A ISABEL, por su paciencia y otras cosas. A PEDRO y ESPINOSA, mis primeros jefes. A FERNANDO, profesor de artes gráficas. A LUIS, buen jefe y, sobre todo, persona. A TONI, ahora más que nunca.
NOSOTROS, LOS DE ENTONCES, YA NO SOMOS LOS MISMOS

Algunos personajes o hechos que aparecen en estas galeradas son completamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
RAFAEL MERINO RAMÍREZ | Jubilado
Julián MIRANDA SANZ
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Manuela, hija, no paras


miércoles, 23 de diciembre de 2015


CUANDO creíamos que habíamos superado toda la vorágine ocasionada por precampañas, campañas y elecciones generales; sorteo de Navidad, compras navideñas o cenas de empresa y que entraríamos en esa otra rutina de la Navidad no menos estresante como son las cenas o comidas familiares, o los preparativos para las vacaciones, entre otras costumbres, una vez más aparece ante este decorado navideño Manuela Carmena.
La alcaldesa de Madrid se lanza al ruedo de la Navidad para dejar a los madrileños unas pinceladas marca de la casa. En esta ocasión, las pinceladas las estampa en alguna de las varias cabalgatas de Reyes que se celebrarán en Madrid y en el nombre de determinadas calles con origen franquista de la capital del foro.
Manuela Carmena, como feminista de pro y amparándose en una ley de igualdad, sustituirá a los Reyes Magos Melchor y Gaspar, sabios y barbudos varones, por Reinas Magas en un claro impulso de mujeres al poder. Desconocemos si esta decisión senil de la alcaldesa de Madrid trae aparejada las instrucciones que indican a los padres, abuelos y demás familia la manera de explicar a los niños este cambio en la tradición de un pueblo y por qué el rey Baltasar continúa siendo representado por un hombre negro pero hombre, y no se le sustituye por una mujer negra pero mujer. ¿Será algún poso racista de la ilustre alcaldesa o simplemente un olvido ocasionado por la edad?
Llegados a este punto de las sustituciones, no nos sorprendería nada que, además de cambiar a los reyes por reinas, Manuela Carmena hiciera más cambios en los personajes que integran esas cabalgatas que reparten ilusión entre los niños. La alcaldesa, dentro de esa carrera de igualdad entre hombres y mujeres, podría cambiar a los pajes de sus majestades por pajesas; o los camellos que transportan los regalos por camellas, o a papá Noel por mamá Noel, o al niño Jesús por niña Jesusa, o al rey Pilato por reina Pilata, y así sucesivamente hasta cuadrar el círculo del feminismo.
Pero los devaneos de Manuela Carmena no terminan en la cabalgata de los Reyes Magos y continúan por las calles con referencia al franquismo que aún quedan en Madrid y por ello la vetusta alcaldesa del foro cambiará el nombre a más de treinta calles de la capital, amparándose en una ley sobre la memoria histórica, ahora al cabo de los años, cuando los nombres de estas calles han soportado el paso de mandatos socialistas en épocas en las que se repudiaba con más ahínco cualquier signo de la dictadura franquista.
Todavía hay más. Otro de los cambios efectuados por Manuela Carmena ha sido el encaminado a la bajada de los precios en los polideportivos municipales para que estas instalaciones resulten más asequibles a los trabajadores y trabajadoras (no vaya a ofenderse Manuela). Esto de acercar el deporte a los ciudadanos está muy bien si no fuera porque para ello hay que quitar parte de la partida presupuestaria destinada a la conservación y limpieza de las aceras. La alcaldesa de Madrid podría darse una vueltecita por los barrios de la capital y podría ver cómo están de sucias y levantadas las calles y las aceras. Pensamos que los ciudadanos madrileños tienen otras cuestiones más importantes que resolver que no sean el cambio de las tradiciones o la sustitución del nombre de las calles.
Por último, nos permitimos sugerir a Manuela Carmena alguna idea para el asunto de la ley de la memoria histórica: cuando se le acaben las calles y los símbolos franquistas de la capital, acuda a los pantanos y destrúyalos, pues también recuerdan el pasado del dictador Franco.



... y usted, ¿cuánto gana?


martes, 15 de diciembre de 2015


TRAS padecer la correspondiente parafernalia que acompaña a toda lid, anoche fuimos testigos del enésimo debate celebrado en esta campaña electoral con vistas al 20-D. El deseado «cara a cara» entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy había levantado una expectativa comparable a la que suscita cualquier clásico futbolero y a nuestro juicio creemos que, por unas razones u otras, no defraudó al interés general.
El comienzo de este «cara a cara» fue tal como se esperaba: un Pedro Sánchez que basaba sus ataques a Mariano Rajoy en la corrupción del Partido Popular y un presidente del Gobierno que no iba a entrar en ese terreno por mucho que se le provocara. El debate siguió los caminos trazados por ambos partidos políticos. Un camino que no resultaba extraño ni desconocido a los espectadores, pues se trataba del «… y tú, más» al que ya estos dos aspirantes al puesto de presidente del Gobierno de España nos tienen acostumbrados y aburridos a partes iguales.
Otra de las estrategias que Pedro Sánchez y Mariano Rajoy emplearon en su enfrentamiento fue, por parte del líder del PSOE, la de sustentar sus argumentos en todo lo que hay que cambiar en España para que podamos tener una sociedad más pujante, pero sin explicar a los españoles cómo todas esas mejoras, económicas en la mayoría de las propuestas, van a poder realizarse, y, por el lado del líder del PP, en ofrecer a toda España sus logros durante estos años al frente del Gobierno, pero sin dejarnos claro cómo vamos a arreglar todo lo que todavía falta por hacer.
Todo transcurría según las tácticas previstas por ambos líderes aspirantes a un puesto en la Moncloa hasta que Pedro Sánchez tiene la ocurrencia, o quizá pudiera también estar programada por todo el equipo asesor del líder socialista, de acusar a Mariano Rajoy de no ser una persona decente, por una parte, y no contento con esta aseveración sobre la honorabilidad del presidente del Gobierno, le espeta el malestar personal causado por el bajo sueldo que percibe por ser jefe de la oposición al Gobierno cuando su antecesor en el cargo (precisamente, Mariano Rajoy) recibía unos honorarios mayores.
Y claro, como era de esperar, en estas cuestiones con la Iglesia hemos topado. Cuando a una persona se le toca el honor y la reputación, esto son ya palabras mayores que nadie está dispuesto a pasar por alto y menos si esta ofensa viene acompañada por la curiosa y cotilla pregunta de «… y usted, ¿cuánto gana?». A partir de este momento, Mariano Rajoy abandona toda táctica conservadora, contemporizadora, pacífica que hasta el momento había mostrado y se desata una discusión que lamentablemente será la protagonista en la historia de este «cara a cara».
Pedro Sánchez se equivocó, intencionadamente o no, pero se equivocó. Se puede poner en duda o criticar abiertamente la labor, gestión y los métodos de Mariano Rajoy como presidente de Gobierno, pero no se le puede acusar públicamente ante millones de espectadores de «no ser decente» cuando no se tiene ni una prueba de ello. Seguro que esa vecina que escribió la carta a Pedro Sánchez en la que demandaba auxilio debido a la baja pensión que Mariano Rojoy la había dejado como consecuencia de los recortes se sonrojaría al oír las lamentaciones ante el mismísimo Rojoy del líder del PSOE sobre su bajo sueldo.
Visto y oído esto, esperamos que Pedro Sánchez, si logra ser presidente del Gobierno el próximo 20 de diciembre, no acuda a Bruselas llamando indecentes a todo el que se cruce en su camino y, por supuesto, que no tenga la ocurrencia de preguntar a la señora Merkel cuánto gana, porque entonces nos volveremos para España, como decía mi abuela Nicasia, con las orejas gachas y el rabo entre las piernas.




