándo tenemos que bailar, cuándo tenemos que viajar, cuándo tenemos que ser graciosos, cuándo tenemos que cocinar, y así infinidad de campañas que las cadenas de televisión nos presentan en su programación.
Me gusta el cine, cocinar, viajar, contar chascarrillos, bailar, pero lo que no me gusta es que me dirijan el cómo y el cuándo debo hacerlo, aunque esta manipulación venga envuelta en celuloide a bajo coste.
Ahora que estoy jubilado y que me he liberado de toda clase de opresiones e imposiciones, tanto sociales como laborales e, incluso, sexuales, no puedo consentir que ninguna campaña me dicte lo que debo hacer y cómo y cuándo debo hacerlo.
Voy al cine cuando creo que la película que me ofrecen va a gustarme y principalmente cuando me apetece. No necesito que nadie me indique lo que tengo que hacer para llenar mi parcela lúdico-festiva.
Así pues, siento defraudar a los organizadores de esta fiesta cinematográfica y a alguna otra persona ajena al mundo del cine, pero acudiré al cine, bailaré, viajaré, cocinaré, asistiré a clases de yoga o natación, iré al gimnasio y a tantas otras actividades cuando me apetezca y lo que me oferten sea de mi agrado. Fin.

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Hay embarazadas y embarazadas


miércoles, 25 de mayo de 2016



TENER hijos siempre ha sido algo tan natural como la propia vida. La mujer se quedaba embarazada, continuaba trabajando, bien en casa o fuera del hogar, hasta pocos días antes de llegar el alumbramiento del hijo que estaban esperando durante las correspondientes semanas de gestación; daban a luz, y a continuar con sus tareas domésticas o laborales o ambas al mismo tiempo. Y lo mejor de toda esta naturalidad es que después del parto continuaban tan guapas y lozanas y sin acudir a un gimnasio para recuperar la figura y poner a cada cosa y músculos en su sitio.
Sin embargo, todo cambia y últimamente a una velocidad que da vértigo. Creo que el precursor de que la mujer embarazada comenzara a tomar más protagonismo en la sociedad fue una vez más, como en tantas otras, El Corte Inglés al que posteriormente se han sumado el resto de los grandes, medianos y pequeños comercios. Estos grandes almacenes fueron dando «descanso» a sus empleadas encinta para que pudieran llevar un embarazo más acorde con los tiempos feministas del momento y, poco a poco, dejamos de ver a aquellas muchachas con sus pichis o vestidos de premamá que lo mismo nos vendían un frigorífico, o una corbata, o una figura de Lladró, y todo con la mejor de las sonrisas.
Y como en estos casos ocurre, a esta nueva norma de El Corte Inglés de velar por la salud, el bienestar y poder conciliar la vida laboral, familiar y personal de la embarazada, el cónyuge, la pareja y el futuro niño, se apuntan las futuras mamás que quieren reivindicar sus derechos de embarazadas y otras empresas con un poder mediático tan fuerte como el de los grandes almacenes. Sin embargo, llegados a este punto, debemos hacer ciertos matices a estas conciliaciones de vidas familiares y laborales. Mientras las dependientas de estos almacenes causan baja en su puesto de trabajo, porque los sindicatos y los comités de salud recomiendan que causen baja hasta que den a luz, ciertas periodistas o presentadoras de televisión no sólo continúan su actividad diaria de salir en la pantalla de nuestros televisores mostrándonos cómo su «tripita» va in crescendo, sino que nos hacen partícipe de toda su gestación con ecografías incluidas hasta el momento de dar a luz como si esto fuera la mayor novedad periodística de la televisión mundial.
Este presumir de «tripita» que las nuevas abanderadas del feminismo con Anne Igartiburu, Pilar Rubio o Samanta Villar a la cabeza sacan a relucir en la televisión pensamos que se debe a aspectos de protagonismos egocéntricos en unos casos y a cuestiones económicas en otros más que a reivindicar el papel de la mujer trabajadora. Y como todo lo que se ve en las pantallas de la televisión se pone de moda, tenemos que cada día más y con la llegada del buen tiempo vemos cómo mujeres embarazadas lucen su «tripita» al natural por los parques mientras hacen ejercicio o como visten prendas que por muy adaptadas a su estado de buena esperanza no son las más apropiadas para la ocasión premamá.
Por otra parte, las Anne Igartiburu, las Pilar Rubio, las Samanta Villar, las actuales embarazadas, los directivos de las empresas que retiran a las embarazadas de los puestos visibles a público, o los grupos feministas con sus campañas de apoyo a la mujer, a la pareja y, por supuesto, al bebé, deberían saber que aquellas mujeres que se alimentaron con pelargón, que conciliaron vida familiar con padres, suegros, hijos, maridos, casa, trabajo, que no fueron al gimnasio ni antes ni después del parto, que apenas tuvieron infancia ni adolescencia, que no tenían ni sábados, ni domingos, ni fiestas de guardar, que renunciaron a las discotecas y las salidas nocturnas, que no tenían redes sociales ni grupos feministas, y que si había que quedarse en el trabajo para realizar un balance o preparar unas rebajas hasta las tantas de la madrugada ahí estaban con su «tripita», sus pichis y su sonrisa, fueron capaces de alumbrar, sin gimnasio ni pamplinas, hijos altos, guapos, hermosos, sanos, rubios, morenos, pelirrojos en estas «penosas» circunstancias,y es que éstas son de las primeras.

