A ISABEL, por su paciencia y otras cosas. A PEDRO y ESPINOSA, mis primeros jefes. A FERNANDO, profesor de artes gráficas. A LUIS, buen jefe y, sobre todo, persona. A TONI, ahora más que nunca.
NOSOTROS, LOS DE ENTONCES, YA NO SOMOS LOS MISMOS

Algunos personajes o hechos que aparecen en estas galeradas son completamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
RAFAEL MERINO RAMÍREZ | Jubilado
Julián MIRANDA SANZ
LA COLUMNA DE UN EXLINOTIPISTA

Religión a la carta


viernes, 30 de mayo de 2014

ANTES de que el avión partiera de Tierra Santa, los periodistas que habían acompañado al papa Francisco durante la visita que el Pontífice había realizado a Oriente Próximo volvieron a formularle la pregunta sobre el celibato de los sacerdotes. Una cuestión que va cobrando enteros tras la petición al Santo Padre por cerca de treinta mujeres enamoradas de sacerdotes católicos para poder vivir su amor junto a estas personas. Una vez más, el papa Francisco respondió que la Iglesia deja una puerta abierta para aquellos curas que quieran casarse, ya que no se trata de ningún dogma.
Oídas y leídas las opiniones del papa Francisco sobre este tema, vemos a un Pontífice que no se decanta por una respuesta concreta, dejando en el aire la duda y aumentando la polémica. Esta actitud papal no sabemos si será porque entre sus antepasados hubo algún pariente gallego que emigró a tierras argentinas y del cual adquirió eso de cuando un gallego sube una escalera no se sabe si sube o baja, o como buen argentino que habla y habla y al final te vende su producto.
Por otra parte, la Iglesia lo que viene haciendo con este tipo de cuestiones es lo mismo que hace la Real Academia Española con las palabras incorrectas que a fuerza de repetirlas el ciudadano acaba por admitirlas en su diccionario.
Con todo esto, entendemos que los católicos tenemos una religión a la carta. Acatamos sólo los preceptos que nos gustan y los que nos son útiles en depende qué circunstancias. Por ello, quizá, nos resulte extraño, dramático y hasta cruel determinados comportamientos y leyes que propagan otras religiones u otras culturas.
Cuando una persona decide ser sacerdote, lo hace de una manera vocacional y de ninguna más; por ello, hace sus votos sacerdotales de pobreza, castidad y obediencia, y el faltar a cualquiera de estas promesas es mentir a toda una comunidad católica, por lo que este sacerdote faltaría al octavo mandamiento al estar mintiendo. Asimismo, incumpliría el segundo mandamiento al quebrantar una promesa hecha ante Dios. Todo esto sin contar las ostentaciones hechas fuera de la pobreza, la castidad y la obediencia.
Con la aparición de este grupo de mujeres enamoradas de curas y que comparten con éstos algo más que mesa y mantel, cualquier día emerge desde el feminismo una plataforma pidiendo el amor libre para las monjas que sientan la llamada del amor terrenal aparte del divino. Desde esta columna nos preguntamos qué diferencia argumentaría el papa Francisco a esta cuestión de igualdad entre monjas y curas.
A todos los problemas que tiene abiertos la Iglesia católica con el comportamiento cristiano y humano de sus pastores, ahora puede sumar otro más al hacer esta distinción entre curas y monjas en asuntos del corazón y no del divino precisamente, y ser tachada de machista.
Señores lectores, ¡qué Dios nos coja confesados!


Todos ganan, todos perdemos


martes, 27 de mayo de 2014

TRAS reponernos de la resaca que nos han dejado las elecciones europeas y la final de Lisboa, vivimos el después de unas elecciones que han dejado por el camino varios mensajes de atención a toda una clase política que estaba viviendo en una nube, de las muchas que contempla Zapatero, sin darse cuenta de lo que sucedía a sus pies.
   El Partido Socialista Obrero Español ha sido, quizá, el que peor parado ha salido de estas elecciones. Por una parte, Elena Valenciano con su campaña feminista ha demostrado que a estas elecciones se presentaba sin unas ideas claras y sí con muchas ganas de protagonismo personal. No se puede pedir el voto a los ciudadanos basándose sólo en una frase políticamente incorrecta de su adversario Arias Cañete. No basta con criticar al oponente, hay que ofrecer alternativas fiables que hagan pensar al electorado que es posible solucionar los problemas de una sociedad que vive desencantada y harta de tantas promesas.
   ¿Por qué las personas que ocupan puestos políticos no quieren dejarlos y quienes no desempeñan estos cargos desean con gran fervor alcanzarlos?
   El lector puede imaginarse la respuesta a esta interrogante. Por nuestra parte, creemos que sigue siendo un anhelo vehemente por el cargo en la mayoría de los casos. Y un ejemplo lo tenemos en Alfredo Pérez Rubalcaba que, tras los últimos resultados electorales, anuncia su retirada; sin embargo, no se marcha por el momento. Si uno decide dimitir, dimite y punto. Se marcha a su casa y da paso a otros compañeros de partido para que hagan, o lo intenten, aquello que él no ha podido realizar. Continuar en el cargo cuando las cosas no se hacen bien sólo es alargar un proceso de fracaso. Un fracaso que viene acompañando a Rubalcaba desde que entró a formar parte del gobierno de Rodríguez Zapatero.
   Con la retirada de Rubalcaba se establecen ahora públicamente los enfrentamientos dentro de PSOE. Al parecer, uno de los nombres que con más fuerza suena para sustituir a Rubalcaba es el de Susana Díaz. A pesar de la juventud y el empuje renovador de la presidenta de Andalucía que quiere imprimir entre los socialistas, creemos que su principal argumento para ser secretaria general del PSOE es haber servido de escudo protector a todos los implicados en los conflictos fraudulentos abiertos en Andalucía.
   En cuanto al Partido Popular, tampoco es para que tiren cohetes. Han perdido votos, y ésta es la realidad por mucho que Dolores de Cospedal se empeñe en hacernos ver que el resultado es bueno y para ello se ampara en sus vecinos del PSOE que han obtenido menos votos que ellos. Triste consuelo para justificar una derrota con sabor a victoria. Parte del electorado popular ha dado la espalda a su candidato y se ha quedado en casa. Si esta pérdida de confianza en las políticas del Partido Popular y esta desidia ciudadana a la hora de votar no se consideran un fracaso por la cúpula del PP, entonces qué es una derrota para Dolores de Cospedal.
   Con los dos partidos mayoritarios a la deriva, las demás formaciones políticas obtienen más votos de los que podían imaginar. Así, aparece la subida de Izquierda Unida o el emergente Podemos, que nació a raíz del movimiento del 15-M. Sin embargo, que estos partidos no se llamen a engaño por los resultados obtenidos en estas europeas. El votante de izquierdas, léase socialista desencantado, volverá a votar a su partido en cuando recobre la fe en los suyos y dejará de votar a una izquierda global, aunque algún voto se quede en estos partidos que ocupan puestos secundarios y oportunistas.