Vamos sobreviviendo


jueves, 10 de diciembre de 2015


EN primer lugar fue el debate de El País, donde los primeros espadas, a excepción de Mariano Rajoy, comenzaron a calentar motores con la vista puesta en las próximas elecciones del 20-D; después presenciamos el debate «a cuatro», llamado «el Decisivo» por Atresmedia, los organizadores del evento, y que al igual que el primero contó con la ausencia de Mariano Rajoy; a continuación se celebró otro debate en la plaza de TVE, aunque en esta ocasión podríamos catalogarlo en la sección de festejos dado el gran número de participantes y que los cuatro principales cabezas de cartel estuvieron representados por sus respectivos subalternos, y el próximo lunes podremos seguir otro debate en la ya «debatizada» Antena 3, aunque en esta ocasión será un mano a mano entre Mariano Rajoy (al que se le espera y se supone que llegará) y Pedro Sánchez (asiduo a Antena 3), las principales figuras de los dos partidos políticos más clásicos de nuestra democracia que, con su particular verbo, tratarán de convencer al público en general para que el próximo 20 de diciembre les premie con los votos.
Después de los dos principales debates (El País y Antena 3), con ganadores dispersos según tendencias y gustos personales, destacan, por una parte, las ausencias de Mariano Rajoy; unas ausencias criticadas en todos los medios, pero ya se sabe lo que pasa cuando uno se cruza con un gallego en una escalera: no se sabe si sube o baja, y por otra parte, los debutantes en estas lides televisivas nos ofrecieron una imagen insegura presa de los nervios propios de diestros que debutan en plazas con caballos y picadores; no así la vicepresidenta Soraya, acostumbrada a lidiar todo tipo de festejos, que se mostró con aplomo a pesar de los tacones, siempre femeninos y elegantes pero poco recomendados para permanecer a pie firme durante más de dos horas.
Dejando a un lado el primer debate celebrado en el diario El País y las valoraciones sobre las repetitivas propuestas de los distintos candidatos, nos quedamos con ese otro lenguaje corporal que los participantes nos dejaron en el «gran debate» en Antena 3.
En primer lugar y por aquello de la caballerosidad hacia las damas comenzaremos por Soraya Sáenz de Santamaría. La vicepresidenta del Gobierno ofreció una imagen tranquila, serena e inalterable, solo perturbada por el tema de la corrupción, del que salió como pudo, dando una larga cambiada, que no fue poco; demostró oficio y dotes de mando como se pudo ver al principio del debate al colocar a cada colega en su sitio para que los fotógrafos pudieran obtener una instantánea mejor del cuarteto participante.
Pedro Sánchez pecó de sonrisa «profidén» y una vez más fue víctima de su obsesión de acabar políticamente con Rajoy y de tirar abajo todo lo establecido para reconstruirlo a la manera socialista. Nos ofreció al PSOE como el partido del cambio, de un cambio que los socialistas vienen ofreciendo desde los años de Felipe González. Un Felipe González que ha saltado a la arena para rescatar a un Pedro Sánchez que ni vence ni convence y que lo que ofrece es una figura de escaparate de Cortefiel. El actual secretario general del PSOE es una figura política confeccionada por parte de la prensa que lo presenta como un gran líder político al igual que ha hecho con otros ídolos, como Fernando Alonso, al que no le sirve ningún coche; Fernando Torres, famoso por el gol a Alemania en la Eurocopa 2008 y algún otro al Real Madrid y poco más, o el mismísimo Alejandro Sanz, que ni canta ni falta que le hace.
Pablo Iglesias fue el más natural entre todos los participantes. El líder de Podemos se presentó como un verdadero emergente: sin corbata, sin chaqueta, con las axilas sudorosas, con su bolígrafo Bic, con una pose de piernas separadas dando sensación de estabilidad y, cómo no, con su sempiterna coleta.
Por último, Albert Rivera, en su papel de imitador de Adolfo Suárez que fue uno de los artífices de la Transición, manifestó una serie de tics que delataban un nerviosismo que no sabemos si sería fruto de un traje estrecho que le oprimía y no le dejaba respirar bien o de estar en una plaza de primera con picadores ante más de nueve millones de espectadores.
Pese a todos estos debates y los que nos quedan por pasar hasta llegar al 20-D, a las encuestas, sondeos, pronósticos y demás zarandajas periodísticas, nosotros seguimos sobreviviendo, aunque no sabemos muy bien para qué tenemos que acudir a votar el 20 de diciembre si ya estamos sabiendo cómo van a pactar los partidos, con quién van a pactar y en qué posición van a quedar. Viendo y oyendo todo esto pienso que cada vez los ciudadanos somos una pieza más de toda la parafernalia que se forma cada cuatro años para firmar un contrato de trabajo a unos cuantos personajes que se parten el pecho mitineando durante algo más de dos semanas durante la correspondiente campaña electoral.


Pablo Motos presentará el debate del 7-D


viernes, 27 de noviembre de 2015

Pablo Motos y sus hormigas presentarán el «debate a cuatro» en Atresmedia

DE la «pegada» de carteles hemos pasado a la presencia en los platós de televisión y estudios de radio. No importa el programa televisivo ni el radiofónico al que se acuda; el propósito de todos los políticos con estas visitas es darse a conocer, mostrarse más cercanos a los ciudadanos y de paso ofrecer unas pinceladas de sus respectivos programas electorales al tiempo que meten pulla al adversario.
Sin embargo, seguimos pensamos, quizá porque aún guardemos algo de romanticismo, que aquellas «pegadas» de carteles al comienzo de la campaña electoral que eran acompañadas por mítines multitudinarios y con la tira de octavillas por la calle eran mucho más efectivas y afectivas a la hora de igualar
políticos con ciudadanos de a pie que las audiencias que hoy puedan conseguir los líderes políticos con sus apariciones en los medios informativos.
Estamos a pocos días del comienzo oficial de la campaña para las elecciones del 20-D y ya tenemos la principal cita electoral a la vista: el «gran debate a cuatro» del 7 de diciembre en Antena 3, que también podrá verse en La Sexta o escuchar en Onda Cero para que todo quede en casa.
Al igual que debates anteriores, este ya empieza con discrepancias. Unas diferencias que, desde nuestro punto de vista, no entendemos que se den en pleno siglo XXI y en una etapa donde todos luchamos por la igualdad entre hombres y mujeres. Nos sorprende muchísimo que Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias critiquen abiertamente a Mariano Rajoy por que no acude a la cita televisiva y en su lugar se presenta Soraya Sáenz de Santamaría.
Ellos, los Sánchez, los Rivera o los Iglesias que no paran de defender a la mujer, que luchan por la igualdad de las féminas con los hombres y hasta han cambiado las normas de la gramática española con sus «ciudadanos y ciudadanas», «trabajadores y trabajadoras», «madrileños y madrileñas», «niños y niñas» o la más impactante e ingeniosa en cuanto a igualdad: «miembros y miembras», hoy salen criticando la presencia de una mujer en el debate del 7-D. Señores, no nos cabe duda, ustedes son algo «machistas».
Por otra parte, pensamos por varias cuestiones que Mariano Rajoy sin acudir a este debate ya ha ganado el primer punto a sus opositores. Y es que Rajoy en algunas cosas aprende rápido y, por ello, envía a Soraya para que dé la réplica a los «machistas» y porque con la sabiduría que le dan los años sabe muy bien que una mujer siempre tiene razón y que diga lo que diga Soraya nunca se equivocará, entre otras cosas, porque una mujer nunca se equivoca. Además, los participantes masculinos tendrán que tener mucho cuidado con las palabras que emplean cuando se dirijan a la vicepresidenta porque pueden perder unos cuantos votos de las señoras ofendidas por las expresiones machistas que se empleen en el debate. Y es que como decía mi abuela Nicasia: «Donde esté una mujer, que se quiten los hombres».
Esta actitud feminista de Rajoy está siendo muy criticada en todos los ámbitos, tanto sociales como políticos, pero quizá la verdadera causa de su ausencia venga impuesta por la propia Antena 3 al imponer a Soraya Sáenz de Santamaría como representante del Partido Popular dado que la vicepresidenta fue quien acudió al programa El hormiguero al igual que el resto de los participantes y este debate esté comprendido en dicha participación televisiva y así de esta forma Atresmedia se aseguraría desde el comienzo una máxima audiencia al presentar juntos en un debate a los cuatro políticos que han pasado por el programa de Pablo Motos.
Y hablando de Pablo Motos, pensamos que debería ser este presentador quien moderase el «debate a cuatro» del próximo 7-D y que el escenario fuera el plató desde donde se emite El hormiguero. Con esta medida, Antena 3 también subiría la audiencia y ofrecería una expectativa mayor entre los ciudadanos al anunciar este debate como Especial Pablo Motos.
Por último, nos hacemos una pregunta: ¿dónde están las asociaciones feministas que no han salido a la palestra para defender a Soraya del machismo que rezuman nuestros principales políticos? 


Es la hora de decidir


sábado, 21 de noviembre de 2015


NOS encontramos a poco menos de un mes para las elecciones generales. Los partidos políticos comienzan su campaña electoral y sus respectivos líderes muestran las cartas que tienen para jugar la partida final en las votaciones del 20 de diciembre. Unas elecciones que ya tienen una marca muy particular producida por los recientes acontecimientos terroristas acaecidos últimamente en Francia y Malí.
Estos sucesos protagonizados por los yihadistas van a marcar el camino de una manera muy especial a todos los líderes políticos sin distinción alguna durante toda la campaña. La actitud que estos líderes adopten ante esta escalada de terror que cada día tenemos más cerca de nuestras vidas tendrá un papel decisivo en el resultado final de las elecciones generales. Y ellos saben que esto será así.
Si hay un candidato que sabe muy bien la repercusión que puede tener la decisión que tome sobre cómo actuar frente al terrorismo yihadista, ese es Mariano Rajoy. El líder del Partido Popular y presidente del Gobierno tiene que afrontar estas elecciones con sumo cuidado en cuanto a la posición que tomará España con relación a la ayuda a Francia y la participación en Europa en materia antiterrorista. Esta cuestión le ha llegado a Rajoy en el peor momento de su mandato. El lío del independentismo de Cataluña o el paro e, incluso, la corrupción de la clase política en general es peccata minuta para el presidente del Gobierno si lo comparamos con el posicionamiento, tanto ante los españoles como ante la Unión Europea, que tiene que tomar contra el terrorismo.
Mariano Rajoy recordará ahora muy bien que el Partido Popular ya perdió unas elecciones en 2004. El 11 de marzo, tres días antes de celebrarse las votaciones, Madrid vivió uno de los mayores atentados terrorista hasta el momento perpetrado por unos yihadista radicales en cuatro trenes de cercanías y en la estación de Atocha. Los populares perdieron aquellas elecciones de 2004, porque José María Aznar tomó la decisión equivocada: no decir la verdad al pueblo español sobre la autoría de estos atentados, por una parte, y el posicionamiento que había tomado anteriormente respecto a la guerra de Irak.
Por todo esto es por lo que hoy todos los políticos andan mirándose los unos a los otros para ver qué fichan mueven y bailan en la cuerda floja que los yihadistas han tendido bajo sus pies al tiempo que meditan y dan vueltas a las posturas que tomarán ante el terrorismo actual, por una parte, y lo que van a transmitir a los ciudadanos por otra. Pero la sensación que nos da a nosotros, a los ciudadanos de calle, es que ningún líder político quiere mostrar sus verdaderas bazas en cuanto al terrorismo yihadista.
Sin duda, creemos que no nos están diciendo la verdad y que esta verdad solo la sabremos una vez hayan pasado las elecciones y los resultados hayan puesto a cada uno en su sitio. Al hacer esta afirmación no nos dejamos llevar por el poco interés y el escaso entusiasmo que nos despiertan los actuales líderes políticos, sino que basamos nuestra aseveración en las maniobras que Rajoy está realizando para mantener contentos a españoles, franceses, americanos y a europeos en general frente a las peticiones por parte de Hollande.
Por último, pensamos que el resultado final de las próximas elecciones del 20-D estará marcado por los errores que los líderes políticos hayan podido cometer a la hora de contar a los ciudadanos el papel que representará España en Europa frente al terrorismo. Y el que más expone a la hora de informar a los ciudadanos es Mariano Rajoy. El anuncio por parte del presidente del Gobierno antes del 20-D de una participación militar directa en el conflicto terrorista quizá reste votos al Partido Popular en favor del resto de partidos. Por ello, creemos que no sabremos el verdadero alcance de tales decisiones hasta después del 20 de diciembre.