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Meterse en un jardín


viernes, 20 de mayo de 2016

CON la decisión de la Delegación del Gobierno en Madrid que impedía la exhibición de esteladas en la final de la Copa del Rey que el Barça y el Sevilla disputarán el próximo domingo en el Calderón se dispararon todas las alarmas políticas y deportivas en el patio independentista y en ese otro que llaman «derecho de expresión y libertad».
Por unos momentos nos olvidamos de las nuevas elecciones generales, de los casos de corrupción, de los «papeles de Panamá», de los partidos políticos, de los políticos…, nos olvidamos de todo; es más, yo hasta me olvidé de mis futuras citas con los galenos, que ya es olvidar, y es que como decía don Quijote a Sancho: «con la iglesia hemos topado»; pues eso, con el fútbol hemos topado.
Pensamos que esta decisión de prohibir las esteladas en la final de la copa del Rey por la Delegación del Gobierno en Madrid ha sido por parte de Concepción Dancausa meterse en unos jardines en los que únicamente iba a encontrar enfrentamientos de toda clase, tanto políticos como deportivos, mientras no llegasen a rescatarla, como así ha sido, en forma de otro acuerdo por parte del Juzgado de lo Contencioso 11 de Madrid para autorizar las polémicas esteladas en la final que disputarán el Barcelona y el Sevilla el próximo domingo.
No vamos a entrar en si la decisión que ha tomado el juez sobre las banderas independentistas es la más acertada en derecho, pero de lo que sí estamos seguros es de que al menos es un acuerdo tomado con sentido común ante tanto oportunismo para hacer patria. Lo contrario hubiera sido negar una realidad y no querer ver lo que un domingo sí y otro también vemos en un Camp Nou plagado de esteladas cuando se celebra cualquier partido de fútbol, aunque lo prohíba la UEFA o el sursuncorda.
Tal vez pensaba Concepción Dancausa que prohibiendo las esteladas ya estaba solucionado la izada de estas banderas en el estadio Vicente Calderón. Si esto es lo que imaginaba esta señora, es que no tiene idea de cómo funciona esto del fútbol, por una parte, y sí muchas ganas de meterse en jardines, por otra. Porque ha de saber la señora Dancausa que ni ella, ni toda la Delegación del Gobierno en pleno, ni todos los populares con Soraya a la cabeza, ni todas las asociaciones antinacionalistas juntas iban a impedir a ciertos jugadores del Barcelona, si ganan la final al Sevilla, sacar la famosa y polémica estelada al final del partido para festejar sobre el césped del Vicente Calderón el título conseguido. Y si esto llegara a ocurrir qué va hacer Concepción Dancausa: ¿mandar a los municipales para que retiren las esteladas de las manos de los jugadores azulgrana?
Menos mal que en esta ocasión ha salido un juez con sentido común para dejar las esteladas en un lugar adecuado, aunque éste no sea el más correcto políticamente. 

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Siempre los mismos


viernes, 19 de febrero de 2016


UNA vez que Rita Barberá está puesta a buen recaudo con el seguro que le proporciona su aforamiento para evitar que la molesten jueces impertinentes. Una vez que Mariano Rajoy se ha instalado tras el parapeto que le ofrece una bandada de gaviotas a la espera de que sus adversarios políticos se despedacen entre sí y poder saltar sobre ellos para asestarles el golpe definitivo que no ha podido darles en las urnas y así continuar otra legislatura más contando milongas a los ciudadanos. Una vez que Pablo Iglesias nos ha dejado cristalino el cambio que pretende para España y la distribución de sus atribuciones en el nuevo Gobierno. Una vez que Pedro Sánchez no se aclara con lo de los pactos, ni con las decisiones que debe tomar, ni a quién debe consultar para expulsar a Rajoy de la Moncloa y auparse a ese sillón presidencial que desea hasta en los más recónditos de sus sueños, tanto en los que vive despierto como dormido. Una vez que Esperanza Aguirre ha puesto tierra de por medio (eso sí, con años de retraso) entre su supuesta honorabilidad y el ranero donde se instalan las personas que la han defraudado, que, por cierto, no son solo dos, basta mirar las hemerotecas para ver que han sido más de dos, y más de cuatro, y más de seis. Una vez que ciertos partidos ya han asustado lo suficiente a los ciudadanos con lo que les espera si otros ciertos partidos llegan al poder. Una vez que ya nos han hecho creer que lo que nos espera con los partidos emergentes es una hecatombe descomunal. Una vez que los ciudadanos nos enteramos del penúltimo caso de corrupción. Una vez que se han puesto en marcha todos los juicios que dormían el sueño de los justos. Una vez que Izquierda Unida tiene al alcance la realización de esos sueños inalcanzables hace unos meses. Una vez que Pablo se pone tan angustiado porque Pedro no le contesta a su invitación de pasear por la Moncloa y el parque del Oeste como dos amartelados. Una vez que…
Sí. Una vez que van pasando todas estas cosas, los ciudadanos nos preguntamos ¿y nosotros qué pintamos en todo este desbarajuste orquestal que se está dando en el patio político? Sinceramente. Creemos que, como diría un castizo, los políticos están choteándose de nosotros. Se ve tan claramente las ganas que tienen de ocupar esos puestos tan privilegiados que están solo al alcance de unos pocos y a los que antaño aspiraban personas con firmes ideales y que hoy basta con tener un bonito discurso y mejores promesas para presentarse al casting de las elecciones y salir presidente del Gobierno. También pensamos que ninguno de los que hoy pujan por ser presidente sean capaces por sí solos de organizar ni dirigir nada; unos, por decadentes, y otros, por emergentes, todos ofrecen vicepresidencias al oponente para que les dé un apoyo que no fueron capaces de conseguir en las urnas. Por todo ello estamos convencidos de que será necesario que los ciudadanos volvamos a las urnas y con nuestros votos poner las cosas más claras para que por fin tengamos un Gobierno.
Y es que a la postre los trabajadores, los pensionistas, las amas de casa, los estudiantes, los desempleados, los autónomos, los que tenemos vergüenza, pundonor y lo que hay que tener, como diría la Susana a su Julián en el conocido dúo de La verbena de la Palama, somos, en definitiva, los mismos quienes sacamos adelante esta España con cambio o sin cambio.