Derbi contra elecciones europeas


sábado, 24 de mayo de 2014

EL día D (de «derbi») y el día E (de «elecciones») ya están aquí y no hay quién los pare. Anoche, los candidatos europeos echaban el cierre a una campaña electoral que ha estado eclipsada por el acontecimiento deportivo más importante que puede darse entre clubs en Europa.
Tanto las elecciones al Parlamento europeo como la final de la Champions League han recorrido caminos muy parecidos. Los partidos políticos comenzaron preparando la campaña con la designación de sus candidatos, aunque el Partido Popular esperó hasta los últimos instantes para hacer oficial su representante como cualquier club deportivo espera hasta el último momento para anunciar si su crack puede disputar el partido; es decir, igual que están haciendo Real Madrid y Atlético de Madrid con sus jugadores estelares.
La campaña electoral se desarrollaba con la monotonía a la que los candidatos nos tienen acostumbrados en estas ocasiones hasta que salió a la palestra Miguel Arias Cañete con las palabras que ofendieron a Elena Valenciano y a las féminas, y, sin quererlo, el candidato popular puso un poco de pimienta en todos los actos electorales que a partir de ese momento llegarían; de igual manera pasaba en el mundo del fútbol hasta que se lesionó Diego Costa y entonces los rumores, las creencias en la medicina tradicional o de cualquier otra clase comenzaron a activar las dudas sobre la recuperación del jugador rojiblanco.
Sin embargo, ambos acontecimientos han tenido un fervor popular muy distinto. Mientras Elena Valenciano y el Partido Socialista Obrero Español se han volcado en la defensa de los derechos de la mujer, y Miguel Arias Cañete y el Partido Popular se aferraban una vez más a la crisis a la que nos llevó Rodríguez Zapatero, los entrenadores y jugadores de los dos equipos que jugarán la final europea necesitaban muy poco para entusiasmar a sus seguidores y hacer que Madrid durante unos días fuera la capital más importante de Europa.
El que dos equipos de fútbol desaten tanta pasión y entusiasmo entre un pueblo no nos extraña nada y más después de oír a Rubalcaba en uno de esos mítines que cerraron anoche la campaña del Partido Socialista. El único argumento que esgrimía el secretario general del partido era que había que votar al Partido Socialista Obrero Español para que no ganara Mariano Rajoy, Paupérrimo argumento el que nos ofrecía Pérez Rubalcaba.
En fin, unos candidatos al Parlamento europeo que serán recordados más por comer yogures caducados y darse duchas frías, uno, y por el fervoroso feminismo de Elena Valenciano como si la izquierda española sólo estuviera integrada por mujeres, también hay hombres en España que forman esa izquierda y a los que la candidata socialista no debe olvidar.
Lo único que va a diferenciar a estas elecciones europeas del derbi que se jugará esta noche en Lisboa es que mientras en la final de la Champions sólo un equipo será el ganador de la noche deportiva europea, en el final del escrutinio del domingo los ganadores serán todos los candidatos, consigan muchos o pocos votos. Todavía no sabemos cómo lo hacen, pero siempre ganan todos. Quizá sea por esto por lo que no levanten tanta pasión como el deporte donde sí hay vencedores y vencidos. 

La amistad en dos vídeos


jueves, 22 de mayo de 2014



HOY destinamos el espacio de esta columna, de una manera muy especial, a la publicación de dos vídeos que nuestra corresponsal en tierras de Castilla y León ha enviado a esta Redacción. Unos vídeos que agrupan tres valores importantes en la vida de una persona: la amistad, la ternura y la nostalgia.

Todos los compañeros de esta Redacción nos hemos emocionado al leer los mensajes de cariño y amistad que nos transmiten las filmaciones; las imágenes del niño que aparecen en el vídeo han ablandado nuestro corazón encallecido por los vaivenes de la vida, y las canciones que podemos escuchar mientras leemos los contenidos de los vídeos nos ha hecho recordar, sobre todo a los de más edad, días y momentos vividos en otra época muy diferente de la actual. Por todo lo que representan estas filmaciones para EN GALERADAS, queremos compartir nuestra felicidad y cariño con nuestros amigos y seguidores de este espacio al tiempo que les damos las gracias por seguir nuestras publicaciones diarias.
Esperamos que también disfrutéis y, quizá, os emocionéis con estos vídeos de nuestra corresponsal.

EN GALERADAS


Refranes y frases


miércoles, 21 de mayo de 2014

COMO todavía continuamos con el pelo de la dehesa, aunque ya haya pasado tiempo desde que dejamos el pueblo, aún conservamos esa parte de pueblerinos y enseguida echamos mano del refranero cuando queremos referirnos a algunas circunstancias que ocurren en nuestro entorno.
Por ello, ante la coincidencia en el tiempo de las próximas elecciones europeas y la final de la Champions, al echar mano del refranero para expresar el poder de convocatoria que pueden ejercer los protagonistas de los respectivos actos sobre los ciudadanos, pensamos en el refrán castellano «Tiran más dos tetas que dos carretas» y en la variante de la frase de Carlos Marx sobre la religión y que reza así: «El fútbol es el opio del pueblo».
Pensábamos que el dicho castellano tendría más fuerza que la variante de Marx. Pero por lo que estamos viendo durante estos días no es así. El poder que tiene el mundo del fútbol y las arengas que transmiten los protagonistas que van a jugar la final de Lisboa sobre los aficionados ganan por amplia goleada al empuje que pueden ejercer los candidatos europeos sobre los votantes.
Cuando nos referimos a las tetas y a las carretas no pretendemos soliviantar a las feministas que con tanto ímpetu aparecen en esta campaña electoral, de la misma forma que no es nuestro propósito faltar el respeto a la religión que era en verdad a lo que Marx se refería en su célebre frase. Tómenlo sólo como una comparación o un juego de frases de un pueblerino y no se dejen confundir por un feminismo oportunista.
Y decimos que la pelota del fútbol gana por goleada a las... de las elecciones, porque la Junta Electoral Central ha pasado de no autorizar las celebraciones deportivas del equipo ganador de la Champions porque podían alterar el normal desarrollo de las elecciones a permitirlas y, además, exime de responsabilidades cívicas a ciudadanos que tenían que formar parte de alguna mesa electoral el domingo 25 para que puedan estar el sábado presenciando la final que juega su equipo.
Por otra parte, el que una pelota se ponga en juego en Lisboa es suficiente para que dos estadios, el Santiago Bernabéu y el Vicente Calderón, registren un lleno, como si se jugara en los mismos estadios, para presenciar la final en pantallas de televisión. Y mucho antes de que esa pelota comience a rodar, ésta barre en comentarios y expectación a las elecciones del domingo 25.
Por ello es por lo que decimos que el refrán castellano debería de cambiar el sustantivo «tetas» por el de pelota o balón (de fútbol, se entiende) y quedar de la siguiente forma: «Tira más una pelota que dos carretas». 