Sesión continua


lunes, 16 de noviembre de 2015

A principios de este mes de noviembre se celebró una nueva edición de la «Fiesta del cine» con el propósito de acercar el «séptimo arte» a un sector del público que, aunque continúa siendo fiel a las proyecciones cinematográficas, no acude a las salas de cine con la asiduidad que los organizadores de estas «fiestas» desearían para que el sector del cine pudiera seguir ilusionando y entreteniendo sin ser deficitario.
Ante este reclamo cinematográfico, la nostalgia y el recuerdo se instalan por unos momentos en mí para revivir aquellos días de mi niñez, mi juventud y mi adolescencia en los que acudíamos a quellos cines de barrio donde proyectaban «dos películas y No-Do» en sesiones que comenzaban a las cuatro de la tarde hasta las doce o doce y media de la noche. Eran las inolvidables sesiones continuas. Unas sesiones que te permitían poder ver dos veces en la misma tarde la película si ésta te había gustado o querías disfrutar algún detalle que durante la primera visualización hubiera pasado inadvertido.
A estos cines de barrio primero acudimos con nuestros padres, generalmente era nuestra madre quien nos acompañaba a esas sesiones autorizadas para todos los públicos en las que entre asaltos a diligencias y persecuciones a cuatreros nos daban de merendar aquellos bocadillos de mortadela o el sabroso pan con una onza de chocolate al tiempo que imaginábamos que éramos el sheriff que limpiaba la ciudad de malhechores. Con el tiempo fuimos cambiando la compañía de nuestra madre por la de los amigos y la de las primeras novias y sustituimos la mortadela y el chocolate por las pipas o el bombón helado, aunque éste siempre era la chica quien se lo comía y siempre era el chico quien lo pagaba. El chico no solo pagaba aquel bombón helado, sino que también pagaba la entrada, la propina al acomodador (entonces había unos señores que te conducían hasta la butaca y por ello se les daba una propina, este gesto a veces era un punto favorable que ganabas ante tu chica), la caña a la salida del cine mientras se comentaba las películas y hasta los billetes de metro o del tranvía. Algunos de mi generación del 68 me comentan a este respecto que éramos unos «paganinis gilis»; sin embargo, pienso y creo que éramos unos pequeños caballeros románticos y sentimentales que, además de correr con los gastos, también ofrecíamos, cuando la ocasión lo requería, a nuestra acompañante femenina nuestro pañuelo para que enjugara esa lágrima que brotaba al ver cómo la protagonista sufría la pérdida de su amor. (Permítanme que haga una pequeña confesión sobre este tema del pañuelo. La acción que representa que un hombre ofrezca su pañuelo a una mujer para que esta seque esa lágrima que amenaza estropear su maquillaje, me parece uno de los actos más románticos, sencillos y hasta con su punto de erotismo que un hombre puede ofrecer a una mujer.)
Aquellos cines de sesión continua nos hicieron soñar, reír, llorar, amar. Nos hicieron mayores. Nos abrieron las puertas del amor y del desamor. Fue el escenario de nuestro primer beso. Vivimos múltiples vidas. Fuimos el Jonh Wayne bonachón, el Glenn Ford rudo y canalla, el Cary Grant caballero y elegante, el Paul Newman de ojos seductores, el Rock Hudson conquistador, el Sean Connery frío y calculador y hasta el vaquero de Marlboro. Poco a poco todo ha ido cambiando, empezando por aquellos enormes carteles, hoy inexistentes, que anunciaban las películas; de aquellos cines refrigerados nunca más se supo; del cinemascope se ha pasado a las proyecciones en 3D; de las entradas con diseño a la tira de papel actual; las pipas y el bombón helado los hemos cambiado por las palomitas y la coca-cola en tamaño gigante que en la mayoría de las ocasiones quedan desparramadas por la butaca; aquellos mitos que nos acompañaron en el cine de barrio se han derrumbado por la acción del tiempo unos y por un falso puritanismo, otros; el desarrollo imaginativo ya no existe porque ahora vivimos todas las escenas con sus más íntimos detalles sin margen alguno que desarrollar; de guardar cola ante las taquillas mientras hacíamos nuestras primeras «manitas» o nos contábamos la película de la semana anterior, a comprar las entradas por Internet; de los tres, cuatro o cinco cines que cada barrio tenía, hemos pasado a las minisalas, eso sí las butacas siguen sin cambiar: las actuales están en tan mal estado que parecen las de antaño; y, además por si todo esto fuera poco, nosotros también hemos cambiado.
En definitiva, pensamos que lo que deben hacer estos señores que organizan cada año la «Fiesta del cine» es procurar hacer mejores películas porque hoy se proyectan filmes que no valen ni el precio reducido y muchas de estas películas ni eso. Hagan cine de calidad y verán cómo el público acude a las salas sin necesidad de fiestas ni gaitas.



Las ofertas de Mas


viernes, 13 de noviembre de 2015


TRAS la segunda negativa del Parlament de Cataluña a investir a Artur Mas presidente y con la decisión del Constitucional de admitir a trámite el recurso del Gobierno para frenar la declaración independentista aprobada por el Parlament, todo continúa igual o quizá peor. ¿Qúe ocurrirá a partir de ahora? Ciertamente no lo sabemos, pero podemos intuir por dónde pueden discurrir los guiones que nos conduzcan al final de esta película con toques de independencia.
Cada actor continuará interpretando su papel mientras se negocia, por una parte, quién será el principal protagonista que asuma el papel de presidente y, por otra, se sopesa si es buena una colaboración con aquellos que están obligados a frenar a los independentistas. Los espectadores, nosotros los ciudadanos de a pie, continuamos boquiabiertos ante estos acontecimientos que se suceden sin ninguna solución definitiva y ante unas actuaciones por parte de los políticos que cada vez nos sorprenden menos aunque nos llenan de estupor al contemplar actuaciones como la protagonizada por Artur Mas a la hora de convencer a quienes tenían que votar a favor de su investidura.
Una actitud por parte del señor Mas que refleja cristalinamente, por una parte, lo que son capaces estos políticos para no perder ese trono que les legitima según ellos a hacer lo que les viene en gana y, por otra, muestra la figura de un vendedor de feria ofreciendo productos gratuitos (en esta ocasión en forma de vicepresidencias) para que los asistentes a su mitin lo encumbren a la presidencia del Parlament catalán, aunque por los resultados ese auditorio no está muy conforme con las ofertas arturianas y quiere algo mejor.
Por otro lado tenemos al equipo del Gobierno y a los figurantes que colaboran con él. Rajoy, como primera figura, continúa con sus discursos pero también continúa sin decirnos a los españoles cómo se va a solucionar la secesión de Cataluña. Todo lo deja a ver cómo se desarrollan los acontecimientos y a que no lo conseguirán, pero, señor Rajoy, díganos ya a todos de una vez qué medidas se van a tomar para acabar con todo esto. Porque lo del Constitucional tiene su guasa y su tiempo. Los señores jueces tienen cinco meses para pensarse qué van a decir en toda esta trama catalana-española. Tiempo más que suficiente para a ver si mientras se arregla la cuestión. Si este desenlace se veía venir, ¿por qué no lo tienen ya decidido? La cuestión es clara: o se permite que Cataluña se separe del resto de España o no se les autoriza esta ruptura que pretenden. No puede haber medias tintas porque hay cuestiones que no las admiten. Otro tema será cómo cada comunidad puede gestionar su territorio.
Lo que creo que nos puede dar miedo a los ciudadanos es lo que puede pasar a partir de ahora, porque no vemos una unión en todas las fuerzas políticas que se encamine a dar una respuesta a este intento de secesión catalana; tampoco vemos esa unión entre los propios independentistas. Y no vemos esa unidad porque lo que prima es el triunfo individual o de partido. Unos partidos que anteponen sus propios intereses a los de los ciudadanos. Unos partidos que viven este problema de la unidad de España con los ojos puestos en las próximas elecciones generales del 20-D.
Por último, queremos hacer una mención a nuestro joven rey Felipe VI. El monarca ha tardado en salir a la palestra y pronunciar ese discurso sobre la unidad de España y el respeto a la Constitución y no sólo ha salido tarde sino que además lo ha hecho a destiempo y en el lugar equivocado. No se puede aprovechar que se pasa por un acto promocional de la marca España para ya que estoy aquí pronuncio las palabras mágicas que calmen y den tranquilidad a los ciudadanos.
Estas palabras hay que pronunciarlas delante de unas cámaras solo y exclusivamente para los españoles y comunicarles cuál es la postura de la Corona ante los acontecimientos que se desarrollan en Cataluña y no para los asistentes al acto de promoción y que cada uno las interprete como le venga en gana. Las manifestaciones del rey Felipe VI nos parecen tardías y ambiguas porque una situación tan grave como ésta no se había vivido en España desde el 23 de febrero de 1981 y los españoles debemos saber qué postura adopta la Corona.