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El Gobierno de los Picapiedra


martes, 9 de febrero de 2016

EN la pasada edición de los premios Goya, Pablo Iglesias nos dejó clara su voluntad y la de su formación política con el cambio de imagen que nos ofreció por acercarse al Partido Socialista Obrero Español, por algo se empieza.
Pero no es solo la acción de desempolvar el esmoquin, sino que en Podemos a estas alturas de los pactos por alcanzar un buen puesto en el Gobierno ya todo les parece bien; es más, hasta estarían dispuesto a aceptar a Albert Rivera como acompañante de legislatura. Otro que estaría dispuesto a ceder a esta compañía de Ciudadanos es Alberto Garzón, ya que de poder estar cerca del Gobierno a casi desaparecer por voluntad de los ciudadanos en las urnas hay un gran camino. A este coro acompañante de Pedro Sánchez podrían unirse los catalanes y hasta los vascos. Y para que todo esto ocurra, Pedro Sánchez les ofrece un programa de «sírvase usted mismo».
Sin embargo, como la felicidad nunca es completa, ahora comienza a aparecer Mariano Rajoy, como si del mismísimo Azrael se tratara, tocando las campanillas y reclamando un puesto de esos 4.000 que están en juego con el cambio que anuncian los progresistas-reformistas.
Las impresiones que nos dejan todos los líderes de estos partidos que están interesados en formar un Gobierno reformista y progresista es que, amparándose en el interés general de los ciudadanos, faltaría más, lo que verdaderamente manifiestan es su interés general por alcanzar uno de esos puestos de privilegio que solo gozan los que consiguen un asiento en la presidencia y sus alrededores.
Por otra parte, nos tememos que Pedro Sánchez haga bueno a su colega de partido Zapatero. Aquel que hizo del Gobierno de España un Gobierno de Mr. Bean, por su parecido y por sus ocurrencias. En esta ocasión Pedro Sánchez en colaboración con Pablo Iglesias puede hacer un Gobierno de Los Picapiedra, por sus nombres, Pedro y Pablo, y porque los ciudadanos tendremos que aguantar las ideas de Pedro y la complicidad obligatoria de Pablo. Esperemos por el bien del interés general que en esta ocasión a este dúo no les pase como a su homónimo de la famosa serie y las empresas que emprendan les salgan mejor.


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¿Iremos a los penaltis?


martes, 2 de febrero de 2016


N O sabemos si será bueno o malo para España que no se forme un Gobierno que comience a ordenar todo este galimatías que se ha formado tras las elecciones del 20 de diciembre, pero de lo que sí estamos convencidos es de que como tengamos que acudir de nuevo a las urnas para unas nuevas votaciones nos vamos a enterar de muchas más cosas de las que sabemos hasta ahora en cuanto a todos los trapos sucios de los partidos.
Ninguno de los dos clásicos (PP y PSOE) pueden echarse en cara absolutamente nada en cuanto a casos de corrupción, aunque siempre el último episodio es el que más ruido deja, léase «operación Taula». Sin embargo, ¿por qué hemos de esperar a situaciones como las que estamos viviendo durante estos días en los que ningún líder es capaz de formar un gobierno para que los ciudadanos nos enteremos de que todavía quedan muchos políticos corruptos y muchos casos por destapar? Nosotros, los ciudadanos, suponemos que todos estos turbios manejos alrededor de la política tienen que ser sabidos por ministros, por presidentes de partido, por secretarios generales de partido, por alcaldes, por diputados, por directores de periódicos, por periodistas y demás personajes metidos en política desde hace mucho tiempo, pero que guardan en un cajón hasta que la situación sea propicia, según qué bando, para que salgan a la luz y que todo el mundo se entere. Si de verdad los políticos pensaran en los ciudadanos, como nos dicen, todos estos asuntos de corruptelas verían la luz en su momento y no en el momento que a determinado partido le interesa que salgan.
La cuestión es que vemos muy difícil que tras esta segunda ronda de conversaciones que el Rey ha mantenido con los líderes de los partidos con representación parlamentaria pueda alcanzarse un pacto entre los partidos del que salga el nuevo Gobierno. Ningún líder quiere hacer concesiones en sus planteamientos y así es imposible que se pueda formar gobierno alguno; por ello, nos planteamos la duda sobre qué es lo que hubiera pasado si estos líderes políticos hubieran tenido que hacer la primera transición; sinceramente pensamos que todavía estaríamos pensando si era bueno o no para la democracia legalizar el Partido Comunista, por poner un ejemplo.
A pesar de los deseos de Rajoy por mantenerse en el poder, de las ganas a ojos vistas de Pedro Sánchez por ser presidente del Gobierno, del empeño de Pablo Iglesias por ser el vicepresidente de un Ejecutivo liderado por Pedro Sánchez y de un Albert Rivera que no sabemos muy bien dónde se quedará, pues bien, a pesar de todo, no vemos a ninguno con la capacidad total para dirigir a esta España del cambio.
Por ello, no nos extrañaría que la presidencia del Gobierno y demás cargos se decidieran en un tercer partido con nuevas votaciones y más si tenemos en cuenta esta moda que estos políticos del cambio, progresistas y emergentes se han sacado de la chistera: consultar a los militantes o, en su defecto, a los ciudadanos como hace la señora Manuela cuando ha de tomar una decisión urbanística. Sinceramente, esta moda que ellos denominan de transparencia y cercanía a los ciudadanos nos parece una majadería y una ausencia total de liderazgo y personalidad política. Los ciudadanos, los votantes, hemos depositado nuestra confianza en ellos para que realicen y gestionen las cuestiones que vayan surgiendo, tanto las fáciles como las difíciles, porque si no son capaces de tomar una decisión por sí solos y necesitan la opinión de los ciudadanos a cada decisión decisiva que han de tomar, entonces, señores, ni a los penaltis serán capaces de formar ese gobierno que les quita el sueño, el sentido y hasta el alma y a nosotros, sus votantes, nos quitan la ilusión de vivir en una España mejor y la esperanza de tener unos dirigentes capaces de tomar decisiones en momentos difíciles y están consiguiendo, no les quepa la menor duda, que cada día más pensemos que esto de la corrupción no hay quién lo arregle. 