Euforia Champions y apatía electoral


sábado, 17 de mayo de 2014

COMO ya se sabe, el próximo sábado 24 de mayo se disputará en el Estádio da Luz, en Lisboa, la final de la Champions entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid. Además esta celebración coincide con las elecciones europeas, tanto en el día de reflexión como en el de las votaciones.
Por ello, la Junta electoral central está estudiando si es conveniente autorizar al equipo que salga campeón de Lisboa las celebraciones que conlleva todo título conseguido y muy especialmente éste de campeón de Europa, ya que tanto el Gobierno, como el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid aducen que tales actos podrían perturbar la celebración de estos comicios europeos, así como impedir a los ciudadanos que acudan a las urnas con total normalidad debido a los cortes de tráfico que supondría la celebración del equipo campeón por las calles de Madrid.
No ponemos en duda que estos actos deportivos acarrean inconvenientes a los ciudadanos, de la misma manera que extorsionan las manifestaciones o las huelgas, que siempre se celebran cuando más daño causan al ciudadano, y no por eso el gobierno las traslada a otro día que ocasionen menos trastorno.
Además, el votante que quiera acudir a las urnas puede hacerlo con total tranquilidad, ya que en la madrugada del sábado al domingo, caso de celebración madridista, los colegios están cerrados. Y en cuanto a la celebración atlética, el domingo, por mucho que represente ser campeones de Europa por primera vez, no durará todo el día. A ver si ahora va a resultar que unas celebraciones de éxitos deportivos van a ser la causa de una baja asistencia a las urnas, producida porque los políticos no son capaces de transmitir la fe o la ilusión que Simeone infunde a sus seguidores e, íncluso, a sus adversarios.
Con estas dudas que manifiestan los políticos ya tenemos la polémica servida sobre el partido en sí y sus celebraciones pertinentes. Una polémica que parecía zanjada cuando Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno, prohibió la instalación de una pantalla gigante en la Puerta del Sol en la que las dos aficiones podrían seguir la final de la Champions. Con esta prohibición, la pretensión de Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, por reunir a madridistas y atléticos en la Puerta del Sol se esfumaba. 
Por una parte, debemos decir que la decisión de Cristina Cifuentes nos parece muy acertada, con mucho criterio y con bastante sentido común, cosa que los políticos olvidan con harta frecuencia. Aunque las dos aficiones pueden ver unidas el partido de la final, porque ya en otras ocasiones así lo han demostrado, siempre aparecen en estos acontecimientos esos «antitodo» que aprovechan cualquier ocasión para destrozar todo cuanto pillan a su paso y perturbar el buen ambiente festivo y deportivo del momento.
Por otra parte, Ignacio González, queremos pensar que llevado por la euforia del momento deportivo que está viviendo Madrid de cara a todo el mundo y no aconsejado por su lucimiento personal, habría hecho muy bien si hubiera consultado antes con Cristina Cifuentes la conveniencia de instalar esa pantalla gigante para que los aficionados pudieran disfrutar del momento deportivo en un marco tan castizo como la Puerta del Sol. El presidente de la Comunidad de Madrid se habría ahorrado las explicaciones y quedar con parte de su anatomía al aire si no se hubiera saltado a la torera, permítasenos el símil taurino ahora que estamos en plena feria de San Isidro, los demás organismos que también toman estas decisiones en actos de esta índole.

Guapa, guapa y guapa


miércoles, 14 de mayo de 2014

SEGÚN cuenta la historia, en los siglos XII y XIII, los honorables miembros de la Corte no podían manifestar públicamente sus pasiones carnales, ya que esta conducta libidinosa no era bien vista entre la realeza y se consideraba propia de la plebe; por ello, el rey (no dice la historia si el monarca también se encontraba en el grupo de venerables señores de hábitos sensuales) propuso que los distinguidos nobles enamorasen a las señoras con palabras seductoras y cautivadoras para conseguir los mismos fines plebeyos. Desde entonces se dice que las mujeres se enamoran por los oídos y los hombres, por los ojos.
Por ello, puede creerse que como consecuencia de esta proposición real naciera el piropo, que ha ido sufriendo múltiples transformaciones en la historia hasta llegar a nuestros días, donde parece ser que el feminismo quiere acabar con esta costumbre de lisonjear.
Al igual que hace ocho siglos el rey tomó cartas en los asuntos voluptuosos, hoy son ilustres feministas, quienes pretenden acabar con esta práctica del requiebro extendida por todo el mundo. Desde nuestro punto de vista pensamos que estas féminas están confundiendo el culo con las témporas al pretender no sólo la supresión de los piropos a la mujer, sino que su práctica conlleve hasta penas de cárcel.
Aunque algunas de estas lisonjas tengan un sonido demasiado subido de tono y deban ser rechazadas, no por ello debemos censurar toda práctica de galanteo. A cualquier mujer (u hombre, por qué no) le agrada que la regalen el oído con palabras que ensalzan su belleza, su gracia, su atractivo. No debemos confundir, y es aquí donde las feministas pensamos que se equivocan, la mala educación y chabacanería que siempre han existido con la galantería. Como también se confunden al proferir ciertas palabras soeces para equipararse a los hombres.
Por otra parte, el guapito del grupo nunca tuvo problemas para captar la atención de la chica, pero ¿qué pasará con los hombres poco favorecidos por la Naturaleza si se les prohíbe llamar la atención de la mujer a través del piropo?
Por mucho empeño que pongan las feministas, y por muy ilustres que sean, en suprimir está práctica milenaria, pensamos que no lo conseguirán, ya que la vida misma es un constante piropo, unas veces motivador y otras, insultante, y contra la Naturaleza no se puede ir por mucho feminismo que se oponga.
Señoras feministas, ¿ustedes se han parado a pensar lo bonito que es bailar un bolero mientras le recreas el oído a tu pareja con esos piropos, incluidos los más atrevidos que ustedes quieren suprimir? 


Mitineando


martes, 13 de mayo de 2014

CUANDO se aproximan unas elecciones, los políticos se parecen a ese familiar que hace años no sabíamos nada de él y de pronto te visita porque ha venido a la capital y quiere que le acompañemos por los lugares más emblemáticos para conocerlos; comienza a hablar y en un par de días que pasa en casa te pone al corriente de toda su vida, hasta de lo que nunca habíamos oído hablar. Y esto pasa con los candidatos en las elecciones, que te cuentan cosas de hace años que tenían calladas para estas ocasiones. Lo último que hemos sabido ha sido el sobrecoste del trayecto del AVE a su paso por Barcelona en tiempos de Zapatero. ¿Por qué todo lo que han callado hasta ahora no lo han contado en su momento? ¿Acaso no tienen otros argumentos que ofrecernos para convencernos de que debemos votarles?
Por otro lado, hoy dar un mitin y conseguir que éste sea un éxito es de lo más sencillo. El candidato acude al recinto donde va a pronunciar su discurso y se encuentra ante un público entregado en cuerpo y alma desde el primer momento del acto electoral. El fervor de los asistentes por el candidato y su partido es tal, que los aplausos y los vítores se cosecharán con el menor esfuerzo. Sólo bastará acometer contra el partido contrincante para que el entusiasmo se desborde por todo el recinto y se lancen las banderas al viento. ¿Por qué no pronuncian sus mítines ante ciudadanos reacios? Una actuación así nos mostraría la verdadera valía del candidato.
Otro de los actos que los políticos en tiempos de elecciones realizan sin el más mínimo rubor es pasearse por los barrios y los mercados como un ciudadano más. Tanto el hecho de acudir «a la compra» como el de la «pegada» de carteles el primer día de campaña son actos trasnochados y decrépitos. Si estos actos los realizan para ofrecer al ciudadano una imagen cercana, nos hace pensar que esas encuestan que salen cada día a salto de mata mostrando la poca confianza del ciudadano hacia sus políticos no llegan a sus despachos o tienen ustedes un optimismo tan grande que raya el esperpento.
Por ello, pensamos que podrían dejar de admirarse su ego y detenerse por un instante para pensar qué ofrecen al ciudadano y qué hacen por España en vez de basar su discurso en los errores del oponente. Con estos mítines más propios de tertulias televisivas salvadoras que de actos electoralistas, no les debe extrañar que las encuestas reflejen con más frecuencia la baja estima que tiene el ciudadano de sus representantes políticos.
Sin embargo, en estas elecciones hay una cosa muy clara, y es que todos los partidos y sus representantes serán los ganadores el domingo 25 por la noche. Es tal la ceguera que atesoran sobre la realidad que no alcanzan a ver la verdadera dimensión de unos resultados adversos.