Otro 23-F


martes, 10 de noviembre de 2015

AQUEL 23 de febrero de 1981, cuando el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero al mando de un grupo de guardias civiles asaltó el Congreso de los Diputados, los ciudadanos españoles sentimos miedo y experimentamos temor a que aquella democracia que tanto se hizo esperar, que comenzaba a proporcionar una estabilidad en la sociedad, que ilusionaba a los jóvenes porque veían en ella la posibilidad de vivir una vida mucho mejor que la que tuvieron sus padres, se podía ir al garete por obra y gracia de un grupo inconformista que no aprobaba el cambio que se estaba produciendo en la sociedad española.
Sí. Aquel 23-F hubo miedo, verdadero pánico, a perderlo todo, pero también sirvió para demostrar al resto de las naciones que los españoles, con todas sus fuerzas políticas a la cabeza sin excepción alguna, no estábamos dispuestos a tirar por la borda todo el esfuerzo que había supuesto conseguir la ansiada democracia, una democracia que hoy muchos no entienden lo que significa porque no quieren enterarse de lo que les costó a sus abuelos poder ser libres tras pasar una posguerra y una dictadura de más de cuarenta años.
Aquel 23 de febrero, los españoles vimos cómo reaccionaban el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y el vicepresidente, Gutiérrez Mellado, plantando cara a los golpistas en el Congreso de los Diputados y cómo el Rey aparecía en televisión para tranquilizarnos y dejar claro a los iluminados salvadores quién daba las órdenes. Estas acciones de firmeza y seguridad en una democracia mostraron patentemente una rapidez de respuesta inmediata a unos hechos que pretendían la desestabilización de todo lo conseguido.
Pues bien, ayer 9-N, aprovechando la pasividad de un Gobierno español, se producía otro golpe de Estado en el Parlament de Cataluña cuando un grupo de independentistas desafió por enésima vez a todo el Estado español y por enésima vez este grupo se pasó todas las leyes por la plaza de Canaletas. Y a todo esto el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy y el resto de líderes con Pedro Sánchez al frente discutiendo cómo frenar las acciones de estos golpistas, porque por muchos eufemismos que se quieran emplear lo que están haciendo Artur Mas y compañía es dar un golpe de Estado en toda regla, aunque en esta ocasión sin disparos y sin metralletas.
A estas alturas de los acontecimientos, el Gobierno ya tenía que haber tomado alguna decisión que hubiera paralizado esta «desconesión», como algunos gustan en llamar a este asalto a la democracia, desde el primer momento. Porque si hasta hoy todas las leyes, todas las decisiones de los jueces, todas las respuestas amparadas en la legalidad estos señores se las pasan por el arco del Triunfo, ¿los ciudadanos nos vamos a creer que ahora van a acatar la decisión del Constitucional por muy de nuestra parte que esté la ley como nos dice la vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría? o acaso, señor Rajoy, ¿va usted a enviar a la Guardia Civil para que impida que este proceso independentista llegue al final?
Lo que de verdad sentimos los ciudadanos es una manifiesta inseguridad en sus decisiones y una patente debilidad en el resto de los líderes políticos que con sus propuestas de cambios (a las que no tardando mucho se enganchará Mariano Rajoy) solo pretenden cambiar la Constitución para que estos independentistas puedan hacer lo que les venga en gana y así de paso Pedro Sánchez y compañía asegurarse un trozo de tarta en el nuevo Estado y la república catalana y en las sucesivas que llegarán a continuación, como la gallega, la vasca, la valenciana, pues con las nuevas reformas constitucionales convertiremos todo el monte en orégano.
Sin embargo, mirándolo por el lado positivo que tanto nos recomiendan ahora, al menos yo podré viajar al extranjero sin salir de mi país, cosa que no está mal teniendo en cuenta que con los años uno va perdiendo las ganas de moverse. En todo este asunto hay una última cuestión que me preocupa como jubilado: ¿los viajes del Imserso cubrirán estos nuevos Estados como destinos de vacaciones? Señores del Gobierno ya pueden comenzar a estudiarlo.



Podemos ficha a James Bond


viernes, 6 de noviembre de 2015

Exclusiva para EN GALERADAS

Descubrimos al tapado de Pablo Iglesias

Podemos contrata al comandante Bond para acabar con la corrupción

El comandante James Bond, a la salida de la sede central de Podemos, dispuesto a comenzar la nueva misión.
EL pasado martes, aprovechando la visita de Pablo Iglesias a El hormiguero, este programa lanzaba la noticia de la fusión de Podemos con el partido Ciudadanos que lidera Albert Rivera para formar un nuevo partido que se denominará Ciudademos. Asimismo, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el mismo programa nos desvelaba el nuevo fichaje que se incorporará a las listas al Congreso de los Diputados: el general Julio Rodríguez, jefe del Estado Mayor de la Defensa durante el segundo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Estas dos noticias, junto con la propuesta de un transporte público en el que todos los usuarios podremos ir sentados mandándonos nuestros whatsapp o leyendo sin sufrir molestias ni atropellos por parte del resto de pasajeros porque habrán desaparecido los horas punta, nos pusieron en alerta y la redacción de EN GALERADAS comenzó sus pesquisas especialmente sobre el ganeral Rodríguez, ya que sospechábamos que este nombre solo servía para tapar al verdadero número 2 de las listas de Podemos en Zaragoza.
Después de varios días de investigación, seguimientos y mucha paciencia, anoche, uno de nuestros reporteros descubrió en el Casino Gran Madrid (Torrelodones) al verdadero número 2 fichado por Podemos.
El tapado del partido que lidera Pablo Iglesias ni es general, ni ha estado al servicio del Gobierno de Zapatero, ni ha pertenecido al EMAD, ni será ministro de Defensa.
En realidad se trata del comandante Bond, James Bond, pertenece al servicio secreto de Su Majestad, el MI6, está a las órdenes de «M» y, por supuesto, tampoco es el número 2 sino el 007.
La verdadera misión del comandante Bond a las órdenes de su nuevo jefe «I» (señor Iglesias) será acabar con todos los corruptos que se pasean alegremente por España y por Cataluña. También, según ha podido saber EN GALERADAS, el señor Iglesias se ha visto obligado a contratar al señor Bond para realizar esta difícil y arriesgada misión porque el principal candidato que la organización Podemos tiene en sus listas de agentes para ejecutar este tipo de misiones, concretamente el señor Torrente, tiene un perfil que no resulta el más idóneo para llevar a buen puerto esta «Operación Rayo». También, según fuentes cercanas al comandante Bond, esta será la primera misión en la que 007 no tendra chica Bond a su lado, ya que el agente secreto ha renunciado al enterarse de quien iba a ser su fémina en esta misión: su nombre Esparanza Aguirre.
Desde esta redacción deseamos al comandante Bond la mejor de las fortunas en esta misión hispanocatalana.

Deprisa, deprisa


martes, 3 de noviembre de 2015

LOS partidos independentistas con Carme Forcadell, presidenta del Parlament, al frente continúan con su órdago de secesión y anuncian para el próximo 9 de noviembre el pleno para votar la independencia de Cataluña. Mientras tanto, Mariano Rajoy continúa con sus rondas informativas y se reúne un día sí y otro también con todo aquel que está en política. «¿Qué hacemos con estos que nos han salido algo díscolos y no hay manera de reconducirlos?», se preguntará el señor presidente del Gobierno ante el visitante de turno en la Moncloa. Unos contestan que debemos unir posturas y esfuerzos para combatir el proceso independentista; otros proponen que deben hacerse cambios en la Constitución o donde sea, la cuestión es cambiar aunque no se sepa muy bien qué hay que cambiar, y algunos se ofrecen a practicar un diálogo con nuestros vecinos de Cataluña para llevar a buen puerto a todo aquel que se quiera independizar, pero se prestan a un diálogo cuyo resultado final también anuncian: celebrar un referéndum, una consulta por la que Artur Mas y compañía siempre se han decantado y, además, la han realizado, con otro nombre, con otras palabras, sí, pero ya la han realizada, y que ahora con esta propuesta de algunos partidos, que ya no tienen mucho que decir en el panorama político, se podría realizar con todas las de la ley.
Todo este trasiego de idas y venidas a la Moncloa, aparte de recordarme el camarote de los hermanos Marx en el que no dejaba de entrar gente, me recuerda la fábula Los dos conejos, de Tomás de Iriarte, en la que se relata cómo dos conejos se enzarzan en una polémica sobre si sus perseguidores son galgos o podencos en vez de buscar caminos que les pusieran a salvo de sus perseguidores y, claro, al final resultó que los galgos o podencos o lo que fueran atrapan a los conejos. Pues eso mismo les pasa a Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias y demás conejos discrepantes, que mientras ellos continúan discutiendo qué hacer, los galgos, podencos o lo que sean siguen haciendo lo que quieren y, además, continúan pidiendo más dinero al Estado para gastos, de los superfluos y de los otros.
Si José María Aznar perdió unas elecciones por los atentados en Madrid el 11-M al empecinarse en que los autores eran unos y no otros, hoy su colega Mariano Rajoy sabe que le puede ocurrir lo mismo y que está en el aire su renovación presidencial en las próximas elecciones del 20-D. La falta de previsiones en este asunto secesionista del pueblo catalán, el querer arreglarlo ahora todo con esta ronda de visitas precipitadas a la Moncloa, el ponerse contrarreloj para encontrar unas soluciones que ya debería tener tomadas y consensuadas con el resto de partidos (tiempo ha tenido, señor Rajoy) indican una falta de ideas y una carencia total de decisiones que pueden conducirle a un final parecido al de los conejos de la fábula y termine devorado por los resultados de las urnas, aunque en el peor de los casos siempre le quedará un posible pacto con algún adversario de viaje que no rehusará apoyarle siempre que las concesiones, las que sean, resulten suculentas.
Creo que los ciudadanos estamos hartos de tanta improvisación, de tanta mentira, de tanto cambio que no conduce a ninguna parte porque al final volvemos al principio, de tanto esperar a que las cosas se arreglen, de tanto señorito que desarregla lo que ya estaba arreglado, de tanto caradura, de tanto salvapatrias, de tanto ecologista, de tanto «ahora no hay crisis, ahora sí hay crisis», de tanto oportunista, de tantos derechos y tan pocas obligaciones y cansados de tanta discusión sobre si son galgos o son podencos.