El pequeño Diego


jueves, 21 de enero de 2016


ESTE verano pasado, la imagen del niño muerto sobre la arena de una playa de Turquía cuando con su familia trataba de emigrar a Europa estremecía a todo el mundo. Esa foto del niño Aylan Kurdi sirvió de resorte para poner en movimiento muchas conciencias y que los países tomaran en serio la emigración que se estaba produciendo como consecuencia de la guerra en Siria; sin embargo, todo lo que se emprende con un ímpetu repentino al final termina fuera de control. Había que acoger a todos los que emigraban del horror que estaban viviendo en Siria sin prever cómo se podía gestionar a tantas personas que pretendían instalarse en Europa.
La noticia del suicidio de Diego, un niño de once años, nos dejaba atónitos. Nos costaba trabajo creer que un niño pudiera quitarse la vida. Y si la noticia en sí ya es sobrecogedora, leer la nota que Diego dejó junto a su muñeco favorito resulta escalofriante. ¿Por qué un niño puede tomar esta determinación? ¿Qué causas le empujaron a quitarse la vida? Son preguntas que todos podemos hacernos. Una de las acciones que se barajan es el acoso escolar. Al igual que ocurrió en el caso de Aylan Kurdi con Diego pensamos que pasará lo mismo: las reacciones en contra de los abusos y acosos se desencadenarán con ese ímpetu repentino que se irá suavizando con el paso del tiempo para volver donde empezamos, es decir, a los acosos y abusos sin control.
Desconocemos, por el momento, cuál fue la verdadera causa de este suicidio, pero de lo que sí estamos seguros es de que los niños, los adolescentes o los jóvenes sufren acosos por todas partes, desde la guardería hasta el colegio, pasando por la universidad y las redes sociales. Todos los años censuramos las novatadas que padecen muchos estudiantes al comienzo de su curso universitario; desaprobamos el mal uso que los jóvenes hacen de las redes sociales, condenamos los vídeos que ofrecen peleas entre alumnos o agresiones a profesores por parte de jóvenes estudiantes y que son subidos a la red por estos mismos, o reprochamos los chantajes que estos adolescentes o niños practican con fotos de otros compañeros colgadas en las redes sociales. No obstante, miramos para otro lado y solo actuamos por impulsos que con el tiempo pierden fuerza.
Pensamos que es hora de que nos pongamos a trabajar en serio para evitar que, al igual que la situación de los emigrantes sirios, este problema también se nos vaya de las manos. Pero comenzar a trabajar en serio. Desde las instituciones, tanto gubernamentales como escolares, hasta educadores, profesores, padres, pasando por familiares y amigos, todos juntos debemos emplear los mecanismos necesarios para que estas acciones no se repitan. 
Si nos movilizamos para evitar la violencia de género, si instituciones, organismos oficiales o regidores salen en defensa de los animales que sufren estrés en los circos o cabalgatas o condenan el sufrimiento al que estos animales son sometidos en ciertos festejos, si nos solidarizamos con aquellos que son desahuciados de sus casas, ¿por qué no ponemos coto a los abusos y acosos sobre nuestros niños o adolescentes? Pensamos que hemos entrado en una espiral cuyo principio es el «no pasa nada», «todo es permisible». Es cierto que el niño tiene que desarrollarse, pero con un control. No se puede permitir que los adolescentes impongan sus voluntades, todo ha de tener unos límites y transcurrir por cauces de cordura.
Si no somos capaces de controlar estos abusos, acosos o malos tratos, no debemos extrañarnos que salgan personas que dicen ser periodistas, imitadores de ciertos personajes relevantes en la sociedad, gastando bromas políticas en momentos en los que el país no está para guasas. Mientras parte de la sociedad siga aplaudiendo la conducta de este tipo de individuos que afloran en determinados programas de radio, televisión o que militan en ciertos partidos políticos, continuaremos teniendo niños, adolescentes y jóvenes que no dudarán en hacer lo que les venga en gana porque viven amparados por una sociedad que es permisiva con el «no pasa nada».