Tolerancia cero para todo


lunes, 12 de mayo de 2014

LA semana pasada nos sobrecogía el accidente que sufría un microbús en una carretera secundaria de Badajoz, entre Castuera y Puerto Hurraco, en el que murieron cinco niños de entre doce y quince años cuando regresaban a sus casas después de disputar un partido de fútbol sala en Herrera del Duque.
El trágico suceso hacía que los ocupantes del microbús, alegres y contentos por la victoria lograda horas antes, pasaran de la alegría a la tristeza, de la risa al llanto, de la felicidad a la desgracia, de la satisfacción a la desolación en cuestión de segundos a consecuencia de la irresponsabilidad de una de esas personas que pululan por el mundo practicando una cultura chulesca, despectiva y desdeñosa hacia sus semejantes y a la que podemos calificar como la cultura de «... ¿y qué pasa?» Para estos individuos sólo existen sus normas y les importa un bledo el resto de la sociedad.
Según los informes de la policía, Fernando Fernández, el Sotero, conductor de la excavadora que chocó con el microbús, aparte de dar positivo en consumos de cannabis y cocaína en el momento del siniestro y huir del lugar sin prestar ayuda, ya tenía antecedentes policiales por tenencia de drogas para consumo propio, así como varias sanciones graves de tráfico con pérdida de puntos. Con este historial y viendo su salida de los juzgados desafiante y agresora, sospechamos que para Sotero lo único que tiene valor es su «cultura» arrogante y pendenciera sobre cualquier norma social establecida.
Las muestras de dolor por este suceso se han dado en todos los lugares de España: desde los tres días de luto decretados por el Ayuntamiento de Monterrubio de la Serena hasta el minuto de silencio guardado en los campos de fútbol el pasado domingo; sin embargo, todas estas manifestaciones, como tantas otras que se producen cuando ocurre un hecho semejante y en nuestra memoria está la tragedia del Madrid Arena en la que fallecieron cinco jóvenes, no tendrán valor alguno y quedarán sólo en gestos repetitivos que se hacen en estos casos si no se actúa con contundencia y rapidez aplicando con rigor esa «tolerancia cero» de la que ahora tanto se habla.
La policía, los jueces, los políticos, toda la sociedad deben ser inflexibles y acelerar, rechazar y castigar con firmeza todos estos hechos causados por individuos sin escrúpulos y que todo les importa un carajo.
Este accidente, que ha destrozado a cinco familias y que ha dejado una huella de dolor en un pueblo, debe servirnos a todos, especialmente cuando nos sentamos al volante de un coche, para que extrememos todas las precauciones, seamos más respetuosos con los demás conductores que circulan por las carreteras y cumplamos las normas de tráfico.
Esperamos y deseamos que la sociedad imponga esa «tolerancia cero» en todos estos individuos del «... ¿y qué pasa?» que desgraciadamente van apareciendo a nuestro alrededor sin que apenas nos demos cuenta. 

Muchas felicidades, mi niña


viernes, 9 de mayo de 2014

Hoy 9 de mayo queremos concedernos una licencia en nuestras opiniones porque vamos a dedicar esta columna a una mujer que  tal día como hoy, en los primeros años de la década de 1950, nacía en Úbeda (Jaén). Vivió su infancia en su pueblo natal entre olivos, asistir a la escuela y ayudar en las faenas propias del hogar hasta que sus padres emigraron a Madrid como tantas otras familias de aquella España de la posguerra que buscaban en las capitales la oportunidad de emprender una nueva vida más floreciente y propicia para el crecimiento y desarrollo de sus hijos. En la capital de España, Isabel, que así se llama el personaje de hoy,  vivió sus años de juventud como tantos otros jóvenes llegados a la ciudad y que traían en su equipaje la ilusión de vivir otras experiencias. Pronto tuvo que dejar sus estudios y ponerse a trabajar para aportar una ayuda económica a la familia, ya que la vida en la capital en aquellos años resultaba dura y difícil. Desde entonces, esta mujer trabajadora y emprendedora no ha dejado de hacer lo que aprendió desde pequeña y,  aunque ya esté retirada de ese mundo de la costura, aún hoy continúa  enhebrando su aguja y realizando su costura.
Por ello, desde En Galeradas queremos transmitirla todo nuestro cariño y apoyo al tiempo que le deseamos muchas felicidades en este día tan especial para ella. Por otra parte, también la reiteramos en este día nuestro agradecimiento y gratitud por su comprensión y paciencia, principalmente con este exlinotipista, ya que sin el apoyo de esta modista este blog no podría existir.
Por todo esto, muchas felicidades y que seas muy feliz, mi niña.