La independencia que llega


viernes, 30 de octubre de 2015

SOMOS un país que se mueve por impulsos, aparte de ir dejando todos los asuntos para última hora y a ver qué pasa. Y decimos que actuamos a través de impulsos porque no prevemos más allá de lo cotidiano, poniendo paños calientes a todo como si se tratara de ese ungüento que aplicaban nuestros abuelos para paliar cualquier dolor. Un ejemplo reciente de esta forma de actuar lo tenemos con la famosa foto del niño sirio que fue hallado ahogado en la playa y que fue el detonante para que toda la sociedad de repente adquiriese unas ganas enormes de solucionar el drama de los refugiados sirios cuando este drama ya convivía con nosotros desde muchos años atrás.
Esta sensación de acuciante necesidad de parar el proceso independentista de Cataluña es la que palpamos ahora en el Gobierno que preside Mariano Rajoy tras los últimos movimientos de los partidos independentistas catalanes al proclamar a los cuatro vientos lo que quieren ser o mejor dicho lo que ya algunos argumentan que son, como dijo Carme Forcadell al terminar su primer discurso como presidenta del Parlament: «¡Viva la República catalana!».
Ahora Rajoy, a través de ese impulso tan español, corre para reunir a todos los líderes de los partidos políticos para tratar las formas y los medios para frenar una locomotora catalana que vemos llegar a gran velocidad. Ya no valen que salgan a la luz los embrollos de la familia Pujol y quizá algún otro que está por llegar. No. Esto ya no es suficiente para distraer a nadie. Está bien que estos fraudes los conozcamos, pero no ahora, sino hace años, ya que según ahora sabemos este asunto de los Pujol empezó en 1992.
Rajoy ha ido dando largas cambiadas, si me permiten el símil taurino, sin atajar desde los primeros momentos la cuestión independentista. 
Mucho decir no van a hacerlo; no es conforme a la ley; no lo conseguirán; los jueces lo impediran; pero lo cierto, lo que hoy estamos viendo y viviendo, es que los independentistas catalanes son los únicos que han dado los pasos hacia delante y los que se han movido para conseguir su independencia. Una independencia que tal vez los propios catalanes y no otros hayan puesto en peligro al querer aprovechar ese nerviosismo que los políticos padecen ante el asomo de unas elecciones por temor a no ser incluidos en las listas de su respectivo partido y quedar fuera del suculento reparto parlamentario. 
Lo que ahora palpamos en el ambiente es una maraña de tal calibre que pensamos tiene una solución cuando menos complicada, porque no vemos ni a los líderes de los principales partidos políticos, ni a Europa (que quizá tenga algo que decir), ni, por supuesto, a Mariano Rajoy capaces para solucionar esta cuestión independentista, porque, entre otras cosas, nadie sabe qué hacer, y así es complicado llegar a ningún acuerdo.


Elecciones


lunes, 26 de octubre de 2015

DESDE que en el mes de enero fueron convocadas las elecciones andaluzas hasta las próximas generales del 20 de diciembre estamos viviendo un año de precampañas electorales lleno de buenas intenciones y de mejores promesas, algunas de ellas continúan en el limbo de los justos si es que aún existe ese lugar tan bíblico. Este año, que pronto liquidaremos, ha sido un periodo de hartazgo con mensajes de mejoras, de cambios y de superación mezclados con promesas de nuevos horizontes. Creo que hemos perdido ese punto en el que dicen que está la virtud; ahora o es todo blanco o es todo negro. Además de este término medio nos hemos olvidado de otro punto: el del sentido común, que hemos cambiado por el punto del impulso. Un impulso que hace que nos movamos llevados por una inercia a golpe de mensajes, hechos o recomendaciones que nos han invadido la mayoría de nuestro espacio vital.
El próximo 20 de diciembre, los ciudadanos estamos llamados a las urnas para decidir quién será nuestro próximo «padre patrio» que nos conduzca por el desierto hasta alcanzar el oasis soñado. Un oasis que todos los políticos nos prometen y que se encargan de hacernos ver que, además, existe. Sin embargo, a estas alturas del año y después de pasar por múltiples campañas electorales, creemos que el ciudadano ha perdido toda referencia de partido político a quien votar. Cada persona tiene una predilección por determinado color político y una fe en algún político en concreto a la hora de depositar su voto, pero esta idea cada vez se derrumba más estrepitosamente con los pactos poselectorales a los que los políticos y sus respectivos partidos se ven abocados para alcanzar sus propósitos: conseguir el poder y, en el mejor de los casos, el premio gordo: la Moncloa, y así de esta forma van acabando con esas ideas políticas de los ciudadanos cuando acudimos a las urnas para depositar nuestro voto. Un voto que, como digo gracias a esos apaños entre candidatos al premio electoral, va a parar al político al que nunca hubiéramos votado.
La fecha del 20-D nos trae a la memoria otro 20 de diciembre, pero del año 1973 cuando ETA asesinó al almirante Carrero Blanco, entonces presidente del Gobierno. Aquella jornada comenzaba plagada de incertidumbres. Cuando en la mañana de aquel 20 de diciembre se produjo la explosión que acabó con la vida de Carrero Blanco, se creó tal desconcierto en todos los medios y en la sociedad en general que nadie sabía qué había ocurrido en realidad, y ese desconcierto fue tornándose incertidumbre a medida que las horas iban pasando y se desconocía lo que podría ocurrir a partir de ese momento. Las calles de Madrid, sus principales arterias, como la Gran Vía, de la que dicen que nunca duerme pero que aquella noche de diciembre sí paró su frenético transitar, y los ciudadanos en general quedamos paralizados por un miedo a perder lo que los de aquellas generaciones estábamos atisbando en el horizonte de una España nueva, de una España que podía cambiar y de verdad: una democracia después de cuarenta años de dictadura, pues Franco por aquella época ya estaba en horas muy bajas y casi resignado a que su tiempo había pasado.
Y de aquella noche de diciembre, preñada de incertidumbres y zozobras, pasamos a la alegría desatada en junio de 1977 por el alumbramiento de las primeras elecciones democráticas en España tras cuarenta años de dictadura franquista. La gente salió a las calles para manifestar su alegría y su fervor y los políticos no nos ofrecían tantas cosas como ahora, solo prometían y deseaban libertad y un cambio en la vida de los ciudadanos, pero un cambio en libertad y sin iras como decía la canción del grupo Jarcha. Esa alegría y ese fervor de libertad y cambio volvió a vivirse en octubre de 1982 con un joven Felipe González que ganó las elecciones generales.
Entre aquellas dos elecciones de 1977 y 1982, ganadas por Adolfo Suárez y Felipe González, respectivamente, y esta ristra de elecciones que hemos padecido este 2015 vemos una gran diferencia: aquellos políticos, aquellos líderes, ilusionaban a los ciudadanos y transmitían seguridad y eran fieles devotos a sus ideas.  Los señores que hoy se dedican a la política han elegido ésta como un trabajo muy bien remunerado en el que a unos se les ha ido la mano al cajón de los cuartos y otros han tenido que acudir para sujetar dicho cajón y evitar que quedaran con la mano atrapada de por vida, cosa que no siempre han podido al quedar también ellos cogidos en ese intento salvador.
Señores líderes, céntrense en hacer política con arreglo a sus ideales de partido y no se presten ni cedan a cambios de pensamientos por alcanzar la meta situada en la Moncloa porque lo que están consiguiendo es sembrar la duda y la desconfianza entre los ciudadanos.



Salut i força al canut


viernes, 16 de octubre de 2015


ANOCHE nos acostamos con dos incógnitas. Una, ¿quién sería el ganador del Premio Planeta 2015?, y otra, ¿quién sería el ganador del Bote de la Primitiva?. Con estas incógnitas y con los sueños que podríamos cumplir de ser los agraciados con alguno de estos premios caímos en ese sueño reparador que nos proporciona la noche. Y soñamos y soñamos con las mil y una cosa que podríamos hacer si fuéramos los afortunados con alguno de estos premios hasta que las primeras luces de la mañana vuelven a colocar cada cosa en su sitio.
A pesar de que ya ha amanecido aún seguimos soñando hasta que con el primer café y la lectura de los principales titulares de la prensa recobramos la normalidad: ya sabemos quién ganó el Planeta y quién el Bote de la Primitiva, Alicia Giménez Bartlett y Señor Único Acertante, respectivamente, y que se sepa hasta el momento ambos residentes en Barcelona.
Dejando a un lado a doña Alicia Giménez Bartlett y que ninguna feminista piense que es discriminación hacia la escritora y señora, pues en su momento leeremos su novela ganadora, nos centraremos en el único ganador del Bote de la Primitiva, entre otras cosas, porque nosotros también apostamos a ese Bote de la Primitiva y por ello nos consideramos de la partida.
Este premio de más de cien millones de euros cambia la vida al más «pintao». Quizá lo primero que piensas es en todo lo que a partir de ahora puedes hacer y que no has hecho. Quizá sientas tal hormigueo por el cuerpo que te haga flotar como si estuvieras en el espacio viendo pasar todo el mundo. Quizá comiences otro sueño para el que creo que no estamos preparados del todo, porque una cosa es pensar qué vas hacer cuando te toque la lotería y otra muy diferente es qué hacer ahora que ya me ha tocado.
Es cierto que cerrarás muchos o todos esos frentes que tienes abiertos, pero también pienso que se abrirán otros nuevos (sociales, familiares, conyugales, vecinales, fraternales y todos los «ales» que podamos imaginar) y que tendrás que afrontar sin estar preparado porque ahora ya son asuntos de millonario y nosotros sabíamos resolver cuestiones de pobres. Sin embargo, seguro que se aprende rápido, porque, como dice mi colega Darío, los euros son la mejor carrera y el mejor idioma que te abren las puertas del mundo de par en par.
Uno de los primeros disgustos que se llevará este Señor Único Acertante será cuando cobre conciencia de que la Hacienda española es la que le mete mano al «canut» para coger 20 millones de euros. «¡Por todos los santos, san Jordi, esto no se puede permitir. El Gobierno de España nos roba! Solo me ha dejado 80 millones». Este grito retumbará en las Ramblas y por la Sagrada Familia.
Tranquilo, amigo. Si me lo permites y como ahora vas a tener muchas personas que te digan lo que puedes hacer con ese dinerito, te contaré lo que yo haría: cumpliría el «gran sueño catalán», ahora sí que me independizaba pero de verdad y a lo grande, sin referéndums ni gaitas y hasta puede que me comprara Vilanova i la Geltrú y Soria. Mandaría a Mas a bailar la sardana, la jota y hasta el chotis, y al jefe de la Hacienda que ha metido la mano en mi «canut» le mandaba a hacer el camino de Santiago cantando el himno del Barça. Vamos, creo que no hay mucho que pensar: «coge la pasta y lárgate, independízate». Sinceramente, amigo, enhorabuena y te envidio, porque un servidor tiene que seguir dependiendo de papá Estado.