La España del cambio


miércoles, 13 de enero de 2016

CON la proclamación del diputado socialista Patxi López presidente del Congreso comienza la andadura una nueva legislatura: la de la España del cambio, la de los partidos emergentes, decadentes y de los otros, la de la igualdad y feminista, la del progreso, la transparencia, los pactos y la honradez, en definitiva, la de una España desconocida hasta ahora.
Con tanto pacto sobre la mesa, con tantas quinielas sobre cómo se formarán las parejas de baile para comenzar esta nueva legislatura, con tantas cábalas sobre quién será el nuevo vecino de la Moncloa, con tantos diputados veteranos y noveles, hoy, 13 de enero de 2016, sus señorías han llegado al Congreso de los Diputados con una ilusión solo comparable a la de los niños que comienzan el curso escolar: besos y abrazos con antiguos compañeros, madrugones para no llegar tarde el primer día del curso, preparaciones de los cartapacios, despistes de los novatos, amigos, familiares y conocidos que despiden a sus políticos al pie de la escalera del Congreso, y más tarde ya en el hemiciclo las selfis correspondientes y a pasar lista. No ha faltado nadie.
Tan festiva ha sido esta mañana de invierno que el propio acto de elegir un presidente para este Congreso de los Diputados ha perdido toda la solemnidad que lleva aparejado semejante acto y nos ha dejado una ristra de actitudes carnavalescas: desde la llegada de algunos diputados en bicicleta hasta las charangas que anunciaban la llegada de más políticos, pasando por los consabidos políticos en zapatillas, descorbatados y en vaqueros.
Pero entre tanto carnaval, la palma de oro a Mear fuera del Tiesto se la ha llevado una diputada que ha querido demostrar con su bebé y su correspondiente carrito que no solo la Pedroche con sus «sin vestidos» es capaz de acaparar la atención de toda España (incluida Cataluña). Y así con este ímpetu feminista, la diputada ha paseado a su bebé por todo el hemiciclo, muchos se han hecho fotos con el pequeño, otros han tomado al bebé en sus brazos protagonizando una tierna imagen; el carrito del niño, escaleras arriba, escaleras abajo; «¿dónde ponemos el cochecito para que no estorbe?; ¿a ver si se va a caer Mariano y tenemos un disgusto?», se preguntaban ciertos diputados; «pero si hay una guardería para que las mamás y papás que no tengan con quién dejar a sus pequeños puedan dejarlos con total tranquilidad hasta que termine la sesión», decían algún diputado más veterano.
Visto todo el espectáculo que ha montado esta feminista a tiempo completo, no queremos imaginar lo que puede ocurrir en la tribuna de oradores del hemiciclo cuando entre en escena cierta diputada experta en formas de hacer caldos y conocedora de toda clase de huesos propios para estos menesteres culinarios. No tenemos duda alguna de que de continuar por estos caminos del feminismo en vez de hablar sobre leyes, decretos, proyectos o enmiendas sus señorías comentarán cuántas lavadoras ponen a la semana, cuánta cantidad de ropa tienen para planchar, el número de veces que pasan la aspiradora, los embarazos que han tenido o lo que cuesta la peluquería.
Si ésta es la España del cambio o de la igualdad que ciertos políticos nos prometen, que Dios nos ampare, hermano, porque con esta clase de diputados y diputadas (como gusta decir cierto político socialista) no llegaremos muy lejos y en cuanto a la igualdad de la mujer con el hombre este tipo de feminismo no le hace favor alguno a las pretensiones igualitarias de la mujer. ¿Se imaginan a una dependienta de El Corte Inglés con su bebé en brazos y el carrito al lado mientras nos informa de las prestaciones que nos ofrece determinado televisor?  
Después de este espectáculo ofrecido por la diputada feminista ¿continúan ustedes preguntándose el porqué muchos empresarios prefieren contratar a un hombre? 


EN GALERADAS


ENTRE LA FICCIÓN
Y LA REALIDAD





Jubilado noctámbulo

EL DÍA EN GALERADAS
Jueves 16 de enero de 2020

Y ahora a por el Oscar
CONOCÍAMOS varias facetas de la vida de Pablo Iglesias, pero tras ser designado vicepresidente del gobierno de Pedro Sánchez, ha salido a la luz la verdadera vocación de Pablo Iglesias. Con su nombramiento para formar parte del nuevo gobierno progresista y de coalición y feminista y populista y oportunista y veleta se han confirmado los rumores que desde hacía tiempo venían rondando por esta redacción sobre una de las pasiones ocultas del exultante líder de Unidas Podemos: el cine.
Por ello es por lo que hoy publicamos el cartel que anuncia la última película que el gran actor Iglesias ha protagonizado: El hombre del Oeste, filme producido y dirigido por un novel director Sánchez. Con esta película, tanto el director como el actor quieren rendir un homenaje a la España del «blanco y negro» (representada en un mítico Kirk Douglas) y a la España del tecnicolor (personificada en el legendario Alfredo Landa), sirviendo como nexo de unión entre ambas el ya populista Pablo Iglesias, que lo mismo interpreta un drama o una comedia o un wéstern o una vicepresidencia.
Lástima que por demorarse su elección como ministro no pueda optar a los Oscar y haya llegado tarde para competir con Antonio Banderas por el premio a mejor actor. Pero démosle tiempo a este nuevo intérprete del séptimo arte que se atreve con todos los géneros de la interpretación.
Desde el pasado lunes 13 de enero se proyectan en las Salas de la Carrera de San Jerónimo los filmes más destacados de Pablo Iglesias. Títulos como El pisito, No sin mi Irene, Los tramposos, Deprisa, deprisa, Furtivos, Amantes, Mentiroso compulsivo o El Azotador, entre otros.
Desde esta columna deseamos a Pablo Iglesias los mayores éxitos en el desempeño de su nueva faceta por el bien suyo, por el de Irene, por el de Pedrín (el de Roberto Alcázar), por el populismo, por los que se han ido y por los que quieren irse y por los que llegan, por los del feminismo, por los LGBT, por los del cambio climático, por los colectivos marginados, por los de Teruel, por los del centro (bueno, por éstos no), por los que creen en la igualdad entre las mujeres y los hombres… Por todos ellos y todas ellas sí se puede.