Así no, doctor


jueves, 8 de mayo de 2014

NO sabemos si será porque cuando se llega a cierta edad nos preocupamos más de nuestra salud o porque al alcanzar la jubilación disponemos de más tiempo para acudir al médico en busca de soluciones a unos síntomas que, quizá, si estuviéramos trabajando no repararíamos en ellos. Lo cierto es que en estos últimos meses hemos acudido al centro de salud con el propósito de saber si esos síntomas podían ser motivo de alarma o, por el contrario, debíamos dar carpetazo a una sintomatología que acarreamos desde hace unos años.
Sin embargo, más allá de encontrar respuesta a nuestro dilema, lo que hemos conseguido es mantener la incertidumbre. No sabemos si será por los recortes sanitarios o porque hay doctores que necesitarían cursar algún curso de psicología o, en su defecto, leerse alguno de esos libros que enseñan cómo se puede mejorar la comunicación entre las personas. Vayamos por partes.
Cuando hace años nos realizaban unos análisis de sangre, los resultados que recibíamos comprendían todos los valores que esta prueba pueda englobar; es decir, indicaban todo aquello que nuestra sangre es capaz de mostrar cuando se la investiga en un laboratorio. Ahora no es así. Los médicos sólo solicitan aquellos valores que tengan una relación directa con los síntomas que presenta el paciente, y punto. Si los síntomas persisten, pues análisis de nuevo buscando otros cuantos indicadores clínicos, y así hasta que se dé con la solución.
Por otra parte, está la figura del médico, del llamado médico de familia, aunque para algunos doctores la palabra «familia» no les diga nada. Cuando un paciente entra a la consulta, piensa que la persona que está detrás de la mesa, aparte de ser médico, es eso, persona. Sin embargo, no siempre ocurre así, y lo que hallan es a una persona que ha estudiado medicina que, desde la arrogancia y el desdén, mira y trata al paciente con altanería. Actitudes éstas que, quizá, sean las causantes de muchos de esos «síndromes de la bata blanca».
Lo que pretendemos al acudir a la consulta de nuestro médico es que éste nos diagnostique los trastornos que padecemos y que nos disipe las dudas que nuestra ignorancia en medicina nos provoca. Sin embargo, no sabemos si será porque los galenos interpretan que los recortes en sanidad incluyen la ausencia de toda información al paciente o porque hay médicos que su altivez les impide dar las respuestas precisas al paciente que las demande, la cuestión es que nos dejan sin esas explicaciones que necesitamos tanto como los medicamentos.
Si esta clase altiva de médicos piensa que hace una buena labor sanitaria no respondiendo las interrogantes que les planteamos en sus consultas, está en un gran error, ya que acudiremos al doctor Google en cuanto podamos para buscar esas respuestas que una mal empleada suficiencia médica nos ha negado.  
Por ello, al mezclarse nuestro desconocimiento en medicina con la abundante información que circula por Internet, el cóctel que obtenemos es de lo más nefasto para nuestra salud mental, ya que a nuestros primeros síntomas que nos llevaron hasta la consulta en busca de sanación habremos añadido los trastornos mentales producidos por la falta de consideración de ciertos médicos hacia sus pacientes.

Necesito que alguien me hable


martes, 6 de mayo de 2014

MIENTRAS esperaba mi turno en la peluquería, ojeaba uno de esos periódicos que hay sobre la mesa de estos locales para que a los clientes se les haga la espera más amena. Me detuve al leer un titular que captó mi atención. La protagonista de la noticia era María Pilar Bustos, jubilada y coordinadora de un club de lectura para mayores. María Pilar acude todos los días, junto a otros voluntarios, a las residencias de la Tercera Edad para dar conversación y leer libros a las personas ingresadas en estos establecimientos geriátricos.
La idea que ha tenido esta jubilada nos parece genial y la labor que realiza dando conversación a las personas mayores resulta más terapéutica que las terapias que desarrollan los profesionales en estas residencias.
Las personas mayores, estén en una residencia o en su domicilio, precisan practicar la conversación y la necesidad de ser escuchadas, de la misma forma que necesitan  las medicinas o los ejercicios físicos que su edad les permite. Sin embargo, esto no siempre es así. Los equipos de terapia se ocupan de que los ancianos realicen cada día una serie de ejercicios físicos, que en muchas ocasiones producen más dolor que  beneficio, o alguna actividad para que la mente se mantenga lo más despierta posible a esas edades tan avanzadas.
La terapia que pueden desarrollar personas como María Pilar es mucho más importante y beneficiosa que la que imparten los profesionales, por lo que el sentido común, una vez más, se impone a años de carrera. Lo que verdaderamente necesitan nuestros mayores es que les hablen y les escuchen, de la misma forma que hablamos y escuchamos a los niños para que aprendan a hablar y a expresarse o de igual manera hacemos cuando deseamos aprender algún idioma, cuanto más se hable y escuche la nueva lengua, nuestro aprendizaje será más efectivo.
Las conversaciones que realizan las personas que están en las residencias, por lo general,  giran en torno a situaciones vividas por ellos en una época ya muy lejana. Su mente se queda estancada en esos recuerdos nostálgicos al tiempo que su interés por los asuntos cotidianos desaparece. Las tertulias que pueden formar entre ellos están amenazadas, por una parte, por la sordera propia de la edad que muchos de los contertulios padecen y, por ello, cada uno sigue la conversación no siempre de una forma coherente, y, por otra, las conversaciones sobre cómo es el trato que reciben por parte de los profesionales de la residencia ocupan buena parte de su tiempo. Por ello es por lo que necesitan esas conversaciones del día a día que cualquiera de nosotros empleamos cotidianamente.
Asimismo, entre las modalidades de divertimento que el equipo de terapia programa para estas personas mayores se encuentran las sesiones de cine. Aunque la idea es buena, creemos que, una vez más, de nuevo las personas encargadas de estos menesteres se equivocan al programar películas de aquella España en blanco y negro que vivieron nuestros mayores o, en el mejor de los casos, proyectan películas de nuestros niños prodigio, como Marisol o Joselito. Nuestros mayores, que también tuvieron cuarenta años, disfrutarían mucho más recordando aquellos años con películas como El padrino, El golpe, Tristana o La naranja mecánica, entre otros, o con los clásicos del cine, como Casablanca, Gilda, Con faldas y a lo loco o La ventana indiscreta, por ejemplo.
Si a unos cuantos años de carrera universitaria les unimos un mínimo de sentido común, conseguiremos que nuestros mayores sean más felices.

A todas las madres


domingo, 4 de mayo de 2014

HOY queremos dedicar esta columna a todas las madres y enviarlas desde aquí nuestras felicitaciones y nuestra gratitud por tantos y tantos desvelos que a lo largo de su vida han puesto para el cuidado de sus hijos.
Unos cuidados que una madre comienza a dedicar a su hijo ya desde antes de que éste nazca, consagrándose en cuerpo y alma al ser que tiene en sus entrañas, para que llegue a esta vida en las mejores condiciones posibles, y  que ya no dejará de prestar ayuda a su hijo hasta que la vida decida el momento.
Una vida, la de una madre, llena de sacrificios, privaciones, noches en vela, sufrimientos y llantos y, en ocasiones, algunas alegrías efímeras que la compensan de tantas angustias.
A lo largo de nuestra vida siempre está presente la figura de la madre. Una persona que está a nuestro lado en esas noches de pesadillas infantiles para espantar los fantasmas que perturban nuestros sueños inocentes. Que, en los primeros momentos en que cualquier dolencia atormenta nuestro cuerpo, hace de médico para darnos el remedio que nos alivia el dolor. Que sin pasar por la Universidad es psicóloga, abogada, economista. Que a lo largo de nuestra vida la tenemos a nuestro lado para animarnos y orientarnos, primero, con las dificultades escolares y después, con los desengaños juveniles o con los reveses que la vida nos transfiere. Que la tenemos a nuestro lado para convertir nuestros defectos en virtudes.
La entrega que hace una madre a sus hijos nunca podremos recompensarla por mucho que queramos. Sólo lo conseguiremos en parte si somos capaces de poner en práctica todas sus enseñanzas: la educación, la honradez, la templanza, la bondad, el respeto a los demás y todas esas virtudes morales, espirituales o teologales que nos transmite una madre con su ejemplo diario.
El cumplimiento de todos estos preceptos será la mejor recompensa que una madre puede recibir de sus hijos al ver que esa obra tan fascinante y agotadora de ser madre tiene unos buenos pilares que servirán para edificar otras vidas encarnadas en sus nietos.
Cuando la edad ya no permite continuar con el mismo ímpetu corporal, la vida hace que esas energías se concentren en una fuerza espiritual y que cada día nuestra madre, con su humildad, su resignación, su perdón, su sencillez, su paciencia, su amor y su fe en lo divino pone en práctica impartiéndonos una vez más una magistral lección de amor desinteresado.
Por todo ello y muchas más cosas, felicidades a todas las madres.

