
EL mes de diciembre pasó y con él se fueron todas las presiones que nos atenazaron antes, durante y después de la Navidad: la celebración de la COP25, la angustiosa espera de la niña Greta Thunberg, una nueva intentona por parte de Pedro Sánchez de seguir manteniendo su mítico colchón en la Moncloa, la adquisición de los regalos de Navidad y Reyes, sortear las huelgas del transporte público, realizar los recorridos navideños por mercadillos y luces especiales para la ocasión, preparar las reuniones familiares, poner el belén, el árbol o ambas cosas, contestar a todas las «chorradas» que recibimos a través de las redes sociales... Y como con tan variopinto folclore y por aquello de que se termina el año y que vaya usted a saber lo que nos espera en los próximos 365 días, nos vinimos arriba y antes de que el reloj de la Puerta del Sol nos anunciara a golpe de campanada el final del año y el principio del nuevo, nos dimos cuenta de que desde la Semana Santa que pasamos en Benidorm aún no habíamos cumplido con el débito conyugal... Vamos, lo que nos faltaba: las prisas para tratar que la media anual de los débitos conyugales no descienda en las encuestas tan al uso.
Como no hay mal que cien años dure, todo pasa y las aguas vuelven a su cauce, de la niña Greta nada más se sabe y de los pocos acuerdos que se alcanzaron, eso sí, también a toda prisa, en la cumbre climática, son ya más que historia, son el colofón de unos días vividos por unos ecologistas vivalavirgen por la ciudad de Madrid. P. Sánchez, también a todo gas, encarriló su embestidura contra todo el que se oponía a un futuro Gobierno de progreso. ¿De progreso?, para los que dicen que sí se puede. A todo esto, nosotros un año más sobreviviendo a tamaños acontecimientos. Recogemos el belén, borramos de nuestro teléfono las fotos «chorras» que hemos realizado durante la campaña navideña, cambiamos los regalos de Reyes, organizamos la lista de los nuevos propósitos, durante varios días estaremos comiendo de «sobras» y viviremos con angustia por que hemos cogido algún kilo demás. Si nos ajustamos a estas actividades con las que comenzamos un año nuevo, nos damos cuenta que de progresistas no tenemos nada y esta carencia nos preocupa como nos preocupa saber para qué servirá el ministerio ese del 2030.
Y a partir de ahora... ¿qué? Pues que empieza a montarse otro belén: el de Pedro y Pablo. Un belén viviente en el que tanto Pedro como Pablo estudian cómo situar a sus figuras y éstas ya piensan en recolocar a su vez a las suyas, y las suyas a las otras, y las otras a aquéllas...; resumiendo que con tanta colocación están convirtiendo a la Moncloa en el camarote de los Hermanos Marx y, además, hay que ver en qué parte del belén sitúan a los caganers y a los que emprendieron la huida no a Egipto sino a Bruselas.
Como el flamante presidente de la España de coalición no quiere que los ciudadanos de a pie perdamos el interés por los asuntos progresistas y continuemos enganchados a la estela chulesca que despide su egocentrismo edípico, nos obsequia con otro típico de estas fechas: los fascículos y colecciones. Por ello, Ediciones Moncloa, bajo la supervisión de Pedro Sánchez, diariamente nos entrega el nombre de un ministro con su correspondiente cartera para el nuevo Gobierno heterogéneo, progresista y feminista. Lo que está por determinar es si estos fascículos y fascículas llagarán a completar la colección creada por P. Sánchez o, como ocurre con otras colecciones por fascículos, se queda interrumpida porque los contribuyentes se cansen de ellos y de ellas.
Una vez llegados a este punto, quizá ustedes se estén preguntando que cómo Irene no saca su feminismo y acepta las espontáneas decisiones del presi con el consentimiento de su Pablo. Pues está muy claro: con lo que les ha costado llegar a Galapagar e introducirse en los pasillos del Congreso hasta alcanzar los salones de la Moncloa, como para reprender o criticar las actuaciones y decisiones del señor presidente.
¿Y si después de todo esto resulta que Pedro Sánchez es un buen presidente, y que Pablo Iglesias saca el dinero a los ricos y los bancos para repartirlo entre los trabajadores y trabajadoras, y que Irene Montero logra la igualdad entre hombres y mujeres (por este orden), y que Quim Torra se quita el lazo amarillo de la solapa de su chaqueta y los separatistas hacen de la canción Y viva España su nuevo himno nacional…? Por cierto, ¿no echan, ustedes, en falta a Miquel Iceta? ¿Quizá esté aprendiendo alguna nueva coreografía?