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 25 de diciembre de 2019

Las necesidades del espíritu
DOS veces al año, desde que me divorcié, quedo con mi amigo Andrés. Una cita es a principios de verano y la otra, cuando se acercan las Navidades. Si la cita corresponde con el tiempo de verano, solemos quedar en cualquier lugar del Levante y si el encuentro es durante la Navidad, nos citamos en cualquier restaurante de la Gran Vía madrileña. «Nuestra» Gran Vía.
A Andrés lo conozco desde aquellos años de juventud en que cada fin de semana echábamos nuestras partidas de billar y frecuentábamos discotecas en busca de muchachas que quisieran compartir con nosotros esos momentos que nuestra juventud nos demandaba entre la gloria y el infierno y que tenían lugar en un piso de alquiler en el que, aparte de estos encuentros compartidos, organizábamos partidas de cartas con otros amigos del barrio, celebrábamos cenas con largas sobremesas en las que cada uno a su manera contaba de qué forma podríamos vivir un futuro en libertad y en democracia; también solía contarse alguna que otra trola. Pues bien, aquel piso de alquiler era además la vivienda de Andrés.
Atrás quedaron todas aquellas aventuras amparadas en una loca y, en ocasiones, irresponsable juventud. La vida nos condujo unas veces por donde quiso y otras, por donde nosotros queríamos caminar o al menos eso pensábamos. Nuestros encuentros de juventud se desvanecieron por la situación laboral de cada uno de nosotros. Andrés marchó a trabajar durante largas temporadas a Londres y con ello nuestra relación se limitó a algunas cartas o a algunos encuentros esporádicos durante las vacaciones de verano que aprovechábamos para visitar algún lugar de moda durante la época estival. Sin embargo, cuando nuestra amistad se tambaleó hasta caer en un abismo fue cuando durante unas vacaciones de verano conocimos a dos jovencitas que a la postre fueron nuestras esposas. Vamos que nos casamos por la Santa Madre Iglesia y hasta que la muerte nos separase. Sin embargo, no fue la muerte quien nos separó, sino otras circunstancias que ahora no vienen al caso y que algún día desvelaré. Pero volvamos a mis encuentros con Andrés. En esta ocasión nos citamos en un restaurante de la Gran Vía. La emblemática calle de Madrid había sido engalanada con las luces que anunciaban la Navidad y por sus aceras transitaban ciudadanos, unos llegados de provincias y otros, lugareños, que ponían cierto colorido a la noche madrileña.
Andrés y yo contemplábamos toda esa fauna consumista como lo veníamos haciendo desde hacía muchas Navidades. Sin embargo, con el paso de los años, todo era distinto. Habían cambiado los locales, los cines, las salas de fiesta, los transeúntes... Había cambiado hasta la propia Gran Vía y, por supuesto, nuestras conversaciones, nuestras necesidades y, claro, nosotros mismos.
Es curioso comprobar cómo tu top de prioridades va experimentando variaciones con el paso del tiempo y, por ello, las necesidades espirituales sufren tantas variaciones como si de una bolsa de valores se tratara. Y a esas prioridades del espíritu son a las que Andrés y yo dedicamos nuestros encuentros gastronómicos y anuales. Al principio de estas reuniones, cuando teníamos unos cuanto años menos, nuestras conversaciones fluían al amparo de una cena sobre nuestros proyectos, nuestra vida laboral, nuestros ideales políticos, nuestro número de conquistas amorosas y de las no amorosas, nuestras aficiones y, a veces, hasta de nuestra familia, sin darle importancia al verdadero anfitrión de la mesa: el menú. A continuación nos trasladábamos a cualquier sala de fiestas o discoteca para concluir en no se sabía bien en qué cama ni quién era la morena o la rubia que teníamos junto a nuestro cuerpo desnudo.
El tiempo pasa inmisericorde y con él pasa nuestra vida. Deja de importarnos la política. De la oficina, ni hablar, tan solo algún vago recuerdo sin importancia. De la familia... de la familia, mejor dejarla correr como al agua. Las aficiones: las que nos gustan ya no podemos practicarlas y las que podemos practicar no nos agradan. Los amores... pues los amores ni correspondidos ni sin corresponder, salvo algún escarceo ocasional. Y de los alimentos, ¿qué? Pues que el que no perjudica al riñón hace daño al hígado o te sube el colesterol. Vamos, que estamos a punto de pasar esa raya que marca la frontera entre vivir una vida de privaciones de toda clase y comenzar a tomar pastillas para toda clase de remedios.
Por ello, en las comidas o cenas que celebro junto a mi amigo Andrés, por un lado, nos saltamos toda clase de recomendaciones, tanto de las médicas, de las sociales, de lo políticamente correcto como de las que nos inculcó la Santa Madre Iglesia condenándonos al fuego eterno si no cumplíamos sus preceptos y, por otro, mandamos al diablo todas las privaciones y nos ocupamos de esas necesidades del espíritu de las que los médicos no tienen ni idea y disfrutamos, al menos dos veces al año, de lo que son los placeres de la vida: un buen amigo, una exquisita cena sin restricciones y con su correspondiente sobremesa regada con un buen coñac, un paseo por los santos lugares de antaño, unas copas y una compañía femenina de coalición. En pocas palabras, lo que toda la vida se viene llamando «echar una cana al aire».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Martes 26 de noviembre de 2019