ENTRE LA FICCIÓN
Y LA REALIDAD





Jubilado noctámbulo

EL DÍA EN GALERADAS
Jueves 16 de enero de 2020

Y ahora a por el Oscar
CONOCÍAMOS varias facetas de la vida de Pablo Iglesias, pero tras ser designado vicepresidente del gobierno de Pedro Sánchez, ha salido a la luz la verdadera vocación de Pablo Iglesias. Con su nombramiento para formar parte del nuevo gobierno progresista y de coalición y feminista y populista y oportunista y veleta se han confirmado los rumores que desde hacía tiempo venían rondando por esta redacción sobre una de las pasiones ocultas del exultante líder de Unidas Podemos: el cine.
Por ello es por lo que hoy publicamos el cartel que anuncia la última película que el gran actor Iglesias ha protagonizado: El hombre del Oeste, filme producido y dirigido por un novel director Sánchez. Con esta película, tanto el director como el actor quieren rendir un homenaje a la España del «blanco y negro» (representada en un mítico Kirk Douglas) y a la España del tecnicolor (personificada en el legendario Alfredo Landa), sirviendo como nexo de unión entre ambas el ya populista Pablo Iglesias, que lo mismo interpreta un drama o una comedia o un wéstern o una vicepresidencia.
Lástima que por demorarse su elección como ministro no pueda optar a los Oscar y haya llegado tarde para competir con Antonio Banderas por el premio a mejor actor. Pero démosle tiempo a este nuevo intérprete del séptimo arte que se atreve con todos los géneros de la interpretación.
Desde el pasado lunes 13 de enero se proyectan en las Salas de la Carrera de San Jerónimo los filmes más destacados de Pablo Iglesias. Títulos como El pisito, No sin mi Irene, Los tramposos, Deprisa, deprisa, Furtivos, Amantes, Mentiroso compulsivo o El Azotador, entre otros.
Desde esta columna deseamos a Pablo Iglesias los mayores éxitos en el desempeño de su nueva faceta por el bien suyo, por el de Irene, por el de Pedrín (el de Roberto Alcázar), por el populismo, por los que se han ido y por los que quieren irse y por los que llegan, por los del feminismo, por los LGBT, por los del cambio climático, por los colectivos marginados, por los de Teruel, por los del centro (bueno, por éstos no), por los que creen en la igualdad entre las mujeres y los hombres… Por todos ellos y todas ellas sí se puede.

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 25 de diciembre de 2019

Las necesidades del espíritu
DOS veces al año, desde que me divorcié, quedo con mi amigo Andrés. Una cita es a principios de verano y la otra, cuando se acercan las Navidades. Si la cita corresponde con el tiempo de verano, solemos quedar en cualquier lugar del Levante y si el encuentro es durante la Navidad, nos citamos en cualquier restaurante de la Gran Vía madrileña. «Nuestra» Gran Vía.
A Andrés lo conozco desde aquellos años de juventud en que cada fin de semana echábamos nuestras partidas de billar y frecuentábamos discotecas en busca de muchachas que quisieran compartir con nosotros esos momentos que nuestra juventud nos demandaba entre la gloria y el infierno y que tenían lugar en un piso de alquiler en el que, aparte de estos encuentros compartidos, organizábamos partidas de cartas con otros amigos del barrio, celebrábamos cenas con largas sobremesas en las que cada uno a su manera contaba de qué forma podríamos vivir un futuro en libertad y en democracia; también solía contarse alguna que otra trola. Pues bien, aquel piso de alquiler era además la vivienda de Andrés.
Atrás quedaron todas aquellas aventuras amparadas en una loca y, en ocasiones, irresponsable juventud. La vida nos condujo unas veces por donde quiso y otras, por donde nosotros queríamos caminar o al menos eso pensábamos. Nuestros encuentros de juventud se desvanecieron por la situación laboral de cada uno de nosotros. Andrés marchó a trabajar durante largas temporadas a Londres y con ello nuestra relación se limitó a algunas cartas o a algunos encuentros esporádicos durante las vacaciones de verano que aprovechábamos para visitar algún lugar de moda durante la época estival. Sin embargo, cuando nuestra amistad se tambaleó hasta caer en un abismo fue cuando durante unas vacaciones de verano conocimos a dos jovencitas que a la postre fueron nuestras esposas. Vamos que nos casamos por la Santa Madre Iglesia y hasta que la muerte nos separase. Sin embargo, no fue la muerte quien nos separó, sino otras circunstancias que ahora no vienen al caso y que algún día desvelaré. Pero volvamos a mis encuentros con Andrés. En esta ocasión nos citamos en un restaurante de la Gran Vía. La emblemática calle de Madrid había sido engalanada con las luces que anunciaban la Navidad y por sus aceras transitaban ciudadanos, unos llegados de provincias y otros, lugareños, que ponían cierto colorido a la noche madrileña.
Andrés y yo contemplábamos toda esa fauna consumista como lo veníamos haciendo desde hacía muchas Navidades. Sin embargo, con el paso de los años, todo era distinto. Habían cambiado los locales, los cines, las salas de fiesta, los transeúntes... Había cambiado hasta la propia Gran Vía y, por supuesto, nuestras conversaciones, nuestras necesidades y, claro, nosotros mismos.
Es curioso comprobar cómo tu top de prioridades va experimentando variaciones con el paso del tiempo y, por ello, las necesidades espirituales sufren tantas variaciones como si de una bolsa de valores se tratara. Y a esas prioridades del espíritu son a las que Andrés y yo dedicamos nuestros encuentros gastronómicos y anuales. Al principio de estas reuniones, cuando teníamos unos cuanto años menos, nuestras conversaciones fluían al amparo de una cena sobre nuestros proyectos, nuestra vida laboral, nuestros ideales políticos, nuestro número de conquistas amorosas y de las no amorosas, nuestras aficiones y, a veces, hasta de nuestra familia, sin darle importancia al verdadero anfitrión de la mesa: el menú. A continuación nos trasladábamos a cualquier sala de fiestas o discoteca para concluir en no se sabía bien en qué cama ni quién era la morena o la rubia que teníamos junto a nuestro cuerpo desnudo.
El tiempo pasa inmisericorde y con él pasa nuestra vida. Deja de importarnos la política. De la oficina, ni hablar, tan solo algún vago recuerdo sin importancia. De la familia... de la familia, mejor dejarla correr como al agua. Las aficiones: las que nos gustan ya no podemos practicarlas y las que podemos practicar no nos agradan. Los amores... pues los amores ni correspondidos ni sin corresponder, salvo algún escarceo ocasional. Y de los alimentos, ¿qué? Pues que el que no perjudica al riñón hace daño al hígado o te sube el colesterol. Vamos, que estamos a punto de pasar esa raya que marca la frontera entre vivir una vida de privaciones de toda clase y comenzar a tomar pastillas para toda clase de remedios.
Por ello, en las comidas o cenas que celebro junto a mi amigo Andrés, por un lado, nos saltamos toda clase de recomendaciones, tanto de las médicas, de las sociales, de lo políticamente correcto como de las que nos inculcó la Santa Madre Iglesia condenándonos al fuego eterno si no cumplíamos sus preceptos y, por otro, mandamos al diablo todas las privaciones y nos ocupamos de esas necesidades del espíritu de las que los médicos no tienen ni idea y disfrutamos, al menos dos veces al año, de lo que son los placeres de la vida: un buen amigo, una exquisita cena sin restricciones y con su correspondiente sobremesa regada con un buen coñac, un paseo por los santos lugares de antaño, unas copas y una compañía femenina de coalición. En pocas palabras, lo que toda la vida se viene llamando «echar una cana al aire».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Martes 26 de noviembre de 2019