Los remordimientos del marqués


miércoles, 14 de octubre de 2015

NADA hay mejor que tener buenos amigos o que tus enemigos tengan remordimientos del pasado para que uno pueda andar por la vida con bastantes garantías de éxito. Estas dos circunstancias, que concurren en el dúo deportivo que forman Vicente del Bosque (el Marqués) e Iker Casillas (el Santo), se han puesto de manifiesto en el último partido que la selección española ha jugado en Kiev contra Ucrania, donde Del Bosque dejó en el banquillo a Casillas para dar la titularidad a David de Gea, quien demostró que debe ser el portero titular de la selección española.
Contento tiene que estar Casillas por tener un protector como Vicente del Bosque que ante el inminente peligro de que el exportero (y cuando escribo «exportero» quiero decir que Casillas ya no es portero de nada, quizá para jugar algún partidillo de barrio podría valer, pero poco más) quede en ridículo lo deja sentado en el banquillo para que continúe acumulando gloria.
Una gloria que no vamos a negar a Casillas, pero que ya pasó. Casillas hace tiempo que tenía que haber dejado a la selección (por fortuna para el Real Madrid, este año lo dejó al marcharse al Oporto) y al fútbol en general. Lo que a partir de ahora está haciendo el Santo es arrastrarse por esos campos de fútbol en los que se ganó la fama, el respeto y la admiración y en los que, poco a poco, está consiguiendo el reproche, la burla y el desprecio de propios y extraños. Además, si su declive deportivo no fuera suficiente para arrastrar su figura, ahora se destapa como uno de los afectados por las consabidas preferentes y además presta su pobre imagen a la sociedad que defiende a estos afectados en su lucha por recuperar su dinero.
Por otra parte, el señor Marqués presenta remordimientos de conciencia de su pasado por el Real Madrid cuando dejaba en el banquillo a un gran portero como era el joven Casillas al que solo sacó y por necesidad (César, portero titular, se lesionó durante el partido) en la final que el Real Madrid jugó en Glasgow. Aquellos remordimientos traen estos favores a un Casillas acabado protegiéndolo de críticas y librándolo de fracasos, al tiempo que muestran un Del Bosque débil que quiere estar a bien con Dios y con el Diablo y que acabará por no estar con nadie.
Un Vicente del Bosque que no ha descubierto a ningún jugador con garantías para defender la camiseta de España y que solo se ha limitado a llamar a aquellos jugadores que la prensa, el aficionado o las recomendaciones profesionales le han ido dictando, como los Diego Costa, Nolito o Alcácer, entre otros, o los Cesc, Reina (por cierto, señor Marqués, ¿por qué no juega alguna vez el bueno de Pepe Reina?) o Isco, por poner un ejemplo. Un Del Bosque que no ha aportado nada nuevo al juego y que se ha mantenido con el trabajo y los descubrimientos de Guardiola, en el Barcelona, y de Luis Aragonés en la selección.
Resumiendo, Iker Casillas y Vicente del Bosque pueden dejar la selección y el fútbol y emprender juntos el camino de Santiago como dos peregrinos que quieren purgar sus penas: los remordimientos de uno y la avaricia deportiva y pecuniaria de otro.



Cien días para nada


viernes, 18 de septiembre de 2015

LOS cien días de confianza que se conceden a los políticos en su nuevo cargo vienen siendo como ese periodo de prueba que se estipula en los contratos que los trabajadores firman con la empresa donde pretenden trabajar con el fin de ganar un salario que les permita hacer frente a los gastos de la compra, de los colegios de los niños, de la comunidad, de la casa y, por supuesto, poder hacer frente a una hipoteca. Sin embargo, entre un periodo y otro existe un gran abismo; mientras al trabajador le pueden poner en la calle si no cumple con las expectativas de la empresa que le quiere contratar, al político de turno le tenemos que seguir sufriendo hasta que él mismo quiera marcharse (cosa que no ocurre casi nunca) o hasta que haya nuevas elecciones, lo haga bien o lo haga mal.
LA COLUMNA 
DE UN EXLINOTIPISTA

Julián
Miranda Sanz

Por ello, esto de los cien días me parece una memez de padre y muy señor mío. Al cabo de estos días el político siempre dirá que han sido muy provechosos y si algo ya ha salido mal la culpa será de la prensa y de los periodistas que distorsionan la información, como así lo piensa la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y ellos, los políticos, continuarán en su puesto, con su sueldo íntegro, colocando a sus familiares, conocidos y allegados y sabiendo que no tendrán necesidad de que ningún «salvadesahucios» tenga que acudir en su ayuda.

Todo esto viene a colación porque ahora se cumplen los cien días de mandato de Manuela Carmena en el ayuntamiento de Madrid y al conmemorar estos intensos días la señora alcaldesa se lamenta de que no tiene padrinos en la prensa, bueno ni padrinos ni padres, porque se siente huérfana. ¡Qué pena, Carmena!
 
Huérfanos de alcalde se sienten muchos madrileños, porque el actual, para empezar, ya se presentó a las últimas elecciones con el traje de camuflaje como si se tratara de una de esas marcas blancas que adquirimos en los supermercados porque son más baratas. ¿Cómo se puede confiar en una persona que no se atreve a presentarse con las siglas de su verdadero «padrino» delante de un pueblo al que pretende dirigir? Mal empezamos.

Quizá su «padrino» y usted misma, señora alcaldesa, pensaron que como el ayuntamiento de Madrid y los madrileños ya habían tenido un alcalde con cierta edad llamado Tierno Galván esta era la ocasión para repetir: persona mayor, de izquierdas, defensora de los trabajadores y sus derechos, con experiencia jurídica, con aspecto de despistada, con aires de jubilada viajera del Imserso y hasta con cierto aire de ingenua que la hace parecer esa abuela comprensiva que nos resuelve los problemas, y por todo esto sus «padrinos» decidieron que fuera alcaldesa. Craso error, padrinos y apadrinada, porque Tierno Galván solo ha existido uno y querer parecerse a este Señor (con mayúscula) es ofender a propios y extraños y hasta ahí podíamos llegar.

Por otra parte, eso sí como buena mujer y dedicada a la política, de las promesas na de na, que diría un castizo. Y hablando de castizo. No sé qué tendrá la señora Carmena contra las fiestas de su pueblo para no asistir a las más populares como son las de la Paloma y marcharse a las fiestas del pueblo ecuatoriano.


Al dejar las promesas electorales aparcadas, la señora Carmena se busca entretenimientos varios como, entre otros, cerrar al tráfico de vehículos privados el paseo del Prado todos los domingos por la mañana para disfrute de oriundos y foráneos, así como la Gran Via y el eje Prado-Recoletos durante tres días para una manifestación de la Semana de la Movilidad, o las últimas declaraciones sobre la independencia de Cataluña, por si eran pocas las palabras de Piqué (no el político sino el jugador del Barcelona) sobre Madrid y los de Madrid, pues ahí nos deja la alcaldesa las suyas. Vamos, para ir limando asperezas. Mal continuamos, porque, entre otras cosas, ahora no tenemos a Mourinho para que cargue con las culpas.

Como este humilde columnista también se siente huérfano porque no tiene el apoyo de la clase política y porque no tiene «padrino» alguno, se solidariza con usted y le ofrece esta columna por si tuviera a bien manifestar algo (eso sí, coherente) para que no se sienta tan desamparada y «despadrinada» en ese Madrid cada día más desesperante con sus huelgas, sus manifestaciones, sus «manteros», con sus okupas, sus aceras levantadas, sus árboles cayéndose, sus casas desplomándose..., vamos que este no es mi Madrid, que me lo han «cambiao».



El hormiguero


miércoles, 16 de septiembre de 2015

EL programa de entretenimiento El hormiguero, que presenta Pablo Motos, está de aniversario: ha cumplido diez años. Por ello, ayer, todo el equipo que trabaja en el programa se vistió de fiesta para celebrar tal aniversario y para conmemorar tan fausto acontecimiento. El invitado principal a la fiesta fue Karlos Arguiñano que como siempre estuvo en su salsa.
LA COLUMNA 
DE UN EXLINOTIPISTA

Julián
Miranda Sanz
Bien, felicidades por estos diez años en antena y por el trabajo de un equipo de profesionales que cada día sacan adelante este programa. Un programa que lo que pretende es entretener y sacar una sonrisa al final del día y, quizá, un comentario en el primer café a la mañana siguiente.

Y decimos un comentario en el primer café del siguiente día, porque es lo más lejos que pueden llegar los contenidos sobre el programa, en especial las entrevistas, que presenta el ego idolatrado de Pablo Motos. Un Pablo Motos que ha creado un hormiguero para acoger a amiguetes que andan vagando por el mundo (Mario Vaquerizo, Santiago Segura, Vaquero, El Monaguillo o Pilar Rubio, entre otros) y para plataforma de lanzamiento de libros, películas, suscripciones a causas benéficas o presentación de series de Antena 3. ¡Cuánto hubiera disfrutado Francisco Umbral hablando de su libro en un programa como este!

En este Hormiguero tiene cabida todo. Se fomenta la cultura del «todo vale» y el lena de «no pasa nada y todo se puede hacer», vamos un ¡viva la Virgen! Se presenta un humor chabacano y la prepotencia se atisba por los cuatro costados del estudio; todo esto bajo la batuta de un irrelevante Pablo Motos que quiere que sus comentarios y chascarrillos vayan a misa.

Un Pablo Motos que, entre sus virtudes y defectos y entre las risas orquestadas de los asistentes al programa, ofrece cada noche su confusa testosterona con sus comentarios y preguntas a los invitados de turno, poniendo en un brete a algún que otro invitado. No queremos pecar de mojigato, pero creemos que el buen gusto y el respeto a todas las personas que ven el programa debería imponerse a estos comentarios soeces con los que Pablo Motos se desahoga cada noche en directo.

Seguro que hay muchos temas más interesantes que comentar con el invitado que no sean los sexuales o escatológicos y que los espectadores en general y algún invitado en particular agradecerían. Y si no que se lo pregunten a Busquets. Sólo hacía falta ver la carita que ponía el tímido jugador para adivinar el mal trago que estaba pasando.

Todavía no comprendemos cómo unas entrevistas basadas exclusivamente en la publicidad de un libro, una película, una serie, un disco, y fundamentadas con las salidas sexuales de su presentador pueden alcanzar diez años de vida. Si suprimimos esto nos quedamos sin entrevista. A veces me pregunto si Pablo Motos no será algún personaje reencarnado de aquellos que interpretaban Alfredo Landa o Andrés Pajares persiguiendo a rubias en ropa interior que ha llegado hasta los platos de televisión confundiendo lo agradable con lo fastidioso, lo decente con lo indecoroso, lo cortés con lo soez, lo gracioso con lo molesto.