Cómo dejé de fumar
HACE unos dias leí en la prensa que Robert Norris, más conocido como el «hombre Marlboro», había fallecido a los noventa años y que nunca había fumado. Yo sí fui fumador.
La noticia hizo que me retrotrayese a aquellos años en los que, aún siendo un imberbe, quería imitar e incluso ser el hombre de Marlboro. Transcurrían los años sesenta y a mediados de esa década dejaba la férrea disciplina de un colegio religioso con misa diaria y fiestas de guardar para enfrentarme con un mundo en el que todo me resultaba novedoso, fascinante, ilusionante y hasta turbulento y pecaminoso. Empezaba a ver cómo era la vida fuera de los muros del colegio.
Comencé a trabajar y aparqué los estudios. Descubrí mi barrio y conocí nuevos amigos. La diaria asistencia a misa fue transformándose en visita cotidiana a los billares del barrio. Las clases de matemáticas se convirtieron en lecciones de cómo hacer carambolas en el juego del billar. El amor cristiano que me enseñaron aquellos curas del colegio se convertía en amores paganos y sin duda acreedores de las penas más terribles del infierno.
Durante ese devenir entre lo prohibido y lo permitido, en mi vida irrumpieron el mítico vaquero que anunciaba los cigarrillos Marlboro con su icónico sombrero y Humphrey Bogart con su cigarrillo entre los dedos. Aquellas imágenes me trasladaban a un mundo que representaba para mí el poder, la seducción, la libertad, el placer... y comencé a fumar.
Fumaba porque, entre otras cosas, fumar era bien visto por la sociedad y hasta llegué a creer que ello me reportaba más éxito con las chicas y porque con un cigarrillo entre mis dedos me sentía más seguro.
En alguna que otra ocasión ofrecer un cigarrillo era una forma de comenzar una conversación e incluso servía para llenar esos silencios que a veces se producían durante algún encuentro, llamésmolo amoroso. Me gustaba que cuando salía con una chica, ésta fumara. Encender un cigarrillo y ponérselo entre sus labios o ver la marca que su carmín dejaba en la boquilla del cigarrillo eran situaciones que me proporcionaban grandes dosis de morbo, tantas como las que aún me producen unos tacones de aguja.
Los fines de semana (el resto de la semana fumaba Bisonte o Tres Carabelas) compraba un paquete de Marlboro y lo compartia con mis colegas en los guateques, durante los partidos de pelota en el frontón Madrid o durante las partidas de billar de domingo por la mañana.
Asi, entre bisonte y marlboro, entre el trabajo y los billares, entre charlas con los colegas y conquistas femeninas, fueron pasando los años y cada día iba incrementando el consumo del tabaco. Me encontraba seguro con un cigarrillo en la mano. Esa seguridad me daba fuerzas para emprender nuevas empresas, tanto profesional como personal. Me matriculé en la Escuela Oficial de Idiomas para cursar francés. Y durante un descanso entre clases fui a encender un cigarrillo y en ese momento de búsqueda por los bolsillos tratando de encontrar el encendedor fue cuando una de las chicas cercanas a mí me ofreció una carterilla de cerillas de esas que anunciaban, bien un bar de copas, bien una discoteca. Nos enrollamos.
Ninguno sabía el tiempo que duraría aquello. Sólo teníamos claro que nos gustábamos mutuamente, que queríamos disfrutar sólo el presente sin mirar el futuro y que a los dos nos gustaba fumar y así comenzamos a salir y a despertar partes de nuestra piel que teníamos dormidas. Nuestra aventura navegaba a favor del viento hasta que una de esas tardes que pasábamos en cualquier discoteca ocurrió lo que jamás imaginamos ninguno de los dos que pasaría: comencé a aborrecer el tabaco.
Aquella tarde transcurría como una de tantas otras. Bailamos. Nos besamos. Volvimos a bailar y volvimos a besarnos. Disfrutábamos el presente hasta que ella dio una calada y acercó su boca a la mía en un ademán de besarme.
Yo entreabrí mi boca como había hecho en otras muchas ocasiones esperando sentir su lengua explorando todo mi interior, pero lo que sentí fue toda una bocanada de humo que me produjo náuseas y un cabreo impresionante que tardé varios días en olvidarlo, no así la sensación de ahogo que me produjo aquel beso envenenado, pues cada vez que encencía un cigarrillo y daba la primera calada sentía una sensación de rechazo que me obligaba a tirar el cigarro al suelo y pisarlo con rabia.
Días después, mientras nos besábamos dentro del coche, ella volvió a repetir la misma acción de depositar el humo del cigarro dentro de mi boca con lo que logró que vomitara manchando su vestido y la tapicería del asiento del coche, y cogiendo esta vez un cabreo monumental, que quizá hoy sería catalogado de violencia machista.
Durante los días posteriores iba aumentando mi rechazo al tabaco y al mismo tiempo hacia aquella muchacha. Poco a poco fuimos espaciando nuestras citas hasta llegar al final de aquella aventura que comenzamos con una carterilla de cerillas. Ella se marchó a Granada, no recuerdo a qué. Yo abandoné la Escuela de Idiomas, marché a Gijón de comercial en un concesionario de coches y dejé mi adicción al tabaco.
Todavía hoy conservo aquella carterilla de cerillas y llevo un encendedor en el bolsillo de la chaqueta por si alguien se acerca para decirme: «Por favor, me da fuego».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 20 de marzo de 2019