Cómo dejé de fumar
HACE unos dias leí en la prensa que Robert Norris, más conocido como el «hombre Marlboro», había fallecido a los noventa años y que nunca había fumado. Yo sí fui fumador.
La noticia hizo que me retrotrayese a aquellos años en los que, aún siendo un imberbe, quería imitar e incluso ser el hombre de Marlboro. Transcurrían los años sesenta y a mediados de esa década dejaba la férrea disciplina de un colegio religioso con misa diaria y fiestas de guardar para enfrentarme con un mundo en el que todo me resultaba novedoso, fascinante, ilusionante y hasta turbulento y pecaminoso. Empezaba a ver cómo era la vida fuera de los muros del colegio.
Comencé a trabajar y aparqué los estudios. Descubrí mi barrio y conocí nuevos amigos. La diaria asistencia a misa fue transformándose en visita cotidiana a los billares del barrio. Las clases de matemáticas se convirtieron en lecciones de cómo hacer carambolas en el juego del billar. El amor cristiano que me enseñaron aquellos curas del colegio se convertía en amores paganos y sin duda acreedores de las penas más terribles del infierno.
Durante ese devenir entre lo prohibido y lo permitido, en mi vida irrumpieron el mítico vaquero que anunciaba los cigarrillos Marlboro con su icónico sombrero y Humphrey Bogart con su cigarrillo entre los dedos. Aquellas imágenes me trasladaban a un mundo que representaba para mí el poder, la seducción, la libertad, el placer... y comencé a fumar.
Fumaba porque, entre otras cosas, fumar era bien visto por la sociedad y hasta llegué a creer que ello me reportaba más éxito con las chicas y porque con un cigarrillo entre mis dedos me sentía más seguro.
En alguna que otra ocasión ofrecer un cigarrillo era una forma de comenzar una conversación e incluso servía para llenar esos silencios que a veces se producían durante algún encuentro, llamésmolo amoroso. Me gustaba que cuando salía con una chica, ésta fumara. Encender un cigarrillo y ponérselo entre sus labios o ver la marca que su carmín dejaba en la boquilla del cigarrillo eran situaciones que me proporcionaban grandes dosis de morbo, tantas como las que aún me producen unos tacones de aguja.
Los fines de semana (el resto de la semana fumaba Bisonte o Tres Carabelas) compraba un paquete de Marlboro y lo compartia con mis colegas en los guateques, durante los partidos de pelota en el frontón Madrid o durante las partidas de billar de domingo por la mañana.
Asi, entre bisonte y marlboro, entre el trabajo y los billares, entre charlas con los colegas y conquistas femeninas, fueron pasando los años y cada día iba incrementando el consumo del tabaco. Me encontraba seguro con un cigarrillo en la mano. Esa seguridad me daba fuerzas para emprender nuevas empresas, tanto profesional como personal. Me matriculé en la Escuela Oficial de Idiomas para cursar francés. Y durante un descanso entre clases fui a encender un cigarrillo y en ese momento de búsqueda por los bolsillos tratando de encontrar el encendedor fue cuando una de las chicas cercanas a mí me ofreció una carterilla de cerillas de esas que anunciaban, bien un bar de copas, bien una discoteca. Nos enrollamos.
Ninguno sabía el tiempo que duraría aquello. Sólo teníamos claro que nos gustábamos mutuamente, que queríamos disfrutar sólo el presente sin mirar el futuro y que a los dos nos gustaba fumar y así comenzamos a salir y a despertar partes de nuestra piel que teníamos dormidas. Nuestra aventura navegaba a favor del viento hasta que una de esas tardes que pasábamos en cualquier discoteca ocurrió lo que jamás imaginamos ninguno de los dos que pasaría: comencé a aborrecer el tabaco.
Aquella tarde transcurría como una de tantas otras. Bailamos. Nos besamos. Volvimos a bailar y volvimos a besarnos. Disfrutábamos el presente hasta que ella dio una calada y acercó su boca a la mía en un ademán de besarme.
Yo entreabrí mi boca como había hecho en otras muchas ocasiones esperando sentir su lengua explorando todo mi interior, pero lo que sentí fue toda una bocanada de humo que me produjo náuseas y un cabreo impresionante que tardé varios días en olvidarlo, no así la sensación de ahogo que me produjo aquel beso envenenado, pues cada vez que encencía un cigarrillo y daba la primera calada sentía una sensación de rechazo que me obligaba a tirar el cigarro al suelo y pisarlo con rabia.
Días después, mientras nos besábamos dentro del coche, ella volvió a repetir la misma acción de depositar el humo del cigarro dentro de mi boca con lo que logró que vomitara manchando su vestido y la tapicería del asiento del coche, y cogiendo esta vez un cabreo monumental, que quizá hoy sería catalogado de violencia machista.
Durante los días posteriores iba aumentando mi rechazo al tabaco y al mismo tiempo hacia aquella muchacha. Poco a poco fuimos espaciando nuestras citas hasta llegar al final de aquella aventura que comenzamos con una carterilla de cerillas. Ella se marchó a Granada, no recuerdo a qué. Yo abandoné la Escuela de Idiomas, marché a Gijón de comercial en un concesionario de coches y dejé mi adicción al tabaco.
Todavía hoy conservo aquella carterilla de cerillas y llevo un encendedor en el bolsillo de la chaqueta por si alguien se acerca para decirme: «Por favor, me da fuego».