ENTRE LA FICCIÓN
Y LA REALIDAD





Jubilado noctámbulo

EL DÍA EN GALERADAS
Jueves 16 de enero de 2020

Y ahora a por el Oscar
CONOCÍAMOS varias facetas de la vida de Pablo Iglesias, pero tras ser designado vicepresidente del gobierno de Pedro Sánchez, ha salido a la luz la verdadera vocación de Pablo Iglesias. Con su nombramiento para formar parte del nuevo gobierno progresista y de coalición y feminista y populista y oportunista y veleta se han confirmado los rumores que desde hacía tiempo venían rondando por esta redacción sobre una de las pasiones ocultas del exultante líder de Unidas Podemos: el cine.
Por ello es por lo que hoy publicamos el cartel que anuncia la última película que el gran actor Iglesias ha protagonizado: El hombre del Oeste, filme producido y dirigido por un novel director Sánchez. Con esta película, tanto el director como el actor quieren rendir un homenaje a la España del «blanco y negro» (representada en un mítico Kirk Douglas) y a la España del tecnicolor (personificada en el legendario Alfredo Landa), sirviendo como nexo de unión entre ambas el ya populista Pablo Iglesias, que lo mismo interpreta un drama o una comedia o un wéstern o una vicepresidencia.
Lástima que por demorarse su elección como ministro no pueda optar a los Oscar y haya llegado tarde para competir con Antonio Banderas por el premio a mejor actor. Pero démosle tiempo a este nuevo intérprete del séptimo arte que se atreve con todos los géneros de la interpretación.
Desde el pasado lunes 13 de enero se proyectan en las Salas de la Carrera de San Jerónimo los filmes más destacados de Pablo Iglesias. Títulos como El pisito, No sin mi Irene, Los tramposos, Deprisa, deprisa, Furtivos, Amantes, Mentiroso compulsivo o El Azotador, entre otros.
Desde esta columna deseamos a Pablo Iglesias los mayores éxitos en el desempeño de su nueva faceta por el bien suyo, por el de Irene, por el de Pedrín (el de Roberto Alcázar), por el populismo, por los que se han ido y por los que quieren irse y por los que llegan, por los del feminismo, por los LGBT, por los del cambio climático, por los colectivos marginados, por los de Teruel, por los del centro (bueno, por éstos no), por los que creen en la igualdad entre las mujeres y los hombres… Por todos ellos y todas ellas sí se puede.

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 25 de diciembre de 2019

Las necesidades del espíritu
DOS veces al año, desde que me divorcié, quedo con mi amigo Andrés. Una cita es a principios de verano y la otra, cuando se acercan las Navidades. Si la cita corresponde con el tiempo de verano, solemos quedar en cualquier lugar del Levante y si el encuentro es durante la Navidad, nos citamos en cualquier restaurante de la Gran Vía madrileña. «Nuestra» Gran Vía.
A Andrés lo conozco desde aquellos años de juventud en que cada fin de semana echábamos nuestras partidas de billar y frecuentábamos discotecas en busca de muchachas que quisieran compartir con nosotros esos momentos que nuestra juventud nos demandaba entre la gloria y el infierno y que tenían lugar en un piso de alquiler en el que, aparte de estos encuentros compartidos, organizábamos partidas de cartas con otros amigos del barrio, celebrábamos cenas con largas sobremesas en las que cada uno a su manera contaba de qué forma podríamos vivir un futuro en libertad y en democracia; también solía contarse alguna que otra trola. Pues bien, aquel piso de alquiler era además la vivienda de Andrés.
Atrás quedaron todas aquellas aventuras amparadas en una loca y, en ocasiones, irresponsable juventud. La vida nos condujo unas veces por donde quiso y otras, por donde nosotros queríamos caminar o al menos eso pensábamos. Nuestros encuentros de juventud se desvanecieron por la situación laboral de cada uno de nosotros. Andrés marchó a trabajar durante largas temporadas a Londres y con ello nuestra relación se limitó a algunas cartas o a algunos encuentros esporádicos durante las vacaciones de verano que aprovechábamos para visitar algún lugar de moda durante la época estival. Sin embargo, cuando nuestra amistad se tambaleó hasta caer en un abismo fue cuando durante unas vacaciones de verano conocimos a dos jovencitas que a la postre fueron nuestras esposas. Vamos que nos casamos por la Santa Madre Iglesia y hasta que la muerte nos separase. Sin embargo, no fue la muerte quien nos separó, sino otras circunstancias que ahora no vienen al caso y que algún día desvelaré. Pero volvamos a mis encuentros con Andrés. En esta ocasión nos citamos en un restaurante de la Gran Vía. La emblemática calle de Madrid había sido engalanada con las luces que anunciaban la Navidad y por sus aceras transitaban ciudadanos, unos llegados de provincias y otros, lugareños, que ponían cierto colorido a la noche madrileña.
Andrés y yo contemplábamos toda esa fauna consumista como lo veníamos haciendo desde hacía muchas Navidades. Sin embargo, con el paso de los años, todo era distinto. Habían cambiado los locales, los cines, las salas de fiesta, los transeúntes... Había cambiado hasta la propia Gran Vía y, por supuesto, nuestras conversaciones, nuestras necesidades y, claro, nosotros mismos.
Es curioso comprobar cómo tu top de prioridades va experimentando variaciones con el paso del tiempo y, por ello, las necesidades espirituales sufren tantas variaciones como si de una bolsa de valores se tratara. Y a esas prioridades del espíritu son a las que Andrés y yo dedicamos nuestros encuentros gastronómicos y anuales. Al principio de estas reuniones, cuando teníamos unos cuanto años menos, nuestras conversaciones fluían al amparo de una cena sobre nuestros proyectos, nuestra vida laboral, nuestros ideales políticos, nuestro número de conquistas amorosas y de las no amorosas, nuestras aficiones y, a veces, hasta de nuestra familia, sin darle importancia al verdadero anfitrión de la mesa: el menú. A continuación nos trasladábamos a cualquier sala de fiestas o discoteca para concluir en no se sabía bien en qué cama ni quién era la morena o la rubia que teníamos junto a nuestro cuerpo desnudo.
El tiempo pasa inmisericorde y con él pasa nuestra vida. Deja de importarnos la política. De la oficina, ni hablar, tan solo algún vago recuerdo sin importancia. De la familia... de la familia, mejor dejarla correr como al agua. Las aficiones: las que nos gustan ya no podemos practicarlas y las que podemos practicar no nos agradan. Los amores... pues los amores ni correspondidos ni sin corresponder, salvo algún escarceo ocasional. Y de los alimentos, ¿qué? Pues que el que no perjudica al riñón hace daño al hígado o te sube el colesterol. Vamos, que estamos a punto de pasar esa raya que marca la frontera entre vivir una vida de privaciones de toda clase y comenzar a tomar pastillas para toda clase de remedios.
Por ello, en las comidas o cenas que celebro junto a mi amigo Andrés, por un lado, nos saltamos toda clase de recomendaciones, tanto de las médicas, de las sociales, de lo políticamente correcto como de las que nos inculcó la Santa Madre Iglesia condenándonos al fuego eterno si no cumplíamos sus preceptos y, por otro, mandamos al diablo todas las privaciones y nos ocupamos de esas necesidades del espíritu de las que los médicos no tienen ni idea y disfrutamos, al menos dos veces al año, de lo que son los placeres de la vida: un buen amigo, una exquisita cena sin restricciones y con su correspondiente sobremesa regada con un buen coñac, un paseo por los santos lugares de antaño, unas copas y una compañía femenina de coalición. En pocas palabras, lo que toda la vida se viene llamando «echar una cana al aire».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Martes 26 de noviembre de 2019