Todo tiene su fin
ATRÁS quedó 2018. Un año que muchos recordaremos porque se celebró el cuadragésimo aniversario de la  Constitución española o el año que un tal Pedro Sánchez, tras pactar con Dios y con el diablo, se alzó a los altares del poder, disfrutó con un falcón, hizo más viajes que todos los jubilados del Imserso juntos y se aseguró una pensión de lujo de por vida para regocijo propio y señora. Esto es hacer carrera. Al término de su embarazo presidencial (comienzos de 2019), presentó sus memorias y, entre los cambios más sonados mediante decretos-leyes durante su mandato al frente del Gobierno de España, puede atribuírsele el de un colchón para cama de matrimonio. Por el momento no nos consta que también haya cambiado las almohadas y la sábana bajera por decreto-ley.
Sin embargo, para mí 2018 fue el año en el que se cumplieron cincuenta años de la creación de Cosecha del 68. No. No se trata de un vino. Cosecha del 68 obedece al nombre que un grupo de muchachos, allá por el año 1968 y por iniciativa de una jovencita llamada Natalia, decidieron en aquel verano dar nombre propio al grupo que desde hacía un año se divertía los fines de semana, y especialmente en verano, en la discoteca de Chapinería, un pueblo cercano a Madrid. Por ello, aquel verano del 68 fue algo especial para todos los integrantes de aquella cuadrilla (chicos y chicas).
Los fines de semana se sucedían, y la unión y la complicidad de todos nosotros iban ganando enteros. Solíamos reunirnos en Aldea del Fresno, lugar del que algún miembro del grupo era natural o bien sus padres tenían una segunda vivienda. La empatía que reinaba entre nosotros era tal que continuó más allá del verano y fue prolongándose durante el resto de las estaciones. Acudir un fin de semana a Aldea y Chapi fue convirtiéndose para todos nosotros en una fiesta de precepto y en lugar de amoríos para muchos, de amores para otros y de desamores para algunos. Todos ellos alimentados por la brasa que aviva el fuego hormonal propio de una juventud estigmatizada por la censura sexual a la que estaba sometida por el régimen franquista. Cosecha del 68 permaneció unido durante cinco años.
En el verano de 1969, el grupo musical Módulos lanza una de las baladas más destacadas en el panorama musical español, Todo tiene su fin, que acabó con la norma de que las canciones comerciales debían tener cerca de tres minutos de duración. (Años más tarde, esta balada recobró un gran éxito con la versión del grupo cordobés Medina Azahara publicada en 1992.) Está canción fue una de mis preferidas durante aquel periodo. A esta preferencia se sumó Natalia. Con sus acordes nos enamoramos, nos desenamoramos, nos quisimos y nos odiamos. El azar quiso que Todo tiene su fin también fuera el anuncio del final de Cosecha del 68. Poco a poco la cuadrilla fue disgregándose. Unos encontraron pareja fuera del grupo; algunos sufrieron desengaños y decidieron buscar consuelo en otro lugar; otros se trasladaron a otra ciudad e incluso a otro país. Este fue el caso de su fundadora, Natalia, que, tras vivir en varias ciudades españolas, se marchó a Montreux (Suiza) y de la que, debido a la falta de redes sociales y del wasap, no volví a tener más noticias, salvo en un par de ocasiones en las que coincidimos en la feria del SIMO allá por la década de 1980. El tiempo fue pasando y los veranos fueron sucediéndose hasta llegar a 2018.
El verano de 2018 me pilla en Madrid. Los paseos por su Gran Vía me habían ahorrado unos cuantos euros en psicólogos para superar una depresión tras mi separación. Una separación ya muy lejana, pero con heridas que ni el tiempo ha sido capaz de cicatrizar. Heridas más económicas que amorosas, pues mi ex me dejó solo con un póster de la Gran Vía de Madrid por todo patrimonio. El trayecto comprendido entre mi domicilio en la calle de Alberto Aguilera  hasta la plaza de Callao se había convertido en un recorrido cotidiano al atardecer que terminaba contemplando la Gran Vía desde el mirador del Club del Gourmet en El Corte Inglés mientras tomaba una cerveza.
En aquel verano de 2018, Madrid respiraba y vivía las Fiestas del Orgullo Gay. Unas celebraciones que no despiertan en mí interés alguno, aunque debo reconocer que le ponen un punto de color a esa Gran Vía de mis amores y pecados. Una Gran Vía a la que contemplaba una tarde más desde mi atalaya de El Corte, abstrayéndome del ruido que reinaba a mi alrededor.
De pronto, mi ensimismamiento se desvaneció al oír la melodía de un móvil tras de mí. Era aquella misma melodía que puso la banda sonora a unos años de juventud vividos y disfrutados entre la pasión y el odio. Sorprendido, me giré hacia atrás y quedé aún más sorprendido cuando vi quién respondía a esa llamada que acababa de producirse. «¿Sería ella?», me pregunté. Ambos nos miramos con cierto aire de perplejidad.
Cuando la mujer que respondió a la llamada terminó la conversación, se acercó y al llegar junto a mí me susurró: «Chapinería, Módulos, 1973». Sí. Era ella. Natalia Rodríguez del Álamo. Habían pasado cuarenta y seis años desde aquel verano en el que ambos habíamos bailado juntos aquella melodía por última vez. Pese al tiempo transcurrido, Natalia aún conservaba una estupenda figura que resaltaba con un conjunto vaquero. Se notaba que dedicaba parte de su tiempo a cuidarse.
La invité a tomar un café. Aquella complicidad y aquella chispa de antaño pronto aparecieron. El pasado y el presente se mezclaban atropelladamente. Paseamos por Gran Vía mientras hacíamos un repaso a aquellas noches de juventud que vivimos junto a la orilla del río Alberche. La chispa y la química fueron in crescendo y el tercer café se lo llevé a la cama.
El destino o la casualidad, no podría decir en qué proporción, quisieron que la canción de Módulos avivara nuevamente aquellas pasiones y que termináramos aquel asunto que un cabo de la Guardia Civil había interrumpido una madrugada de verano cuarenta y seis años antes porque estábamos quebrantando la moral y la decencia.
A la mañana siguiente de nuestro encuentro acompañé a Natalia a su hotel para que recogiera su maleta y partimos hacia el aeropuerto. Su vuelo para Montreux salía al mediodía. Nos despedimos con un abrazo, y al separarnos Natalia depositó un beso en la comisura de mis labios. Cuando quise hablar, ella poniendo el dedo índice en mis labios y con una sonrisa voluptuosa me dijo: «Por fortuna, Pedro Sánchez aún no ha podido desenterrar a Franco. Jamás perdonaremos al dictador la represión sexual que padecimos la Cosecha del 68».
Minutos más tarde, el vuelo con destino a Montreux partía de las pistas del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez...
Una semana después de la partida de Natalia y mientras hojeaba una revista en la sala de espera del dentista, vi una fotografía de Natalia en la que aparecía detrás de una pancarta a favor de los gais y lesbianas en una de las muchas manifestaciones durante las Fiestas del Orgullo Gay. Aquella muchacha que en 1968 se quitó el sujetador para luchar por una incipiente igualdad de sexos y los derechos de la mujer, cincuenta años después continuaba su lucha.

(Así se fundó, así se reconstruyó y así se desvaneció Cosecha del 68 entre la ficción y la realidad.)

Un Jubilado por la Gran Vía