Un Jubilado por la Gran Vía



EL DÍA EN GALERADAS
Miércoles 20 de marzo de 2019

Todo tiene su fin
ATRÁS quedó 2018. Un año que muchos recordaremos porque se celebró el cuadragésimo aniversario de la  Constitución española o el año que un tal Pedro Sánchez, tras pactar con Dios y con el diablo, se alzó a los altares del poder, disfrutó con un falcón, hizo más viajes que todos los jubilados del Imserso juntos y se aseguró una pensión de lujo de por vida para regocijo propio y señora. Esto es hacer carrera. Al término de su embarazo presidencial (comienzos de 2019), presentó sus memorias y, entre los cambios más sonados mediante decretos-leyes durante su mandato al frente del Gobierno de España, puede atribuírsele el de un colchón para cama de matrimonio. Por el momento no nos consta que también haya cambiado las almohadas y la sábana bajera por decreto-ley.
Sin embargo, para mí 2018 fue el año en el que se cumplieron cincuenta años de la creación de Cosecha del 68. No. No se trata de un vino. Cosecha del 68 obedece al nombre que un grupo de muchachos, allá por el año 1968 y por iniciativa de una jovencita llamada Natalia, decidieron en aquel verano dar nombre propio al grupo que desde hacía un año se divertía los fines de semana, y especialmente en verano, en la discoteca de Chapinería, un pueblo cercano a Madrid. Por ello, aquel verano del 68 fue algo especial para todos los integrantes de aquella cuadrilla (chicos y chicas).
Los fines de semana se sucedían, y la unión y la complicidad de todos nosotros iban ganando enteros. Solíamos reunirnos en Aldea del Fresno, lugar del que algún miembro del grupo era natural o bien sus padres tenían una segunda vivienda. La empatía que reinaba entre nosotros era tal que continuó más allá del verano y fue prolongándose durante el resto de las estaciones. Acudir un fin de semana a Aldea y Chapi fue convirtiéndose para todos nosotros en una fiesta de precepto y en lugar de amoríos para muchos, de amores para otros y de desamores para algunos. Todos ellos alimentados por la brasa que aviva el fuego hormonal propio de una juventud estigmatizada por la censura sexual a la que estaba sometida por el régimen franquista. Cosecha del 68 permaneció unido durante cinco años.
En el verano de 1969, el grupo musical Módulos lanza una de las baladas más destacadas en el panorama musical español, Todo tiene su fin, que acabó con la norma de que las canciones comerciales debían tener cerca de tres minutos de duración. (Años más tarde, esta balada recobró un gran éxito con la versión del grupo cordobés Medina Azahara publicada en 1992.) Está canción fue una de mis preferidas durante aquel periodo. A esta preferencia se sumó Natalia. Con sus acordes nos enamoramos, nos desenamoramos, nos quisimos y nos odiamos. El azar quiso que Todo tiene su fin también fuera el anuncio del final de Cosecha del 68. Poco a poco la cuadrilla fue disgregándose. Unos encontraron pareja fuera del grupo; algunos sufrieron desengaños y decidieron buscar consuelo en otro lugar; otros se trasladaron a otra ciudad e incluso a otro país. Este fue el caso de su fundadora, Natalia, que, tras vivir en varias ciudades españolas, se marchó a Montreux (Suiza) y de la que, debido a la falta de redes sociales y del wasap, no volví a tener más noticias, salvo en un par de ocasiones en las que coincidimos en la feria del SIMO allá por la década de 1980. El tiempo fue pasando y los veranos fueron sucediéndose hasta llegar a 2018.
El verano de 2018 me pilla en Madrid. Los paseos por su Gran Vía me habían ahorrado unos cuantos euros en psicólogos para superar una depresión tras mi separación. Una separación ya muy lejana, pero con heridas que ni el tiempo ha sido capaz de cicatrizar. Heridas más económicas que amorosas, pues mi ex me dejó solo con un póster de la Gran Vía de Madrid por todo patrimonio. El trayecto comprendido entre mi domicilio en la calle de Alberto Aguilera  hasta la plaza de Callao se había convertido en un recorrido cotidiano al atardecer que terminaba contemplando la Gran Vía desde el mirador del Club del Gourmet en El Corte Inglés mientras tomaba una cerveza.
En aquel verano de 2018, Madrid respiraba y vivía las Fiestas del Orgullo Gay. Unas celebraciones que no despiertan en mí interés alguno, aunque debo reconocer que le ponen un punto de color a esa Gran Vía de mis amores y pecados. Una Gran Vía a la que contemplaba una tarde más desde mi atalaya de El Corte, abstrayéndome del ruido que reinaba a mi alrededor.
De pronto, mi ensimismamiento se desvaneció al oír la melodía de un móvil tras de mí. Era aquella misma melodía que puso la banda sonora a unos años de juventud vividos y disfrutados entre la pasión y el odio. Sorprendido, me giré hacia atrás y quedé aún más sorprendido cuando vi quién respondía a esa llamada que acababa de producirse. «¿Sería ella?», me pregunté. Ambos nos miramos con cierto aire de perplejidad.
Cuando la mujer que respondió a la llamada terminó la conversación, se acercó y al llegar junto a mí me susurró: «Chapinería, Módulos, 1973». Sí. Era ella. Natalia Rodríguez del Álamo. Habían pasado cuarenta y seis años desde aquel verano en el que ambos habíamos bailado juntos aquella melodía por última vez. Pese al tiempo transcurrido, Natalia aún conservaba una estupenda figura que resaltaba con un conjunto vaquero. Se notaba que dedicaba parte de su tiempo a cuidarse.
La invité a tomar un café. Aquella complicidad y aquella chispa de antaño pronto aparecieron. El pasado y el presente se mezclaban atropelladamente. Paseamos por Gran Vía mientras hacíamos un repaso a aquellas noches de juventud que vivimos junto a la orilla del río Alberche. La chispa y la química fueron in crescendo y el tercer café se lo llevé a la cama.
El destino o la casualidad, no podría decir en qué proporción, quisieron que la canción de Módulos avivara nuevamente aquellas pasiones y que termináramos aquel asunto que un cabo de la Guardia Civil había interrumpido una madrugada de verano cuarenta y seis años antes porque estábamos quebrantando la moral y la decencia.
A la mañana siguiente de nuestro encuentro acompañé a Natalia a su hotel para que recogiera su maleta y partimos hacia el aeropuerto. Su vuelo para Montreux salía al mediodía. Nos despedimos con un abrazo, y al separarnos Natalia depositó un beso en la comisura de mis labios. Cuando quise hablar, ella poniendo el dedo índice en mis labios y con una sonrisa voluptuosa me dijo: «Por fortuna, Pedro Sánchez aún no ha podido desenterrar a Franco. Jamás perdonaremos al dictador la represión sexual que padecimos la Cosecha del 68».
Minutos más tarde, el vuelo con destino a Montreux partía de las pistas del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez...
Una semana después de la partida de Natalia y mientras hojeaba una revista en la sala de espera del dentista, vi una fotografía de Natalia en la que aparecía detrás de una pancarta a favor de los gais y lesbianas en una de las muchas manifestaciones durante las Fiestas del Orgullo Gay. Aquella muchacha que en 1968 se quitó el sujetador para luchar por una incipiente igualdad de sexos y los derechos de la mujer, cincuenta años después continuaba su lucha.

(Así se fundó, así se reconstruyó y así se desvaneció Cosecha del 68 entre la ficción y la realidad.)

Un Jubilado por la Gran Vía