Cómo dejé de fumar
HACE unos dias leí en la prensa que Robert Norris, más conocido como el «hombre Marlboro», había fallecido a los noventa años y que nunca había fumado. Yo sí fui fumador.
La noticia hizo que me retrotrayese a aquellos años en los que, aún siendo un imberbe, quería imitar e incluso ser el hombre de Marlboro. Transcurrían los años sesenta y a mediados de esa década dejaba la férrea disciplina de un colegio religioso con misa diaria y fiestas de guardar para enfrentarme con un mundo en el que todo me resultaba novedoso, fascinante, ilusionante y hasta turbulento y pecaminoso. Empezaba a ver cómo era la vida fuera de los muros del colegio.
Comencé a trabajar y aparqué los estudios. Descubrí mi barrio y conocí nuevos amigos. La diaria asistencia a misa fue transformándose en visita cotidiana a los billares del barrio. Las clases de matemáticas se convirtieron en lecciones de cómo hacer carambolas en el juego del billar. El amor cristiano que me enseñaron aquellos curas del colegio se convertía en amores paganos y sin duda acreedores de las penas más terribles del infierno.
Durante ese devenir entre lo prohibido y lo permitido, en mi vida irrumpieron el mítico vaquero que anunciaba los cigarrillos Marlboro con su icónico sombrero y Humphrey Bogart con su cigarrillo entre los dedos. Aquellas imágenes me trasladaban a un mundo que representaba para mí el poder, la seducción, la libertad, el placer... y comencé a fumar.
Fumaba porque, entre otras cosas, fumar era bien visto por la sociedad y hasta llegué a creer que ello me reportaba más éxito con las chicas y porque con un cigarrillo entre mis dedos me sentía más seguro.
En alguna que otra ocasión ofrecer un cigarrillo era una forma de comenzar una conversación e incluso servía para llenar esos silencios que a veces se producían durante algún encuentro, llamésmolo amoroso. Me gustaba que cuando salía con una chica, ésta fumara. Encender un cigarrillo y ponérselo entre sus labios o ver la marca que su carmín dejaba en la boquilla del cigarrillo eran situaciones que me proporcionaban grandes dosis de morbo, tantas como las que aún me producen unos tacones de aguja.
Los fines de semana (el resto de la semana fumaba Bisonte o Tres Carabelas) compraba un paquete de Marlboro y lo compartia con mis colegas en los guateques, durante los partidos de pelota en el frontón Madrid o durante las partidas de billar de domingo por la mañana.
Asi, entre bisonte y marlboro, entre el trabajo y los billares, entre charlas con los colegas y conquistas femeninas, fueron pasando los años y cada día iba incrementando el consumo del tabaco. Me encontraba seguro con un cigarrillo en la mano. Esa seguridad me daba fuerzas para emprender nuevas empresas, tanto profesional como personal. Me matriculé en la Escuela Oficial de Idiomas para cursar francés. Y durante un descanso entre clases fui a encender un cigarrillo y en ese momento de búsqueda por los bolsillos tratando de encontrar el encendedor fue cuando una de las chicas cercanas a mí me ofreció una carterilla de cerillas de esas que anunciaban, bien un bar de copas, bien una discoteca. Nos enrollamos.
Ninguno sabía el tiempo que duraría aquello. Sólo teníamos claro que nos gustábamos mutuamente, que queríamos disfrutar sólo el presente sin mirar el futuro y que a los dos nos gustaba fumar y así comenzamos a salir y a despertar partes de nuestra piel que teníamos dormidas. Nuestra aventura navegaba a favor del viento hasta que una de esas tardes que pasábamos en cualquier discoteca ocurrió lo que jamás imaginamos ninguno de los dos que pasaría: comencé a aborrecer el tabaco.
Aquella tarde transcurría como una de tantas otras. Bailamos. Nos besamos. Volvimos a bailar y volvimos a besarnos. Disfrutábamos el presente hasta que ella dio una calada y acercó su boca a la mía en un ademán de besarme.
Yo entreabrí mi boca como había hecho en otras muchas ocasiones esperando sentir su lengua explorando todo mi interior, pero lo que sentí fue toda una bocanada de humo que me produjo náuseas y un cabreo impresionante que tardé varios días en olvidarlo, no así la sensación de ahogo que me produjo aquel beso envenenado, pues cada vez que encencía un cigarrillo y daba la primera calada sentía una sensación de rechazo que me obligaba a tirar el cigarro al suelo y pisarlo con rabia.
Días después, mientras nos besábamos dentro del coche, ella volvió a repetir la misma acción de depositar el humo del cigarro dentro de mi boca con lo que logró que vomitara manchando su vestido y la tapicería del asiento del coche, y cogiendo esta vez un cabreo monumental, que quizá hoy sería catalogado de violencia machista.
Durante los días posteriores iba aumentando mi rechazo al tabaco y al mismo tiempo hacia aquella muchacha. Poco a poco fuimos espaciando nuestras citas hasta llegar al final de aquella aventura que comenzamos con una carterilla de cerillas. Ella se marchó a Granada, no recuerdo a qué. Yo abandoné la Escuela de Idiomas, marché a Gijón de comercial en un concesionario de coches y dejé mi adicción al tabaco.
Todavía hoy conservo aquella carterilla de cerillas y llevo un encendedor en el bolsillo de la chaqueta por si alguien se acerca para decirme: «Por favor, me da fuego».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 20 de marzo de 2019

Todo tiene su fin
ATRÁS quedó 2018. Un año que muchos recordaremos porque se celebró el cuadragésimo aniversario de la  Constitución española o el año que un tal Pedro Sánchez, tras pactar con Dios y con el diablo, se alzó a los altares del poder, disfrutó con un falcón, hizo más viajes que todos los jubilados del Imserso juntos y se aseguró una pensión de lujo de por vida para regocijo propio y señora. Esto es hacer carrera. Al término de su embarazo presidencial (comienzos de 2019), presentó sus memorias y, entre los cambios más sonados mediante decretos-leyes durante su mandato al frente del Gobierno de España, puede atribuírsele el de un colchón para cama de matrimonio. Por el momento no nos consta que también haya cambiado las almohadas y la sábana bajera por decreto-ley.
Sin embargo, para mí 2018 fue el año en el que se cumplieron cincuenta años de la creación de Cosecha del 68. No. No se trata de un vino. Cosecha del 68 obedece al nombre que un grupo de muchachos, allá por el año 1968 y por iniciativa de una jovencita llamada Natalia, decidieron en aquel verano dar nombre propio al grupo que desde hacía un año se divertía los fines de semana, y especialmente en verano, en la discoteca de Chapinería, un pueblo cercano a Madrid. Por ello, aquel verano del 68 fue algo especial para todos los integrantes de aquella cuadrilla (chicos y chicas).
Los fines de semana se sucedían, y la unión y la complicidad de todos nosotros iban ganando enteros. Solíamos reunirnos en Aldea del Fresno, lugar del que algún miembro del grupo era natural o bien sus padres tenían una segunda vivienda. La empatía que reinaba entre nosotros era tal que continuó más allá del verano y fue prolongándose durante el resto de las estaciones. Acudir un fin de semana a Aldea y Chapi fue convirtiéndose para todos nosotros en una fiesta de precepto y en lugar de amoríos para muchos, de amores para otros y de desamores para algunos. Todos ellos alimentados por la brasa que aviva el fuego hormonal propio de una juventud estigmatizada por la censura sexual a la que estaba sometida por el régimen franquista. Cosecha del 68 permaneció unido durante cinco años.
En el verano de 1969, el grupo musical Módulos lanza una de las baladas más destacadas en el panorama musical español, Todo tiene su fin, que acabó con la norma de que las canciones comerciales debían tener cerca de tres minutos de duración. (Años más tarde, esta balada recobró un gran éxito con la versión del grupo cordobés Medina Azahara publicada en 1992.) Está canción fue una de mis preferidas durante aquel periodo. A esta preferencia se sumó Natalia. Con sus acordes nos enamoramos, nos desenamoramos, nos quisimos y nos odiamos. El azar quiso que Todo tiene su fin también fuera el anuncio del final de Cosecha del 68. Poco a poco la cuadrilla fue disgregándose. Unos encontraron pareja fuera del grupo; algunos sufrieron desengaños y decidieron buscar consuelo en otro lugar; otros se trasladaron a otra ciudad e incluso a otro país. Este fue el caso de su fundadora, Natalia, que, tras vivir en varias ciudades españolas, se marchó a Montreux (Suiza) y de la que, debido a la falta de redes sociales y del wasap, no volví a tener más noticias, salvo en un par de ocasiones en las que coincidimos en la feria del SIMO allá por la década de 1980. El tiempo fue pasando y los veranos fueron sucediéndose hasta llegar a 2018.
El verano de 2018 me pilla en Madrid. Los paseos por su Gran Vía me habían ahorrado unos cuantos euros en psicólogos para superar una depresión tras mi separación. Una separación ya muy lejana, pero con heridas que ni el tiempo ha sido capaz de cicatrizar. Heridas más económicas que amorosas, pues mi ex me dejó solo con un póster de la Gran Vía de Madrid por todo patrimonio. El trayecto comprendido entre mi domicilio en la calle de Alberto Aguilera  hasta la plaza de Callao se había convertido en un recorrido cotidiano al atardecer que terminaba contemplando la Gran Vía desde el mirador del Club del Gourmet en El Corte Inglés mientras tomaba una cerveza.
En aquel verano de 2018, Madrid respiraba y vivía las Fiestas del Orgullo Gay. Unas celebraciones que no despiertan en mí interés alguno, aunque debo reconocer que le ponen un punto de color a esa Gran Vía de mis amores y pecados. Una Gran Vía a la que contemplaba una tarde más desde mi atalaya de El Corte, abstrayéndome del ruido que reinaba a mi alrededor.
De pronto, mi ensimismamiento se desvaneció al oír la melodía de un móvil tras de mí. Era aquella misma melodía que puso la banda sonora a unos años de juventud vividos y disfrutados entre la pasión y el odio. Sorprendido, me giré hacia atrás y quedé aún más sorprendido cuando vi quién respondía a esa llamada que acababa de producirse. «¿Sería ella?», me pregunté. Ambos nos miramos con cierto aire de perplejidad.
Cuando la mujer que respondió a la llamada terminó la conversación, se acercó y al llegar junto a mí me susurró: «Chapinería, Módulos, 1973». Sí. Era ella. Natalia Rodríguez del Álamo. Habían pasado cuarenta y seis años desde aquel verano en el que ambos habíamos bailado juntos aquella melodía por última vez. Pese al tiempo transcurrido, Natalia aún conservaba una estupenda figura que resaltaba con un conjunto vaquero. Se notaba que dedicaba parte de su tiempo a cuidarse.
La invité a tomar un café. Aquella complicidad y aquella chispa de antaño pronto aparecieron. El pasado y el presente se mezclaban atropelladamente. Paseamos por Gran Vía mientras hacíamos un repaso a aquellas noches de juventud que vivimos junto a la orilla del río Alberche. La chispa y la química fueron in crescendo y el tercer café se lo llevé a la cama.
El destino o la casualidad, no podría decir en qué proporción, quisieron que la canción de Módulos avivara nuevamente aquellas pasiones y que termináramos aquel asunto que un cabo de la Guardia Civil había interrumpido una madrugada de verano cuarenta y seis años antes porque estábamos quebrantando la moral y la decencia.
A la mañana siguiente de nuestro encuentro acompañé a Natalia a su hotel para que recogiera su maleta y partimos hacia el aeropuerto. Su vuelo para Montreux salía al mediodía. Nos despedimos con un abrazo, y al separarnos Natalia depositó un beso en la comisura de mis labios. Cuando quise hablar, ella poniendo el dedo índice en mis labios y con una sonrisa voluptuosa me dijo: «Por fortuna, Pedro Sánchez aún no ha podido desenterrar a Franco. Jamás perdonaremos al dictador la represión sexual que padecimos la Cosecha del 68».
Minutos más tarde, el vuelo con destino a Montreux partía de las pistas del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez...
Una semana después de la partida de Natalia y mientras hojeaba una revista en la sala de espera del dentista, vi una fotografía de Natalia en la que aparecía detrás de una pancarta a favor de los gais y lesbianas en una de las muchas manifestaciones durante las Fiestas del Orgullo Gay. Aquella muchacha que en 1968 se quitó el sujetador para luchar por una incipiente igualdad de sexos y los derechos de la mujer, cincuenta años después continuaba su lucha.

(Así se fundó, así se reconstruyó y así se desvaneció Cosecha del 68 entre la ficción y la realidad.)

Un Jubilado por la Gran Vía